Perfect ass es un montaje estrenado en noviembre en Nave 73 que ha llamado la atención tanto por su planteamiento escénico como dramatúrgico.
Es un texto escrito y dirigido por Ale Lacour e interpretado por Lola Silva, Caterina Mengs y la propia Lacour. Esta propuesta de La Impura se pregunta sobre lo que significa ser libre en un mundo como del de hoy. La propia Ale Lacour nos cuenta cómo ha surgido este proyecto.
Ale, ¿de dónde te nace un texto como Perfect ass?
Las piezas que he escrito siempre nacen de un tema que me concierne, inquieta o atrae. Y para abordar ese tema suelo usar la autocrítica y el concepto de reírnos de nosotras mismas. Creo que es una de las mejores maneras para que el público, en vez de sentirse atacado, se sienta interpelado sin ofensa: porque yo no me río de nadie más que de mí misma. Ahora bien, todas y todos somos ‘yo misma’. De forma concreta Lola Silva y yo nos planteamos seriamente, antes de que existiera Perfect ass, por qué tenemos la necesidad de agradar siempre al hombre.
¿La mujer siempre va a estar en el centro de vuestras propuestas?
Por ahora ha surgido así de forma natural. No ha habido ningún pacto que yo haya hecho conmigo misma de escribir siempre sobre mujeres por un mero pulso contra el hombre. Escribo desde y sobre la mujer porque lo soy, tal como Scorsese hace películas sobre y para hombres porque lo es.
Has escrito la obra en cuatro escenas distintas que no tienen una conexión aparente entre ellas. ¿Cómo fue surgiendo la idea de hacerlo así? ¿Era una premisa preestablecida o el proceso de escritura te fue llevando por ahí?
Todas las escenas están interconectadas. Aparte de que todas dialogan en pequeños guiños internos, de forma estructural tienen una conexión clara: el lenguaje.
La obra habla de la libertad de la mujer en el siglo XXI, pero también de la eterna incapacidad de comunicación. El lenguaje no nos alcanza para entendernos entre nosotras ni entre nosotros. Todas las escenas acaban sin resolverse por esa carencia, por la ausencia de un lenguaje compartido. Los cuatro relatos pasan de un lenguaje académico a la ausencia de lenguaje: al ruido. Para este aspecto de la obra, la participación de mi ayudante de dirección y diseñador sonoro, Miguel Ángel Feria, ha sido clave. Él me ha enseñado a saber que el ruido es música, entre muchas otras cosas.
Cada escena presenta una forma distinta de ‘ser mujer’ ¿Por qué has elegido estos 4 modelos y qué querías representar con cada una de ellas?
La obra empieza proyectando un cortometraje de veinte minutos donde varias mujeres en una cala se sacan fotografías intentando encontrar la postura perfecta, es decir, para verse perfectas. Una profesora de universidad comenta dicho cortometraje y cuestiona el desnudo femenino (analizado por John Berger a propósito de la pintura europea) y la cosificación del cuerpo femenino. En esta escena se le pregunta al alumnado (al público) qué es el arte; y todo ello se hace desde una postura aleccionadora, culpabilizadora, soberbia. Al final de la clase, una alumna refutará todo lo que se ha dicho con anterioridad. La escena primera sirve de apertura y crea el marco de la obra. Nos damos cuenta que la dirección, ya desde el principio, recoge y juzga a todos los personajes, no identificándose con ninguno.
Los siguientes relatos se desarrollan como afluentes: refutan o expanden la primera escena. En la segunda tenemos el punto de vista de mujeres ancianas que consideran haber tenido mayor libertad que las trabajadoras de hoy, solo porque ellas pudieron vivir más y mejor. La tercera se enfoca en la voz de una stripper: cuestionamos conceptos como la abolición de la prostitución desde una perspectiva más social e irrefutable, ya que la teoría y la práctica difieren. Y la escena cuatro aborda la intimidad de pareja: ella ha decidido decir que no, más movida por una idea que por un sentimiento (el casamiento históricamente ha significado una cárcel para muchas mujeres). El de la escena cuatro es el único varón que sale en toda la obra, y es un hombre compasivo y feminista: de esos que hoy llamamos ‘aliades’ gracias a la nueva masculinidad.

En la obra mencionas lo escrito por el crítico de arte John Berger en 1972 que expone que: “las imágenes de mujeres en el arte tradicional reflejan las expectativas y deseos masculinos y que eso contribuye a la objetivación del sexo femenino y a la construcción de roles de género”. ¿A día de hoy sigue pasando lo mismo con las redes sociales?
Absolutamente, esa es la clave y la premisa de la que parte la obra.
¿Por qué hay esa necesidad de hacerse fotos ‘hot’?
Porque el mundo las pide y las compra.
¿Mostrar el cuerpo es cosificarse directamente? ¿Una mujer puede celebrar su cuerpo sin reducirse a él?
Creo que cosificamos nuestro cuerpo sin ni siquiera planteárnoslo, pero también lo celebramos y decidimos qué hacer con él. Esa contradicción me interesa: ¿dónde está la línea entre celebrar tu cuerpo o reducirte a él? La obra no pretende resolver eso, sino dejarlo abierto para que cada uno lo cuestione.
¿El aspecto que tenga una mujer para un hombre puede determinar cómo la tratará?
Desgraciadamente siempre ha sido así.
¿La coherencia es un lujo que pocas se pueden permitir?
Sí, la coherencia es un lujo. Una mujer necesitada hará lo posible para alimentar a sus criaturas, aunque contradiga sus propias convicciones. Pero no solo es una cuestión de clase social: incluso las mujeres con privilegios nos encontramos constantemente eligiendo entre principios y supervivencia cotidiana; supervivencia que no siempre es económica, a veces es emocional, social, o simplemente poder funcionar en el mundo tal como está. Vivimos dentro del sistema: lo que podemos hacer es señalar las contradicciones, incluidas las nuestras.
¿Qué significa ser libre en el mundo de hoy?
«La verdadera libertad es pensar desde ti mismo, no desde lo que otros dicen». ¿Conseguimos esto en algún momento? Yo creo que no del todo. Haciendo una analogía entre la ‘libertad’ neoliberal que es precisamente esta esclavitud disfrazada que nos autoimponemos, donde cada uno es amo y esclavo de sí mismo y te explotas creyendo que te realizas, y la ‘libertad’ de fotografiar nuestro cuerpo desnudo y a cachos para el ojo masculino, nos hipersexualizamos creyendo que nos empoderamos, ambas operan bajo la misma lógica, confundimos sometimiento con autodeterminación. En los dos casos, elegimos nuestra propia explotación y la llamamos libertad.
También dices que estamos confundiendo los términos entre empoderamiento femenino e hipersexualización del cuerpo femenino…
No lo digo yo, lo dice el primer personaje que sale en la obra, una profesora de universidad encantada de conocerse, que usa el poder y el lenguaje académico para seducir a su público. Creo que un hallazgo de la obra reside en que todos los personajes son coherentes con lo que dicen en ciertos momentos, y en otros, no. Por lo tanto, ella piensa así, sí. Yo, como autora de la obra, no tengo respuestas, solo preguntas.
¿Qué dogmas feministas cuestionas en tu obra?
Muchas veces reproducimos la mirada patriarcal creyendo que nos liberamos de ella. Me interesa eso: ¿cuándo una elección es realmente nuestra y cuándo estamos eligiendo lo que siempre se esperó de nosotras? En Perfect ass, todas las mujeres creen estar tomando decisiones libres: las chicas de las fotos, las mayores que creen haber tenido más libertad, siendo eso completamente falso, la ‘stripper’ que defiende su trabajo, la mujer que dice «no» en la intimidad, pero ninguna puede comunicarse realmente, ninguna escapa del todo a la mirada masculina. Eso cuestiono, la ilusión de que ya somos libres.

¿Cuáles son las mayores contradicciones inherentes a la condición femenina actual?
La contradicción central es que hemos conquistado libertades formales: podemos votar, trabajar, divorciarnos, pero seguimos negociando nuestra existencia bajo la mirada masculina. Decidimos qué hacer con nuestro cuerpo, pero esas decisiones raramente escapan a lo que se espera de nosotras: ser deseables, ser productivas, ser buenas madres, ser exitosas.
¿Y las mayores contradicciones a las que se enfrenta Ale Lacour?
Las mismas que en la respuesta anterior. El constante deseo de ser yo misma y enfrentarme cada día a cómo deberían ser mis labios, mis piernas, mi culo, mis brazos. Siempre es el cuerpo el que se interpone entre nuestro yo-mujer y el mundo. En esta era de la imagen sé que a muchos hombres también les pasa. Pero no creo que haya un comparativo semejante. Desde que a los trece años me hicieron sentar en el patio del colegio porque me estaba convirtiendo en ‘mujercita’ en vez de poder seguir jugando al fútbol con mis amigos, sé que me quitaron toda libertad. Me dijeron: «sé mujer» y me dejaron sin cancha. ¿Eso no es contradictorio? ¿Querer ser lista y capaz, pero deseable al mismo tiempo?
¿Si alguien sale indiferente de esta función, habrás fracasado?
Me dijo Chryssa Georganta, una amiga y directora griega: «Solo si le cambias la conciencia a una persona entre cien, el arte vale la pena». Estando completamente de acuerdo con ella, a la vez, pienso que si la mayoría de espectadores no se cuestiona nada, no se incomoda nada, no duda y no se ríe en ningún momento viendo Perfect ass, algo habré hecho mal, por supuesto, y sí, habré fracasado.
Háblame un poco de La Impura. ¿Quiénes formáis parte y qué tipo de teatro os interesa?
La Impura la formamos Lola Silva y yo. Curiosamente, tenemos puntos de vista muy distintos sobre la estética, el arte y el teatro, aunque considero que eso a día de hoy nos enriquece. Nos interesan compañías o grupos como Nao Albet y Marcel Borràs, La Calòrica, Mujer en obras…, por poner algún ejemplo.
En la compañía somos dos, ahora bien, este proyecto Perfect ass ha requerido de más gente, empezando por el elenco actoral: el trío se completa con la maravillosa interpretación de Caterina Mengs. Además, cada persona del equipo ha sumado a que la obra sea la que es. Tenemos un reparto artístico muy potente, empezando por Miguel Ángel Feria (ayudante de dirección y diseño sonoro), María Potocosi (diseño de luces), Sara Frías (coreografía), Paco Llonch (motion grapher), Belén Cabello (cartel), Guille Cuidadillo (fotografía) y Pablo Botas (productor).
¿El nombre de la compañía ya da pistas de vuestro ideario?
Nosotras tenemos grietas y con ellas nos expresamos. Esta sensación nos recordó al arte Kintsugi, técnica japonesa que arregla fracturas de cerámica con barniz de polvos de oro, nos gustó mucho la metáfora. Ya que, intentamos hacer lo mismo, utilizamos nuestras fallas para crear historias y arte en distintas maneras expresivas. ¿Quién nos dijo que teníamos que ser puras?, si en la impureza se encuentra el ser humano.
¿El público para el que van dirigidas vuestras obras es uno que quiera adentrarse en lo no políticamente correcto?
No tenemos un público específico, aun así, no buscamos el espectador que va al teatro para que le confirmen lo que ya piensa. Nos interesa un público dispuesto. La obra no es políticamente correcta porque indaga en zonas delicadas donde las opiniones se disparan y divergen, justamente ahí es donde me interesa estar.