El teatro es una pasión que cuenta -en escena- lo que nos apasiona en nuestra vida. Empecé en él hace más de 50 años, y aquí sigo contando pasiones. ¿Y qué es lo que me apasiona de esta Numancia, de Cervantes (y ya también mía)? Siembre es difícil explicar “por qué y para qué” uno decide y realiza un proceso creativo, pero lo resumiría diciendo que lo que me ha apasionado esta vez es gritar con los numantinos, defendiendo valores que a mí me parecen esenciales.
En primer lugar, porque Numancia es un grito contra la falta de libertad (del tipo que sea), de ayer, de hoy y de siempre. Contra la resignación y la humillación, y contra las tiranías que obligan a tener una vida de sufrimiento.
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.
Como todo el mundo sabe, esta es una de las famosas frases del Quijote que más veces ha sido reseñada en libros y placas conmemorativas de tantos lugares de nuestro país. Hay otras muchas alusiones directas o indirectas al tema de la libertad en nuestra más famosa novela de todos los tiempos, pero esta es seguramente la más conocida. Y, ¿en teatro? ¿Qué dice Cervantes en su teatro de ese importante tema humano? En la obra Numancia (o El cerco, o destrucción, de Numancia), la palabra libertad aparece media docena de veces, e, indirectamente, durante toda la obra, ya que es el tema central de la misma.
«¿Y a los libres hijos nuestros/ queréis esclavos dejarlos?»
«Decidles que os engendraron/ libres, y libres nacisteis,/ y que vuestras madres tristes/ también libres os criaron.»
«Y mil veces repetir, / mientras lo podáis decir: / ¡Numantinos, libertad!»

En segundo lugar, porque la obra es un grito en defensa de nuestras raíces culturales fundamentales, como son la lengua y la creación literaria y teatral de nuestro más importante escritor de todos los tiempos. Raíces que son en la actualidad muchas veces desvaloradas y atacadas por un adanismo elemental destructor.
Y, en tercer lugar, porque es un grito de esperanza, como lo es siempre el arte que busca dar sentido, ilusión, belleza y placer a nuestra vida, aunque sea, como en esta obra, mostrando la tragedia del sufrimiento. Numancia es la primera tragedia española y una de las más importantes del teatro universal. Su vitalidad y teatralidad se debe a la emoción humana con que están concebidos sus personajes, sobre todo el colectivo de todo un pueblo. Cervantes hace desfilar ante nosotros todos los horrores de la guerra, y la eterna lucha de los seres humanos para no ser esclavos de nadie y poder vivir con dignidad y justicia. Y esos personajes -y su sentido de la vida y de la muerte-, nos hacen penetrar en el corazón de la tragedia. El heroísmo colectivo de todo un pueblo, que se arroja a las llamas para no ser esclavos, cobra así toda su grandeza trágica. Con un riquísimo lenguaje -no olvidemos que estamos hablando de Cervantes-, levanta un retablo de guerra, hambre y muerte, e introduce en la peripecia escénica dimensiones básicas de la convivencia humana, como son el amor, la familia, la amistad, y la relación con los dioses y el mundo del más allá de la muerte.

He hablado muchas veces con Cervantes (espiritualmente, se entiende) durante todo el proceso de creación, y hemos llegado a acuerdos en el “puente a realizar” de su época a la mía (en la que va a ser representada la obra), y los cambios necesarios a realizar. Un grupo importante de creadores están unidos en este proyecto (20 actores y actrices, y otros tantos en los equipos de dirección, producción y técnico.) Todos compartimos esa pasión de comunicar al espectador los grandes valores que Cervantes depositó en sus palabras. Se unen, desde el pasado, los valientes numantinos de la obra que escribieron con su sangre nuestra historia.