Alba González: "Para poder anclarme en la creación, siempre hay algo a nivel social con lo que posicionarme. Como artista y ciudadana"
El titular de esta entrevista, que también funciona como un verso suelto, es la definición que encontramos en el diccionario si buscamos la palabra ‘ábrego’. A su vez, Ábrego es el título del estreno absoluto de la coreógrafa y bailarina Alba González, en alianza con Ana Erdozain, Dácil González, Laura López y Fran Martínez.
Una pieza de danza para cinco intérpretes que reflexiona sobre permanecer y cambiar, la raíz y la brisa, sostener y transformar. Los días 9 y 10 de diciembre en la sala Cuarta Pared, dentro del ciclo Mover Madrid.
Alba González (Madrid, 1987) habla al otro lado del teléfono con naturalidad, también transparencia. Por ejemplo, al preguntarle sobre Nudo, la creación que puso en marcha con su compañía en 2011, dice que fue clave, pero también la siente “algo cargada con el paso del tiempo”. “Con los años he aprendido a generar espacios para la mirada del público, no crear de una manera tan cerrada, dejando alguna grieta”. Cuenta también, al respecto, que este trabajo marcó claves en el discurso dancístico que la mueve. “Por mucho que luego el resultado sea abstracto y te proporcione determinadas sensaciones y emociones, para poder anclarme en la creación, siempre hay algo a nivel social con lo que posicionarme. Como artista y ciudadana. Hay cosas que me mueven y con las creaciones me puedo permitir el tiempo de revisitar”.
De Ábrego, la nueva pieza para cinco bailarinas que se estrena los días 9 y 10 en Cuarta Pared, González explica que nació con la necesidad de aire, “de limpiar algo en mi cabeza”. Algo se había truncado, cuenta, en una obra anterior, Start, y el aire apareciá una y otra vez. “Es un elemento de la naturaleza subjetivo que me estaba intentando conectar con algo que todavía no entendía”. Decidió remar a favor y no impacientarse. Trabajar con la idea de aire hasta que entendió que la brisa la conducía a la necesidad de transformarse. “No era ese viento que te impide caminar, sino el que te agita y refresca. Y casi de inmediato apareció la raíz, la necesidad de ver lo que se había sembrado en estos años de trayectoria. La memoria, no como anclaje y freno, sino con una base sólida que te acompaña”. Dos conceptos, el de la raíz y el viento, que más que contrapunto se revelan compañeros a través de sus palabras. Aquí va otra como resultado de las anteriores: equilibrio. “Pueden parecer contrarios, pero se sostienen”.

Habla del viento como si fuera un aliado desde hace tiempo.
Y diría que lo es. Asocio el viento a esa idea de las cosas que todavía no son. De lo invisible que se hace visible a través del efecto que genera. Como lo que puede provocar una brisa. Este verano ya tenía la pieza en la cabeza. En Galicia, en la playa, me quedaba mirando los árboles, porque sentía la brisa y pensé que movería sus hojas, pero no lo hacía, era demasiado suave. En la naturaleza no hay lugar para las expectativas cumplidas, y eso me fascina. En los ensayos empecé a investigar qué fisicalidad me interesaba para luego ir más directa a proponer lugares y paisajes. Proponía una imagen a las compañeras y me decían, “¿pero te interesa desde aquí o desde allí?”. Y yoles respondía que no lo sé, “vamos a quedarnos a vivir en cómo podemos rechazar el suelo y que el cuerpo cambie solo por el empuje. No intentemos montar frases”, les decía. Y a la hora de quedarnos ahí iban apareciendo más cosas que no eran las esperadas.
Suena a algo muy enriquecedor y libre.
Lo está siendo, aunque hubo un momento de revisión porque solo aparecían lugares amables en lo corporal. apareciendo lugares amables. No me interesa que el cuerpo sufra ni la violencia en el movimiento, pero era como si el cuerpo estuviera mecido todo el rato. Y tampoco me interesaba eso. Así que un día revisando mis apuntes fue cuando rescaté el peso de la raíz, de los sedimentos, de lo que se queda, incluso de un viento más agitado. Entonces empezaron a salir las caídas, las fricciones. Hay una intuición que articula la pieza y los materiales: los dúos, los solos, los tríos… siempre las cinco en escena con pequeños encuentros dentro de un vaivén, a modo de hojas. Que si las mueve el viento pueden ser un caos, pero cada una de ellas ejerce un movimiento muy concreto.
Su relación con la danza empezó pronto. Cuenta que siendo una niña de 3 o 4 años. La esgrima y el patinaje la desplazaron un rato, “me gustaba moverme, pero no encontraba con qué”, explica. Hasta que con 13 recuperó la danza y dio con el lugar que venía necesitando. Empezó a formarse en la mítica escuela de Madrid Karen Taft y llegó otro descubrimiento con el espectáculo Cartas al director, coreografiado, dirigido e interpretado por tres grandes de la danza contemporánea de este país: Mónica Runde (recién nombrada directora del Festival Internacional Madrid en Danza), Carmen Werner y Teresa Nieto. “Ese espectáculo me voló la cabeza. Yo estudiaba ballet clásico y jazz y cuando vi Cartas al director me dije: ‘yo quiero hacer esto’. Eso es lo que llevaba buscando toda la vida”. Llegó entonces la escuela de danza Carmen Senra, “y allí Jesús Rubio me inoculó la necesidad de creación”·, rememora. Llegaron las primeras creaciones con compañeros de clase y las primeras compañías donde se ha desarrollado como intérprete: la de Daniel Abreu, La Imperfecta, Losdedae, La Mínima…

¿Le ha costado mucho el camino hasta aquí?
Es cierto que este último año no me quejo, hemos podido mostrar y mover Las Doradas y Solastalgia (últimas creaciones). He ido sintiendo pequeños apoyos, que van permitiendo que la trayectoria se posicione, pero desde luego de manera muy lenta. Me he sentido apoyada por Cuarta Pared, Pradillo, DT… pero no otros espacios públicos como Conde Duque o Teatros del Canal. Nunca he tenido residencia en Canal, por ejemplo. Y lo digo sin más, solo porque son mis vivencias. Amo esos espacios y los sostengo como espectadora. También amo las salas alternativas porque son súper necesarias en todas las redes, pero a veces un apoyo más institucionalizado permite que la mirada se amplíe hacia otros lugares. Un realidad fría y desoladora. Pero yo voy a seguir aquí, soy cabezota. Hasta que se me acaben las fuerzas.
Con la realidad que describe y que existe, ¿cómo se plantea el futuro de Ábrego con cinco bailarinas?
Tengo lleno el corazón y se me rompe al pensar que igual no hay muchas actuaciones de Ábrego. Así que estoy pensando, a la misma vez, en una versión para espacios no convencionales, y quizá poder darle más salidas. Me apetece que Ábrego se vea, no por la rentabilidad de la gira, sino para mostrar y comunicar, para tener en cuenta al público. Porque si esa situación no se da no me completa. Se trata de un encuentro esencial para que alguien se lleve algo de la pieza. Me siento muy acompañada, inspirada por la cuatro compañeras pra ver qué pasa en los cuerpos. Es como si el juego hubiera subido de nivel. Se hace más complicado, pero también mas interesante.