Miguel Torres, el impulsor de Teatro Lagrada, presenta su nuevo proyecto, Waltus, un texto original de Sonia Madrid.
Al frente de su compañía, Lagrada Producciones Teatrales, Torres dirige e interpreta (junto a Yago Angullo, Cuchi Sánchez, Ana Pilar Santos, Miguel Cambero, Eva Bacardit, Alba M. Centenera y Maite Zahonero) este cuento sobre la búsqueda de una ilusión que nos ayude a avanzar por la vida.
Miguel, como siempre nos sorprendes con un texto poco conocido para tu nuevo proyecto. ¿De dónde surge montar esta historia?
Surge del proceso de trabajo con la compañía. En una de las sesiones compartimos distintos textos y dimos con este, Waltus, que rompía un poco con lo que hasta ahora estábamos trabajando. A todos nos sedujo desde un primer momento así que decidimos llevarlo a escena.
¿Conocías ya a la autora de antes, Sonia Madrid?
La verdad es que no. Tenía este texto en la biblioteca desde hace tiempo, pero lo tenía pendiente de lectura. De esa primera lectura me gustó la inocencia de los personajes. Son como muy primitivos, muy básicos, muy esenciales diría. Me recuerda en ciertos momentos a los personajes de Beckett, que están a merced del devenir, que no van si no que son llevados.
¿Y qué le pareció que llevarás su texto a escena? ¿Qué te ha comentado?
Ella está agradecida y encantada de que su ‘criatura’ vea el escenario. En el contacto que hemos tenido el trato ha sido muy amable y cordial, y en todo momento nos ha facilitado lo necesario para llevar a cabo el proyecto. Hemos comentado la dificultad de poner en escena este tipo de textos que se salen de una puesta naturalista, que la metáfora y el símbolo que se plasma en la obra requiere de un esfuerzo interpretativo por parte del espectador.
Esta obra es un cuento. ¿Una de las razones de hacerla es para darle valor a este género, muchas veces denostado, igual que pasa con la comedia?
Al principio del proceso no era la idea principal, no lo he hecho de una forma deliberada, pero no nos importó abordarlo y si montando esta obra lo ponemos en valor, pues mucho mejor. A veces, se habla mucho para no decir nada. La caricatura y el símbolo captan la esencia y tenemos después, como espectadores, que descodificar. Samuel Beckett tenía un estilo de escritura experimental, que a menudo incluye la renuncia a la estructura narrativa tradicional y a la sintaxis convencional, creando un efecto de vacío o de página en blanco y si él hubiera podido habría escrito un libro con las páginas en blanco. “Nada que decir, ni pío” dice Krapp, uno de sus personajes. El haiku es una de las formas más breves de escritura, y la comedia es muy exigente, no deja margen a las ‘medias tintas’. Quiero decir que el cuento y la comedia tiene la misma importancia que cualquier otra forma de expresión, depende de qué cuentes y cómo lo cuentes.
¿Cuáles son los temas fundamentales que se abordan en Waltus?
Fundamentalmente, es un libro que aborda las relaciones humanas, los clichés que las culturas nos asignan, el valor del diferente, cómo se vive siendo hipersensible, el sentido de la vida, la pérdida y búsqueda de una ilusión que nos ayude a caminar…
Háblame un poco de los personajes que conforman la obra.
Yo hago de padre de la familia, y mi única tarea es leer la prensa todo el día. La madre es la encargada de aglutinar a la familia y estar preocupada por Waltus, un personaje complejo e inadaptado, el único que tiene contacto con el mundo real y sufre, por tanto, las consecuencias. Carmina es una mujer con un pasado sentimental borrascoso y es la madre de Farinella. Farinella es una niña juega con una amiga que está al otro lado de un espejo roto. Mari Ola es una joven delicada que toca el ukelele, es una especie de musa que consuela con su canto la desesperación de Waltus. Casimiro está alquilado en la casa de la familia y sustenta con su dinero la economía del hogar. Juega al tenis y no le gusta que le ‘toquen las pelotas’. Y el Ilusionista, a modo de psicoanalista, viene a poner un punto de racionalidad en todo lo que le pasa a Waltus.
¿La autora o exagera los personajes para que podamos empatizar mejor con ellos y ellas?
Yo creo que sí. Todo los personajes tienen un punto de candidez que conmueve. Verles tan inocentes, tan pueriles, tan indefensos, tan exentos de maldad… te crea el impulso de abrazarlos, besarlos, acariciarlos. Uno de los hombres más poderosos de este país fue Francisco Luzón. Cuando le diagnosticaron ELA creó una Fundación para ayudar a trabajar sobre la enfermedad. Quiero decir que la finalidad del teatro es conmover, crear y potenciar la empatía y creo que el perfil de los personajes que Sonia ha creado contribuye en gran manera.
¿Cómo ha sido la puesta en escena que habéis elaborado?
Sonia, en su texto, marca las pautas de escenografía que hemos seguido con fidelidad, lo cual ha creado alguna dificultad espacial, sobre todo en las escenas corales, pero hemos sabido metabolizarlas. En cuanto al vestuario también propone algunas pinceladas pero nos hemos sentido más libres a la hora de concretar. Creo, ella nos lo dirá cuando vea la función, que le hemos hecho justicia.
Dentro de la aparente sencillez, parece una obra complicada de abordar a nivel interpretativo. ¿Cuál ha sido el mayor reto de esa puesta en escena?
Tal y como te comentaba antes, los personajes que se salen del naturalismo son mucho más complicados porque no dejan margen de error, tienen que ser verosímiles, creíbles y humanos tras una apariencia no real. Es difícil sustraerse al cliché, al gesto fácil, a la máscara vacía, por eso trabajamos primero sobre los contenidos y después sobre las formas, para que todo lo que se vea en escena sea creíble.
Es un texto agudo e ingenioso, con juegos de palabras, dobles sentidos… ¿En la obra habéis jugado con ese humor, lo habéis potenciado o lo habéis dejado de forma más sutil?
Muchos de esos dobles sentidos que mencionas son muy evidentes y otros no tanto y los hemos descubierto a lo largo de los ensayos, pero no los hemos querido subrayar tampoco, aunque hemos intentando que no se pierdan en medio de un frondoso parlamento. Es un equilibrio entre quedarse en el chiste y la broma y que no se diluya en medio del discurso.
De nuevo te rodeas de un elenco habitual. ¿Cómo es trabajar al frente de tu propia compañía teatral, gente que ha aprendido contigo y que les vas viendo crecer en cada proyecto? ¿Cómo te hace sentir eso?
Es algo muy placentero. El grupo se ha ido configurando por el camino del trabajo. También es cierto que en todos los montajes no están todos los que son pero sí son todos los que están. Nos conocemos como personas y eso facilita mucho el trabajo. No hay celos, personalismos, ni envidias, y el resultado es una consecuencia del trabajo y será más o menos interesante, más o menos aceptado, pero siempre será fruto de un trabajo honesto, serio y riguroso y eso me hace sentir feliz. En la vida cotidiana hay que llevar una careta donde ocultarse, pero en el teatro hay que ponerse una careta para habitar la vida.
Por tu trayectoria, por trabajar textos como este, ya sabes que yo siempre digo de ti que eres un verso suelto. ¿Has tenido alguna vez la sensación de que nadie te entiende, como le pasa a Waltus, pero en el mundo de las Artes Escénicas?
Te diría que no lo sé porque el mundo de las Artes Escénicas no me conoce demasiado, pero sí es verdad que del público más o menos asiduo hay división de opiniones. Hace un par de temporadas pusimos en escena Acto Cultural de Ignacio Cabrujas, una farsa en torno al mito de la conquista de América. No había una línea conductual, un argumento, eran sketches con el nexo de la conquista y me preguntaban que qué era lo que quería contar, es un poco lo de intentar saber quién era Godot en la obra de Beckett. La incertidumbre causa desasosiego y tendemos a explicarlo todo para no quedarnos colgados de la brocha. Tendemos a racionalizar y a veces hay que quedarse con sensaciones, con lo que sientes y no con lo que entiendes. La neurociencia está demostrando que primero sentimos y luego pensamos. Pues esa es la idea.
¿Ser diferente tiene un precio?
No debería tenerlo, pero no estoy seguro de si al final te lo hacen pagar.
¿Dónde se busca la ilusión cuando se pierde?
El sentido de la vida es hoy, aquí y ahora. No hay más allá.
Hay mucha gente que aprende a vivir sin ilusión… se dice en la obra. ¿Crees que es posible?
No. En todo caso se vegeta, no se vive.
¿A veces lo único que hace falta es que nos presten atención?
Yo diría que nos escuchen, somos en función de ser percibidos, somos seres sociales, pero también hay que escuchar. Con la vehemencia de mis dieciocho años en una verborrea con un adulto en un momento determinado me dijo: “escúchame”. Es algo que no se me olvidará nunca y que intento tener muy presente.
¿La clave de todo al final es… Atreverse?
Sí, por supuesto, con prudencia pero sin miedo.
¿Estaría bien que todo lo solucionara un Ilusionista?
Noooo, para nada. En la vida tienes que solucionar las cosas tú mismo, pero si cuentas con la ayuda de un o una ilusionista, mucho mejor, eso sí.
¿Cuál es el Norte de Miguel Torres?
Que la muerte me pille viviendo.
