El otro día en Facebook, alguien (a quien no conozco ni pude conocer porque se escondía tras un perfil dudoso), comentó en una de mis publicaciones: “Hasta las narices del tema de Gaza”. La publicación compartía el audio que ha locutado la periodista Almudena Ariza para Danza por Gaza, y que está a disposición de quien quiera. Eliminé el mensaje (no recuerdo si era “hasta las narices” o hasta otra zona más baja a la que suelen echar mano rápidamente los señoros) y bloqueé el perfil. Faltaría más. Tal despropósito de deshumanización no respirará cerca de mí ni en una red social tan incierta. Porque sí, sigo publicando sobre Gaza. Creando espacio para denunciar el genocidio, que lamentablemente arrasa con más impunidad, si cabe, y produce más vergüenza, si cabe también, a quienes lo denunciamos sin descanso. Así y asao.

Desde que hace unos meses comencé a dedicarle todo el espacio público posible a Palestina, tanto en las redes como en los talleres y presentaciones del último libro que firmo, soy consciente de los vientos que reman en contra. Pérdida de seguidores, mensajes que no se contestan y te dejan ‘en visto’…, porque sí, aunque a muchas nos cueste creerlo, hay personas que solo denuncian con la boca muy pequeñita y cuidando el no perder bolos y dinerito. Pero querer esconder ese doble discurso, en casos tan horribles como el que vivimos, es como lo de intentar tapar el sol con un dedo. El meñique sería, en lo que nos ocupa. Y parafraseando al científico, la relatividad para la física, no para la ética. Es un momento este que vivimos, también, en el que se están cayendo muchas caretas.

Y tengo una noticia desde aquí. Buenos, dos. Una, es que no me importa. No me importa perder seguidores ni oportunidades, porque para mí ni unos ni otros responden a tal cosa. Tampoco me importa cansar y que se me deje en comentarios. Una de las cosas maravillosas de practicar un periodismo independiente, sin intereses personales, guiado por la libertad que intento que presida toda mi vida, es poder mirarte al espejo y no ver miedo ni doblez.

La segunda noticia que tengo es que voy a seguir haciéndolo. En lo personal y en lo profesional. Ya lo ven, aquí estoy escribiendo sobre esto. El otro día me preguntaba alguien qué responsabilidad periodística con respecto a Gaza y el genocidio que vive, pasa por el periodismo de danza. La respuesta llegó rápida y más o menos cristalizaría en estos puntos que comparto desde aquí, por si a alguien le interesa, y que responden al periodismo de danza que yo practico:

-Ser periodista especializada en danza no te hace menos periodista.

-Ser periodista especializada en danza también es preguntarte y preguntar.

-Contar lo que pasa es mostrar las palabras y cuestionarse los silencios.

-Contar lo que pasa es contar lo que se ve y lo que no.

-Ser periodista especializada en danza es aterrizarla en una realidad global. Y Gaza es la realidad de todas.

-El periodismo no es publicidad. El de danza, tampoco.

-Ser periodista especializada en danza también es hablar de genocidio.

-El periodismo sin compromiso no es periodismo. El de danza, tampoco.

-Ser periodista de danza es preguntarte y contestarte. Hoy, también, compartir.

 

“El privilegio de describir algo de modo vago, incompleto, infiel, es inseparable del privilegio de mirar hacia otro lado”.

O. El Akkad. Algún día [… ] todo el mundo habrá querido estar siempre en contra.

 

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