Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno nazi nombraba el exterminio sistemático que ocurría en los campos de concentración con fórmulas lingüísticas que podían ser interpretadas de múltiples maneras: la “solución final”, “evacuaciones”, “trabajos forzados”… En la población había sospechas de que algo estaba pasando, sobre todo en aquellos que vivían cerca de los campos: las columnas de humo o los olores eran señales que no podían ser pasadas por alto. Cuando concluyó la guerra, los aliados mostraron a los vecinos de Dachau, Mauthausen, Auschwitz… el interior de los campos. Hubo un shock social. Pasaron muchos años hasta que Alemania como nación asumió su responsabilidad colectiva en el exterminio.
Obviamente, la comunicación del régimen nazi funcionaba con un decoro anterior a la aparición de Internet. El contenido de lo público, o lo que es lo mismo, lo espectacular debía mantenerse en los parámetros de elogio al régimen y demostraciones de poder. El asesinato masivo de seres humanos no podía formar parte de su comunicación, porque inmediatamente habrían perdido apoyos, aunque solo fuera por el mero hecho de hacerlo público. Había un límite claro en el contenido de lo espectacular: la muerte.
En 2025, y debido a la redes, eso ha cambiado. Las imágenes, reales o de ficción, asociadas con la muerte forman parte del decoro espectacular. Las películas muestran muertes masivas, atentados, bombas. Hay ‘realities’ o documentales que han registrado cómo mueren las personas. Incluso se ha incrementado la comisión de delitos de sangre grabados por el agresor con el único propósito de poder compartirlos en Internet. La muerte real ya forma parte de lo que puede filmarse y difundirse. Es un contenido espectacular decoroso.
Es en ese contexto en el que el gobierno sionista de Israel puede permitirse ejecutar un genocidio filmado y difundido internacionalmente sin que haya una repulsa institucional inmediata por parte de otros gobiernos. Sabe que la muerte forma parte del decoro, y que, por tanto, no es la difusión de los asesinatos lo que va a penalizarle en sus relaciones internacionales.
Y, sin embargo, lo que hace precisamente insoportable lo que está ocurriendo en Gaza es su componente espectacular. Es comprobar hasta dónde se ha modificado el decoro, hasta dónde se puede masacrar a una población mientras las cámaras de todo el mundo lo relatan en directo. Es comprobar hasta dónde las manifestaciones individuales en redes, las manifestaciones colectivas en la calle, los pronunciamientos de personalidades, o la información con datos, no están parando esas muertes de carne y hueso. Es comprobar hasta dónde el espectáculo de la paz es inútil.
Pero hay que seguir. Habrá que pensar cómo volver a hacer útil el espectáculo de la paz, porque es la única arma que será capaz de cambiar el curso de esta guerra. De todas las guerras.
Nota al pie: Según la Uppsala Conflict Data Program, en 2024 hubo 61 conflictos armados que involucraron al menos a 1 estado, de los cuales 11 pueden alcanzar la categoría de guerra.