Tras el éxito del Ciclo de los milagros, Luz Arcas y La Phármaco regresan al Teatro de La Abadía con Nana para Emmy Hennings, una colisión a tres cuerpos. El cante atávico de Inés Bacán, cantaora de leyenda y gitana de Lebrija; el umbráfono de Enrique del Castillo, una suerte de música reveladora, que en griego llamaríamos «apocalipsis»; el cuerpo contundente, abierto y cerrado de Luz Arcas, que se deja poseer por voces y sonidos.
Esta nueva pieza está llena de interrogaciones, de palabras mudas que hablan. No se asevera nada, no se representa, simplemente se bucea en un mundo en el que los muertos no están muertos. La inteligencia corporal de Luz Arcas se manifiesta ahí. No habla. No dice nada. Sencillamente hace. Todo es presencia.
A principios de este siglo, Inés Bacán adaptó el poema Morphyne, de Emmy Hennings, la performer dadaísta que fundó el Cabaret Voltaire. Nunca se entendió bien la propuesta poética de Hennings y de su compañero Hugo Ball. No se trataba tanto de refrendar el fin del lenguaje que suponía para toda Europa la catástrofe de la Primera Guerra Mundial, si no más bien de empezar a construir un lenguaje nuevo que ya, desde mucho antes, se daba por perdido.
Con ese espíritu, Inés Bacán entró en contacto, o casi, con los espíritus que todavía sobrevolaban las callejuelas del Zúrich neutral en tiempos de guerra. Después está el umbráfono, literalmente un aparato de música que usa la luz fantasma para producir sonido. Construido por Enrique del Castillo a partir de los reproductores de sonido del viejo cinematógrafo, en realidad es un instrumento que necesita de la pericia médium del propio artista, compositor e intérprete a la vez. El trío lo encabeza como solista la bailarina/bailaora Luz Arcas y las formas que su cuerpo toma para la ocasión. Y hay violencia, fuego, en este choque de cuerpos. De esa fricción entre los tres artistas nace este discurso mudo que no deja de hablar en ningún momento.


