"La gala es un buen escaparate para mostrar todo lo que podemos hacer desde Navarra"
El tiempo no solo pasa: transforma, conecta, recuerda. Bajo esta premisa se celebra la próxima edición de los Premios Max, que por primera vez aterrizan en Navarra. La cita será el lunes 16 de junio en el Teatro Gayarre de Pamplona, y llevará por título ‘Tiempos vivos’, un lema que abraza la esencia misma de las Artes Escénicas: su capacidad de existir solo cuando se comparten, de vivir en presente. La gala podrá seguirse en directo a las 21h por RTVE Play y a las 23h30 en La 2 de RTVE, y estará conducida por la actriz navarra Natalia Huarte, ganadora del Max a Mejor Actriz en la edición anterior.
Al frente de la dirección artística está Ana Maestrojuan, cofundadora de la compañía teatral Producciones Maestras, dramaturga, directora y alma de esta propuesta visual, musical y poética con un marcado acento local. Maestrojuan ha reunido un elenco diverso en edades, estilos y trayectorias, y un sólido equipo técnico y creativo que ha tejido una gala como un tránsito entre tiempos, cuerpos y lenguajes. La diversidad lingüística también será protagonista: el euskera, lengua que forma parte de la identidad de esta tierra, estará presente con naturalidad como parte de ese homenaje a la riqueza cultural del Estado.
El escenario del Gayarre acogerá, además, las actuaciones de artistas como Gorka Urbizu (Berri Txarrak), Aurora Beltrán (Tahúres Zurdos), Raquel Andueza, el dúo Castazabal o el Coro Saudade, junto a propuestas de danza de La Faktoria y Duguna Dantza Taldea. Será una noche de memoria y celebración, de belleza compartida, como señala la propia directora: "La gala será un encuentro mágico, una reivindicación del amor, porque en el mundo ya hay bastante feísmo".
Una docena de nombres clave del panorama escénico nacional se encargará de entregar los galardones, entre ellos Carlos Sobera, Olga Pericet, Ángel Durán, Roberto Álvarez, Camila Viyuela, Jorge Usón, Marta Pazos o Alfredo Sanzol. Y será también una noche para homenajear trayectorias imprescindibles: el Premio Max de Honor recae ex aequo en Juan Margallo y Petra Martínez, mientras que el Premio Max Aficionado o de Carácter Social reconoce la labor de Ignacio Aranguren y Vicente Galbete, impulsores del Taller de Teatro Escolar del Instituto Navarro Villoslada. El público, por su parte, ha otorgado su Premio Max Aplauso al musical L'alegria que passa, de la histórica compañía catalana Dagoll Dagom.
Charlamos con Ana Maestrojuan, que habla con la claridad y la pasión de quien ha aprendido a crear desde la honestidad, desde el arraigo, y sin perder nunca el sentido del humor. Porque en su mirada caben el gesto íntimo y la celebración colectiva, el detalle técnico y la emoción compartida. Porque si algo define su trabajo, y esta gala, es el deseo de compartir. De reunir tiempos, lenguajes, cuerpos. Y de hacerlo, como ella dice, "desde donde soy y desde donde vivo".
‘Tiempos vivos’ es un lema que invita a la reflexión. ¿Qué resonancias tiene para ti esta idea del tiempo en plural?
Todo viene de una necesidad de reivindicar que no vivimos en un tiempo lineal en esta profesión. En un montaje teatral hay múltiples tiempos: el del proceso, el de la función, el del espectador… Las artes en vivo existen en esa convivencia de tiempos con el público. Por eso el lema es en plural. Necesitamos estar vivos para seguir creando, y eso también lo compartimos con quienes nos ven.
¿Cómo fue que te propusieran dirigir la gala? ¿Te sorprendió?
Totalmente. Cuando me llamaron y me dijeron que habían pensado en mí, mi primera reacción fue cuestionarme si sabría hacerlo. Soy muy impulsiva, pero esta vez me tomé un momento para pensar qué quería y qué podía hacer, y cómo afectaría a mi compañía. La gala es solo un día, pero implica meses de trabajo. Tras hablarlo con mi socio, decidí que sí, que quería y que me apetecía.
La gala es una reivindicación de las artes vivas. ¿Qué dirías que las distingue esencialmente de otras formas artísticas?
La convivencia en tiempo y espacio con el público. Lo que nos hace únicos es que nuestro arte se da en el acto mismo de compartir. Si no hay público, si no se realiza ese acto escénico, ya sea danza, música… no existimos. Compartir es una palabra esencial en esta profesión.
Y cómo has traducido esa idea escénicamente. Es decir, ¿cómo dialogan los distintos lenguajes como la danza o el texto?
Mi herramienta habitual es el teatro de texto, así que lo he usado para enlazar los bloques de la gala con los premios. Si hablamos de vestuario, por ejemplo, busco que lo que se dice se conecte con lo que viene después. Todo está pensado para que haya coherencia entre los lenguajes y los tiempos.

El elenco de la gala incluirá artistas de diferentes edades, incluso estudiantes de la Escuela Navarra de Artes Escénicas. ¿Qué te interesa destacar al apostar por esta diversidad generacional y cómo influye en la ceremonia?
Hay un fluir constante de artistas de diferentes edades. Hay una evidencia de que el tiempo también se manifiesta en los cuerpos, en la gente, y en las diferentes artes… y he intentado que todo tenga esta coherencia de diferentes tiempos.
Los Premios Max llegan por primera vez a Navarra. ¿Qué significa para ti, como pamplonesa, dirigir la gala en casa y en un escenario como el del Teatro Gayarre?
Es un privilegio y un placer. La edad también ayuda a posicionarse, a quitarse ciertos miedos. Me siento muy agradecida de hacerlo desde aquí, y más aún con total libertad creativa.
¿Cómo has trabajado la escenografía para equilibrar el respeto por el marco clásico del Gayarre y la mirada contemporánea que propones?
La escenografía busca optimizar el espacio y se basa en una propuesta sobria que utiliza el propio marco del teatro como elemento escénico. Tanto Ikerne Giménez, que se encarga de la escenografía, como yo, buscamos dialogar con lo que ya estaba en el espacio que se caracteriza por ser muy cálido e invita a hacer cosas muy pequeñitas. La contemporaneidad no viene de grandes artificios, sino de cómo usamos ese espacio desde lo simbólico.

Has decidido mostrar las ‘tripas’ del teatro en la ceremonia. ¿Qué querías transmitir con esta decisión estética?
Quiero que se vean las diferentes profesiones implicadas: intérpretes, bailarines, músicos, técnicxs, diseñadorxs. Todo ese trabajo invisible tiene que ponerse en valor, sin ser necesariamente explícito. Que se intuya la maquinaria escénica para poner en valor todas las profesiones implicadas en poner en pie una gala de esta envergadura.
El humor estará presente, como en muchos de tus trabajos. ¿Cómo encuentras el equilibrio entre la risa y la emoción en una gala tan institucional como esta?
Todavía hoy no lo tengo tan claro, pero creo que hay que acompañar un acto institucional de este tipo con una sonrisa. Crear un ambiente cálido que pueda provocar la risa. Prefiero generar un ambiente de sonrisa continua o de carcajada en algún momento, pero sin perder la elegancia.
Has contado con un equipo navarro en su mayoría. ¿Qué aporta trabajar con creadoras y creadores de tu entorno más cercano?
Sobre todo, seguridad y un diálogo fluido. Me da una capacidad de dialogar maravillosa y necesaria para cualquier labor artística que hace que nos entendamos rápido. He trabajado muy a gusto con Edurne Ibáñez (figurinismo) y David Bernués (iluminación), y creo que eso se nota en el resultado. Ya sabemos que una gala debe tener unas características, pero tener la posibilidad de jugar con ellos me ha dado mucha tranquilidad. Si lo hubiera planteado de otra manera, no sé si se hubiera dado.

En un evento televisado como este, ¿cómo cambia tu manera de concebir la puesta en escena respecto a un espectáculo de sala habitual?
Es otro lenguaje y genera que mires desde otro lugar. Pienso en cómo se verá en cámara, en qué quiero que llegue al espectador que está en casa. Yo tengo la gala dibujada en mi cabeza así que intento salir de mí misma para imaginar la escena desde fuera, como si fuera otra directora. Una vez tengo el dibujo completo en la cabeza, ajusto todo a ese lenguaje audiovisual.
Falta justo un mes para la gala…
Un mes y un día. No me lo quites que es importante (risas).
Bueno pues a falta de un mes y un día, avánzanos ¿qué momento crees que sorprenderá más al público?
Creo que será una gala que irá de menos a más y que el público tiene que comprender lo que le dé la gana. Teniendo en cuenta esta premisa mi apuesta en estos momentos es por el final que creo que será impactante. Todo va creciendo poco a poco, como en el teatro: empieza de una manera y termina de otra. Hay algo muy teatral en esa progresión.
¿Qué huella te gustaría dejar como directora de esta edición tan especial?
Me gustaría que el público la recordara por ser dinámica, por interesar. Que se sienta que es una gala hecha en Pamplona. Creo que es un buen escaparate, tanto para compañías como para profesionales de aquí, para mostrar todo lo que podemos hacer.
Después de esta experiencia, ¿hay algo que hayas redescubierto sobre el teatro o sobre ti misma como creadora?
Sí. Que me gusta mucho coordinar equipos. A veces se me olvida que tengo esa capacidad.
Llevas años desarrollando tu carrera desde Pamplona. ¿Qué ventajas y obstáculos ves en trabajar desde una ciudad de provincia?
La mayor ventaja es la gestión del tiempo. Aquí soy dueña de mi vida y mi trabajo. Dirijo lo que quiero y escribo lo que me apetece. Sé que no tengo la repercusión que tendría en Madrid o Barcelona, pero también sé que eso allí lo logra una minoría muy pequeña. Aquí tengo una calidad de vida que no cambiaría por pagar ciertos peajes. El problema es que muchas veces nuestros trabajos se quedan en un circuito reducido. Da rabia, porque en provincias se hace muy buen teatro. Y se ve mucho teatro también, cosa que no siempre ocurre en las grandes urbes. Las provincias sirven para dibujar un mapa multicultural y plural de lo que es este Estado. Hay veces que da mucha rabia y piensas: “Si alguien viera lo que hago, si alguien lo descubriera…”. También te digo que ya he pasado de ser joven promesa a una vieja certeza.
¿Sientes que desde fuera se tiene una imagen justa del talento escénico que se genera en Navarra? ¿Qué crees que falta para que se visibilice más?
Más que cómo nos ven, me pregunto si nos ven. El problema es estructural: cómo se gira, quién puede girar. Desde provincias, muchas veces moverse es kamikaze. Pero no quiero alimentar la narrativa de “las pobres provincias”. Nosotros giramos, y conozco compañías en Madrid que no tienen ni las oportunidades ni el recorrido que tenemos nosotros.
¿Qué debería cambiar?
Habría que hacer una reflexión seria sobre cómo se programan los circuitos, cómo se diseñan las giras. No es solo un tema de Navarra, es general. Y también hay que cuestionar el centralismo de los premios. A veces se nomina a trabajos que no han pasado por grandes ciudades, y eso está bien, pero también demuestra que hay un problema en la visibilidad previa de esas obras.
¿Cómo definirías el momento actual de la escena navarra en cuanto a creación, impulso institucional y conexión con el público?
Estamos en un buen momento de creación, donde convivimos personas que llevamos tiempo con compañías más emergentes. A nivel institucional, hay una voluntad, pero tampoco se cristaliza en nada excesivamente concreto. Sí que ha habido una evolución y sí que hay una voluntad de visibilizar, pero ¿cómo se materializa eso? Creo que hace falta más praxis y una comprensión real de que somos un sector económico y cultural.
En cuanto a la conexión con el público, en Navarra las casas de cultura o los teatros tienen una afluencia muy buena, podríamos hablar de entre un 60 y un 80 %, lo cual es un dato muy positivo. Esa relación con el público existe, pero hay que mimarla, cuidarla, protegerla y alimentarla. Y eso también va de la mano de las compañías: ser cada vez más críticas y exigentes con nuestro trabajo, junto con un apoyo claro de la administración pública.
¿Crees que esta gala puede marcar un antes y un después para las Artes Escénicas en Navarra? ¿Qué te gustaría que sucediera después del 16 de junio?
Pues me gustaría que dijeran: “Jo, qué buenos son”. Que perdiéramos complejos. ¿Que vaya a cambiar algo? Lo veo difícil, pero creo que es un buen escaparate, tanto para compañías como para personas y para todo lo que podemos hacer aquí. No creo que una gala de dos horas nos vaya a cambiar la vida… ¿o sí? Nunca se sabe.