¿Cómo surge esta colaboración con Adrián Perea?

Adrián recibió desde Nave 10 el encargo de escribir una obra, y después él y Luis Luque pensaron en mí para dirigir su texto. Me hizo mucha ilusión que Adrián confiara en mí porque tampoco nos conocíamos tanto, pero le habían gustado otras obras que yo había dirigido ¡y surgió el encuentro!

 

Esta producción también se enmarca dentro de un nuevo proyecto de Nave 10 de acompañamiento artístico donde un director consagrado, en este caso Marta Pazos, comparte opiniones y sesiones de trabajo con un director o directora menor de cuarenta años. ¿Como está siendo el trabajo con ella? 

Este acompañamiento consiste en cinco encuentros en privado donde analizamos los retos a los que nos enfrentamos como directoras de escena. Admiro muchísimo el trabajo de Marta Pazos así que está siendo un gusto charlar con ella y conocer la manera que tiene de enfocar sus procesos creativos. Estamos hablando de temas tan interesantes como el liderazgo regenerativo o la inspiración de los equipos desde modelos no conductivos. Desterrar el autoritarismo de los procesos escénicos creo que es una de las grandes aportaciones que están haciendo las directoras actuales y se empieza felizmente a notar en el panorama teatral.

 

Volviendo al texto, ¿te sorprendió que Adrián decidiera escribir sobre una figura como la de Miguel Mihura?

Pienso que Adrián, como escritor de comedias, tenía ganas de hablar de Miguel Mihura y, en concreto, de lo que vivió con la compañía de variedades de Carlos Saldaña, más conocido como Alady, y que luego le serviría de inspiración para escribir Tres sombreros de copa. Alady, interpretado en la obra por Kevin de la Rosa, fue un artista muy conocido en los años 20 y quiso que Mihura le acompañase en sus giras como escritor de sketches y cuplés. Sé que Adrián también quería hablar de lo mucho que le costó a Mihura estrenar Tres sombreros de copa, ni más ni menos que veinte años, cuando después de muchas negativas, el autor ya se había olvidado de ella. Entiendo que todo esto habla también del propio Adrián y de su relación con la escritura. Además, ha querido poner el foco en esas bailarinas de compañías de variedades que siempre han quedado en un segundo lugar detrás del solista de turno o de otras grandes historias que no parecían llegarles jamás a ellas; y yo les doy también a ellas el centro de la escena.

 

Foto: Carlos Luque. La directora Beatriz Jaén junto al dramaturgo Adrián Perea.

 

La obra nos cuenta, con el propio Mihura como narrador, no solo esa gira sino otros momentos importantes de su vida. ¿Es todo verdad?

Sí, el propio Mihura escribió un prólogo en una edición de Tres sombreros de copa sobre muchos de los momentos que vamos a poder ver en Mihura, el último comediógrafo: cómo en 1932 la obra fue rechazada por diversos productores y cómo, veinte años después, en 1952, el Teatro Español Universitario de Madrid (TEU) estrena la obra casi por sorpresa en el Teatro Español con un éxito de público inesperado. Adrián ha querido seguir tirando de ese hilo para encontrar más episodios como los de la infancia de Mihura en el Teatro Apolo junto a su padre, sus historias de amor o sus graves problemas de salud ocasionados por un dolor de pierna que le llevó a una operación que le tuvo tres años en cama. Fue ahí cuando escribió Tres sombreros de copa.

 

Foto: Jesús Ugalde. David Castillo y Rulo Pardo.

¿Uno de los mayores aciertos del texto es la composición del personaje del autor y su desdoblamiento en Miguel y en Mihura y su forma de afrontar la vida y verse y contarse a sí mismo?

Totalmente, parece que escribe teatro a pesar suyo (risas). Es algo que llama la atención, y más para los que luchamos por poder hacerlo y no siempre se alinean los planetas para que eso ocurra. Sin embargo, él va escribiendo obras, unas con más éxito que otras, pero sin parar, y habla de ello casi con desdén. En un momento de la obra trata de explicarse. Quizás esta es la gran cuestión del teatro: cómo definimos nuestro compromiso artístico y cómo lo hacemos convivir con nuestro día a día sujeto a los vaivenes de la precariedad para unos, y de cierta estabilidad para otros. Quizás la posición que adoptó Mihura no nos guste mucho, pero ¿cuál es la nuestra? Mirar de frente a este personaje nos abre la posibilidad de hacernos estas preguntas y creo que eso es bueno para replantearnos nuestras apuestas profesionales y vitales y cuál es nuestra propia definición de ‘éxito’ y ‘fracaso’. En la obra vamos a ver a Miguel, el autor de joven, un chico ilusionado por la vida y el teatro, interpretado por David Castillo, y a Mihura, un hombre ya mayor interpretado por Rulo Pardo, que acumula muchas decepciones y por eso se muestra más frágil y melancólico. Pero siempre, y a pesar de los malos momentos, tierno y con sentido del humor.

 

¿Crees que le marcó durante toda su trayectoria la decepción de no poder estrenar Tres sombreros de copa en su momento? Los productores le llegaron a decir que si montaban esa obra causaría un cataclismo.

Sin duda. Mihura mueve la obra después de escribirla, pero no consigue colocarla. De hecho, la obra de Adrián empieza con esta escena donde vemos a un productor rechazando Tres sombreros de copa por ser demasiado transgresora. Después de ese episodio, lo que sabemos es que su estilo cambió y se dedicó a hacer un teatro diferente y a desarrollar su humor en otras direcciones como, por ejemplo, fundando revistas como La Codorniz. El escritor y crítico Ricardo Domenech dijo sobre Tres sombreros de copa algo que también aparece al final de esta obra: “Miguel Mihura nos hace pensar en lo que podría haber entregado de haber sido fiel a su talento, de haber renunciado momentáneamente al aplauso de un público burgués que ha encumbrado sus peores piezas. Yo, personalmente, me lamento que haya sucedido así. Es -creo- una pérdida irreparable para su autor y para nuestro teatro”. Es decir, que si hubiera podido desarrollar ese estilo quizás estaríamos disfrutando ahora de otras obras suyas más sorprendentes e innovadoras, pero al final optó por obras que pudieran gustar al público de su época. 

 

¿La mejor palabra para definirle es la de comediógrafo?

Pienso que sí. Es el oficio del que escribe comedias y es lo que él hacía ya fuera para teatro, revistas, cine…

 

Como persona, podríamos decir que tiene luces y sombras. De estas últimas, podríamos citar su relación con las mujeres y temas muy presentes en sus obras y su vida como la prostitución. ¿Te encuentras cómoda haciendo este homenaje a Mihura? 

Justo eso, las luces y las sombras de Mihura, es lo que espero que se vea en mi puesta en escena de esta obra. Como directora siempre te planteas qué te mueve en cada proyecto, cuál es el motor que te impulsa a hacerlo, y en este me mueve justo eso: preguntarme si esta obra es -para mí- realmente un homenaje. En mi cuaderno de dirección escribí en la segunda página la palabra “homenaje” entre interrogaciones y creo que esa idea me está ayudando a no sentirme intimidada por las “grandes figuras”. ¿Qué hacemos con las obras de Mihura ahora? ¿Cómo las montamos? Imagino que sin miedo y opinando. Podría decir que ahora, y gracias a este proceso, y al trabajo con los intérpretes, estoy segura de que Tres sombreros de copa no se puede leer hoy de la misma manera que se leía hace noventa años. La obra es una delicia por sus situaciones alocadas, sus personajes tiernos y solitarios o su estilo tan ágil y desenfadado, pero también es cierto que la obra contiene pasajes muy cuestionables, sobre todo, por su contenido racista, que ya no podemos pasar por alto. Y oye, en los 30 o los 50 los chistes racistas serían graciosísimos, igual que los chistes machistas, pero ahora, en 2025, no. Esperanza Elipe, Paloma Córdoba, Esther Isla y Álvaro Siankope son las cuatro intérpretes, que aún no habíamos nombrado, y que, junto a David, Kevin y Rulo me están ayudando a investigar escénicamente estas cuestiones. Todo el elenco está haciendo un trabajo brillante.

Donde sí hay un claro homenaje en esta puesta en escena es a los cómicos y cómicas que han habitado nuestras tablas desde siempre. Junto al escenógrafo con el que llevo años trabajando, Pablo Menor Palomo, hemos elegido la chácena de un teatro, y la trasera de esa habitación de hotel de Tres sombreros de copa, para que toda la acción suceda ahí; y el espectador pueda sentirse parte del viaje que hizo esta obra hasta que llegó a estrenarse en Madrid un 24 de noviembre de 1952.

 

Foto: Jesús Ugalde.

 

¿Estás a favor de revisar obras y autores desde un punto de vista actual?

Por supuesto. Cualquier diálogo con la actualidad siempre es bueno.  Pienso que la lectura y reescritura escénica ha de ser siempre sensible con nuestro presente y con nuestra visión artística.

 

La historia se divide en varios momentos temporales y espaciales diferentes. ¿Cómo lo vas a abordar en la puesta en escena?

Hay principalmente tres épocas que marcan la obra: los años 20, los 50 y la actualidad. Queremos adentrar al público en cada una de ellas haciéndole entrar detrás de esa escenografía de ese hotel de Tres sombreros de copa para que vea pasar por allí a los intérpretes de esas tres épocas. Lo bonito es que al final los cómicos y cómicas de una época y de otra no son tan distintos cuando los ves prepararse antes de una función. Es emocionante comprobar que nuestro oficio no ha cambiado tanto y que seguimos compartiendo, detrás de una pata o un bastidor, los mismos miedos, el mismo esfuerzo o las mismas alegrías. El teatro son dos maderas, unas luces y mucho corazón. Y también un esfuerzo gigantesco. Me siento muy afortunada cada vez que empiezo un proyecto nuevo y piso una sala de ensayos.

 

Después de este proyecto, ¿qué hay en el horizonte? Quizás, ¿volver a trabajar con Alfredo Sanzol?

Quiero volver a escribir y dirigir. Tengo muchas ganas de arrancar un proyecto de creación que tengo en mente desde hace un año y ojalá pronto pueda ponerme a ello. Y con Alfredo siempre volvería a trabajar porque, además de un gran autor y director, es un gran amigo. En 2024 cumplimos nuestros diez montajes juntos, yo como ayudante de dirección, y fue precioso, pero también lo es crecer por separado y que podamos contar el uno con el otro desde otro lugar. A los dos nos pone muy contentos.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí