Ir al contenido
REVISTA ONLINE
  • Revista Online
  • Cartelera teatro Madrid
  • Centros de formación
  • Premios Godot
  • Revista Online
  • Cartelera teatro Madrid
  • Centros de formación
  • Premios Godot
X-twitter Facebook Instagram Tiktok
  • Actualidad
  • Reportajes
  • Entrevistas
  • Cartelera Teatro Madrid
    • Cartelera
    • Ranking semanal
    • Ranking temporada 25/26
    • Obras más votadas
    • Guía de espectáculos de Danza
  • icono de la web de Festivales de Revista Godot
  • Formación
    • Noticias de Formación
    • Centros de Formación
  • Opinión
  • Más godot
    • más cultura
    • Concursos
    • Revista Online
    • Premios Godot
    • Sobre nosotros
    • Contacto
    • Aviso legal / Política de Privacidad
    • POLÍTICA DE COOKIES

Cuando el amor no se ha ido pero ya no es suficiente

  • mayo 7, 2025
Por Sergio Díaz

"Con esta obra queríamos hablar sobre cuando el amor se desgasta en silencio"

Lina Gamboa y Sara Olimpia son dos jóvenes creadoras al frente de ponziaproducciones., una compañía que ahora llega a La Usina con Cuando aún bailábamos salsa, una obra que surge para canalizar las emociones que sobrevienen tras una ruptura amorosa.

Lina es la autora y una de las intérpretes, junto a Ismael Salcedo, mientras que la mirada de Sara lo dirige todo.

¿Quiénes sois ponziaproducciones. y qué tipo de teatro os interesa?

Lina Gamboa: Somos Sara Olimpia y Lina Gamboa, amigas y socias, pero sobre todo dos artistas con una ligera tendencia a convertirlo todo en escena. Nos conocimos trabajando en algo que no tenía nada que ver con el teatro y, por eso, supimos al instante que teníamos que hacer justo lo contrario. Lina escribe por naturaleza, casi más por necesidad que por placer; es un poco el caos emocional de esta productora. Sara, historiadora por título, es más estratega, más ejecutiva, pero con un ojo artístico que da miedo, cobrándole sentido al desorden ajeno con precisión.

Juntas fundamos ponziaproducciones., que más que una compañía es un emprendimiento teatral y cinematográfico, para hacer el tipo de obras que nosotras queríamos ver, un teatro contemporáneo, feminista, crudo, con silencios incómodos y mucho costumbrismo. El que te hace sentir como si hubieras entrado sin querer en una casa donde dos personas están a punto de romper. Y tú ahí, de pie, sin saber si coger las palomitas o darte la vuelta.

 

Explicadme un poco el origen del nombre, ¿por qué ponzia, por qué en minúsculas y qué significa ese punto final?

Sara Olimpia: La idea completa de ponziaproducciones. nació porque no queríamos presentarnos como dos chicas en busca de un actor y una sala para representar un texto dramático. Necesitábamos una presencia sobre la que construir lo demás. Necesitábamos un escudo. Una estructura. Algo que sonara serio y profesional. Empezamos a soltar palabras. Lina proponía cosas con ritmo. Yo, conceptos mitológicos. En una de esas, Sara propuso ponthos, que es el mar color vino por el que Ulises navegaba en la Odisea. Yo dije: “Sí, pero con Z, para que sea más fácil”. Y ahí apareció ponzio. No fue hasta que la madre de Lina lo escuchó y lo confundió con Poncio Pilatos y ahí vimos el problema, así que descartamos ponthos y Poncio. Al final nos quedamos con ponzia y punto. De ahí, más o menos, viene el punto final. Y lo de ir en minúsculas es porque el ego lo ponemos en las obras, no en el logo.

 

¿Cómo os habéis sentido siendo dos mujeres jóvenes al entrar en la industria de las Artes Escénicas?

Sara Olimpia: Entrar en la industria siendo mujeres, jóvenes y con ilusión ha sido como llegar a una fiesta donde todo el mundo ya se conoce, pero nadie te dice dónde están los vasos. A veces te quieren explicar cosas que ya sabes, te corrigen antes de que termines la frase o te invitan a ‘aprender’ cuando ya llevas años creando. Y, supongo que por pura costumbre social a ser dóciles, siempre da un poco de vértigo responder con autoridad.

Pero entendimos, a través de la famosa frase de Elizabeth Olsen: “No is a full sentence”, que a veces basta con una palabra para dejar las cosas claras. No es soberbia. Es marcar nuestro propio espacio. Es decir: estamos aquí, no pidiendo permiso, por decisión, y no nos vamos a ningún sitio.

 

Ahora llegáis con Cuando aún bailábamos salsa. ¿De dónde nace esta obra? ¿Cuáles fueron las vivencias que la motivaron?

Lina Gamboa: Cuando aún bailábamos salsa se creó como se han creado las mejores canciones post-ruptura de la historia, como una historia basada en hechos reales. Hay algo terapéutico, y peligrosamente divertido, en coger una relación que no funcionó y convertirla en una obra artística. Si no, que le pregunten a Shakira o a Gloria Gaynor. O a cualquiera que haya sobrevivido a una ruptura con un Google Docs abierto.

Yo quería hablar del amor desde el lugar menos idealizado posible, desde el piso pequeño, las facturas, los domingos sin plan, las conversaciones que empiezan por la vajilla y acaban en llanto. Quería contar lo que pasa cuando el amor no se va de golpe, sino que se desgasta en silencio. Y como en eso soy una experta, decidimos escribirlo. Para exorcizar. Y para reírnos un poco de lo que duele mucho.

 

En muchas películas ponen un aviso legal para evitarse demandas a posteriori: ‘Cualquier parecido con personas reales (vivas o muertas) o con hechos reales es pura coincidencia’. ¿Podemos decir que en esta obra ese parecido es muy real?

Lina Gamboa: ¿Sabes ese momento en el que, después de romper con tu ex, necesitas hablarlo con tus amigas? Sacas las conversaciones de WhatsApp, intentas recordar cada minuto vivido con él, tirar de un hilo invisible y recorrer los pasos como si estuvieras resolviendo un crimen, porque te obsesiona averiguar qué pasó. ¿Dónde empezó todo? ¿Pudiste frenarlo? ¿Dejaste pasar señales clarísimas de que ibais en picado? ¿Quién fue el verdadero culpable? Pues escribir Cuando aún bailábamos salsa empezó así. Porque a falta de dinero para una buena terapeuta, y a riesgo de aburrir a mis amigas con mi obsesión, necesitaba hablarlo con alguien. Y lo hablé conmigo misma. Y con Paulina, el personaje femenino de la obra. Y, de paso, también con Diego, el personaje masculino.

Así que la historia se construyó por fragmentos. Siempre con los mismos personajes, pero sin orden cronológico. Como una mente que intenta recordar y solo consigue trozos.

Pero, como no podía ser de otra forma, en algún momento dejó de ser mi historia. Paulina y Diego cogieron el relevo y empezaron a moverse solos. A decir cosas que yo nunca dije. A herirse de maneras que no se me habrían ocurrido. Y entonces entendí que ya no era una conversación conmigo misma, era ficción. Una ficción muy real. Pero ficción, al fin y al cabo.

 

Sara Olimpia y Lina Gamboa

 

¿Cuáles son los temas principales que podemos encontrar en ella?

Lina Gamboa: La obra habla del amor, sí, pero no solo del amor romántico. Paulina representa el amor a una misma, a los propios sueños, a la persona que estás construyendo con esfuerzo y orgullo. Diego, en cambio, encarna otro tipo de amor: el que se apoya en lo compartido, en la familia, en la comodidad de tener un lugar seguro. Es una obra sobre lo que pasa cuando dos formas de amar empiezan a chocar.

También hablamos de ser joven hoy en esta sociedad y, más concretamente, en este país. De intentar cumplir tus objetivos sin perderte por el camino, con la precariedad emocional y económica. De sostener una relación mientras luchas por tener salud mental, estabilidad, ocio, independencia. De querer tenerlo todo… y darte cuenta de que a veces, no se puede.

No es solo una historia de pareja. Es una historia sobre el momento exacto en el que te das cuenta de que, aunque aún haya amor, ya no hay camino común. Y sobre lo que haces cuando entiendes eso.

 

¿Cómo es la puesta en escena que habéis elaborado?

Sara Olimpia: Toda la obra transcurre en un mismo espacio que es el piso de Paulina y Diego. Una cama deshecha en el centro, que hace de sofá, mesa, campo de batalla y refugio. Una cocina improvisada a un lado, un burro de ropa al otro. Poca decoración. Todo con aspecto de temporalidad, para dar el efecto de que solo están de paso. No hay cortes entre escenas, ni cambios de lugar, solo los tres actos marcan pausas en el tiempo. El resto funciona como un bucle continuo, donde el final de una escena arrastra directamente a la siguiente.

Cada escena tiene su propia línea temporal, no siguen un orden cronológico. Es como ver un puzzle montarse en directo, sin saber qué imagen completa vas a encontrar. Y eso también refleja cómo recordamos las relaciones: a trozos, sin orden, con emociones que no siempre llegan cuando deberían.

 

¿Tiene algún significado el cambio de luces en cada escena? ¿Acompañan a las distintas emociones de la dramaturgia?

Sara Olimpia: Sí, los colores no solo acompañan la escena, son parte del relato. Como la obra no es cronológica, la luz es una pista emocional. Marca el tono, la temperatura, el punto en el que están Paulina y Diego.

El naranja aparece en los momentos más intensos: las risas, el amor floreciendo, la ilusión de que todo es posible. Es ese filtro que se le pone a los recuerdos cuando los miras tiempo después y te parecen perfectos, aunque en su momento no lo fueran. Es la euforia, el deseo, la esperanza sin condiciones. El azul es casi lo contrario. Es el conformismo, el desgaste, el “sé que esto está roto pero no tengo energía para cambiarlo”. Es mirar una relación sin ilusión, como quien ve una planta marchita pero no la tira. No hay explosión, solo inercia. El blanco es el presente más crudo. El lugar de las discusiones, de lo que cuesta tragar. Pero también es donde aún están intentando. Donde se dicen las peores cosas, sí, pero porque todavía están en el barro, todavía están luchando. Ya no hay idealización, pero al menos hay movimiento.

La luz no cuenta lo que pasa, cuenta desde dónde pasa. Y eso, muchas veces, es más importante que la acción.

 

Cuando aún bailábamos salsa recoge una época concreta de la vida de una pareja joven, ¿pero creéis que puede ser un buen retrato generacional?

Sara Olimpia: Totalmente. Es una historia íntima, pero empapada de todo lo que nos atraviesa como generación, como es la precariedad, la ansiedad por el futuro, las relaciones que se vuelven proyectos, el miedo a perder tiempo… y la presión constante por aprovecharlo todo. También retrata esa obsesión con no conformarse, con encontrar la vocación perfecta, montar algo propio, ser tu propia jefa. Luego miras las redes y ves vidas perfectas, gente emprendiendo y facturando mientras baila. Todo parece inmediato.

Y en medio de eso, se ha perdido el respeto al trabajo que no es ‘pasión’, pero sostiene la vida. Eso también cansa. Porque además de vivir, amar, pagar el alquiler y mantener la salud mental, también tienes que fingir que te va bien.

No es solo una historia de pareja. Es una historia escrita desde dentro de una generación agotada de fingir que no le duele nada.

 

La precariedad y la imposibilidad de crear tu propio hogar son dos de los grandes problemas a los que os enfrentáis lxs jóvenes hoy día. ¿Cómo afecta eso a la hora de tomar decisiones vitales?

Lina Gamboa: Afecta en todo. Cuando ni siquiera puedes imaginar tener una casa propia, ¿cómo vas a tomar decisiones a largo plazo? Todo se vuelve temporal. El piso, el trabajo, la pareja, el plan de vida. Casi como si todo fuera un poco reemplazable, aunque no lo queramos aceptar.

Eso no significa que no queramos comprometernos, que conste. Al revés. Queremos construir, pero lo hacemos con materiales prestados o fáciles de desmontar, no vaya a ser que tengamos que recogerlo todo en un par de meses porque tu vida ha vuelto a estar patas arriba. De repente pasamos a querer tener menos cosas porque las mudanzas son caras y los espacios demasiado variables.

Y así es muy difícil imaginar una familia, un futuro estable, o incluso un proyecto común cuando cada mes sientes que se te cae el suelo, porque otra cosa que tampoco hemos aprendido a hacer es a planificarnos en adelante por esa tendencia a querer tenerlo todo ya.

La obra habla mucho de eso, de intentar construir hogar en medio del caos. De convivir en espacios diminutos con problemas enormes.

 

¿Por qué cuesta tanto dejar una relación?

Lina Gamboa: Cuesta dejar una relación porque dejar a alguien no es solo dejar a alguien. Es dejar una rutina, una casa, una versión de ti misma que solo existe cuando estás con esa persona. No duele solo el otro. Duele lo que proyectaste, lo que te imaginaste viviendo juntos, todo lo que no llegó a pasar. Y como todavía hay cariño, o ternura o historia, te preguntas si lo estás dejando demasiado pronto. O si podrías haber hecho más. La obra está justo ahí situada, en ese limbo. Cuando ya no estás bien, pero aún no sabes cómo soltar. Cuando el amor no se ha ido, pero ya no basta. Y aún así te da miedo cerrar la puerta porque todavía hay alguien al otro lado.

 

¿La obra va sobre una pareja que no sabe quererse bien o que se quiere bien y por eso no puede dejarse?

Lina Gamboa: No sé si es una cuestión de si se quieren bien o se quieren mal. Creo que el problema es que Paulina y Diego se niegan a soltar lo único que ellos conciben como la verdad absoluta, que se quieren. Y puede que en algún momento se quisieran y lo hicieran incondicionalmente, pero siendo sincera, creo que ese tipo de amor solo lo dan las madres. Cuando llevas mucho tiempo con alguien empiezas a ver patrones. No solo en la otra persona, sino en ti. Y es muy difícil querer a alguien que, sin quererlo, te recuerda todo lo que no eres, todo lo que te falta por trabajar.

Lo ideal sería que una pareja te acompañe, te ayude a crecer. Pero a veces no es así. A veces esa persona no es un apoyo, sino un espejo, y el reflejo que ves no siempre te gusta. Paulina y Diego se quieren entender, pero no ven la vida de la misma manera. Y el amor, cuando no hay acompañamiento, se queda corto.

 

¿Cuántas son demasiadas peleas para una pareja?

Lina Gamboa: Las que hagan falta. Mil peleas si es necesario, siempre que los dos estén remando en la misma dirección. Porque al final es mejor gritarse en medio de un naufragio, mientras arrastráis palos de madera para escribir ‘SOS’ en la arena, que sentarse en silencio a esperar el helicóptero que nunca llega. La pelea implica que todavía hay energía. La indiferencia, no. Lo peligroso no es discutir. Lo peligroso es dejar de hacerlo porque ya te da igual.

 

¿Es más fácil que te dejen o ser dejado?

Lina Gamboa: Lo peor no es que te dejen. Lo peor es saber que ya lo han hecho y que no tienen el valor de decírtelo. Es sentir que algo se ha roto pero seguir compartiendo cama, cenas, silencios. Es mirar a esa persona y notar que ya no está, aunque esté delante. Aunque de vez en cuando se acuerde de ti y te dé migajas que siembren esperanza. ¿Pero lo peor peor? Darte cuenta de que sigues ahí, te has quedado ahí demasiado tiempo, intentando salvar algo que la otra persona ya abandonó por dentro. Y que, al final, te toque a ti dar el paso. Convirtiéndote en ‘la que lo dejó’, como si no hubieras pasado meses recogiendo los pedazos sola.

 

En un momento dado Pau dice: “Porque estar contigo es peor que estar sola”. ¿Cómo de fácil o complicado es darse cuenta de eso y actuar en consecuencia?

Sara Olimpia: Es difícil. Y no por falta de evidencia, sino porque tardas muchísimo en aceptar que eso que sientes no es solo una racha, ni una crisis, ni algo que se arregla hablando un poco más. Cuando Pau dice esa frase no lo dice como una amenaza, lo dice como un descubrimiento triste, íntimo, agotado.

Y actuar en consecuencia es durísimo, porque para llegar a esa frase has tenido que justificar cada momento, cada desplante, cada ausencia emocional durante meses. Has tenido que mirar a esa persona y preguntarte si eres tú, si estás exagerando. Si es culpa tuya por pedir demasiado, por no saber estar en paz. Y cuando por fin lo ves claro, lo que sigue tampoco es fácil. Porque ahora te toca irte y dejar algo que sigue doliendo, pero que ya no te sostiene.

 

¿Qué es lo que más socava una relación de pareja como la que mostráis en la obra? ¿Los roles dentro de la pareja? ¿La inmadurez? ¿El control?

Lina Gamboa: Lo que más socava una relación como la de Paulina y Diego no es una sola cosa. Es la suma de muchas pequeñas. Es la falta de escucha, la acumulación de reproches no dichos, los sacrificios que se hacen sin acuerdo, los proyectos vitales que van en direcciones opuestas. También los roles, claro. Cuando uno se vuelve el motor y el otro el ancla. Cuando se espera que el otro te salve, o te valide, o te acompañe en algo que ni siquiera sabe si quiere para sí mismo. La obra no habla de ‘el bueno y el malo’. Habla de dos personas que se quieren, pero no saben cómo quererse sin hacerse daño en el proceso, porque ninguno está dispuesto a convertirse en lo que el otro necesita. Y eso, a la larga, desgasta más que cualquier grito.

 

En el texto subyace una falta de compromiso en muchos aspectos, quizá más en el afectivo por parte de ella, más en el aspecto laboral por parte de él. ¿Cómo vivís el compromiso en un mundo tan variable?

Sara Olimpia: Vivimos el compromiso con miedo, pero no por falta de ganas. Es que todo se ha vuelto tan inestable, tan volátil, que comprometerse con algo: una relación, un trabajo, un proyecto de vida, parece casi un salto al vacío. Y además, Paulina y Diego entienden el mundo desde lugares distintos: Paulina vive de dentro hacia fuera. Cree que si es feliz con ella misma, si triunfa en lo suyo, si consigue lo que se propone, entonces todo lo demás, como es la relación, la casa y el futuro, acabará encajando. Diego vive de fuera hacia dentro. Cree que si consigue una vida ‘correcta’ por fuera, como es un buen trabajo, un buen piso, una novia perfecta… entonces, y solo entonces, será feliz por dentro.

El consejo de un sabio sería encontrar el equilibrio, ¿no? Los expertos dirían: Una de cal y otra de arena, chicos. ¿Pero acaso podemos culpar a dos jóvenes por no saber encontrar la validación interna y externa al mismo tiempo y que todos ansiamos? Estamos aprendiendo. Paulina y Diego están aprendiendo… Y a veces se aprende rompiendo cosas.

 

Ismael Salcedo y Lina Gamboa

¿Y en el viaje de esta obra habéis aprendido algo de vosotras mismas sobre vuestra forma de enfrentaros a las relaciones?

Sara Olimpia: Como creadoras de esta historia, al principio no pudimos evitar vernos reflejadas en Paulina. Así que, sin querer, Diego se convirtió en ese personaje que no entendíamos. No lo odiábamos, claro, pero no compartíamos su forma de ver el mundo. Estábamos convencidas de que, si conociéramos a un Diego en la vida real, no nos caería bien. Y esa era nuestra única verdad.

Pero con el tiempo, con cada ensayo, cada reescritura, empezamos a verlo con otros ojos. También gracias al trabajo de Ismael Salcedo, que con su talento y compromiso llenó a Diego de matices, contradicciones y emociones reales. Y entonces, empezamos a entenderlo. Y, sobre todo, empezamos a ver a Paulina desde él, que fue un poco como mirar a nuestras Paulinas interiores desde los ojos de un Diego que, más que ser el enemigo común, era simplemente alguien que ponía en evidencia algunos de nuestros propios patrones no resueltos.

Así que, respondiendo a tu pregunta, más que aprender sobre nosotras mismas, hemos aprendido sobre los Diegos del mundo. Y esperamos que, si algún día nos encontramos con una versión de Diego que encaje con nuestras Paulinas interiores, estemos lo bastante maduras como para tratarlo mejor de lo que ellos supieron tratarse.

 

En el texto hay un conflicto que tiene Diego respecto a las ganas de disfrutar frente a la falta de ambición que le achaca Paulina. ¿Cuánto hay de culto al hedonismo en las nuevas generaciones? ¿Es algo que se ha visto acrecentado tras la pandemia? ¿Tiene que ver con las expectativas de vida que os estamos dejando?

Lina Gamboa: Sí, claro que hay hedonismo. Pero no como evasión superficial, sino como respuesta a la ansiedad crónica del futuro. Vivimos tan acostumbradas a la idea de que todo se puede venir abajo que es lógico que a veces solo queramos pasarlo bien hoy, ahora. Y sí, también es agotador tener que ser siempre ambiciosa, resolutiva, visionaria, emprendedora, apasionada por lo que haces. A veces lo único que quieres es ver una serie y no pensar en tu propósito vital durante 48 horas. En el caso de Diego, su deseo de disfrutar no es vagancia. Es una forma de defensa. Porque sentir placer inmediato parece más alcanzable que construir una vida que no sabes si vas a poder mantener. ¿Es hedonismo? Puede. ¿Es desesperación disimulada? También.

 

Cuando oís que sois una ‘generación de cristal’, ¿qué pensáis?

Lina Gamboa: El concepto de generación de cristal se lo inventó precisamente la generación que nos crió y que, en teoría, hizo muchos sacrificios para que tuviéramos las cosas más fáciles. La idea era darnos lo que ellos no tuvieron: más oportunidades. Y ahora que las tenemos, resulta que les molesta porque no sabemos lo que es pasar penurias y por eso tenemos la piel tan fina. ¿Acaso no era ese el punto, que no sufriéramos?

En nuestra opinión, compararnos es absurdo. Mientras nuestros padres vivieron el auge de la economía, nosotras hemos crecido en un mundo saturado de competencia, inmediatez y desestabilización. Y sí, puede que seamos de cristal, pero no por ser frágiles, sino porque somos transparentes con lo que sentimos, con lo que no queremos callar, y con las estructuras que ya no tragamos más. Eso no es debilidad. Eso es tener otra técnica de supervivencia. Vale, quizás a veces lo hemos llevado al otro extremo, pero alguien tenía que cuestionar el sistema y, al menos, nosotras estamos dispuestas a hacerlo.

 

Pau le dice a Diego que todavía no sabe ni quién es ni quién quiere ser. Vosotras, a estas alturas de la vida, ¿ya sabéis quién sois y a dónde queréis llegar?

Sara Olimpia: Bueno… ¿y quién lo sabe? Cuando éramos pequeñas, teníamos sueños muy definidos. Yo quería ser egiptóloga. Lina, abogada. Una se dio cuenta de que el Egipto que le gustaba era el de Hollywood de los 60 con Charlton Heston y Elizabeth Taylor, y la otra no conseguía pegar ojo por las noches de tantas historias que quería escribir. Parecía que nada encajaba. Hasta que, de pronto, sí.

Nos conocimos trabajando en un restaurante donde regalábamos lechugas como detalle de la casa. Y esa podría ser toda nuestra historia… si no fuera porque nos pusimos a hablar y mira, aquí estamos, haciendo teatro y produciendo obras.

Mentiríamos si dijéramos que no fantaseamos con a dónde queremos llegar en esta industria. En realidad, lo tenemos bastante claro. Hemos fijado el rumbo. Pero por experiencia sabemos que, en plena deriva, el viento sopla en muchas direcciones. Y este barco puede llevarnos a tierras desconocidas, muy alejadas de lo que teníamos en mente de primeras. ¿Quién sabe? Lo que tenemos claro es que estamos dispuestas a explorarlo todo y, que de momento, este mar nos gusta, nos está llevando a sitios interesantes. ¿Sabemos del todo quiénes somos? No. ¿Sabemos que queremos seguir creando, contando historias y haciéndolo juntas? Sí. Y eso, ahora mismo, nos basta.

 

¿Al final se trata siempre de elegirse a unx mismx? 

Sara Olimpia: Puede sonar egoísta, porque así nos han educado. Especialmente a las mujeres, a no ponernos primero, a cuidar, a acompañar, a no dejar nunca que la balanza se incline hacia nosotras. Pero sí. Al final, se trata de elegirse, porque eres tú con quien vas a pasar el resto de la vida. A una pareja puedes dejar de verla, puedes huir de ella o bloquearla. Pero a ti no, a ti te tienes siempre. Y compartir cama con alguien que no eres tú es más fácil que compartirla con una mente a la que no sabes cuidar.

Lina Gamboa: Nosotras crecimos viendo películas donde el final épico era ese en el que la pareja terminaba junta. Nos dijeron que el amor romántico puede con todo, que encontrar nuestra alma gemela era la única forma de tener un final feliz. Pero ahora hemos empezado a entender, no por rebeldía, sino por experiencia, que la historia de amor verdadera, esa historia épica, es contigo misma. Y que, si alguna vez aparece alguien, que sea alguien con su propia historia ya empezada. Alguien que no venga a salvarte ni a completarte, sino a ser cómplice de este viaje.

Y si eso pasa comiendo espaguetis en un picnic improvisado en el suelo de un piso pequeño en la gran ciudad… pues mejor todavía.

 

Toda la cartelera de obras de teatro de Madrid aquí

Ismael Salcedo, La Usina, Lina Gamboa, ponziaproducciones., Relaciones de pareja, Sara Olimpia
Comparte este post
SUSCRÍBETE
Política de Protección de Datos / Política de Cookies
Facebook X-twitter Instagram Tiktok
  • Revista Online
  • Cartelera teatro Madrid
  • Centros de formación
  • Premios Godot
  • Revista Online
  • Cartelera teatro Madrid
  • Centros de formación
  • Premios Godot
  • Concursos
  • Sobre nosotros
  • Contacto
  • Concursos
  • Sobre nosotros
  • Contacto
  • Obras más votadas
  • Ranking Mejores Obras
  • búsqueda avanzada de obras
  • Obras más votadas
  • Ranking Mejores Obras
  • búsqueda avanzada de obras

Revista GODOT es una revista independiente especializada en información sobre artes escénicas de Madrid, gratuita y que se distribuye en espacios escénicos, además de otros puntos de interés turístico y de ocio de la capital.

Revista de Artes Escénicas GODOT © 2025
Desarrollado por Precise Future
Gestionar consentimiento
Para ofrecer las mejores experiencias, utilizamos tecnologías como las cookies para almacenar y/o acceder a la información del dispositivo. El consentimiento de estas tecnologías nos permitirá procesar datos como el comportamiento de navegación o las identificaciones únicas en este sitio. No consentir o retirar el consentimiento, puede afectar negativamente a ciertas características y funciones.
Funcional Siempre activo
El almacenamiento o acceso técnico es estrictamente necesario para el propósito legítimo de permitir el uso de un servicio específico explícitamente solicitado por el abonado o usuario, o con el único propósito de llevar a cabo la transmisión de una comunicación a través de una red de comunicaciones electrónicas.
Preferencias
El almacenamiento o acceso técnico es necesario para la finalidad legítima de almacenar preferencias no solicitadas por el abonado o usuario.
Estadísticas
El almacenamiento o acceso técnico que es utilizado exclusivamente con fines estadísticos. El almacenamiento o acceso técnico que se utiliza exclusivamente con fines estadísticos anónimos. Sin un requerimiento, el cumplimiento voluntario por parte de tu proveedor de servicios de Internet, o los registros adicionales de un tercero, la información almacenada o recuperada sólo para este propósito no se puede utilizar para identificarte.
Marketing
El almacenamiento o acceso técnico es necesario para crear perfiles de usuario para enviar publicidad, o para rastrear al usuario en una web o en varias web con fines de marketing similares.
Administrar opciones Gestionar los servicios Gestionar {vendor_count} proveedores Leer más sobre estos propósitos
Ver preferencias
{title} {title} {title}