"Nora está mucho más presente en mí de lo que me gustaría. Y no sólo en mí, sino en muchas mujeres que conozco"
Hay charlas que se convierten en refugio. De esas que se alargan sin mirar el reloj porque lo que se dice importa. Así fue nuestra conversación con María León, que estrena Casa de muñecas en el Teatro Fernán Gómez de Madrid, del 16 de mayo al 22 de junio, en una versión actualizada del clásico de Henrik Ibsen firmada por Eduardo Galán y dirigida por Lautaro Perotti.
Junto a María, suben a escena Santi Marín, Patxi Freytez, Pepa Gracia y Alejandro Bruni, en una propuesta que respeta la esencia del texto original, pero con una visión contemporánea, con una Nora que no da portazos desde el rencor, sino desde la valentía.
En esta nueva Nora hay fuerza, ternura y un poso de verdad que se filtra en cada palabra de María. Nos habla del vínculo con sus compañeros, de la admiración que siente por el director, de su amor por el texto, del reto que supone interpretar a un personaje tan icónico y de cómo esta historia, escrita en el siglo XIX, sigue resonando con fuerza en el alma de quienes aún buscan su voz. Porque Casa de muñecas sigue viva y no se cierra con un portazo: se abre con una conversación urgente. Y María, con su acento andaluz y su honestidad sin filtros, lo confirma.
¿Cómo se conforma el equipo de Casa de Muñecas? ¿Os conocéis de antes? ¿Qué conexiones o vínculos existían entre vosotros? ¿Y qué sentiste la primera vez que leíste este texto?
Conocía a los actores de verlos en distintas obras de teatro, incluso a Pepa Gracia la conocí en un casting. Con Santi Marín también coincidí hace muchos años porque teníamos amigos en común, también actores. Siempre fue gente muy amable, muy cercana. Pero la verdad es que sentía una gran admiración, sobre todo por el director, Lautaro Perotti, porque lo descubrí en La omisión de la familia Coleman, una obra que vi en el Teatro Español…¡tres veces seguidas! Me fascinó el trabajo actoral y la humanidad que transmitía en escena que hablaba precisamente de una familia, y ahí fue cuando me enamoré absolutamente del director. Así que, cuando Lautaro y Santi me dijeron que habían pensado en mí para el personaje de Nora, me hizo muchísima ilusión. Y cuando además me dijeron qué texto era… ya lo conocía de la escuela. Era uno de los textos clásicos más modernos y actuales que habíamos trabajado. Me impresionó, porque no era cualquier función. Además de su vigencia, suponía un reto muy interesante.
Y con una versión de Eduardo Galán…
Eduardo Galán, que es un productor maravilloso y gran compañero, hizo una versión muy amable y justa, dentro de lo difícil que era adaptar esta obra. Con toda esa mezcla, cuando recibimos el texto y comenzamos el trabajo de mesa, con la libertad que nos dieron tanto Eduardo como Lautaro, empezamos a disfrutar realmente de esta versión de Casa de Muñecas.
¿Y cómo influyó en ti como actriz trabajar con Lautaro, alguien a quien ya admirabas tanto?
Fue un descubrimiento. Trabajar con él es una gozada porque hay un entendimiento, un lenguaje común desde el punto de vista del actor. Su posición como director es diferente, más compleja, porque además de ayudarnos a preparar la función, tiene que unificar la historia. Si como actor es excelente, como director… me quito el sombrero. Estoy completamente enamorada de su creatividad y de su humanidad. Y cuando esas dos cosas se unen, aparecen cosas realmente emocionantes. Trabajar con él, y con mis compañeros, me ha reconectado con las razones por las que me dedico a esta profesión. Me recordó por qué me enamoré de ella, y por qué nunca me he arrepentido de este gran amor.

¿Qué parte de Nora resuena contigo a nivel personal? ¿Y qué desafío supone interpretar un personaje tan emblemático?
Tengo que reconocer que Nora está mucho más presente en mí de lo que me gustaría. Y no sólo en mí, sino en muchas mujeres que conozco. Tiene una necesidad de crear una realidad para los demás, de dar, que es excesiva. Pero al mismo tiempo es muy valiente, muy astuta, y eso la lleva a tomar una decisión. Lo interesante es que no lo hace sólo por ella, no es egoísmo: da un paso adelante también por los demás. A mí me gusta pensar que aún llevamos en la sangre esa posición de la mujer en el hogar, algo casi tatuado, muy difícil de descomponer. Incluso en generaciones actuales, sin darnos cuenta, seguimos cargando con eso: sostener al otro antes que a una misma. Pero ahora muchas mujeres tienen otro diálogo con ellas mismas, entienden que si trabajan en su crecimiento personal, pueden ofrecer más. Ese descubrimiento lo tiene Nora. Y finalmente, es su valentía y el amor por su familia lo que la lleva a dar ese portazo final.
Hablando de ese portazo… ¿cuál ha sido el más importante en tu vida?
He dado varios portazos en mi vida. No es fácil romper estructuras, ideas preconcebidas… pero siempre que lo he hecho ha sido para bien. Se pierden cosas, claro, pero también se ganan otras. Un buen portazo a tiempo es una buena decisión.
¿Y crees que el de Nora sigue siendo incómodo hoy?
Antes, el escándalo era que una mujer pensara por sí misma. Eso ha cambiado, por suerte. Hoy en día, ese acto es visto como valentía y sabiduría. Me gustaría pensar que lo escandaloso ahora sería lo contrario: que Nora desistiera, que agachara la cabeza
¿Crees que si Ibsen hubiese decidido que el portazo lo diera Torvald, seguiríamos hablando de esta obra?
Sí, aunque hubiera costado más adaptarla al feminismo actual. En esta versión, Nora no da el portazo odiando a su marido, sino dándole las gracias. Eso demuestra que él también es una víctima, igual que ella. Ambos lo son de una sociedad que les ha hecho creer que deben ser de cierta manera. Aquí no hay buenos ni malos, hay dos personas que necesitan herramientas nuevas para ser quienes realmente son. Eso es lo que conecta con el feminismo actual. Si el portazo lo hubiera dado él, sería sólo otra historia más de privilegio masculino. Y ya estamos cansadas de esas.
¿Crees que hoy en día se sigue juzgando con más dureza a una mujer que decide abandonar una estructura familiar, aunque sea tóxica?
Sí, se juzga. Y no sólo eso, se le responsabiliza en exceso. Antes era delito. Hoy se le acusa de falta de responsabilidad, como si huyera. Y no es así. Faltan miradas que confíen en que hay una razón detrás. No siempre es algo destructivo; al contrario, suele ser un acto de amor propio. El problema es que la sociedad tiene miedo. Aunque creamos que vivimos en un mundo moderno, ese miedo sigue ahí. Cada vez que hago la función, pienso: «Espero que alguno de los dos mil ojitos que nos miran hoy, se vaya con el pensamiento de que puede… que puede dar ese paso».
¿Y notas alguna diferencia en la recepción del público según sean hombres o mujeres?
No, la verdad. La recepción está siendo muy bonita por parte de todos. Creo que la clave es que no se maltrata la figura del hombre. Al contrario, se lo pone al mismo nivel que a la mujer. No hay un discurso de odio, hay un discurso de amor. Ambos lo intentan hacer bien. Otra cosa es que no lo logran, y es ella quien toma acción. Pero él también pregunta, él también pide perdón. Eso hoy en día es muy poco habitual.

¿Qué tipo de libertad busca Nora al final: emocional, intelectual, social…?
Un poco de todo. El final es un punto de inflexión donde Nora decide descubrir quién es. No puede compartir con otro si no sabe quién es ella. Hasta entonces sólo se comportaba como una muñeca. El acto de libertad de Nora es ese: decide saber quién es, equivocarse, no contentar a todo el mundo. Porque las mujeres que son felices y libres… a veces no gustan. Y Nora es una de esas mujeres que decide molestar, pero caminar sola.
Me llama la atención que en esta versión se respete tu acento, algo que no ocurre con frecuencia en textos de teatro clásicos. ¿Qué importancia crees que tiene esto en una obra como Casa de muñecas? ¿Qué dice esto de sobre nuestra forma de entender lo universal en el teatro?
Los acentos cuentan historias. Cuentan de dónde venimos y quiénes somos. En mi caso, habla de las mujeres andaluzas. Tienen color, movimiento, y traen historia corporal y emocional. En esta obra, que es un clásico, dirigida por un argentino contemporáneo, actuada por un italiano, una extremeña, uno de Valladolid… y una andaluza protagonista… eso demuestra que la historia es universal. A mí me gusta mantener mi acento en teatro y en ficción porque también es parte de mi identidad, y de la historia de mi tierra.
¿Cómo ha sido compartir escenario con este elenco?
Si no fuera por ellos, esta función no sería posible. Hemos creado una familia fabulosa. Vamos todos a una, con admiración mutua y mucho amor por la profesión. La escenografía se mueve constantemente y la mueven los propios actores, mientras actúan. Solo yo, como Nora, me mantengo fija en escena. Pero ellos entran y salen, traen muebles, crean el espacio. Y lo hacen con entrega total. Hay mucho esfuerzo físico, especialmente en teatros con condiciones difíciles. Y jamás hay una queja, al contrario: todo son ánimos. Estar rodeada de buenos profesionales y buenas personas no siempre coincide, pero en este caso, tengo esa suerte. Tengo una familia conmigo de la que me siento super orgullosa.

¿Te gustaría dirigir una obra como esta algún día?
Me interesa mucho la dirección. De alguna manera, los actores ya nos autodirigimos. Me encanta, pero me impresiona. Siento que pierdes la intimidad que tienes como actriz al ponerte en ese otro rol. Pero sé que tengo el conocimiento, el idioma, y me encantaría lanzarme. Lo que me frena es el miedo, como tantas cosas en la vida. Pero espero que llegue la historia, el texto, y me atreva.
Para cerrar, ¿en qué andas ahora además de Casa de Muñecas?
Acabo de terminar de rodar una película con Patricia Ortega, que dirigió Mamacruz con Kiti Mánver. Esta vez ha hecho una comedia dramática muy interesante que habla de un chico trans que se queda embarazado, interpretado por Zach Gómez-Rolls, que es un grandísimo actor. En televisión también acabamos de estrenar Perdiendo el juicio, una serie que está teniendo muy buena acogida y que aunque no he podido ver aún la gente me para para comentarme lo que les está gustando. Tenemos más proyectos de teatro que no te puedo decir, pero te adelanto que va a ser para verano y bueno, ahí vamos poco a poco. La agenda no para.