Día de San Jorge, patrón de Inglaterra, en una localidad rural que desde esa mañana acoge la feria del condado.
Johnny Byron el Gallo parece ser el hombre más odiado del lugar. Es un broncas al que han prohibido la entrada en todos los bares de la ciudad. Las autoridades quieren desahuciarlo para construir una nueva urbanización en el bosque que ocupa hace años. Y para colmo, todos piensan que está implicado en la desaparición de una chica de quince años, la reina juvenil de las fiestas de mayo, por lo que un matón quiere darle una paliza…
Pero quizás también sea el hombre más querido. Todo el mundo acude a su caravana del bosque en busca de drogas y alcohol, sus amigos quieren que vaya con ellos de fiesta y su exmujer le pide que pase el día con su hijo en la feria de Flintock…
El Gallo es un peligroso y magnético flautista de Hamelin que atrae a la juventud por caminos oscuros. Una especie de Falstaff de nuestros días. Rebelde, loco, poeta, payaso, mago, camello, visionario, borracho, ogro, gigante, romántico e insumiso. Un personaje moderno que alude constantemente a una Inglaterra idealizada mientras bebe, consume y tapichea con drogas, inventa historias y se burla de las autoridades que lo acosan…
Johnny Byron es Jerusalem y Jerusalem es Johnny Byron.
Estamos ante una obra literariamente impecable de Jez Butterworth. Jerusalem es una fricción entre lo apolíneo y lo dionisíaco, lo moral y lo inmoral, entre lo social y lo antisocial. Es la celebración del caos, el desorden y la libertad.
Jerusalem trata de una civilización que se desintegra. De una generación a la que han robado -o se ha dejado robar- los sueños. De una civilización donde las nuevas urbanizaciones invaden el bosque, antes mágico, y de una sociedad que quiere acabar con aquel que desafía a la ley e incita a la rebelión.