Paula Valluerca y su alter ego en escena, Madame Señorita, ya nos encandilaron con su anterior montaje, QUEST!ON. Tras un tiempo alejada de los escenarios, ahora regresa con Herz: Desde lo más profundo de la patata, una obra que es el encuentro entre una mujer y su corazón en el espacio vacío, un encuentro entre ella y su origen.
Para ver a esta Paula desnuda y sin filtros hay que ir a Nave 73.
Tras el parón que has hecho… por una buenísima causa. ¿Cómo está Paula Valluerca ahora mismo?
Estoy bien, agradecida de tener una casa, y un compañero y una hija que me caen muy bien… porque tenía miedo de que la hija me cayera mal. Estoy más cerca de la gente que me quiere y eso me hace estar muy contenta muchas veces. En general, en mi vida hay más claridad que antes. Aunque suene a tópico, siento que mis prioridades se han ordenado sin tener que pensar mucho. Pero no me gusta romantizar
demasiado, así que, por otro lado, te diré que también estoy anémica pérdida y bastante toca huevos. Últimamente me ha dado por quejarme y señalar comportamientos de amigos y conocidos, sobre todo hombres, que no quería seguir permitiendo, y eso toca mucho las pelotas. Nunca se me ha dado mal ser impertinente, pero creo que cuando se me pase la anemia se me va a dar mejor aún.
¿Y cómo está Madame Señorita? ¿Cómo ha vivido todo este tiempo?
Está de estreno de todo, revisada, actualizada y renovada. Se está convirtiendo en un proyecto más plural y colectivo, con una misión más definida, como es la investigación escénica en torno al ridículo relacionándolo con la mujer. Se ha investigado en residencia y en colaboración con otras artistas, he impartido muchos talleres con mujeres y hemos sacado dos shows: Sensi tí bilidad, en el que soy la directora de un elenco de tres, y el más reciente, Herz, al más puro estilo Madame Señorita, un acto de exhibicionismo puro y duro estrenado en el Soho Theatre de Londres, su ciudad natal, el verano pasado.
En la última entrevista que te hice al hilo de QUEST!ON me decías que en esa obra plasmabas todos los miedos que han surgido en el camino desde que quisiste ser payasa. ¿Qué es lo que plasmas ahora en Herz?
La búsqueda de la tranquilidad. La tregua con una misma, la parada. La importancia de lo pequeño, la vuelta a casa. El arraigo a la tierra, como la patata. Herz habla de los encuentros que surgen a partir de esta vuelta, las expectativas y los hechos, lo que crees que eres y lo que ven los demás, porqué te fuiste y porqué vuelves… es una reflexión profunda acerca de los límites entre amor y libertad, siempre con un comentario social, y mucha dosis de juego con el público, provocación, denuncia, e irreverencias varias.
¿Es fácil discernir dónde están esos límites entre el amor y la libertad?
Creo que sí, incluso te diría que son palabras que tienen problemas de convivencia. El amor para mí va de la mano con el compromiso, y la libertad, al menos de la manera en la que la entendía yo hasta ahora, no entiende de compromiso. Pero puede ser que yo estuviera hablando del libre albedrío… Siento que es un término problemático, sobre todo cuando se banaliza tanto como se ha hecho recientemente, queda vacío de sentido, y pienso que es una palabra ultrajada. El amor tengo más claro lo que es y me ha dado más alegrías a la larga.
¿Qué diferencias conceptuales o de lenguaje hay en Herz con respecto a QUEST!ON?
Fundamentalmente creo que hay una; en QUEST!ON le di bastante importancia a la forma. Al teatro gestual, a la composición de partituras de movimiento que apoyasen el ritmo de la comedia y la construcción del personaje, un personaje que mantengo hasta el final. En Herz, la forma está al principio y desde ahí, decidimos destruirla. Es un viaje de antiestilo, de antiteatro incluso, diría. Es un desprendimiento gradual pero brutal de las máscaras, hasta quedar yo completamente al desnudo y la pieza desprovista de todo artificio. El personaje se va diluyendo, resquebrajando, a medida que transcurre la obra.
¿Sigues reescribiendo el código clown también aquí?
Si, quiero evangelizar a las masas con un nuevo concepto del ridículo en escena. Ahora, incluso creo que quizás haya que acuñar un nuevo término que sea más ajustado a lo que busco. Ya no creo que clown o payaso sean las palabras justas para mí, quizá sea más performer o exhibicionista ya (risas).
¿Esta obra es una reflexión sobre tu carrera o sobre tu vida?
Claro, siempre lo son. En esta ocasión, entre la directora y yo hemos elaborado un viaje que me sirva de catarsis, y, como resultado, esperamos que al público también. Como Roisin (O’Mahony) dice, construimos un parque temático con nuestros deseos, miedos, y obsesiones más profundas, y luego solo hay que montarse en las atracciones, a ver hasta dónde nos llevan.
¿Qué es lo que quieres provocar con este espectáculo?
Risa, ante todo. Descompresión de las tensiones y los complejos. Que los pies que salgan del teatro caminen más ligeros de lo que han entrado. Y si me pongo más pretenciosa, también estaría bien que sirviera para dedicar un ratito a reflexionar acerca de la clase de éxito con la que nos bombardean día a día, si es lo que realmente deseamos, o cuestionarnos cuánto de máscara somos y cuánto de verdad. También me gustaría que a través de este ritual catárquico que es Herz, se crease un sentimiento de unión, de conexión profunda con nuestra defectuosa, pero no por ello menos bella, condición de humanos. Una buena patada en el culo al individualismo imperante.
¿Por qué has elegido trabajar con Roisin O’Mahony y qué es lo que ella ha aportado a Herz?
Roisin conoce mi trabajo desde que empecé en Londres en 2014. Antes tuvimos una compañía de teatro juntas y ella bautizó a uno de mis personajes como Madame Señorita. Diez años después sigo siendo ese personaje, creo que esto dice bastante! Como mirada externa, no puedo pensar en alguien que sea capaz de provocarte y cuidarte tanto al mismo tiempo. Ha observado mi carrera de cerca, hemos compartido escenario muchas veces, y cama en apartamentos súper hinchados de precio en el festival de Edimburgo durante 6 años consecutivos, es una profesional como la copa de un pino y tiene un profundo respeto por el proceso creativo y el código que compartimos. Siendo un lenguaje escénico innovador, es difícil encontrar una directora que lo entienda si no lo ha vivido junto a ti, y Roisin y yo comenzamos a escribir esta manera de estar en escena al mismo tiempo, hace muchos años. Compartimos referentes, estamos de acuerdo en lo que creemos que el público disfruta, y nos mueve un motor muy importante, que son las ganas de ver brillar a la otra haciendo lo que sabemos que sabe hacer.

¿Cómo es la puesta en escena que habéis elaborado?
Hemos decidido trabajar en el espacio vacío, como buenas pupilas de Lecoq que somos. Hemos creado una pieza de cercanía, que funciona mejor con un escenario a ras de suelo, con público al mismo nivel o en grada. En cuanto a elementos escénicos que no sean la propia interpretación, el vestuario ha resultado una parte fundamental de la creación. Su diseño, por la genia que es Betitxe Saitua, es un apoyo esencial para el viaje emocional del personaje y para la dramaturgia.
Si te menciono la palabra patata… ¿qué es lo que se te viene a la cabeza?
El arraigo a la tierra alavesa.
¿Y si digo Londres?
El vuelo, lo elevado. El aire.
¿Quiénes son los Juan Carlos del mundo?
Hombres que dan mucha pereza.
“Quiero quedarme siempre en el mismo lugar”, dice tu personaje en la obra. ¿Cuál es ese lugar?
Un lugar de paz, un lugar conocido, en el que me sienta a gusto y donde no me exija ser nada que no soy. Un lugar cercano a la gente que me quiere bien y alejado de la agresividad. En la obra lo simboliza un sofá enorme donde quepa todo el público, con una manta que nos cubra a todos mientras vemos películas de Gloria Swanson en la tele.
En esta obra hablas de las expectativas y los hechos. ¿Has sufrido la presión de tener que cumplir unas determinadas expectativas durante tu carrera?
Si, la presión más estúpida que es la autoimpuesta. Siempre creo que lo que hago no es suficiente, que no soy suficiente. Aunque esto es como el mito de la libre elección, parece que eres tú la única responsable de flagelarte, pero supongo que vivir en una sociedad que da valor a las personas según la capacidad de producción que tienen influye bastante.
¿Cómo de importante es pertenecer a un colectivo? ¿Se puede sobrevivir alejadx de la manada?
Pues mira, mi colectivo me lo imagino más como una familia de suricatos que como una manada, y se me hace muy difícil pensar que podría ser feliz lejos de ellos. Creo que somos animales que necesitamos sentirnos vistos y queridos por otra gente. Vivir sin eso, a mí, se me haría insoportable. Al mismo tiempo soy bastante solitaria y lo disfruto, pero sabiendo que hay una madriguera a la que volver.
¿Dónde están los límites de Paula Valluerca?
Pues lo ideal es que estén donde yo los marque. En diferentes sitios según la situación, pero es difícil saber dónde dibujarlos y hacerlo de manera saludable. Creo que si escuchas a tu cuerpo te dirá donde están. Ariane Mnouchkine dice: “el cuerpo sabe cosas que la mente ignora”.
¿Y los de Madame Señorita?
No tiene demasiados. Les pasa la mano por la cabeza a los calvos, se despelota, da muerdos con un plástico gigante, roba bebidas, gafas, y cualquier cosa que haga ruido y moleste. En el ultimo bolo le birlé una bolsa de caramelos a un señor de la primera fila que pensaba comérselos durante el show (risas). Depende de lo entregado que esté el público, pero diría que la anarquía es prioridad, y cuando ese es el caso, los límites estorban.
Cuando las máscaras se caen… ¿qué es lo que queda de ti en el escenario?
Una suricata un poco asustada pero traviesilla.
¿Jugar siempre a dejar tu corazón en cada propuesta es terapéutico?
Sí, si no se convierte en lo único a lo que quieres jugar.
Al final del montaje vuelve a aparecer la anti-heroína que ya conocimos de alguna manera en QUEST!ON. ¿Cuándo vas a darle a Madame Señorita la oportunidad de ser la verdadera heroína que algunos pensamos que lleva dentro?
Cuando me sienta como una, supongo.