Pocas veces uno tiene ocasión de poder ver cómo se trabaja en la trastienda de un espectáculo y asistir a ese momento de máxima fragilidad que es el proceso de creación. Así que, como la protagonista de la novela, pienso: “¡Miranfú!”, y me dispongo a descubrir con curiosidad el universo mágico de esta propuesta de la mano de sus cuatro actrices: Carolina Yuste, Mamen García, Miriam Montilla y Carmen Navarro, y de su directora, Lucía Miranda, quien me cuenta que la idea de llevar al teatro Caperucita en Manhattan llegó cuando Juan Mayorga vio La cabeza del dragón, producción del CDN también capitaneada por Miranda. «A la salida me preguntó qué quería dirigir en La Abadía y, directamente, le dije que quería adaptar esta novela al teatro». Ahí quedó la idea para ser programada en otoño de esta temporada, “pero escuché -dice Lucía- a La Tristura hablar de que este año era el centenario” y, finalmente, decidieron hacerlo coincidir para rendirle homenaje a través de este espectáculo.

 

Caperucita Martín Gaite en La Abadía en Madrid
Carolina Yuste protagoniza Caperucita en Manhattan. Foto de Dominik Valvo.

MIRAR CON LOS OJOS DE LA NIÑEZ

La historia que cuenta es la de Sara, una niña que vive con sus padres en Brooklyn, que todos los sábados acude a visitar a su abuela al norte de Nueva York, en el barrio de Morningside, para llevarle una tarta de fresa, receta familiar que es el orgullo de su madre. Un sábado, Sara debe ir sola a casa de su abuela a llevarle la tarta, pero por el camino decide visitar Central Park, encontrándose con miss Lunatic, una misteriosa vagabunda que la acompaña en su paseo y le revela un secreto, y con míster Woolf, dueño de la más prestigiosa pastelería de Manhattan que está en crisis porque no logra dar con la receta que haga de su tarta de fresa la mejor de la ciudad hasta que se tropieza con Sara y su tarta camino a casa de su abuela… Sí, ya, el cuento nos lo sabemos todos, pero aquí los acontecimientos nos piden que miremos más allá. “Trata sobre esa diferencia entre el mundo de los adultos y el de la infancia -comenta Carolina, encargada de dar vida a esta Caperucita cosmopolita-. Cómo en la infancia estás el triple de abierta a ver, observar, contemplar, a hablar de corazón a corazón. Y cómo, de repente, en los adultos se imponen infinitas normas, infinitos miedos, y cómo ella quiere todo el rato romper con todo eso y generar una cosa nueva.”

“He sido muy respetuosa con el texto -apunta Lucía-. Pero es verdad que la apuesta tiene mucho subtexto y tiene mucho de mi universo. He intentado ser muy divertida, como me parece que era Carmen, y que tuviera momentos muy hermosos. Es un mundo muy mágico que bebe de la estética de finales de los 80 y principios de los 90, que es cuando se publicó la novela; y de pelis americanas porque, además Carmen era una cinéfila empedernida, pero todo pasado por el cuento, porque quería que tuviera un tono de cuento contemporáneo y contar esa parte de Carmen más divertida y performer”. Y es que, según Lucía, si Carmen hubiera sido yanki, hubiera sido como Roald Dahl y su Caperucita en Manhattan podría ser perfectamente Matilda. “Si en España fuéramos como los anglosajones y diéramos el valor a la literatura infantil y juvenil que le dan ellos, Caperucita sería como Matilda y tendría películas y musicales de éxito. Siento como que le quiero dar ese valor y que haya una especie de justicia poética que la convirtiera en un super hit”. Una curiosidad: tanto Matilda como Caperucita en Manhattan fueron publicadas el mismo año.

 

UN PUZLE LLAMADO CARMEN

La historia, aparentemente una modernización del cuento de Perrault, en su versión teatral posee otra capa añadida, “habla de la pérdida en un sentido muy amplio y de la libertad al mismo tiempo, porque si tú quieres conseguir espacios de libertad de verdad, sobre todo siendo mujer, tienes que hacer renuncias muy grandes que a veces no se entienden”, apunta Miriam Montilla, una mirada a la que se suma Carolina “También habla del deseo de las mujeres en concreto y, sobre todo, de las nuevas generaciones, de las adolescentes, de encontrar su propio camino y de una reconciliación absoluta con las líneas de las madres y de las abuelas y a la vez, de un dolor por la ausencia.”  Y, como un pasadizo secreto, esos temas nos conectan con un subtexto que es como un reguero de miguitas de pan dentro de la novela, que nos desvelarán pensamientos, emociones y detalles de la esencia y la vida personal de Martín Gaite. “Ella no quería hablar de esto abiertamente, pero creo que necesitaba hablar de ello -me confiesa Lucía-. Me he sentido como muy detective y he seguido ese rastro de pistas y las he puesto juntas para ver si el público entiende el mismo puzle que yo he leído cuando he juntado las pistas”. Pero nos pide que no desvelemos esa parte, y nosotros le guardamos el secreto, para que sea el público quien lo descubra.

 

Caperucita Martín Gaite en La Abadía en Madrid
Miriam Montilla, Carmen Navarro y Mamen García en Caperucita en Manhattan. Foto de Dominik Valvo.

LAS ACTRICES MAYORES TAMBIÉN SABEN JUGAR

Las cuatro actrices, junto a Marcel Mihok, el músico que las acompaña en escena, interpretarán a un total de 25 personajes. Un juego de disfraces con el que las intérpretes dicen estar encantadas, “jugar desde el código que plantea Lucía es algo que no he hecho nunca -confiesa Carolina-. Por un lado, me da como sustete, pero a la vez me gusta mucho”. Ya que les hace elevar a la enésima potencia el concepto de juego. “Esto es un viaje a través del tiempo y el espacio muy luminoso -señala Carmen Navarro-. Es muy divertido, te coloca en un lugar como actriz muy diferente, muy libre, porque puedes cantar, interpretar, reírte y emocionarte sin miedo”. Y es que Lucía ha ideado el espectáculo con un propósito muy concreto: el de sacar de los papeles rutinarios a las actrices de cierta edad. Una elección que la directora califica de política. “La obra no es política, pero mi elección del elenco sí lo es. Llevo tanto tiempo viendo a las actrices mayores haciendo de señoras, de madres, de abuelas y siempre en un papel muy concreto que, de repente, pensé que quería verlas hacer el gamberro y vestirse de otra cosa”. Y volvemos al mundo anglosajón, recordando a todas esas actrices inglesas mayores que han tenido la oportunidad de participar en sagas como la de Harry Potter, “entrar en códigos diferentes de comedia, de vestuario y no siempre hacer un papel como de señora”. Algo que su elenco agradece, “¡mola mucho jugar todo el rato! -dice Mamen García que interpreta un personaje que, para los conocedores de Martín Gaite, tendrá más de un detalle que descubrir – Nos hace mucha falta la fantasía y el teatro contemporáneo noto que va por ahí”.

 

METER NUEVA YORK EN UNA LAVADORA

¿Cómo meter en un teatro todos los lugares que se visitan en esta especie de ‘road-trip’ que es el periplo de Caperucita por las calles de Nueva York? “Es muy difícil porque, cinematográficamente, todos tenemos el imaginario súper claro de cómo es Nueva York”, me explica Lucía, que ha decidido concentrar toda la acción en un único espacio que conectará con ese imaginario al que hace referencia: Una lavandería. “No sale en la novela, pero son espacios donde, en Nueva York, convive gente muy diferente y para mí es el único espacio donde todos los personajes de esta obra podrían convivir, porque hay desde un señor rico pasando por una mendiga hasta una niña”. Y me muestra una maqueta del diseño realizado por Alessio Meloni, donde se ven montones de lavadoras apiladas en torres de diferentes alturas simulando un ‘skyline’ de rascacielos. Una escenografía que nos trasladará a los dieciséis espacios diferentes por donde transcurre la función. “La idea es utilizar los bombos de las lavadoras, que albergarán objetos muy simbólicos para representarlo”, de esta manera acompañaremos a Sara, nuestra Caperucita, desde Central Park, pasando por Chinatown o un Music Hall, hasta la misma casa de la abuelita.

 

Caperucita Martín Gaite en La Abadía en Madrid
Lucía Miranda, directora y autora de la versión teatral de Caperucita en Manhattan. Foto de Dominik Valvo.

 

¿AQUÍ HAY MORALEJA?

Aunque no es un musical, la música tiene una presencia poderosa dentro del espectáculo, no solo por ser interpretada en directo por Marcel Mihok, si no por la conexión musical creada por Nacho Bilbao que “mezcla algo muy contemporáneo, con algo muy tradicional -explica Lucía- Sonará música americana, canciones de music hall, Motown, Góspel o Lou Reed, todo lo que suena a Nueva York junto a música tradicional castellana”. Me cuenta divertida la directora que vuelve sobre el gusto de Carme Martín Gaite por el show. “Dicen que cantaba muy bien, que cantaba tanguillos, jotas, cantaba canciones tradicionales gallegas porque su madre era gallega, entonces vamos a recuperar la imagen de show de Carmen”.

Siempre que hablamos de cuentos, es inevitable preguntar por su moraleja, sin embargo, Carmen Navarro me quita esa idea de la cabeza. “Yo creo que no se quiere llegar a una moraleja. Quiere llegar a la libertad de que cada uno sea como es. Habla de lo difícil que es hacer ese camino, de ser uno mismo y de la soledad que eso a veces implica, pero para ser libre tienes que perder ese miedo y seguir adelante”.

Una reflexión que nos sirven a través de este cuento lleno de “esa bondad y fantasía que tanta falta nos hace”, como dice Mamen y que podrá ser compartido por mucha gente, «desde las señoras y señores mayores hasta niñas de 12 años como mi sobrina”, apunta Miriam. Celebrando la posibilidad de un encuentro intergeneracional a través de la fantasía y la imaginación de esta Caperucita apellidada Martín Gaite.

 

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