La producción de La del manojo de rosas de Sorozábal firmada por Emilio Sagi hace 34 años, es sin lugar a dudas el montaje más representativo, acreditado y aplaudido del Teatro de la Zarzuela. En aquel estreno de septiembre de 1990, el público y la crítica la recibieron con especial entusiasmo, y así ha seguido siendo durante las más de tres décadas transcurridas desde aquella puesta de largo de la obra de Sorozábal con libreto de Francisco Ramos de Castro y Anselmo Cuadrado Carreño.
Los ingredientes son muchos para que esta nueva presentación vuelva a ser una fiesta de las que difícilmente se olvidan. Y aún hay más: la Maestra mexicana Alondra de la Parra, una de las directoras de orquesta más requeridas y veneradas del momento, ocupará el podio del foso al frente de la orquesta de la que es titular, la Orquesta de la Comunidad de Madrid (titular a su vez del coliseo), del Coro del Teatro de La Zarzuela y de dos espléndidos y compensados repartos.
Emilio Sagi no es ajeno a la emoción. La siente profundamente y sabe que estos días tienen algo nuevo, distinto: “Para mí cada reposición ha sido como la primera vez. Es tremendamente emocionante ver cómo los personajes van adquiriendo vida”. No en vano, La del manojo de rosas tiene, por muchas razones, un significado muy especial para él. Fue su primer trabajo de zarzuela en España —ya había montado ‘La Revoltosa’ y ‘La verbena de La Paloma’, pero curiosamente había sido en La Habana y Buenos Aires—. Fue un encargo del entonces sobreintendente de La Zarzuela, José Antonio Campos, que le iba a permitir acercarse aún más, si cabe, a la figura de su tío Luis Sagi Vela, para quien Sorozábal, Ramos de Castro y Cuadrado Carreño, crearon expresamente el personaje de Joaquín.
LA CONSAGRACIÓN DE SOROZÁBAL
Esta historia de amor en un Madrid plenamente republicano consagró definitivamente al maestro Pablo Sorozábal. Muchas fueron las alabanzas en su estreno en este mismo teatro en 1934, sobre todo, por su capacidad para renovar el sainete conjugando sabiamente los ritmos tradicionales del género, como el pasodoble, la mazurca o el chotis, con otros modernos y bailables como el foxtrot. “El pequeño preludio ligado con el número de presentación de los personajes pasaba normalmente. Cuando sonó en la orquesta la frase de La Revoltosa, tema del sainete, noté que el termómetro subía unos grados. Terminó el primer número bien, con un aprobado. Pero cuando llegó el segundo número, el dúo en tiempo de pasodoble, ahí se armó un alboroto. Hubo que repetirlo en medio de una ovación tremenda. El público madrileño se dio cuenta de que aquello era algo nuevo y muy nuestro. Y en el dúo siguiente… ¿Quién es usté?, se volcó. Yo ya había ganado la batalla. Toda la obra fue aplaudida y saboreada y el éxito fue apoteósico. Yo era feliz”, recordaba años después el compositor.
UNA HISTORIA DE MADRID
Este sainete “refleja a la perfección el ambiente prebélico que se respiraba en la sociedad de la época, con alusiones constantes a los conflictos de clases. Se hace referencia a otros compositores y sorprende que un vasco de los pies a la cabeza, como lo era Sorozábal, logre plasmar con tanta perfección y claridad el espíritu de un Madrid moderno y la esencia de un casticismo actualizado”, comenta Emilio Sagi.
La historia nos sitúa en una plaza de Madrid de los años 30 donde hay un bar, un taller mecánico y una floristería llamada ‘El manojo de rosas’ donde trabaja Ascensión, una mujer venida a menos pero orgullosa de su empleo y su condición obrera. Ella está pretendida por Joaquín, el técnico del taller, y Ricardo, un apuesto señorito metido a piloto. La florista termina eligiendo a Joaquín pero su padre, Don Daniel, no tiene el mismo parecer e intercede para que se case con Ricardo y vuelva a recuperar la posición social perdida.
FUNDAMENTO LÍRICO Y DRAMÁTICO
Los dos repartos que intervienen en esta séptima presentación del montaje en el Teatro de la Zarzuela (donde se ha podido disfrutar en 1990, 1991, 1999, 2004, 2013, 2020 y ahora en 2024) están cargados de artistas de nervio y fundamento lírico y dramático.
En la piel de Ascensión, florista soñadora y moderna, orgullosa de su origen obrero que no quiere oír hablar de amores más que con un hombre de su clase, se meterán en esta ocasión las sopranos Vanessa Goikoetxea y Beatriz Díaz. El personaje de Joaquín, ese joven señorito que simula ser mecánico y que pretende a aquella, será interpretado por Manel Esteve Madrid y por el también barítono David Menéndez. Gerardo López encarnará a Ricardo, aviador que también bebe los vientos por la chica de ‘El manojo de rosas’ (que así se llama la floristería donde brega), y que por ello está en constante disputa con Joaquín. En contraste con este conflicto amoroso a tres bandas, surge otro entre Clarita –una coqueta y «superculta» manicura–, Capó –aprendiz de mecánico– y Espasa –camarero del bar de la plaza–. Aunque novia del primero, ella se deja querer por el segundo para así poner a prueba el cariño de Capó. Jesús Álvarez Carrión y Joselu López y Nuria García Arrés y Rocío Faus, darán vida a Capó y a Clarita. Por su parte, del pomposo y divertido Espasa se encargará el polifacético cantante y actor Ángel Ruiz.
Y llegados a este punto, hay que hacer un merecido inciso, ya que la madre de Joaquín, Doña Mariana, como ya sucediera hace cuatro años, estará interpretada por Milagros Martín, una de las artistas que en las últimas tres décadas más ha pisado las tablas del Teatro de la Zarzuela, y que en la primera reposición del montaje de Sagi, en 1991, hacía las veces de Asunción (papel que luego representó durante años).
Completan el reparto Enrique Baquerizo y Abel Vitón como Don Daniel y Don Pedro, padres de Ascensión y Joaquín respectivamente; los actores Ángel Burgos y Joseba Pinela, los integrantes del Coro Titular del Teatro, Francisco José Pardo, Ricardo Rubio, Alberto Ríos, Alberto Camón, Francisco Díaz, Román Fernández-Cañadas y Francisco José Rivero; además de 19 bailarines-figurantes.
En cuanto al equipo artístico, lo rematan el escenógrafo Gerardo Trotti, la añorada diseñadora de vestuario Pepa Ojanguren, el iluminador Eduardo Bravo y la coreografía, de cuya reposición se encarga Nuria Castejón, es del también desaparecido y admirado Goyo Montero.
Las funciones están asimismo planteadas como un sentido homenaje al Maestro Miguel Ángel Gómez-Martínez, fallecido el pasado 4 de Agosto, que de 1985 a 1991 fue director artístico del Teatro de la Zarzuela, desde cuyo foso dirigió en 2013 esta misma producción de La del manojo de rosas.
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