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Bernice, el poder de la ausencia

Paula Paz: “Seguimos teniendo la misma necesidad de transformación”

Tras verse obligada a cerrar por falta de ayudas el Cervantes Theatre, única sala en Reino Unido especializada en la dramaturgia española, la dramaturga y directora Paula Paz se pone al frente de la dirección de Bernice, primer texto de Susan Glaspell representado en España. Una historia que podremos ver en el Teatro Español, hasta el 8 de diciembre, con versión de Ignacio García May y Esperanza Elipe, Eva Rufo, Javier Lago, Jesús Noguero y Rebeca Hernando en el elenco.

 

Foto de portada: Javier Naval.

Paula, hace pocos días anunciasteis el cierre definitivo del Cervantes Theatre, ¿cómo estás?

Bueno, estoy muy triste. Es una gran pena, la verdad. Es muy frustrante porque cuesta mucho esfuerzo el abrir teatros, el crear iniciativas así y es muy fácil que se dejen cerrar teatros por no tener las ayudas suficientes. Es muy triste para los españoles, para todos nosotros, para todo el público. No podemos olvidar la labor esencial que tiene cualquier teatro en cualquier parte, cualquier ciudad, en cualquier pueblo y, hablando de algo más concreto, como era este proyecto, la internacionalización de nuestra Cultura, el hecho de que no hubiera ningún otro espacio así en Londres, en Reino Unido en general, la marca España…

 

<i>Bernice</i>, el poder de la ausencia en Madrid
Paula Paz, directora de Bernice. Foto: Javier Naval.

Hay una frase que se repite en Bernice, obra que ahora te trae al Teatro Español que dice: “Todos somos el naufragio de algo”. Muy oportuna para hablar de la fragilidad de la Cultura en manos de las instituciones, como es el caso del cierre del Cervantes Theatre.

Totalmente. En la escala de las cosas, era muy poquito lo que se necesitaba para que no sucediera, pero no ha habido la voluntad suficiente como para que no se convirtiera en un naufragio, para no dejarlo caer y hundirse. Recuerdo que, en momentos no tan lejanos que hemos vivido, se decía que las artes y la cultura eran importantísimas, no ha pasado tanto tiempo y el foco ya está a otras cosas. Sabemos que en la Cultura siempre hay fragilidad, nunca es fácil y nunca estamos boyantes, y más en las artes escénicas. Uno piensa en lo bueno de que haya ciertos proyectos que ya tienen una trayectoria, que son necesarios porque cubren muchas cosas. Este era algo muy concreto que ya estaba en marcha y que no costaba tanto. En ese sentido, es frustrante y da pena. Todo el mundo se pregunta cómo ha podido suceder. Yo misma me lo sigo preguntando. No cabe en ninguna cabeza que no se le vaya a dar el apoyo necesario, que ya digo que no estábamos hablando de unas cantidades enormes. No sé cómo no ha llegado la necesidad del mensaje. Sería injusto generalizar, porque hay gente que sí que lo ha entendido y equipos que nos han apoyado, pero no, la gente que tenía ese poder no ha hecho el esfuerzo necesario. Es frustrante.

 

Dentro de este momento amargo, que lleguen proyectos como Bernice, ¿mitigan la pena y la frustración?

Totalmente, sí. Qué bien que en este momento tuviera este proyecto y poder centrar toda mi energía y mi creatividad ahí. Estoy muy agradecida de poder seguir trabajando en lo que creo que es el poder transformador de la cultura, en como se dice en inglés: ‘Whatever shape and form’ (En cualquiera de las formas o fórmulas). Yo voy a seguir trabajando y dando lo mejor de mí, poniendo todo mi esfuerzo al servicio de la Cultura, ya sea como directora artística del Cervantes Theatre, o como directora de escena en los proyectos que hago, como es el caso de Bernice.

 

¿De qué manera nace el proyecto de poner en pie Bernice?

Bueno, pues al poquito de entrar Eduardo en la dirección artística del Teatro español, le pedí una reunión para presentar un par de proyectos, sin tener claro un poco cuál iba a ser su línea, su visión de dirección artística. Tuvimos una conversación y me dio esta obra para leer. Yo no conocía a Susan Glaspell y me fascinó su universo. Me parece una mujer extraordinaria, por la forma en la que escribe, muy adelantada a su tiempo. Tiene una voz muy única para el lugar y el contexto sociopolítico del momento. Quedé prendada. Ojalá despierte eso en todo el mundo y salgan del teatro queriendo leer más de ella porque realmente es una joya.

 

Como dices, este texto nos descubre a Susan Glaspell, una autora estadounidense que nunca se ha representado en España, de la que el crítico Michael Billington dijo que era “El secreto mejor guardado del teatro estadounidense”.

Sí, el hecho de que sea la primera vez que se vaya a representar en España me ilusiona enormemente. Es un honor el que me hayan dado la oportunidad de poder traer a Susan Glaspell por primera vez a la escena en España. Ha pasado más de un siglo y para mí, todos los temas que toca y los temas que propone, son de una relevancia brutal. Me parece súper relevante. O sea, no es que tengamos que hacer el viaje hacia allá para entender, no, es que la obra bien podría ser de ahora.

 

¿Quién es Bernice y quienes la rodean?

Bernice es el personaje central, que no aparece en toda la obra. Esa es una de los de las grandes singularidades de esta obra, cómo contar una historia y tocar diferentes temas a través del personaje ausente. Tras la muerte de Bernice, que así comienza la obra, los familiares y amigos se reúnen. Bernice realmente ha sido un pilar en la vida de todos ellos, una mujer muy libre de espíritu, muy libre a nivel intelectual, de pensamiento, con mucha bondad, mucha luz y de repente al apagarse, es como que todos se quedan en tinieblas. Entonces, cada uno debe enfrentarse con diferentes conflictos con respecto a la muerte de Bernice y a la ausencia. A lo largo de la obra irán encontrando la luz, guiados por ciertos ‘regalos’ que ella entrega tras su muerte y eso provoca un viaje transformador en cada uno de los personajes, especialmente en el marido y en Margaret, su mejor amiga.

 

Un viaje hacia la luz con muchos ángulos en sombra, porque la función posee giros que hace plantearte muchas veces quién es realmente Bernice, con un punto muy a lo Agatha Christie.

Totalmente, sí. Hay un misterio ahí que nos hace no saber qué lugar ocupa cada uno de los personajes y eso me encanta, me divierte mucho.

 

La pérdida, el duelo, la salud mental, los roles que adoptamos y los que nos asignan sobrevuelan la trama de esta historia.

Sí, cómo gestionar todo eso. La esencia de las relaciones humanas. La relación de pareja, la amistad, también entre padre e hija… Bueno, también se habla todo el rato de cómo era Bernice, ¿era rara?, ¿era diferente?, ¿era especial? Se está todo el rato mencionando eso. Creo que cada uno de esos vínculos tiene sus particularidades y están todo el rato contrastados con el contexto, con la época, con los roles de la época, lo que encaja y lo que no. Y eso me parece, iba a decir valiente, pero tampoco es la palabra, quizá sea más exacto decir que es muy agudo poner eso encima de la mesa.

 

 

Esa rareza, vista con los ojos de ahora podríamos traducirla como empoderamiento, ¿no?

Efectivamente. Sí. Por eso decía, que era como valiente sin serlo. El que Susan Glaspell, en ese momento, pusiera esto tan abiertamente encima de la mesa me parece muy interesante.

 

En un momento de la función, uno de los personajes dice: “¿Acaso tu vida no es este prolongado intento de mostrarte eficaz, de persuadirte a ti mismo de tu importancia? ¡Vaya una manera de perder el tiempo precioso que tenemos para vivir!”, ¿Es ahí, desde esas reflexiones, donde Bernice conecta con el público actual?

Total. Es la gran crisis en la que estamos, de hacer más y querer más, y el saber dónde está puesta la importancia, la identidad del desarrollo personal de alguien, en el ser, en colocarse ahí. Y Susan Glaspell lo va desmontando de forma muy bella. Realmente es lo fascinante de esta obra, que al final son conversaciones que estamos teniendo hoy en día a nivel profundo, a nivel de moral, del espíritu, del desarrollo de una persona, de cómo una persona se posiciona en el mundo y se relaciona con los demás. Seguimos teniendo los mismos conflictos ahora, las mismas necesidades de transformación, de salir de diferentes lugares en los que uno se va metiendo. Y sí, yo lo veo súper relevante. Hay una especie de trampantojo y dices, bueno, esto parece que es del pasado, pero enseguida si entras ahí, en esa capa, enganchas con algo muy potente del presente.

 

¿Cómo dibuja Susan Glaspell los roles de la mujer dentro de Bernice?

A mí me fascina cómo dibuja los personajes femeninos de la obra porque no cae en estereotipos, son tridimensionales, tienen profundidad y complejidad, que es lo que a mí me gusta de cómo escribe Glaspell. Margaret, la mejor amiga de Bernice, es una mujer abogada laboralista, despreocupada completamente del qué dirán; una trabajadora que, para esa época, lucha por la libertad de expresión, por los derechos de los trabajadores, sin pelos en la lengua, realmente muy directa, muy alineada con lo que piensa, lo que dice y lo que hace, con sus acciones y con mucho poder interior. Luego tenemos a Laura, que es la cuñada de Bernice, ahí tenemos un dibujo muy certero de la mujer del hogar de esa época, impoluta, con el qué dirán y lo que ha de hacerse muy presentes. Pero también tiene una línea de pensamiento, una voz muy clara que ejerce. Y luego tenemos a Abby, que es la sirvienta, que es la que todo lo ve, la que maneja informaciones que irá dando a lo largo de la obra. Al final es también la que ha criado a Bernice y tiene un conflicto muy fuerte con lo que tiene que hacer y su relación con los demás. A mí me fascina porque tiene mucho en ese contexto, de la sirvienta, pero luego tiene también dinámicas que podemos identificar como cercanas, en el dar, en una mujer que ha estado sosteniendo, dando y cuidando con cierta abnegación. Y eso también lo tenemos hoy en día con muchas mujeres, con muchas madres, que están ahí.

 

¿Y de qué manera has llevado el mundo de Bernice al escenario?

La propuesta, o la visión de dirección, parte hablando de un tiempo concreto, es 1919, en EE.UU., después de la Primera Guerra Mundial, con todo el tema laboral, de las fábricas, la unión y los derechos de los trabajadores. Hay un contexto sociopolítico muy concreto y, aunque no se hable mucho de ello, está dando toda la información e influyendo en la acción y la obra. Entonces, mi propuesta es que haya dos líneas temporales: La obra transcurre en dos días, pero a la vez propongo un viaje muy sutil, que va evolucionando casi sin darnos cuenta, de acto en acto. En el primer acto estamos en 1919, el segundo 1950, es decir, después de la Segunda Guerra Mundial y todo el conflicto social; y el acto tercero es después de la guerra de Vietnam y todo el conflicto racial de EE.UU. La idea es que la obra vaya viajando, que los contextos vayan cambiando, y de esta forma se ponga en relieve la relevancia de todos estos temas y los vaya acercando al ahora.

 

Un viaje temporal que nos muestra cómo continuamos sobrevolando los mismos temas Y los mismos sentimientos.

Exactamente. Y que muestre que seguimos ahí, en el mismo punto, o en un punto muy parecido. No hemos avanzado tanto, todo eso es que está hoy en día.

 

<i>Bernice</i>, el poder de la ausencia en Madrid
Jesús Noguero y Eva Rufo, intérpretes de Bernice. Foto: Javier Naval.

 

Paula, tu origen está en la danza, ¿qué importancia le das a la poética del movimiento dentro de Bernice?

Buena pregunta. Pues sí, a través de la ausencia de Bernice, en cómo ella toma presencia, inunda la escena precisamente por el no estar. Entonces, hay muchos recuerdos y en esas transiciones pues podemos ver a los personajes en momentos más íntimos y más privados. Y ahí el cuerpo toma un poquito más de espacio y nos vamos hacia algo un poco más poético.

 

Tras Bernice, en febrero, regresarás al Teatro de La Abadía para presentar El sillón K. Cartas desde el olvido: Carmen Conde y Katherine Mansfield, una producción con la que recuperas el género epistolar.

Sí, estoy muy contenta de volver a La Abadía. Este proyecto es como una evolución del género, esta vez con Carmen Conde y Catherine Mansfield, aunque tendrá giros muy diferentes porque en este caso el viaje es solamente de ida.  Mezclará disciplinas en escena, con la danza y la interpretación, e idiomas, el inglés y el español.

 

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