“Nací en Países Bajos pero vivo en España desde hace 26 años. Tengo tres hijos preciosos que son el motor de mi vida. Soy una persona activa, sociable, me gusta hacer deporte y las montañas son una parte muy importante de mí. De profesión soy músico, y después hice un máster en Performance en Inglaterra, así que también tengo alma de artista”. Esta podría ser la biografía de muchas personas, pero quien así se define es Manuela Vos. Y esto es sólo una parte de la historia, ya de por sí atrayente, porque ella ha dado conciertos, ha corrido más de 40 maratones por todo el mundo, ha subido muchos montes imponentes (cosas a las que alguno ni nos acercamos), pero aún hay más: “En el año 2021, mientras escalaba en los Picos de Europa, tuve una fuerte caída a la que sobreviví de milagro, pero el resultado fue que me rompí el cuello y me quedé tetrapléjica”. Desde hace tres años su biografía tiene otros capítulos interesantes, no esperados ni deseados por nadie, pero interesantes al fin y al cabo, porque ella sigue aquí, que es lo importante, y sigue sonriendo y disfrutando de sus hijos, su familia y sus amigos, pero desde una perspectiva -física y vital- diferente. Y, por supuesto, sigue haciendo deporte, ahora en la modalidad de ‘handbike’, compitiendo con su club ciclista Viclaas y ganando medallas en Campeonatos del Mundo para la Selección Española. De hecho, recientemente (el pasado 24 de septiembre), Manuela se ha convertido en la primera española campeona del mundo en ciclismo paralímpico.
METÁFORA DE LA SOCIEDAD
Es muy difícil no caer en tópicos o en lugares comunes a la hora de hablar de la historia de Manuela Vos. Es muy difícil no hablar de una verdadera historia de superación cuando ves todo lo que ha conseguido tras su grave lesión (¿quién de nosotrxs hubiera tenido esa fortaleza para adaptarse de una forma tan rápida a una situación tan adversa?). Y por eso se pueden encontrar numerosos artículos y entrevistas de ella en internet. Y por eso, ahora, la compañía [in]constantes teatro (en coproducción con Escena Miriñaque y Tranvía Teatro), ha decidido hacer una obra de teatro sobre ella, sobre su vida, pero intentado no caer en esos topicazos en los que caemos los juntaletras. “Hemos elaborado un texto muy claro -me comenta Emilio del Valle, autor y director de la propuesta-, una pieza con mucho audiovisual, como si fuera un documental potente, con música en directo, coreografías… Intentamos generar narrativas teatrales desde distintos lenguajes con los que convivimos desde hace muchos años. Y nos hemos centrado en el accidente de Manuela como motor de una reflexión posterior sobre el comportamiento de nuestra sociedad con las personas con discapacidad, sobre el concepto de lo que es y no es normal”. Por eso decimos que no es una oda a la capacidad de superación de Manuela, que está implícito, es una mirada necesaria hacia los ‘distintos’, aquellas personas que no consideramos como iguales y a los que, tanto por arriba (condescendencia y paternalismo) como por abajo (desprecio, mofa y exclusión), nos acercamos de una manera extraña, muy poco humana… Por eso esta obra es una metáfora de la sociedad contemporánea, como bien nos sigue contando Emilio. “Esto es así en un sentido claro y directo. La gente vulnerable forma parte de nuestra sociedad, pero los ‘distintos’, los ‘no normales’, se sienten fuera de ella desde el momento en el que se les mira como tales. La sociedad dicta sus baremos de normalidad, e, inmediatamente, excluye. Y el colectivo de la personas con discapacidad es un ejemplo muy evidente”. [in]constantes teatro es una compañía con largo bagaje a sus espaldas, y con la solvencia suficiente como para llevar a cabo una propuesta así. “Somos una compañía que cumple esta temporada 30 años de ejercicio profesional -prosigue Emilio-, y a lo largo de estos años hemos defendido los contenidos por encima del género, o el estilo. Todo vale siempre que el texto proponga cuestiones que nos interesen. Por eso hemos trabajado con textos clásicos y contemporáneos sin buscar otra coherencia que el compromiso con la sociedad, desde Sófocles o Calderón, a José Ramón Fernández o Rodrigo García. Y, tal vez, esta línea de trabajo sea la que nos trae hasta hoy, cada vez más con dramaturgias propias. También, durante este tiempo se ha ido creando un equipo creativo al que, imagino, la manera de caminar por esta profesión de [in]constantes teatro le resulta interesante. Y por ahí vamos de la mano con Montse Muñoz, Salva Sanz, Jorge Muñoz, José Manuel Guerra, Ana Rodrigo, y otro grupo de profesionales que, si no en todas nuestras propuestas, vienen aportando su talento en muchas de ellas desde el año 94. Es lo más parecido a un núcleo estable”. Pero para este último trabajo han unido sus fuerzas con otras dos compañías muy reconocidas de nuestro país como son Escena Miriñaque y Tranvía Teatro. Ante mi pregunta de si lo han hecho porque este montaje lo requería, Emilio me comenta que “No sé si era necesario hacerlo, pero sí muy conveniente para poder llevarlo a cabo. Las compañías que proponen modelos de creación vivimos muy aisladas del resto de la profesión y nos viene muy bien unirnos y escuchar y aprender de las compañeras y los compañeros. Obras como Manuela el vuelo infinito sólo se defienden con garantías sumando fuerzas”.
EL VALOR DE LOS APLAUSOS
Y en esta propuesta teatral que han esbozado a tres bandas, la propia Manuela Vos se sube al escenario como una intérprete más. “La opción de interpretar la propuso ella desde el principio -nos dice Emilio-. Es una mujer que se defiende del miedo retándose permanentemente, no ahora, sino desde que la conozco, que fue antes incluso del accidente. Es valiente, luchadora, competitiva, divertida y tetrapléjica. Inmejorable en un casting para esta propuesta”.
Desde las tablas Manuela podrá sentir el reconocimiento del público. Y yo, que amo el deporte y el teatro y que nunca tendré una medalla por nada ni recibiré ningún aplauso, le pregunto a a qué saben ambas cosas o si sabe mejor un reconocimiento que otro: “Es muy bonito lo que se vive al ganar una medalla en un campeonato, pero no sólo por mi esfuerzo en la competición, sino por todo el trabajo que hace para mí la gente que me ayuda a que se haga posible. Ganar una medalla es algo precioso porque se la puedo dedicar a mis hijos, a mi familia, a mis amigos… que son los que han hecho esto posible. Pero los aplausos nos permiten poder amplificar el mensaje que queremos transmitir, que es abrir los ojos a que el público conozca realidades como la mía, así que son muy importantes también”.
Intentando buscar la poesía que le dé un buen cierre a esto le pregunto a Manuela por su primer pensamiento al despertarse por la mañana. “Pues siendo sincera, pienso que qué bien que por fin vienen a levantarme, porque yo sola no puedo, y en la cama tengo muy poca movilidad. Los brazos no los puedo levantar porque no tengo tríceps, así que en la cama me siento muy paralizada. Y en la silla ya es otra cosa, porque aunque no puedo mover los dedos, puedo moverme con ella y puedo abrazar, y puedo besar, y puedo comer, y puedo beber, y puedo maquillarme, y puedo hacer muchas cosas… entonces, me devuelven la vida cuando me levantan”.
No quiero caer en tópicos, de verdad que no, que luego mi compañera Mercedes L. Caballero me echa la ‘bronca’ (y con razón), pero es que es muy difícil no admirar a una mujer así, que lo ha pasado muy mal, sí, y que tendrá momentos muy complicados de asimilar, pero su valentía y su entereza son un ejemplo para los que queremos volar y no siempre nos atrevemos.