¿Quiénes somos?

 

Por Sergio Díaz

 

Ya he repetido varias veces en estas páginas que Javier Gutiérrez es una de mis debilidades. En cualquier ámbito, pero sobre todo en el teatral desde que lo descubrí en Alejandro y Ana (2003). Luego me ratificó ampliamente su gran talento en Argelino, servidor de dos amos (2008 y por el que obtuvo el Premio Max como Mejor Actor). Ya todo lo que ha ido haciendo después me parece canela en rama. Uno de los grandes de nuestras artes escénicas, sin duda. En este montaje estará acompañado por la televisiva Cristina Castaño, que no se deja ver sobre las tablas desde que terminó Cabaret en 2017. Una gran pareja -muy bien secundada por Xabi Murua, Quique Fernández y Armando Buika- para sostener sobre sus hombros el nuevo proyecto de Barco Pirata, la compañía de Sergio Peris-Mencheta (otra persona que está haciendo muchísimo por las artes escénicas de este país llevando a buen término textos teatrales contemporáneos, originales y producidos de una manera impecable en la mayor parte de las ocasiones, por no exagerar al decir en todas).

El nuevo proyecto en el que se han embarcado es esta obra del actor y dramaturgo francés Sebastien Thiéry. Quizá hayan oído hablar de él porque fue a recoger completamente desnudo su Premio Molière 2015 en protesta por las condiciones laborales en el sector del espectáculo (me encantaría que alguien hiciera eso aquí). La acción de esta obra, disfrazada de comedia del absurdo que en realidad es una tragedia existencialista, nos traslada a la cena en casa del señor y la señora Carnero. De repente suena el teléfono y, aunque ellos no tienen teléfono, el interlocutor pregunta por un tal señor Schmitt. Pronto, nuestros protagonistas descubrirán que están encerrados en una casa que realmente no parece su casa: los cuadros han cambiado, ya no están sus libros, la ropa que hay colgada en los armarios no les pertenece… La pesadilla comienza mientras ellos se preguntan si están locos o son los señores Schmitt.