*Artículo eleborado en colaboración con Hellotiquets
Tanto en Madrid como en Barcelona, las propuestas han demostrado que el público sigue ávido de historias que desafíen, conmuevan y transformen, con algunos datos de Hellotickets tenemos este listado:
La reescritura del teatro clásico en clave contemporánea
Uno de los espectáculos más celebrados del año ha sido La herencia, dirigido por Lucía Carballal, quien ha entrelazado la obra de Calderón de la Barca con una trama íntima sobre la ausencia paterna y la precariedad en el teatro clásico. Con una puesta en escena elegante y una interpretación conmovedora de tres actrices como Eva Rufo, Mamen Camacho y Natalia Huarte, la obra ha conseguido conectar con el público de una manera que pocas adaptaciones han logrado.
No menos impactante ha sido El monstruo de los jardines, en la versión de Iñaki Rikarte, que ha convertido este texto mitológico en un festín de imaginación y humor. Sin traicionar el espíritu de Calderón, la puesta en escena ha capturado la esencia del teatro clásico y la ha proyectado con una vitalidad sorprendente hacia el presente.

La experimentación narrativa como sello de 2024
La reescritura del canon ha sido un eje central en la cartelera del año. En Vania x Vania, el dramaturgo Pablo Remón ha desmontado y reconstruido el Tío Vania de Chéjov en dos versiones, ejecutadas con los mismos actores, pero en distintas épocas, en un juego de espejos que ha atrapado al espectador desde el primer momento. La actuación de Javier Cámara ha sido una de las más comentadas, elevando aún más un montaje que se ha consagrado como una de las obras más influyentes de la temporada.
Desde una perspectiva completamente distinta, El día del Watusi, dirigido por Iván Morales, ha convertido la adaptación de la monumental novela de Francisco Casavella en un retrato teatral sobre el paso del tiempo y las huellas de la historia. Con un Enric Auquer brillante y una dirección que no deja margen para la indiferencia, la obra ha sido aclamada por su profundidad y audacia.

La danza como herramienta de exploración
En el ámbito de la danza, 2024 ha sido testigo de espectáculos que han desafiado los límites del movimiento y la narración. La materia. Capítulo II. De la Leona a la Invencible, con la dupla artística de Olga Pericet y Daniel Abreu, ha sido una de las grandes joyas del año. La fusión entre flamenco y danza contemporánea ha creado una pieza cargada de simbolismo y emociones que ha trascendido cualquier clasificación de género.
Por su parte, Dream, del bailaor Israel Galván bajo la dirección de Natalia Menéndez, ha sorprendido con su exploración del vínculo maternofilial a través del movimiento. Galván, siempre dispuesto a desafiar lo convencional, ha llevado el flamenco a una dimensión experimental que ha desconcertado y fascinado a partes iguales.

La crítica social a través del teatro y la danza
La escena de 2024 ha dejado espacio para montajes de fuerte carga política y social. Nodi: de gossos i malditos, de Maria Donoso y Albert Boronat, ha explorado la contracultura catalana de los años setenta desde una mirada generacional crítica y mordaz. El humor y la denuncia se han entrelazado en un espectáculo que ha reivindicado la memoria y la coherencia de quienes nadaron a contracorriente.
Otro montaje que ha hecho historia ha sido Los lunes al sol, adaptación teatral del icónico guion de Fernando León de Aranoa e Ignacio del Moral. Con una puesta en escena sobria y un reparto en estado de gracia, la obra ha actualizado su mensaje de lucha de clases sin perder la esencia del material original.
En un registro completamente distinto, Glengarry Glenn Ross, dirigido por Àlex Rigola, ha reducido la obra de David Mamet a su esencia más cruda: cinco actores, dos taburetes y un título escrito en tiza. La testosterona del texto ha sido confrontada por la presencia de dos actrices que han dado una vuelta de tuerca a los discursos dominantes en el teatro de negocios y ambiciones desmedidas.
La experiencia inmersiva y los límites del teatro
Las propuestas inmersivas han tenido un lugar especial en la cartelera. The Second Woman, interpretada por María Hervás, ha sido el evento teatral del año, con una puesta en escena de 24 horas en la que la misma escena se ha repetido cien veces con cien hombres distintos. El resultado ha sido un experimento de poder, deseo y desgaste, que ha convertido a la actriz en una de las figuras imprescindibles de la temporada.
Por otro lado, el montaje 1936, dirigido por Andrés Lima, ha llevado el teatro documental a otro nivel. A través de un recorrido por los episodios más significativos de la Guerra Civil, la obra ha conseguido emocionar y conmover sin renunciar al rigor histórico. La presencia de Blanca Portillo, Alba Flores y Guillermo Toledo, junto con un coro de jóvenes, ha dotado a la propuesta de una fuerza escénica inusual.

La danza y su proyección internacional
La visibilidad de la danza sigue siendo un reto, pero 2024 ha dejado huella con producciones de calidad innegable. The Common Ground, de Poliana Lima, ha explorado las identidades no normativas a través de una coreografía visceral y agotadora que ha roto con las convenciones del género.
En una línea más estilizada, The Room Where It Happens, de Iker Karrera, ha combinado danza contemporánea con jazz en un espectáculo marcado por la destreza técnica y la música electrónica de Alex Aller. La obra ha abordado el impacto de la sobreexposición y la hipersexualización en la sociedad actual, ofreciendo un montaje tan contundente como fascinante.
Por último, Totentanz–Morgen ist die Frage, de La Veronal, ha llevado la danza más allá del escenario con una propuesta que ha fusionado videocreación, instalación y movimiento en un recorrido por los límites de la muerte. La dirección de Marcos Morau y la interpretación de Lorena Nogal han consolidado a la compañía como una de las más innovadoras del panorama internacional.

Un año de ruptura y reinvención
El teatro y la danza en 2024 han demostrado que la escena sigue siendo un espacio de exploración inagotable. Desde la revisión del canon clásico hasta las propuestas más radicalmente contemporáneas, el público ha sido testigo de una cartelera que ha sabido equilibrar riesgo y emoción.
Las obras que han marcado el año han redefinido las fronteras entre géneros y han llevado el lenguaje escénico a nuevas dimensiones. Con una fusión cada vez más evidente entre distintas disciplinas, queda claro que el teatro y la danza no solo están más vivos que nunca, sino que siguen encontrando formas de sorprender, cuestionar y transformar.