Érase una vez en Magalia…
Viviendo el XI Encuentro de Creación Artística de La Red de Teatros Alternativos en primera persona
¿Se puede sentir nostalgia de algo que no ha sucedido? Yo, mientras escribo esto, me encuentro en la terraza de la segunda planta del Castillo Palacio de Magalia, en Las Navas del Marqués (Ávila), y tengo nostalgia de todas las charlas que me pegaría con las maravillosas personas que he conocido aquí, por ir a ver sus proyectos y poder aplaudirles en primera fila desde la admiración no solo profesional, sino también personal. Este entorno privilegiado rodeado de naturaleza y magia propicia la creación, sí, pero también la escucha, el diálogo y el intercambio de sueños. Qué analogía que un espacio tan sumamente enorme y propio de una época tan lejana a la nuestra pueda sentirse, en tan poco tiempo, hogar.
El pasado lunes 18 de julio dio comienzo en dicho castillo el XI Encuentro de Creación en Magalia de la Red de Teatros Alternativos, en el que 16 artistas convivirán diez días, hasta el 28 de julio. Además, entre el 26 y el 28 de julio, representantes de las 54 salas asociadas a la Red de Teatros Alternativos celebrarán su congreso anual, en el que reflexionarán sobre el momento actual que viven las salas, así como los fondos europeos, digitalización y transformación y diseñarán el programa de actividades que desarrollará la Red de Teatros Alternativos por su 30 aniversario. Por otra parte, el 27 de julio tendrá lugar una jornada alrededor de RIEE (Red Iberoamericana de Espacios Escénicos), impulsada por la Red de Teatros Alternativos, donde sus 300 socios se reunirán de manera presencial y virtual.
Ilusionada, cojo mi tren de las 12:26h con destino Irún en la estación de Príncipe Pío. Pensar en compartir dos días con artistas y comunicadores de las artes escénicas me hace sentir mariposas en el estómago. Para mí ahora mismo el amor es eso, poder dedicar tiempo a aquello que te hace feliz, conocer puntos de vista distintos, hablar y, sobre todo, escuchar.
Cerca de una hora después, Ángel Málaga me recoge en el carruaje del S.XXI que me llevará a un lugar mágico, potenciado por la historia de la joven Magalia.
Según la leyenda popular, Magalia era una bella joven que vivía en el castillo mandado construir por Don Pedro Dávila y Zúñiga, primer marqués de Las Navas, hacia 1540. La joven se había enamorado de un centauro, pero sus progenitores no aprobaban la relación. El centauro atravesaba todas las noches los pasadizos del castillo para visitar a Magalia, hasta que el padre de la joven los descubrió. Como consecuencia, Magalia decidió fugarse con él. La familia se sumió en la pena hasta el punto de grabar una inscripción en latín, que todavía hoy se puede observar en el pórtico del castillo, que significa “Magalia, ¿dónde estás?”. Esta llamada de auxilio que su padre gritaba en vida cada noche por los balcones, todavía se seguiría escuchando algunas noches en los alrededores de palacio.
No sé si es porque la energía ni se crea ni se destruye, sino que se transforma, porque los supuestos fantasmas pululan por las estancias o porque todos los que hemos venido somos unos intensos, pero lo cierto es que ese espíritu de dar todo por disfrutar el presente, por no quedarse con las ganas, se respira por todos los pasillos. Y es que, ese amor que representa el centauro para la joven abulense se materializa en las artes escénicas para los asistentes. La ilusión, la impulsividad y la escucha de lo que se siente, lo irradian no solo los cuatro colectivos seleccionados y sus dinamizadoras, sino también los responsables de comunicación de las salas de la Red asistentes. Y es que, el nexo común que habita entre estas frías paredes de piedra es la pasión, que también se propaga entre los trabajadores del palacio, que nos regalan cada día sus sonrisas e incluso sus bailes. ¿Cosa de magia?
Aunque, si hay algo verdaderamente mágico en todo esto, es que entidades como la Red de Teatros Alternativos hayan logrado ver la luz en un país en el que la cultura no es, ni mucho menos, una prioridad. “Buscamos que se dé un lugar de creación y cooperación mutua, en el que cada uno aporte lo que sabe y se pueda estar en contacto, poner cara y humanizar a las salas” me explica Jacobo Pallarés, responsable de la Red de Teatros.
He llegado justo a la hora de la comida. En la recepción me dan la llave de mi habitación, la 204. Me dirijo hacia la segunda planta mientras, emocionada, subo las imponentes escaleras mientras observo los grandilocuentes salones del S.XVI ¡Wow! Supongo que mi cara es un cuadro y unos chicos muy simpáticos, que más tarde descubriré pertenecen al equipo de comunicación de distintas salas de la Red, me preguntan si necesito ayuda. Y, tras continuar por un pasillo infinito, llego a mi alcoba. Comenzamos.
Tal y como me han indicado, bajo a la oficina a conocer a Mercedes L. Caballero (responsable de comunicación de la Red) y al resto del equipo y me dirijo al comedor. Allí me siento al lado de Jacobo, ya que no estará durante mi estancia y quiero hablar con él. Me recibe cálidamente y me explica los cambios de funcionamiento de las jornadas respecto a años anteriores. “Este año hemos decidido contar con la figura de las dinamizadoras o ‘dinamitadoras’, como las llamamos nosotros. De esta forma, los colectivos se ven obligados a salir de su zona de confort y trabajar de distintas formas. Además, cada dinamizadora lleva un grupo, que está compuesto por una o dos personas de cada colectivo. Con ello buscamos que se mezclen y enriquezcan mutuamente, aportando distintos puntos de vista”. Las pioneras en esta figura encargada de ‘dinamitar’ y acompañar a los artistas son la creadora y agitadora escénica Iara Solano, la creadora y docente Rebeca García y la bailarina y coreógrafa María M. Cabeza de Vaca. Me sorprende que las tres sean mujeres y le pregunto sobre esto a Jacobo. “Nos pareció una buena idea que fuese así. Desde comunicación, cada vez nos hacen reflexionar más sobre la diversidad y el lenguaje inclusivo y queríamos esta presencia femenina, cuya forma de trabajar conocíamos con anterioridad y sabíamos que iban a funcionar muy bien juntas y con los grupos”, me explica. “Es muy importante generar equilibrios de todo tipo: de lenguajes, de trayectoria… Que haya diversidad. Creo que desde la Red han buscado una representación equitativa y, dado que en los colectivos seleccionados resultó haber una mayor presencia masculina, se ha buscado compensar esa energía femenina con las dinamizadoras”, me comenta Iara.
Y, ¿cómo se abre para ellas esta puerta? “Pienso que tiene que ver con la relación a largo plazo que tengo con la Red. Yo, como artista, estuve con mi compañía en el Circuito de 2014 y desde entonces nos hemos ido cruzando en contextos de pensar la escena y generar terrenos para seguir reflexionando sobre cómo queremos que sea nuestro ecosistema. Creo que también ha tenido que ver la comisión externa que participó en la selección de los proyectos donde se soltaron unos cuantos nombres y, afortunadamente, alguien se acordó de mí. Me hizo especial ilusión porque recuerdo que hace unos cuantos años me postulé como uno de los perfiles que se presentaban y no me cogieron”, me cuenta Iara.
Después de comer, los responsables de comunicación de las salas asociadas a la Red tienen una charla sobre el algoritmo en Instagram y Facebook, dentro de las Jornadas de Comunicación y Difusión de las Artes Escénicas en los espacios alternativos que tienen lugar, paralelamente con el trabajo de creación de los colectivos, los días 19, 20 y 21. Decido acompañarlos para poder conocerlos un poco más. Los asistentes son los comunicadores de Espacio Inestable (Valencia), Café de las Artes (Santander), Andén 47 (Valladolid), Teatre del Mar (Palma de Mallorca), Sala Negra (Logroño), Nau Ivanow (Barcelona), Sala La Carreta (Elche), Teatro Victoria (Santa Cruz de Tenerife), Teatro Círculo (Valencia) y Nave 73 (Madrid). Allí, en la sala de reuniones del castillo, todos escuchan atentos la masterclass que hoy dan desde Nau y que resulta muy útil para resolver dudas sobre algunas de las principales redes sociales y adquirir ‘tips’ para ganar visibilidad. Me encanta el ambiente de participación que hay en la sala, en la que todos buscan ayudarse mutuamente, remando hacia el bonito destino común de visibilizar la cultura. Queda patente que eso de funcionar como colectivo no es algo exclusivo de los artistas participantes en los encuentros.
“Cada sala da una ponencia sobre algo que ellos eligen y manejan. De esta forma se crea esa energía de red que buscamos, en la que unos se ayudan a otros para poder crecer”, me explica Jacobo. Me encanta la ‘energía hippy’ de los encuentros. «¿Se trata esto de una especie de comunismo artístico impulsado por una entidad privada?», pienso entre risas. El sabor es un poco agridulce, ya que siento que esto debería partir de las instituciones públicas, pero me hace feliz ver cómo todo el equipo de la Red crea ese ambiente familiar a la vez que profesional apoyado por INAEM y el Ministerio de Cultura y cómo pequeñas salas de toda España encuentran aquí apoyo e inspiración para seguir su modelo en las distintas comunidades.
Tras finalizar la clase, me dirijo hacia una de las mil salas que tiene el castillo para ver el proceso de creación de los artistas de La Nave Colectiva, con base en Madrid. El grupo, formado por Oihana Altube, Raúl Marcos, Vicente Colomar ‘El Manisero’ y Ricardo Santana, ha sido elegido por su proyecto Like a Rolling Stone, donde utilizan las piedras como mantra de inspiración buscando activar los saberes prácticos que se derivan de la danza, las artes vivas y el teatro.
Al entrar en la sala, los miembros experimentan dentro de un gran círculo formado por piedras de diferentes tamaños, texturas y colores. “Son piedras que Raúl y yo hemos ido recogiendo a lo largo de los años en nuestros viajes en furgoneta”, me explica Oihana. Durante tres horas, el colectivo entra y sale del círculo de manera individual y colectiva jugando con lo que reciben los unos de los otros. Su experimentación con la desnudez, sumada a los distintos estímulos que vienen en el ‘pack castillo’ como son los sonidos de pájaros, las vistas de la vegetación o las paredes de piedra crean un aura mágica que me transmite poder desde la fragilidad. Siento que están abiertos a lo que les da el entorno, a fluir, aunque pueda llevar a la quiebra interna, y eso sí que es algo digno de poner corona. Y es que el cambio es parte de la vida y, tal y como quiere decir la expresión ‘like a rolling stone´, a una piedra que rueda nunca se le podrá adherir el musgo.
Así que, aunque su trabajo me parece muy interesante, como yo tampoco quiero quedarme estancada en un mismo sitio, me dirijo al patio para conocer nuevas perspectivas. Allí por fin pongo cara a los miembros del colectivo Javier Guerrero/Simon Cien, que estaban en la piscina del pueblo intercambiando ideas sobre el futuro con los jóvenes. El grupo, formado por Javier Guerrero, Amanda Rubio y Andrés Galián, se conoció en febrero en Barcelona en una obra dirigida por Javier. “Tras esa pieza, seguimos juntándonos porque compartíamos muchas maneras de pensar, deseos, pensamientos del futuro y hacia dónde queríamos desarrollar nuestro camino como artistas. De ahí surge la idea de formar una especie de colectivo y crear algo que sea nuevo para los tres: No future, Dios guarde a los jóvenes”, una propuesta poética de danza que combina distintos elementos artísticos en el que intentan crear coreográficamente una idea de futuro compartida con otros cuerpos. Construir con la ilusión de que algo nuevo está empezando. Para esto, revisitan el cuerpo una y otra vez, haciéndole atravesar límites que todavía no conoce y transformándolo en un estado salvaje que habla del mundo contemporáneo, donde el cuerpo discute consigo mismo. “Nuestro proyecto parte de que a los tres nos obsesiona mucho la idea de futuro, muy relacionada con la nostalgia. Entrando en un marco más teórico, el progreso tecnológico del S.XX siempre se ha visto como una especie de salvación y creo que el S.XXI precisamente es el siglo que ha dejado de confiar en el futuro. No hay futuro, porque tampoco hay presente”, me explican. “Al final, tanto futuro como pasado son una ficción, algo que nos contamos. Realmente no sabemos lo que va a pasar, ni tampoco tenemos claro lo que pasó. Tenemos un relato tanto social como a nivel individual, en el que la memoria es selectiva, y eso te hace caer en la obviedad de que el presente es lo único que tienes y está siempre en movimiento”, recalca Andrés. “Eso es lo que queremos activar nosotros, cómo todos los días nos contamos esa ficción a nosotros mismos: hacia dónde va tu vida, hacia dónde va el mundo y hacia dónde vamos todos como colectivo. Cómo se vive ese relato, tanto física como emocionalmente”.
Tras una tarde intensa, llega la hora de la cena, que culmina con una verbena improvisada en el patio del castillo para propiciar la comunicación entre artistas y comunicadores. Estos últimos se van mañana y, desde la dirección de la Red, me explican su intención de que en los próximos años haya una mayor convergencia entre ambos sectores, tal y como han expresado que desean los asistentes.
Entre risas y charlas, los amantes de las artes acaban bailando descalzos temazos de épocas muy variadas, donde las Spice Girls se turnan con Rosalía, Bomba Estéreo, C. Tangana, ABBA o Calle 13, creando un ambiente tan bueno que ni los trabajadores que acababan su jornada podían resistirse a bailar una canción. Cuando se acaba la fiesta, los más nocturnos terminamos la noche paseando por Las Navas del Marqués y charlando bajo la regia inmensidad del palacio. Personalmente, me resulta realmente enriquecedor compartir puntos de vista sobre la creación y difusión de las artes, la regencia de salas e incluso los sueños y planteamientos vitales con personas de procedencias y edades dispares. Y, como, ni soy Cenicienta ni llevo zapatos de cristal (ni de no cristal ya tampoco), doy por finalizado el día mucho más allá de la medianoche.
09:00h de la mañana. Comienza un nuevo día en palacio. La campana suena encargándose de despertar a los más rezagados y avisar de que el desayuno está listo. Mientras bajo al comedor, me fijo en cada esquina. Es bonito ver el castillo por la mañana. La luz del sol pone su foco en plantas, cuadros y esquinas que no me había parado a observar. Tras coger fuerzas para afrontar el día y con todos los asistentes suplicando más y más tazas de café, artistas y comunicadores se dividen. Los colectivos tienen autogestión mientras que los comunicadores de las salas recibirán una clase de despertar corporal impartida por Rebeca García en el patio para despedirse del castillo por todo lo alto.
Después de comer, el grupo de comunicación se despide y yo me encuentro en la entrada con los colectivos Barriga e Muleta y La Siamesa, que disfrutan de un café a la sombra de los pinos.
Barriga e Muleta está formado por los artistas gallegos Diego M. Buceta y Atenea García. Su proyecto Cantade todas a eito es una oda a la memoria con el que buscan rescatar del olvido recuerdos de mujeres de más de 50 años, para obtener perspectiva de género. Esta iniciativa surge de la investigación sobre oralidad y cantos populares que ya realizó Atenea en los entornos más rurales de su tierra. Eso le dio la idea para extender esa búsqueda de la tradición a lo corporal y trabajar de forma conjunta con Diego. Juntos ponen ahora el foco en las mujeres locales de Las Navas del Marqués.
Por su parte, La Siamesa está formado por Ángela Verdugo, Xavier Puchades, Carlos Molina y Joan Martínez. Me cuentan que su propuesta El otro paraíso o cómo ser tercer paisaje se trataría de una etapa intermedia enmarcada dentro de un proceso de años, que finalizaría con una pieza escénica. Esta es su tercera residencia. “En la primera estuvimos trabajando los cables conceptuales, en la segunda me encerré yo para buscar distintos tipos de lenguajes o cómo enfocar las diferentes disciplinas con las que trabajamos y ahora era el momento de poner todo eso en común y empezar a construir juntos”, me explica Ángela.
Aunque colectivos como La Siamesa tienen claro que desembocará en una pieza final, no es el propósito principal de los encuentros de Magalia. Recuerdo el comentario de Jacobo en nuestra primera conversación, “queremos que este sea un espacio para la creación y la experimentación, que se centren en el proceso y no vayan a un resultado, porque eso les limita mucho”. Este cambio en la edición de este año me parece una idea brillante y generosa, pero claro, los últimos días de estos XI Encuentros de Creación acudirán al castillo gerentes y programadores de salas, lo que puede suponer una clara oportunidad para los artistas. Les pregunto sobre esto y si sienten una presión o realmente se centran en el proceso, tal y como les piden desde la Red. Me sorprende cómo todos lo tienen claro y demuestran una gran madurez y amor por sus proyectos, izando la humilde bandera del carpe diem por todo el castillo. “Nosotras sentimos cero presiones y recibimos mucho cuidado por parte de la Red desde antes incluso de llegar aquí. El primer día nos hablaron de la posibilidad de fracasar, de que no hay que mostrar nada y eso me tranquilizó mucho y me permite disfrutar plenamente de esto”, me cuenta Atenea. “También yo creo que la presión viene muchas veces de las expectativas que tú tienes y, como todos tenemos muy claro que estamos buscando, estamos desde un punto muy relajado, que se ve realmente favorecido por la actitud de los que nos rodean, algo que se agradece mucho”, añade Ángela.
Bajo las torretas del castillo, los pájaros alzan la voz como si quisiesen participar en la conversación. Les pregunto cómo se vive crear en un entorno tan inusual como es un palacio. Cada uno lo vive de una manera. El mayor punto de discordia es el de los tiempos o esa especie de nueva fórmula con horarios establecidos. Mientras que a unos les agobia sentir que cuando empieza a crearse una energía propicia para trabajar y avanzar suena la campana para comer o toca dinamización en grupo, a otros les ayuda el método de la división de tiempo.
En cuanto al espacio, todos coinciden en que es una maravilla y un lujo. “Cuando tú trabajas en un sitio, este siempre dialoga de alguna manera con la pieza y, en este caso, es determinante porque el castillo no es un lugar aséptico. Es imposible que eso no se refleje de alguna forma en el proyecto”, me comenta al respecto Javier Guerrero. “Además, aquí sientes que estás ajeno a todo estímulo de vida fuera del castillo, a otros trabajos y vida fuera de aquí. Es una inmersión total en el trabajo que te aleja de toda distracción y el tiempo se optimiza de una forma increíble. No tienes que preocuparte ni de hacer la comida”, añaden. Eso sí, les choca mucho el trato, explicándome cómo, al pertenecer al Ministerio, está siempre presente por parte de los trabajadores una energía formal y servicial muy institucional, que los artistas tratan de ablandar desde que llegaron. “Son unas energías y formas de trabajar muy diferentes a las que ni ellos ni nosotros estamos acostumbrados”, me explican con una tierna sonrisa.
Inevitablemente, desde que llegué no puedo parar de pensar en los incendios de Hoyo de Pinares y Cebreros que han provocado que numerosas familias tengan que ser desalojadas de los pueblos vecinos y acogidos temporalmente en pueblos como Las Navas. ¿Cómo es saber que, a unos metros de tanto lujo, el fuego destruye los hogares de personas como nosotros? ¿Está influyendo esto en sus actos de creación? “Yo personalmente le he dado muchas vueltas a esto. No sé si finalmente se meterá como tal en la pieza, pero sí que me ha removido y me gustaría hacer de alguna manera un guiño a esto porque me está influyendo”, me confiesa Andrés Galián, del colectivo Javier Guerrero. “Nosotros, de hecho, íbamos a contar con algunas mujeres de Las Navas que finalmente no han podido venir porque están en casa con sus familias de los pueblos arrasados por el fuego”, añade Atenea sobre el proyecto de Barriga e Muleta.
Para terminar, y dado que mentiría si digo que tengo 100% claro lo que es una residencia artística, les pido que me expliquen lo que significa para ellos. “Para mí es velar por que sea un lugar donde la gente tenga libertad, medios y un cuidado para poder probar. Al final todo está siempre muy enfocado a tiempos de producción, a hacer una muestra abierta y centrarse en un resultado. Aquí no. Se trata de poner medios, trabajo y esfuerzo para tejer el proceso”, me explica Diego.
Un standby en la vida de los creadores que intentan dedicar a los procesos el tiempo para investigar que se merece todo acto creativo y que, a menudo, la sociedad y las personas que financian estas propuestas no facilitan.
Tras estos dos días de compartir, me dirijo hacia la dinamización con Iara en la que me han invitado a participar para regalarme el broche de oro a este viaje exprés por las leyendas, frustraciones y sueños de distintas almas de todo el territorio español. Respiro y fluyo, tratando de seguir sus pasos y encontrar los míos propios.
Me siento agradecida por esta experiencia y emocionada por haberla disfrutado tanto. Cojo mi maleta y me despido de la habitación 204 y de Magalia, aunque sé que una parte de ella se quedará siempre conmigo.
Solo me queda desear una última cosa: Intentemos, como hace la Red de Teatros Alternativos, seguir soñando en colectivo y haciendo castillos en el aire que inviten, al igual que logró la joven Magalia con su rebeldía y búsqueda de libertad, a que las presentes y futuras generaciones de creadores disfruten de sus esperanzas, que no expectativas, mientras se permiten descubrirse por el camino, con otros soñadores que quieren vivir y cambiar las cosas. Hagamos que la creación colectiva no se quede solo en los escenarios.