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Von Lustig: Regresa el hombre que vendió la Torre Eiffel

“Cuando se trata de quedarse con el dinero ajeno, la imaginación es ilimitada”

Los Absurdos Teatro regresan a la cartelera con su última creación, Von Lustig, el hombre que vendió la Torre Eiffel, una obra sobre el considerado mayor estafador del siglo XX: Victor Lustig.

Natalia Hernández es la directora de esta divertida y original propuesta que reflexiona sobre el poder de las apariencias dentro de una sociedad en la que una buena máscara puede hacerte llegar allá donde te propongas.

Patricia Estremera y Alfonso Mendiguchía son los componentes de Los Absurdos Teatro, una compañía que lleva casi 15 años de trayectoria creando trabajos llenos de calidad, comicidad y compromiso social. Ambos nos cuentan cómo ha sido el proceso de imaginar la vida del Conde Von Lustig y cómo están recorriendo este interesante camino por las Artes Escénicas.

 

Fotos: Von Lustig. El hombre que vendió la Torre Eiffel. ©Manolo Pavón

 

¿Qué fue lo primero que unió a Patricia y Alfonso: la vida o el teatro?

Patricia Estremera: En realidad, nos conocimos trabajando, así que el teatro fue lo que unió nuestras vidas. Luego comenzamos una vida en común y esa vida nos volvió a juntar en el teatro.

 

¿Y cómo decidís ser compañía?

Alfonso Mendiguchía: Surgió de forma natural, algo fruto del día a día. Ninguno de los dos entendemos la profesión como ‘esperar una llamada’ y, compartiendo pasión, lo lógico es que desde el principio sintiéramos las mismas ganas de hacer cosas que propusiéramos nosotros mismos. Esas ganas y una forma parecida de entender el teatro nos han llevado a seguir tantos años después trabajando juntos.

 

¿Cuáles eran los lenguajes escénicos sobre los que asentar esa compañía? ¿Cuáles eran las premisas?

Alfonso Mendiguchía: Siempre hemos intentado hacer espectáculos muy teatrales, en los que se vieran las entrañas del teatro. Con un texto muy cuidado y abordando temas que nos preocupan y nos ocupan desde un tono de humor, pero sin perder el fondo de lo que queremos contar.

Patricia Estremera: Desde los comienzos, hemos apostado por la creación integral de nuestras piezas, partiendo de una dramaturgia con un sello muy singular e identificativo y siempre enfocados en algún aspecto de carácter social que en cada momento tuviéramos en la cabeza como una bomba de relojería.  Y casi sin darnos cuenta, fuimos fijando una serie de características ya propias del ADN absurdo, como, por ejemplo, el ritmo, que es una obsesión para nosotros.

 

Si hay una seña de identidad por encima de las demás es el humor absurdo. ¿Cómo lo podéis definir?

Patricia Estremera: Los textos de Alfonso son muy complejos, tiene un humor muy punzante, muy inteligente y muy medido. Nuestra forma de hacer comedia es casi matemática, bueno sin el casi, yo diría que es matemática pura. A veces, cuando ensayamos parecemos más una banda de música que está interpretando una partitura. Todo está medidísimo, cada silencio, cada palabra, cómo se dice, desde dónde se dice… Hay mucho trabajo de mesa antes de levantar el texto.

Alfonso Mendiguchía: Nuestra forma de contar las cosas es con humor, en la vida también somos así. Tendemos a no dramatizar nada. Todo lo que hemos hecho hasta la fecha tiene una base de comedia a pesar de que, en la mayoría de nuestras obras, lo que contamos es una gran tragedia. Por ejemplo, en Gruyère, Manténgase a la espera o Demasiado al este es el oeste, estamos denunciando cosas que no deberían pasar pero que cada día aceptamos como lo más normal del mundo. La comedia es una herramienta poderosísima para la denuncia. Nosotros retorcemos la realidad y la llevamos al extremo para hablar de cosas que nos preocupan.

 

15 años después, Los Absurdos siguen creando espectáculos de gran calidad. ¿Qué balance hacéis de vuestra trayectoria? ¿Sentís que tenéis reconocimiento y respaldo por parte del público y la profesión?

Alfonso Mendiguchía: El simple hecho de llevar ya 15 años y seguir con ganas, ilusión y fuerza para continuar ya es un balance muy positivo. Creo que nos hemos hecho nuestro pequeño hueco entre el público y la profesión y que la gente valora nuestra forma de hacer, nuestro tesón y nuestra voluntad de seguir creciendo en cada montaje.

Patricia Estremera: No sé si tenemos el reconocimiento y el respaldo de nadie, pero sí nos sentimos muy queridos entre el público y la profesión y sí nos sentimos referentes en una manera limpia y ética de hacer las cosas y lo sentimos así, porque nos lo hacen ver muchos compañerxs y compañías amigas. Echo la vista atrás y veo todo lo que hemos aprendido y crecido y estoy muy orgullosa porque todo lo que hemos conseguido nos lo hemos ganado a pulso.

 

<i>Von Lustig</i>: Regresa el hombre que vendió la Torre Eiffel en Madrid

 

¿Cómo de complicado es llegar hasta donde habéis llegado? ¿Se sacrifican muchas cosas en el camino?

Alfonso Mendiguchía: No sé muy bien dónde hemos llegado, pero, en cualquier caso, siempre se sacrifican cosas, sí, pero sarna con gusto… Evidentemente hay momentos mejores y peores, pero sentimos que nos ha compensado el camino. Esta profesión, vivirla como lo hacemos nosotros, implica renuncias a nivel de estabilidad, de descanso, de perderse eventos personales… pero también implica muchas cosas maravillosas que compensan.

Patricia Estremera: Por mi parte, si te soy sincera, muchas veces hemos sentido que íbamos a la deriva, pero si echo la vista atrás, entiendo que ir a la deriva también era ir a algún lugar. Yo no considero que hayamos hecho ‘sacrificios’, por así decirlo, pero sí puedo decir que hemos trabajado y trabajamos muchísimo para seguir en el escenario cada día, y esa perseverancia y las ganas de seguir haciendo de nuestro oficio nuestro modo de vida, nos ha convertido en los irreductibles galos.

 

Vuestro último trabajo es Von Lustig. ¿Qué os sedujo de la historia de este hombre como para querer hacer una obra de teatro sobre él?

Patricia Estremera: Fue todo una idea de Alfonso, porque desde que leyó una reseñita de nada en un periódico lo tuvo en la cabeza casi como una obsesión.

Alfonso Mendiguchía: Sí, así fue. Fue leer esa noticia y ya no me lo pude quitar de la cabeza. Nos sedujeron varias cosas de toda esta historia. Primero, la fascinación ante el personaje en sí, porque no todo el mundo puede ser el protagonista de un titular tan llamativo: “El hombre que vendió la Torre Eiffel”. Después, la fascinación por conocer a la otra parte, es decir, al timado. Si sorprendente es que alguien sea capaz de vender la Torre Eiffel, más sorprendente aún nos parecía que alguien, algún iluso, por supuesto, fuera capaz de comprarla. Para qué, cómo, por qué… un sinfín de preguntas amontonadas en torno al estafado aparecieron en nuestra mente. Y, por último, nos fascinó la forma en que Víctor Lustig actuaba, su puesta en escena. Su capacidad para aparentar, para seducir, para camuflarse entre sus víctimas… Es decir, la inteligencia para vislumbrar que el camino recto para timar a los grandes potentados era hacerse pasar por uno de ellos, que es la vida misma, al fin y al cabo.

 

¿Qué cosas queréis contar sobre su vida? ¿Cómo habéis elaborado la dramaturgia?

Alfonso Mendiguchía: Lo que nos interesaba era contar precisamente eso, que no es tan importante lo que seas o tengas, si no, cada vez más, lo que aparentas ser. Este tipo fue un maestro de la apariencia, que era el modo de timar a lo grande, es decir, a los grandes. La obra deja bien claro esa declaración de intenciones en el arranque de la misma y, después, planteamos la dramaturgia como un viaje a través de su vida.

 

¿Había mucha información sobre la vida de Von Lustig o habéis tenido que imaginarla?

Alfonso Mendiguchía: Había poca, solo titulares. Por supuesto teníamos el más llamativo de ellos: “El hombre que vendió la Torre Eiffel”, como ya hemos mencionado. A partir de esos titulares el resto ha sido un bucear en la época para elaborar una reconstrucción veraz de la vida del personaje. Los timos son ciertos y la forma de hacerlos nace de una reconstrucción lo más veraz en tiempo y forma que hemos podido hacer investigando la época y los acontecimientos.

Patricia Estremera: Alfon ha hecho un trabajo de investigación detectivesca. Cada detalle, cada dato que se suelta a lo largo de la obra es real. Te cuento sólo un ejemplo para que te hagas una idea. Hay una escena en la que Víctor Lustig embarca en un barco. Bien, pues para escribir esa escena, investigó la fecha, los barcos que había, los precios, los horarios, cómo eran los billetes, cuánto costaban… es una pena que en la fila 12 el público no pueda ver con nitidez el billete que le entrega Roberta a Víctor porque te puedo asegurar que es el billete tal y como Víctor Lustig lo compró.

 

¿Es verdad que consiguió ‘vender’ la Torre Eiffel dos veces?

Alfonso Mendiguchía: Sí, eso es cierto. La primera con éxito y la segunda salvándose de la justicia por los pelos, pues el iluso de la segunda ocasión después de cerrar el acuerdo de compra se echó para atrás y en el último momento decidió denunciarlo. Así que la segunda vez no se concretó la venta.

 

¿Qué papeles juega Kikí, el personaje femenino, en la obra?

Alfonso Mendiguchía: Es el único personaje inventado de la obra, aunque está inspirada en un personaje real de la época, amante de varios personajes ilustres que pasaron por aquel París de los años 20, Kikí de Montparnasse. Ella es la encargada de dar vida a la lista de truhanes, todos ellos hombres, que fueron víctimas de Víctor Lustig. Víctimas para nada inocentes, pues lo fascinante del supuesto Conde Von Lustig era que para robar a lo grande no le quedó más remedio que robar sólo a gente que pretendía robarle a él.

Patricia Estremera: Kikí es un regalo enorme que me ha llegado en el momento en el que estaba preparada para hacerlo. Kikí interpreta un total de 14 personajes a lo largo de la obra, en su mayoría hombres. Y cada uno de esos hombres poderosos, que toman grandes decisiones y que han silenciado históricamente a las mujeres, Alfonso nos los ha puesto en papel de regalo para que tanto Natalia Hernández como yo jugáramos a gusto con ellos.

 

¿Por qué habéis elegido a Natalia Hernández para que os dirija?

Patricia Estremera: En realidad, fue Daniel Galindo, director de La Sala RNE, quien tuvo la idea. Él había leído el texto y sabía que andábamos formando el equipo. Me preguntó en quién habíamos pensado para dirigirlo, le dije varios nombres y de repente, me dijo: “¿Y no habéis pensado en Natalia Hernández?”. Esa noche había quedado a cenar con Alfon y Reme (Gómez), nuestra diseñadora de vestuario y nada más llegar les solté: “Natalia Hernández”. Ese nombre descartó todos los que habíamos barajado inmediatamente. Si no era ella, no era nadie. Y no nos equivocamos.

Alfonso Mendiguchía: Cuando Patricia dijo su nombre, todo cobró más sentido, porque lo primordial es que admiramos el trabajo de Natalia desde hace mucho tiempo. Nos encanta su forma de trabajar y teníamos la intuición de que lo iba a hacer muy bien. Tiene una capacidad de trabajo maravillosa, un orden exquisito y una forma de manejar las escenas que tiene mucho que ver con lo que nosotros buscamos. Además, nos seducía la idea de que fuera una mujer la que dirigiera esta historia. Una historia repleta de hombres.

Patricia Estremera: De hecho, estamos arrancando la producción del próximo trabajo que se estrenará en octubre en el Teatro Liceo de Salamanca y hemos decidido repetir con Natalia en la dirección. Ya os iremos contando cositas de él…

 

Vuestros trabajos se caracterizan por una puesta en escena limpia, con los elementos justos. ¿Por qué decidís hacerlo así? ¿En el caso de Von Lustig es igual, es lo que pedía la propuesta?

Patricia Estremera: Al principio de los tiempos, seguramente sería por falta de medios y producción, ahora es por convicción. En un escenario nada puede ser decorativo. Si está en escena tiene que ser por algo, y si no, sobra. En este caso es exactamente igual. Montamos un teatro dentro del teatro y esa escenografía ya te está trasladando a un lugar, a un ambiente, a una época. Y decidimos hacerlo así porque Víctor Lustig cuidaba minuciosamente la puesta en escena para sus estafas, nada quedaba al azar, desde el hotel que escogía para las reuniones, el vestuario…

Alfonso Mendiguchía: Supongo que buscamos la limpieza en todo, en el texto, en la dramaturgia, en la escenografía… la forma en la que pensamos que la historia que queremos contar en cada espectáculo llega más directa al público.

 

 

Pensamos que los estafadores y los mangantes son cosa de ahora… pero han existido siempre. ¿La diferencia es que antes se hacía con más arte?

Alfonso Mendiguchía: No lo sé. Imagino que artistas del engaño los ha habido siempre. Tantos como chapuceros. Sí es cierto que los estafadores que conocemos de los principios del siglo XX forman parte de un inconsciente colectivo fraguado en mil películas y series que han hecho de ellos muy atractivos. Nos seducen los ingenios de esos antiguos estafadores y trileros porque nos seduce todo lo que les rodea, la ambientación, los trajes, los escenarios de sus estafas… pero si hubiéramos vivido realmente aquellos años, pues no sé si nos parecerían tan atractivos y tan artísticos. Hoy estoy seguro de que hay gente que sigue estafando con mucho arte, por desgracia. Cuando se trata de quedarse con el dinero ajeno, la imaginación es ilimitada.

 

¿La gente te trata de una forma u otra según quién seas?

Alfonso Mendiguchía: Totalmente. Y es algo que ocurre en todos los ámbitos. Y no ya según quién seas, si no, según quién creen que eres. El ‘parecer ser’ ha sustituido groseramente y por completo al ‘ser’.

Patricia Estremera: Sí, yo también tengo claro que es así. Lo más curioso es que suele hacerlo gente que necesita empoderamiento para sentirse alguien y, por ello, necesita líderes a quienes juntarse y súbditos para reafirmarse.

 

¿Es difícil manejarse por la vida sin máscara?

Patricia Estremera: Es imposible yo diría. Desde que naces vas aprendiendo a ponerte máscaras y a adoptar roles dependiendo de donde te encuentres o en qué círculo te muevas. La propia educación es una máscara.

Alfonso Mendiguchía: Yo creo todos tenemos máscaras. Y supongo que en cierta forma son necesarias. Lo malo es cuando conviertes tu vida en una máscara.

 

Y alguien que se dedica a las Artes Escénicas, cuyo trabajo consiste en ponerse máscaras, ¿es consciente siempre de la persona que verdaderamente es?

Alfonso Mendiguchía: Pues, no lo sé. Si me preguntaras mañana, a lo mejor te diría que sí o que no. Depende de la máscara con la que me levante mañana.

Patricia Estremera: Eso no es verdad, Alfon, no te hagas el interesante (risas). Alfon siempre se levanta de buen humor y con una sonrisa como máscara. Yo, por mi parte, tengo clarísimo quién soy y según voy cumpliendo años, más todavía.

 

¿Cómo se llega más lejos: siendo o pareciendo?

Alfonso Mendiguchía: No lo sé. Solo sé que mi sueño no es llegar muy lejos, si no llegar bien.

Patricia Estremera: Supongo que depende de cada persona. Yo estoy de acuerdo con Alfon, para mí, lo importante es llegar donde sea que tengamos que llegar, me da igual si es cerca, lejos o si me tengo que quedar a mitad de camino. Sólo quiero llegar bien y sintiendo que tengo un equipo feliz y orgulloso del trabajo que hacemos entre todxs.

 

¿Y Los Absurdos son lo que parecen?

Alfonso Mendiguchía: Nunca. Pero la mejor forma de descubrirlo es yendo a ver sus espectáculos. Las veces que haga falta, hasta descubrirlo.

Patricia Estremera: Amén.

 

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