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Una mirada a los conflictos de las parejas

Raquel Pérez: «Con todo lo que está pasando en el mundo necesitamos más que nunca que la gente salga del teatro riéndose»

Con más de dos años de gira y una acogida arrolladora en teatros de toda España, Una semana nada más, obra escrita por el dramaturgo francés Michel Clement, aterriza en Madrid en enero en los Teatros Luchana.

Dirigida por Raquel Pérez, la pieza cuenta en su reparto con Marina San José, Manu Baqueiro y Javier Pereira, que dan vida a los tres personajes atrapados en una comedia disparatada y reflexiva, llena de giros inesperados que convierten sus decisiones más cobardes en un espejo hilarante de las contradicciones humanas.

En esta entrevista, Raquel comparte los retos a los que se enfrenta a la hora de dirigir comedia, su particular método de trabajo y cómo ha moldeado esta obra para conectar con un público ávido de risas en tiempos complicados.

 

¿Cómo de difícil ha sido aterrizar esta pieza en Madrid?

Pues imagínate, la obra se estrenó ya hace casi dos años y no te sé decir la cantidad de bolos que lleva fuera. Está vendiendo muchísimo y ahora por fin llegamos a Madrid. Es difícil colocar aquí una obra de este tipo. En el equipo tenemos muchas ganas de que lo vea también nuestra gente.

 

¿Qué fue lo que más te atrajo a la hora de dirigir este texto y cómo te llegó esta propuesta en su momento?

Javi Pereira y Manu Baqueiro son gente que está en mi vida desde hace 500 años, porque a Javi le empecé a dar clase cuando tenía 13 años y a Manu igual, lo primero que le preparé fue el casting de Amar en tiempos revueltos y se ha quedado 18 años en esa serie. A Marina San José también la conozco desde que era pequeña a través de su madre -actriz y cantante Ana Belén- por una función que hice con ella. Manu y Javi tenían ganas de que yo les dirigiera algo, no encontrábamos el texto y como yo estaba trabajando con dos obras producidas por Jesús Cisneros: Mentiras inteligentes con María Luisa Merlo y él mismo, y El crédito con Pablo Carbonell y Armando del Río, le pregunté si no tendría una para trabajar con ellos y me pasó este texto. Y la verdad es que lo leí y me reí, y eso es difícil porque yo soy super rara para las comedias.

 

Una mirada a los conflictos de las parejas en Madrid
Raquel Pérez

¿Qué tipo de comedias te gustan?

Las comedias negras, jodidas y retorcidas y, de repente, esta era una comedia al uso de puertas y de sofá. Pensé que en este caso se podía rascar, es un texto con miga. El tema es interesante y aborda esa cosa de la cobardía del ser humano, que les pasa a los tres personajes, que se meten en un berenjenal enorme sólo por no afrontar una decisión y tirar para adelante pase lo que pase. Me pareció divertido. Teníamos muy claro, con los tiempos que corren, que la gente fuera al teatro y se riera  al salir de esta función era más que suficiente para todo lo que está pasando en el mundo. Nos metimos a trabajar. Fue una gozada de ensayos y convertir estos personajes en seres despreciables. El personaje de Marina lo hemos salvado un poquillo al final dando un pequeño giro al texto para que no quede muy machista.

 

¿Qué retos tienes a la hora de dirigir una comedia con tantos giros inesperados?

Lo importante es que, dentro de que sea una comedia tan loca, los personajes sean reconocibles. El reto era que uno pudiera ver la función y dijera: “Joder, me recuerda a mi primo”. Esto es interesante por dos cosas: uno porque identificas gente que conoces y dos, porque nuevamente el ser humano es así de despreciable y no se reconoce nunca en estos perfiles. Hay mucha gente, entre la que me incluyo, que a la hora de tomar una decisión que es delicada, que implica cuestiones afectivas o emocionales, a veces piensa: “¿Y si hacemos como que no ha pasado nada?”. Luego hay gente que lo lleva a la práctica y otros que no. Estos lo llevan a la práctica y se meten en el lío.

 

¿Qué papel juega la escenografía en la dramaturgia de esta pieza?

Queríamos que fuera una casa muy posible, un piso de Malasaña, por ejemplo, de gente de treinta y tantos. En Luchana cambiarán algunas cosas porque por ejemplo, en esos teatros maravillosos de provincia, hemos tenido una escalera que sube a un dormitorio arriba que nos da una movilidad. Hay muchas escenas en el sofá porque está escrita así y yo no podía soportar que todo pasara en el sofá. Tener una cocina a la que puedes entrar por ejemplo, te da un vuelo creativo a la hora de dirigir que a mí me encanta, aunque también te digo que me gusta el escenario vacío. En esta ocasión, creo que vamos a reducir alguna cosa.

 

La pieza aborda, entre otras cosas, la problemática de dejar a tu pareja. ¿Crees que el género influye en algo a la hora de tomar este tipo de decisiones? 

En este caso hay una cosa de género porque la obra tenía unos tintes un poquito machistas que intentamos limarlos lo más que pudimos. Algo queda, pero porque algo queda también en todos nosotros. Aún así, al personaje de Marina también le sucede algo y toma una decisión como cobardica. Hay una cosa en los hombres de esta función de adolescencia tardía. Estamos hablando de tíos de cuarenta que esperan que la cosa se solucione sola antes de tener que tomar ellos una decisión madura, como muy Peter Pan.

 

Imagino que esto debe ocurrir por cómo nos atraviesa el capitalismo hoy en día. En mi caso, tengo amigos que a la hora de dejar una relación no son capaces de dar ese paso porque comparten piso con su pareja y dan por hecho que el que rompe tiene que irse del piso y empezar de cero; y al no tener una independencia económica es más difícil tomar esa decisión.

Es que ese es uno de los conflictos que aparecen en la función, lo único que ya veréis es que es muy rocambolesco. Es una comedia muy disparatada.

 

Si nos remontamos al proceso de ensayos, en su momento, ¿cómo fue ese proceso de trabajo con Marina, Manu y Javi?

Fue maravilloso porque fue trabajar con amigos. Tú ya sabes que yo tengo un método de trabajo y cuando dirijo me gusta implementarlo y construir a partir de ahí y que los personajes no sean ellos mismos, sino que compongan algo, que hagan un trabajo de acción interna y que de verdad toquen un poquito de fondo aunque estén haciendo comedia, porque para mí lo importante, cuando haces comedia, es que el personaje esté fatal. Cuanto peor esté el personaje, y esto ha sido el lema durante todos los ensayos, más se va a reír el público, porque el público es sádico. Hemos ahondado en todo eso, pero siempre desde el humor. Llevan 2 años de gira y eso se ha elevado a la enésima potencia. Ahora volveré a ensayar con ellos un poco.

 

 

Hablando de tu método de trabajo, la mecánica de la acción interna, ¿lo implementas en todos tus montajes o prescindes de él a veces?

Lo aplico siempre porque es una técnica que te lleva a la acción de manera inmediata y, además, te separa de tu ego porque ya no depende de si tú ese día estás inspirado o no. La técnica te funciona, encuentras cosas siempre y te ayuda a tomar decisiones, aunque en ese momento no estés igual de inspirado. Esta técnica hace que consigas tomar decisiones sí o sí. Incluso cuando trabajé con María Luisa Merlo y con Juan Jesús Valverde, que es gente muy mayor y que van al teatro como lo han hecho toda la vida, para dirigirles les daba verbos y los llevaba a la acción. Son procesos muy chulos porque te facilitan muchísimo el trabajo y en un mes y medio la obra está montada. No tienes que dar vueltas. Es mucho más creativo bajo mi punto de vista.

 

En relación a los personajes, Sofía, Pablo y Martín tienen personalidades muy distintas, ¿cómo lograste potenciar esas diferencias desde la dirección?

Casi apuntalando al opuesto de lo que son ellos. Me interesaba mucho, sobre todo con Javi, que llevo toda la vida trabajando con él y preparándose personajes, que se distanciaran, que no hicieran lo de siempre, que encontraran lugares donde crecer. A mí me cuesta mucho dirigir y no perder el punto de vista pedagógico, y siempre que trabajo con actores me planteo que peguen un poquito de salto y que aprendan algo nuevo, aparte de hacer una función y que recorran otro cuerpo. Nos iba muy bien esa manera de repartir los personajes porque igual, por personalidad, habría caído mucho mejor que Javi fuera Martín y Manu fuera Pablo, pero me interesaba mucho más que fuera al revés y que curraran algo que no habían recorrido nunca. Fue interesante porque ese proceso de encontrar el personaje, de transitar otro cuerpo, de otra personalidad, es muy chulo para los actores y cuando acaben esta función habrán subido un peldaño.

 

¿Cómo influye en tu manera de dirigir tu experiencia como actriz y coach?

Es casi inevitable que no influya porque es lo que yo soy. Llevo dando clases desde los 21 años y voy a cumplir 54. Llevo dando clases toda mi vida, casi el mismo tiempo que llevo actuando que empecé a los 16. También me pasa cuando actúo, cuando voy a una esta serie que estoy rodando voy con mi trabajo hecho y lo hago como sé hacerlo. Me facilita mucho trabajar siempre con el mismo sistema de trabajo porque hay algo muy ordenado, así que cuando actúo, dirijo o doy clases me ordeno rápidamente. Hay algo que tengo muy sistematizado en mí y es muy difícil separarme de eso.

 

¿Qué criterios tienes a la hora de seleccionar proyectos en los que quieres participar? ¿Hay alguna norma preestablecida para decidir si trabajar como actriz, coach o directora?

No, es muy complicado, ya sabes esta profesión cómo es. De repente tienes tres proyectos y si estoy bien de salud los hago. Y luego hay otras épocas en las que no tienes tantas cosas. Tengo una red enorme buenísima. Tengo profesores en mi escuela formados con mi método desde hace muchos años, con lo cual yo me puedo salir un mes y medio a hacer una dirección y volver. Voy compatibilizando las cosas según van viniendo. El hecho de tener la escuela y las lentejas aseguradas, me permite no decir a todo que sí. No necesito cogerlo todo, pero cuando me viene un proyecto que me interesa, para allá qué voy.

 

¿Qué diferencias encuentras a la hora de dirigir un texto contemporáneo como este, frente a uno clásico de Shakespeare o Chéjov, por ejemplo?

La única diferencia que hay es el estilo o el tono, pero el trabajo del lector para mí es el mismo. Tienes que construir un personaje, que hacerte cargo de un texto, decirlo con la mayor verdad que puedas y ponerte en la piel de ese personaje desde la empatía absoluta. Si tengo que hacer o dirigir Romeo y Julieta va a ser exactamente igual que Una semana nada más, El proceso va a ser el mismo. A la hora de verlo desde fuera, tendré que tocar el estilo, porque no es lo mismo hacer un clásico que hacer una obra contemporánea.

 

Una mirada a los conflictos de las parejas en Madrid

 

El panorama teatral de los últimos años ha cambiado mucho. ¿Cómo percibes la evolución del público teatral en España?

Si lo que le estás dando al público tiene sentido y le conecta hasta el punto de identificarse con lo que le estás contado, el público es maravilloso y responde a todo. Los montajes que he visto en los que a lo mejor el público no conecta son porque están muy distanciados de una realidad o de contar algo que al público le interese. Se están haciendo cosas brutales en teatro y la gente responde. Mira cómo lo está petando por ejemplo Prima Facie. Es un texto que, a priori, hace unos años hubiera sido complicado.

En los tiempos que corren, me resulta inevitable preguntarte cómo estás viviendo los testimonios que se están denunciando en redes sociales sobre casos de acoso en entornos educativos y de formación en las artes escénicas. Por otro lado, también me gustaría saber si en tu escuela cuentan con algún protocolo de actuación en el caso de que se de una situación de este tipo.

Tenemos unos cuantos protocolos desde siempre. En mi escuela los profesores no se toman una caña con los alumnos, nunca. Los profesores no les dan el teléfono a los alumnos, nunca. En mi escuela los profesores no les dan el correo electrónico a los alumnos, nunca. Todo pasa a través de la escuela. Y nos tomamos algo todos juntos el último día en las muestras o ahora en Navidad, brindamos y luego nos vamos a nuestra casa. Tratamos de tener una distancia. Yo estudié pedagogía, si tú no tienes distancia con el alumno, y esto lo aprendí desde muy pequeña, tampoco circula bien la transmisión de las cosas. Es muy peligroso, manejamos un material muy frágil y vulnerable. Es gente muy joven que está completamente perdida. Aunque ellos crean que saben mucho y te den lecciones de muchas cosas, tú, que tienes 50, sabes que eso no es así y tienes que protegerlo como si fuera de cristal.

 

¿Te ha pillado por sorpresa o habías escuchado comentarios anteriormente?

Es verdad que había escuchado cosas pero me ha pillado por sorpresa y me ha dejado muy jodida y muy expectante. Todavía estoy esperando que alguien salga y diga algo. Sería buenísimo que, en esta sociedad en la que pasan estas cosas, dejemos de poner el cuestionamiento sobre las víctimas. Es una putada que la gente, encima joven, con todo el miedo que supone denunciar cualquier tipo de abuso tenga que demostrar determinadas cosas. Me parece terrible. Enseguida, me puse en contacto con la Unión de Actores, que vino y nos dejó un mail que tienen. Nos contaron el protocolo que activaron y rápidamente se lo pasé a los alumnos. Es importantísimo acompañar a esta gente en su proceso de formación. No tienen piso, no saben qué quieren, en algunos casos, se han peleado con su familia para venirse a Madrid o no pueden pagar la escuela… Me duelen muchísimo estas cosas porque, además, está saliendo gente a la que yo quiero y me duele. Se han normalizado muchas conductas por costumbre y hay que desecharlas. Si te alejas de la normalización, entiendes y ves claramente lo que está fuera de lugar y lo que no. Si en este país todavía no sabemos lo que cuesta denunciar cualquier tipo de cosa es que no hemos entendido nada. Yo vengo de estudiar en un sitio donde el abuso de poder era una cosa terrorífica, así que también lo sufrí en carne propia, y es por eso que mi método es todo lo opuesto. Mi tratamiento pedagógico va a la protección y no al abuso de poder. No lo quiero ni de lejos. Los alumnos te admiran, pero lo que no puede pasar es que hagas un mal uso de esa admiración que percibes.

 

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