Es importante decir que en el momento que hablamos aún os quedan cuarenta y cinco días para el estreno. Así que, empiezo preguntándote en qué momento os encontráis en los ensayos.
Te agradezco que sea así porque, efectivamente, todavía nos queda mucho camino hasta el estreno. Ahora mismo ya tenemos montado el primer acto. Hemos llegado a los ensayos con el material muy preparado por la responsabilidad que suponía abordar este texto en la actualidad. Estamos profundizando en todos los ejes temáticos y las líneas de acción de los personajes. Además, disponemos de una simulación del espacio escénico para ir trabajando.
Hablas de responsabilidad. ¿Es mayor cuando son títulos tan relevantes como este y que conllevan una gran producción?
Por supuesto, tanto para los actores como para el resto del equipo y para mí. Lo que pasa, y no quiero que suene pretencioso, es que la experiencia ayuda a enfrentar las dificultades, las contradicciones y a gestionar esa presión. Aunque eso no significa que no pases por momentos de bloqueo y tengas que ir asimilando poco a poco a qué te enfrentas. Eso sí, es algo que debe ocurrir antes de entrar en la sala de ensayos porque ahí no me puedo permitir que eso suceda, tengo que ir con fluidez y ayudar a los actores en lo que pueda.
Antes de este proyecto, ¿habías tenido algún acercamiento al autor a nivel personal o profesional?
Profesionalmente nunca. Es un autor que muchas generaciones conocemos porque lo estudiábamos en el instituto. Desde el punto de vista escénico no lo había abordado y está siendo un auténtico reto.
La mayoría de la gente, incluso personas del teatro, solo sabrían enumerar dos o máximo tres obras del autor. ¿Está diluyéndose en las últimas décadas su importancia?
En mi caso, hay varias obras que me interesan mucho como El sueño de la razón, Hoy es fiesta o Las Meninas, aparte de Historia de una escalera, pero es evidente que los últimos años han sido de un consumo muy rápido de todo y se elimina sistemáticamente todo lo que no sea novedad. Quizá Buero, por una serie de circunstancias, no ha salido muy bien parado, sobre todo en España, porque en otros países sí que se le ha ido leyendo desde lo contemporáneo. En este punto, estoy completamente de acuerdo con el director del Teatro Español, Eduardo Vasco, cuando decía en la presentación de la temporada que no podemos avanzar mucho si no conocemos a fondo nuestra dramaturgia, nuestra herencia y nuestro patrimonio. Tanto él como yo somos del Teatro Clásico, hemos trabajado mucho ahí, y creemos que se lo debemos a todos los grandes creadores que nos han antecedido. Yo ya no soy una jovenzuela, pero entiendo que los que van viniendo detrás no se pueden servir solo de su experiencia personal, sino que se tienen que nutrir de lo que ha pasado antes, aunque sea para criticarlo o enfrentarlo.
Una vez que te has sumergido en el texto, ¿crees que ha envejecido bien?
Lo veo realmente muy, muy vivo, pero desde un gesto humilde y humano. Busca cosas muy esenciales del ser humano como la verdad, el amor, la libertad, que aunque parecen conceptos manidos, es mentira, son cosas que necesitamos constantemente para sobrevivir. Buero tiene una mirada tremendamente humana sobre el mundo, la fragilidad de las personas, la necesidad de encuentro, la comprensión de las torpezas… y una capacidad estilística y una manera de manejarse en los elementos teatrales verdaderamente admirable.
Siempre se ha destacado su capacidad para reflejar el mundo real y a la clase trabajadora. Esta obra es una mirada cruda, amarga y llena de sufrimiento de las vidas de muchos de sus personajes, ¿deja algún atisbo para la esperanza?
Quiero pensar que sí, siento que sí, pero no estoy segura de que vayamos a encontrarlo al terminar el proceso de composición de los personajes y las historias. Buero era un hombre esperanzado, confiaba en el ser humano, lo que pasa es que en esta obra habla de unas épocas durísimas como fueron 1919, 1929 y 1949, donde la sociedad española vivía circunstancias difíciles, y él dirige el foco hacia la gente más humilde, algo que fue muy novedoso en su momento. Todo el equipo estamos acercándonos a esos momentos en que sentían que no había futuro y, sinceramente, a mí me deja temblando. Pero, por otro lado, también está en el texto, en constante movimiento, la idea de ilusión, anhelo y el agarrarse a la vida.
Aunque eso también lleva a los personajes a una frustración constante…
Buero expone un concepto muy ‘beethoveniano’ que es que si quieres un milagro, tienes que hacerlo tú mismo. Algo como que el ser humano tiene que encontrar en sus debilidades la fuerza para remontar.
Sus personajes tiran para adelante a duras penas, pero es muy desalentador ver como asumen su situación y lo conscientes que son de ella.
Se te cae el alma a los pies leyendo esos pasajes en los que literalmente dicen que no van a salir nunca de donde están ni van a conseguir cambiar sus vidas. Para sobrellevarlo unos buscan el apoyo en el amor y otros en el cariño.
Poniendo el foco en el día a día de diferentes familias se puede ver perfectamente en esta historia la importancia de la mujer como motor y núcleo fundamental de las mismas.
Completamente. Y es conmovedor ver como un personaje como es el de Paca, por ejemplo, tiene ese sentido de la justicia y de la rebeldía. Ver como se niega a morir y como vela constantemente porque los suyos estén bien, pero también por las demás personas de su comunidad. Todas las mujeres que aparecen son las que tiran para delante de sus familias según se van haciendo mayores, es algo que todos hemos visto en nuestras vidas y que aquí queda muy bien reflejado. Haciendo la obra no dejo de pensar en todas las mujeres que han ido delante de mí abriéndome camino y lo extraordinario que ha sido todo lo que han hecho.
La obra se desarrolla en un mismo espacio y básicamente está compuesta por, podríamos decir, encuentros y diálogos típicos de cualquier descansillo de un edificio. ¿Qué esconde tras esta aparente sencillez?
Muchísimos temas y mecanismos escénicos, tantos que como creadora solo tienes que saber escuchar a Buero y sus personajes porque todo está ahí. Es un auténtico descubrimiento para mí, un autor con un corazón y una cabeza extraordinarios que defiende que para afrontar las atrocidades hay que saber, no podemos huir de las cosas, hay que conocer nuestras debilidades. Por eso, se pregunta: ¿Por qué no somos a veces capaces de amar? ¿Por qué no sabemos proteger? ¿Por qué no conseguimos avanzar? El conocimiento es la posibilidad de la libertad y la mejoría posterior.
El concepto del tiempo es muy importante en la obra. La historia se divide en tres momentos separados por 30 años y metafóricamente nos remite a su aspecto cíclico. ¿Cómo lo estáis abordado?
Sin duda, está la idea de que, como seres humanos, estamos destinados a repetir nuestros errores una y otra vez y que estamos metidos en una especie de ciclo sin fin. En este caso, es algo que se expresa, por ejemplo, en la falta de oportunidades que está presente en los tres momentos y cómo se repiten los comportamientos entre padres e hijos, conversaciones… En cuanto al paso del tiempo, como el espacio siempre es el mismo, se expresa con pequeños ajustes y una estética que es un poco abstracta a veces, pero no deja de ser concreta. También con el trabajo del actor, a través del movimiento, de la lentitud por el cansancio y la manera de expresarse; los elementos de vestuario y ciertos aspectos de caracterización, aunque no será nada aparatoso. Para los personajes que están presentes en los tres instantes que refleja el texto y por los que tienen que pasar tantos años hemos elegido a intérpretes de edad intermedia que nos puedan dar ese rango tanto de joven como de adulto.
Con este tratamiento del espacio y el tiempo, ¿Buero pretende que veamos a los personajes en una especia de cárcel tanto mental como social?
Absolutamente. No ves ni las casas por dentro ni tampoco la calle, el espacio sólo ofrece la idea de leve ascenso y descenso por la escalera para acabar en el mismo punto. También creo que el espacio hace referencia literalmente a su estancia durante tantos años en la cárcel. El hijo del autor me enseñó fotos de las cárceles donde había estado y podría ser que su idea partiera de esa experiencia. El espacio escénico que ha creado José Tomé ha trabajado un poco sobre esa idea.
En el trabajo diario, ¿en qué se nota contar con un elenco con nombres de la talla de Gloria Muñoz, José Luis Alcobendas, Mariano Llorente, Marta Poveda, David Luque…?
En la rapidez con la que avanzas, es que no te imaginas cómo cogen y hacen suyo el material y cada pauta que das, ¡y qué momentos te dan constantemente! Además, desde la primera lectura, todos están siendo muy rigurosos y atrevidos, y eso es fantástico.
En un momento de la obra llegan nuevos inquilinos al edificio y en su comportamiento no es difícil ver un paralelismo con la situación actual.
Es la llegada de otro modelo de vida. Es, de alguna manera, como los inicios de la gentrificación porque, además, llegan con un discurso destructivo y de desprecio al que estaba antes. Es la llegada del capitalismo, del progreso y todos sus defectos.
Últimamente has estrenado la versión teatral de La Regenta, la ópera Fidelio de Beethoven con la Orquesta Nacional de España y ahora te enfrentas a un autor que nunca habías abordado. ¿Hay que retarse constantemente?
Si fuera a repetirme, me perdería. Trabajando con alumnos de dirección les suelo decir que hay que tener esa capacidad de mirar al abismo, de enfrentarse a algo que no es cómodo y que implica mirarse dentro como persona y observar el mundo en el que vivimos. Hacer un trabajo que no tenga ese riesgo, no tiene sentido. Estos trabajos que mencionas son retos muy importantes que me dan otra visión. Creo que he elegido este esta profesión para meterme en líos (risas).
Has trabajo muchos años con nuestros clásicos. En esa línea, ¿tienes algún reto pendiente por realizar?
Ahora estoy explorando más sobre el teatro de la Antigüedad, me han sugerido varios proyectos y están relacionados con el teatro griego y romano.
¿Has podido ya hablar con Laila Ripoll tras su nombramiento como directora de la CNTC y ver de alguna colaboración?
Laila y yo nos conocemos hace mucho tiempo y la admiro profundamente por su trabajo. Deseo de corazón que le vaya muy bien en la CNTC y no debería sentirse obligada y comprometida con nadie. Espero que haga lo que a esa casa tan querida por todos le convenga más y si algún día le cuadro para algo, pues perfecto.
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