Todas las Hijas surgió a partir de una idea original tuya, ¿no?
La idea surgió de una manera muy fortuita, en un taller de cine que estaban haciendo unas compañeras. De repente, estaba haciendo una figuración y yo, con otra, vacilando, le digo: “¿Te imaginas que ahora empieza: ¡Pepe el Romano es mío!?” Y fue una risa. Pero aquello a mí se me quedó, pensé: “No es tan descabellado, no es algo tan lejano, todavía hay millones de Adelas, hay millones de Martirios, de Angustias, aunque sea de otra manera». Entonces, aquello empezó a hacerse más grande en mi cabeza y supe qué iba a hablar de esto. Dije: «Quiero hacer una función de teatro con esto y si alguien puede llegar de esta idea a una función es Andrés Lima». Y fui a hablar con él, le llamé y me vine a Madrid y con él y le conté que somos mujeres empoderadas, libres, actrices y un montón de cosas, pero que yo soy hija de Bernarda, soy nieta de Bernarda, sigo embarazada de Bernarda. Y eso, en el momento en el que lo reconoces, te ayuda también a reconocer y gestionar todos tus miedos. A ponerles nombre.
¿Ha sido un proceso de creación muy personal?
El punto de partida de trabajo fue con el libro La Casa de Bernarda Alba: cada una de nosotras tenía que elegir una escena que nos rozara, por lo que, después de un año y pico haciendo talleres, todo lo que nos rozaba se convirtió en nuestras propias vidas. Empezaron a salir todo tipo de cosas que habían estado ahí y que todas sabíamos de todas: abusos, relaciones terribles, malos tratos. Convives con ellas, pero poder hablar de ello, ponerlo en valor y de una manera terrorífica, ha sido maravilloso. Muy revelador y un exorcismo en toda regla.
Es una obra que habla de cinco actrices, más que de los cinco personajes de Bernarda Alba. ¿En algún momento vais a interpretarlos directamente?
No. Hay dos escenas que sí que son de Bernarda tal cual; una de ellas es una conversación de Angustias con Bernarda que da pie a los relatos siguientes. La historia es de cinco actrices que quedan para ensayar La Casa de Bernarda Alba y, de alguna manera, el propio ensayo les va llevando a contar sus vidas, no saben muy bien cómo. De repente, es un reflejo de lo que ellas han vivido y lo van sacando, y entonces el ensayo se convierte en algo terrorífico y muy misterioso, porque es algo que no puedes evitar. Hay dos escenas de Bernarda porque todo el rato intentan retomar el ensayo, pero luego eso nos lleva a los testimonios y a los cuentos de nuestras vidas.
Si el texto está basado en todas vosotras, ¿Qué hay de ti en la dramaturgia?
Pues de mí está mi relato, que forma parte de mi vida. Y seguramente sin ese relato, sin ese episodio de mi vida, no existiría la función, aunque haya sido algo muy doloroso. Y está muy ficcionado, muy en el código cine de terror. Pero es verdad que soy la que soy y estamos contando esto porque pasó eso. Está ya olvidado, pero es importante hablar de ello, ponerlo en voz y compartirlo. Es un lujo.
¿En qué sentido Todas las Hijas es una obra de terror?
Porque La Casa de Bernarda Alba, el libro, es de terror. Cuando nos pusimos en talleres a desmenuzarlo, analizarlo a pedacitos, es terrorífica. Y también trabajamos con otro libro, Reina del Grito, que es de una crítica de cine de terror, Desirée De Fez. Ella habla de cómo los miedos femeninos tienen mucho que ver en las pelis de terror. En esas películas, siempre es una mujer la víctima de ese terror. Y entonces fue muy revelador, porque realmente lo que contamos es terrorífico, pero ha estado ahí conviviendo tanto con nosotras, de una manera tan silenciada o normalizada, que no te das cuenta y, cuando lo pones en valor, y lo cuentas en voz alta y lo conviertes en esto, es terrorífico. Hay historias de abusos, hay historias de maltratos, historias de madres posesivas, son relatos terribles que vives con normalidad.
¿Cuál de las hijas de Bernarda te inspira más empatía?
Lo hablábamos al hacer la obra, yo creo que todas hemos sido Adelas, Angustias, Martirios, dependiendo del momento de la vida. Pasas por todo, incluso Bernardas. Hay un momento en el que una de las actrices dice: “Soy la Bernarda de mi propia madre, me he convertido en Bernarda”. A mí ahora mismo me llaman mucho la atención Martirio, María Josefa, y la Poncia. María Josefa por imaginarme su vida, porque dejan mucho abierto de lo que le ha pasado, no está en el texto. Y me parece que Misery podría ser la versión 3.0 de Martirio: el deseo la lleva casi a enloquecer.
Y si es una obra sobre hijas, ¿cómo se representa a las madres?
Nos vamos convirtiendo en nuestras madres un poco. Vamos descubriendo, poco a poco, que algo extraño pasa y que hay algo muy terrorífico en la función que no sabemos que está, pero que a nosotras nos va llenando y no podemos evitar sacar. Es como una vomitona y, entonces, hablamos de que somos hijas de Bernarda, nietas, que es de terror. Y en ese momento la madre, que es una de las actrices, dice: «El terror es cuando te miras en el espejo y ves a tu madre. Cuando te das cuenta de que te vas convirtiendo en ella». Y ahí nos vamos transformando en nuestras madres, es un momento muy cómico, y a la vez muy delirante.
Sobre ese miedo femenino que es el tema principal de la obra, ¿es hoy igual que entonces, en la época de Lorca?
Mientras sigas teniendo miedo a irte a tu casa sola, aunque parezca que esto se oye mucho, sigue siendo. Mi madre tiene 88 años, voy a verla todo lo que puedo y cada vez que me voy de casa, mi madre me dice: “Llámame cuando llegues y no entres con nadie en el portal”. Me lo sigue diciendo. Seguimos teniendo muchos miedos.
Y, ¿qué debe hacer una mujer para vencer sus miedos?
Yo creo que el camino que estamos haciendo: nosotras no tenemos que vencer los miedos, es que los miedos deben dejar de existir. No son como cuando te da un ataque de vértigo. El problema no somos nosotras. Una de las actrices habla de tres historias de abusos, pero lo hace con una normalidad que yo digo: “No, es que son abusos, es que esto no se puede hacer”. Porque, de alguna manera, marca tu vida y ya te hace tener miedo y rechazo. Ya te digo, lo que me dice mi madre todos los días: “Gema, ten mucho cuidado, que los hay también de traje y de corbata, pero muy cabrones. Llámame cuando llegues”. Ella me ha inoculado a mí también el miedo, pero es que es real.
¿Crees que el miedo se transmite de una generación a otra?
Se transmite, pero porque realmente existe y yo me doy cuenta ahora porque hemos convivido con ellos de una manera muy natural, pero yo me pongo a pensar en las vidas de todas mis compañeras y digo: “Tela marinera”. Y nosotras que somos tías tiradas «palante», libres, empoderadas, independientes, pero es la herencia que tenemos.
¿Todas las mujeres somos hijas y nietas de Bernarda?
Espero que cuanto más joven seas menos hija y menos nieta, pero hay todavía un peso, una herencia, de la religión y del patriarcado que existe y que está. Y eso hace que las mujeres tengamos miedos.
Se dice que Federico García Lorca está muy de moda, pero ¿alguna vez ha pasado de moda?
No. Yo creo que no, pero ahora especialmente es un momento en el que tiramos de él y es curioso, porque al final es Lorca escribiendo solo, porque las mujeres seguramente no podrían, no les publicarían, o lo que escribían se quedaba en el cajón de su mesa. Pero Lorca sigue siendo muy actual y teatral. Teatralmente es fascinante que esos personajes que relata, que escribió en 1936, hace casi 100 años, no te son ajenos. Hay cosas que forman parte de la historia que me resultan lejanas, pero Lorca no.
Tú has hecho varios trabajos de humor, ¿es algo que también veremos en la obra?
Sí, hay también momentos divertidos y, al final, la función termina hablando del superpoder del teatro, ese exorcismo y esa liberación de poder contarlo, ponerlo ahí y ya está. La vida continúa y, en la medida en que tú cuentas cosas, se crea comunidad también y es bueno para todo el mundo.
¿Y cómo conseguís equilibrar ese humor con un relato tan duro?
Pues como la vida misma. Los momentos más dramáticos suelen ser a veces los más cómicos. La obra tiene sus momentos más distendidos, tampoco es que sea una comedia. Seguramente el momento de las madres es muy cómico, pero luego pasea por momentos y relatos duros. Estás escuchando en el patio de butacas y te gustaría no escuchar lo que estás oyendo, por eso está muy guay.
¿Aspiras a que algún día este tipo de obras sean irrelevantes, cosa del pasado?
Ojalá alguien cuente: “¡Qué dices, qué inventada! La Guerra de las Galaxias y Todas las Hijas”. Ojalá.
Cuéntame cómo es trabajar para Erre Produkzioac, una compañía teatral grande.
Lo que pasa es que aquí, las que trabajamos somos amigas. Cuando decidí emprender esto, ya tenía claro con quién quería hacer el equipo porque pertenecemos a una generación, porque somos actrices, pero hemos sido súper amigas de compartir mucho. Todas sabíamos la vida de todas.
¿Y creéis que encajará igual de bien aquí que en País Vasco?
Me da mucha curiosidad. Yo creo que sí. Creo que incluso mejor, porque Madrid tiene mucho más público. Me interesa mucho que se acerque el público joven, porque creo que las miradas son diferentes. Un público mayor forma más parte de esto, y forma parte de ese silencio. El público joven viene sabiendo más, denunciando más, sabiendo dónde están los límites, qué es lo que está bien y lo que está mal, y lo que no se debe aceptar como normal o callarse. Entonces me interesa mucho.