Estas son las impresiones que nos ha hecho llegar Ana Belén Santiago, programadora de Teatro del Barrio, acerca de cómo la crisis del COVID-19 afectará a su espacio.
Lo primero de todo: ¿Cómo estáis?
Estamos bien. Alguna persona del equipo ha perdido a un ser querido, pero la mayor parte estamos sanas y con las personas amadas sanas también; al menos de momento. Supongo que, como todo el mundo, en cierto estado de shock, de inquietud, de preocupación por qué nos vamos a encontrar cuando abran el mundo de nuevo. Intentamos plantear este confinamiento como oportunidad para algunas cosas vinculadas a la reflexión que propicia una parada radical en nuestras habituales vidas veloces, pero es cierto que, en estas circunstancias tan excepcionales, la reflexión no es tarea fácil. Gracias por preguntar. Esperamos que vosotros y vosotras -el equipo de Godot y sus personas queridas- estéis también bien.
Con la actividad escénica interrumpida, ¿estáis pudiendo desarrollar otras actividades: gestión, contacto con las instituciones, preparación y difusión de recursos digitales…?
Ahora mismo estamos en aplicación de un ERTE debido a la absoluta parada de ingresos, como les habrá sucedido a la inmensa mayoría -si no a la totalidad- de los proyectos similares. Tenemos la suerte de que el Consejo Rector del Teatro del Barrio ha aprobado complementar las ayudas del Estado a las trabajadoras hasta llegar al salario habitual. Eso nos hace sentirnos muy agradecidas y orgullosas de formar parte de un proyecto como este. En este contexto, no estamos trabajando como tal, pues solo la persona de redes sociales están actualmente dada de alta. A través de ella se vehiculan contenidos que tratamos de tener disponibles para mantener viva al menos nuestra página web con iniciativas como las que hemos desarrollado por el Día Mundial del Teatro o de la Poesía. Próximamente, con las sesiones ya desarrolladas de la Universidad del Barrio.
Dado que además de trabajadoras, muchas compañeras somos socias de la cooperativa también, intentamos coordinar y generar nuevas ideas y reflexiones sobre la situación actual. En general, tratamos de atender las consultas que nos llegan, mantener la relación con las compañías cuyas funciones se han visto canceladas o que previsiblemente así se verán, responder y participar de encuestas de organizaciones sectoriales de las que formamos parte, leer los estudios y reivindicaciones que se están haciendo… En resumen, intentamos no descuidar las relaciones del teatro con sus interlocutoras (artistas, compañías, socias, espectadoras, organizaciones), pero desde la colaboración como socias más que como la de trabajadoras.
Cuando escucháis lo del teletrabajo como recomendación gubernamental: ¿qué sentís?
Lo cierto es que esta pregunta abre un debate interesante y bastante complejo. Por un lado, el teletrabajo puede ser la respuesta a una relación flexible entre las personas trabajadoras y la empresa. Si la persona trabajadora lo desea y es posible dentro de su ámbito de funciones (en el caso del teatro hay muchos puestos de trabajo que tienen imposible teletrabajar), pues es una buena opción, claro. Por otro lado, es indudable que nos lleva a romper la tradicional división entre vida profesional y vida personal. Una barrera que en las artes en general, y en las escénicas en particular, muchas veces es difusa o inexistente. Esto no sabría decir si es bueno o malo. Sí que es cierto que trabajamos el arte del encuentro, del momento compartido, y pienso que es necesario un tiempo compartido de los equipos que trabajan en teatro. Luego ya, si introducimos determinadas críticas al sistema laboral y productivo sobre la autoexplotación y demás, nos metemos en un debate que excede a esta entrevista y dentro del que el teletrabajo es una manifestación más, sin duda.
Pero sobre la pregunta concreta de la recomendación gubernamental actual, me parece peligroso. El teletrabajo exige unas condiciones concretas en la casa de la persona trabajadora: ordenador, conexión a Internet, espacio separado… por hablar sólo de las materiales. Estas condiciones no tienen por qué darse y no puede exigirse que las aporte la trabajadora. En esta circunstancia concreta, además, quienes tienen personas bajo su cuidado -obligadas a estar ahora en casa-, con una circunstancia de incertidumbre excepcional, creo que no se dan las condiciones básicas emocionales para promover el teletrabajo. Trabajar, como todo en la vida, exige de una situación personal emocional, psíquica, que ahora mismo se encuentra en estado de excepción y de alarma.
¿Cuántas personas trabajaban en vuestra sala habitualmente?
En total, somos 14 personas en nómina entre gerencia, administración, producción, formación, comunicación, técnica, programación, taquilla, limpieza, bar…
¿Qué ha supuesto esta situación para vosotros a nivel de puestos de trabajo de forma directa? ¿Habéis tenido que prescindir de alguien o podéis mantener todos los puestos?
Hemos aplicado un ERTE a todos los puestos, menos el de redes sociales, que sigue activo. El teatro completa la aportación del gobierno hasta alcanzar la nómina habitual de cada una de las personas. Otros proveedores puntuales, vinculados a comunicación, suministros del bar, profesores y profesoras de talleres, proyectos de producción que se han visto interrumpidos, por no hablar de las compañías que estaban programadas, tienen interrumpida temporalmente su relación con el teatro ahora, pero se retomará en cuanto nos permitan abrir. La voluntad decidida del teatro es aguantar este bache y que ninguna trabajadora se vea afectada en el futuro por esta situación actual.
E indirectamente ¿Cuántos espectáculos vamos a dejar de ver en vuestra sala y cuántas compañías se ven afectadas?
En la actual coyuntura de cierre hasta el 26 de abril, se han suspendido en torno a setenta actuaciones, de unas 25 compañías, artistas o grupos musicales.
¿Qué impacto económico mensual va a tener para vosotros?
Calculamos esa cifra en torno a los 40.000 euros mensuales, atendiendo a los gastos que seguimos asumiendo a pesar de la inactividad y lo que no ingresamos por el cese de actividades. Marzo es un buen mes de teatro y teníamos una buena gira programada (se han cancelado en torno a 15 funciones de gira), así que el daño es importante. Y esto sin tener en cuenta que este impacto afecta a todas las compañías programadas, de las cuáles somos correa de transmisión de sus ingresos de taquilla.
A nivel de instalaciones, ¿estáis de alquiler o el local es vuestro? ¿Supone uno de los grandes gastos a mantener aunque no haya actividad?
Estamos en régimen de alquiler. Nos han hecho una rebaja del 33% por esta situación. Este gasto, suministros que aunque no se usen hay que seguir abonando y completar los salarios de las personas en nómina son los principales costes actuales.
¿Cuáles creéis que van a ser para vosotros las repercusiones a largo plazo de esta crisis del COVID-19? ¿De qué forma lo vais a sufrir de cara al futuro?
Por un lado, tendremos que remontar este batacazo económico. Por otro lado, creo que el desafío ya existente de generar nuevos públicos y atraer a la gente a las salas de teatro va a agudizarse. Vamos a encontrarnos con una sociedad con menor poder adquisitivo, que es posible que varíe sus decisiones de gasto. Lamentablemente, el valor social de la cultura en España no está al nivel de otros países en los que se entiende que es un bien de primera necesidad. Es posible también que tardemos en salir del estado de miedo al contagio, lo que puede retrasar el regreso a espacios cerrados como una sala de teatro, basados en la proximidad como ADN de la experiencia. Sin embargo, también es posible que salgamos necesitando más que nunca encontrarnos y juntarnos en un mismo lugar para reflexionar e imaginar juntas. Depende del tiempo que duren las medidas de distanciamiento social y de la capacidad que tengamos como sociedad de reconquistar nuestros espacios de comunidad.
Se está hablando mucho de las medidas que ha tomado el Gobierno. ¿Crees que son suficientes para la cultura a nivel general y para vosotros en particular?
Creo que la situación es insólita y que nos falta cierta distancia para evaluar el conjunto de las medidas y sus resultados. En nuestro caso concreto, las medidas de tipo laboral, nos parecen adecuadas y ayudan, sin duda. Me consta también que desde las administraciones están conversando con los agentes organizados del sector para escuchar sus reclamaciones y que están siendo valoradas. Entiendo que se van a seguir tomando medidas a partir de estas recomendaciones y peticiones. Sin embargo, hay una gran laguna que me preocupa y para la que no veo que se esté poniendo solución. En el circuito denominado alternativo hay una gran masa heterogénea de creadoras y creadores cuya situación jurídica no les permitirá el acceso a ayudas. Pienso en asociaciones culturales, en autónomos, en artistas que son dados de alta por gestorías externas para cada actuación, en fórmulas cooperativistas… estos mecanismos eran utilizados para cumplir la legalidad en su actuación en nuestras salas porque la fórmula a la que obliga la actual legislación, la de ser una empresa, no era viable ni sostenible económicamente. ¿Qué va a pasar con estas personas? La creación alternativa, estrato fundamental para para la investigación, la creación, el desarrollo y la garantía de la pluralidad de voces y discursos en nuestras artes escénicas está en una situación de precariedad absoluta, no sólo económica, sino fiscal o jurídica. ¿Cómo se va a atender a estas trabajadoras de la cultura? En la cadena de vulnerabilidades que caracteriza nuestro sector, sin duda, la más frágil es ésta y su fragilidad se hace más manifiesta ahora que nunca.
¿Qué necesitáis vosotros particularmente de las instituciones en un momento así?
Fundamentalmente, un cambio de foco. Pasar de entender que la cultura es un porcentaje del PIB, una industria generadora de empleo y de riqueza (que en un volumen concreto, sí lo es) para entenderla también como un aglutinante de miradas y voces que son la otra salud de nuestra sociedad. Este es el primer paso fundamental. Y, en segundo lugar, la audacia para poner en marcha medidas estables en el tiempo. No se trata de resolver un bache económico, se trata de fortalecer un tejido de manera estable a través de proyectos de apoyo, sostenimiento y desarrollo para el medio y largo plazo. Por último, una comunicación social del valor social que aportan las trabajadoras de la cultura al conjunto de la sociedad y a la salud de las ciudadanas y ciudadanos que la componen.
¿Tenéis concedida alguna ayuda pública reciente? Si es que sí, ¿tenéis ya el dinero o todavía no? ¿Os han dado las instituciones alguna previsión en este sentido?
Este año sólo hemos solicitado la ayuda a la producción de la Comunidad de Madrid, pero aún no está concedida. Aún no se han convocado las restantes ayudas.
Para atacar a este sector siempre se habla de que la cultura está muy subvencionada, pero llega una situación como esta o una crisis económica y vemos que es un sector que sufre mucho y en casi todos los niveles. ¿Por qué la sociedad no reconoce al sector como debería? ¿Por qué siempre le dan de lado?
Creo que tiene que ver con el valor social de la cultura. Creo que se entiende la cultura como un bien de lujo, y no como un bien fundamental para la salud social. Las ayudas y subvenciones son herramientas de apoyo que se aplican en todos los sectores de la economía: los bancos hace bien poco, la ganadería, la construcción… sin embargo, en la idea de algunas ciudadanas y ciudadanos subvención es sinónimo de cultura. Y eso demuestra una mirada limitada. Aparte que ese montante no suele ser tan relevante por norma general. En el caso del Teatro del Barrio, el máximo que han alcanzado las subvenciones en porcentaje de ingresos ha sido del 15%. En el caso de muchas giras de producciones potentes, no llegan a suponer ni el 10% del IVA que genera esa gira sólo en caché.
¿De dónde viene esa mirada limitada? En determinados discursos políticos se ha trabajado intensamente en esa asociación cultura-subvención, artistas-subvencionarios con ánimo de desprestigiar al sector y la opinión de algunos de sus miembros que, al gozar de prestigio público, han sido altavoz crítico con determinadas medidas o discursos. Es también una cuestión ideológica. Por un lado, atiende a la perspectiva de que el mundo funciona como un mercado que regula de manera autónoma el valor de los bienes. Si se sobrevive en ese mercado de concurrencia competitiva, el bien es valioso. Si no, es prescindible. Esto implica que haya una lectura de que aquella actividad o bien que no pueda generar beneficios -o supervivencia- a partir de la relación entre su coste de realización y los ingresos obtenidos de esa realización, es un bien prescindible, no valioso. ¿Debe la cultura entrar en ese planteamiento? Yo pienso con claridad que no. Hay un tipo de cultura, la denominada industria del entretenimiento, que se maneja bien en este paradigma. Estupendo. Pero es muy peligroso que sea la base del funcionamiento global. Dejar al éxito en ese sistema de competencia la existencia de los bienes culturales supondría la desaparición de la pluralidad, de la investigación, del avance artístico, en definitiva. No todo es cuantificable. Lo que aporta la cultura -sana, plural, diversa- a las personas que la disfrutan son sustantivos difíciles de medir: felicidad, comprensión, reflexión, imaginación, descubrimiento, posibilidad, sorpresa, cuestionamiento, creatividad… ¿cómo mides ese impacto para defenderlo? No puedes.
Vosotros también tenéis formación. ¿Cómo os ha afectado ahora y cómo os afectará en este aspecto de cara al futuro?
La formación es una fuente de actividad y de financiación del proyecto no tan significativa como en otros teatros. La interrupción de los cursos, obviamente, suma pérdidas, y resta vida y habitantes al teatro, pero no es el principal de nuestros males actualmente.
¿Cuántos cursos, talleres, laboratorios… habéis tenido que parar y a cuántos alumnos y trabajadores ha afectado?
Se han suspendido los talleres regulares de producción, iniciación a la interpretación, escritura, teatr del oprimido y dirección; seis en total. Además, se han tenido que suspender 4 intensivos. Esto, pensando que en mayo podamos iniciar la actividad formativa, al menos.
¿Cuántos ya organizados no van a poder empezar?
En las actuales circunstancias, dos.
¿Tenéis formación online? ¿Creéis que puede ser una salida? Si no la tenéis, ¿Os lo estáis planteando?
Los talleres de dirección y de dramaturgia están realizándose online, por propia iniciativa de los grupos y profesores. No es la situación idónea. Las escénicas son artes de la presencia compartida, una formación online puede superar baches como el presente, puede ser útil en determinados aspectos o áreas, pero en esencia, el compartir espacio y tiempo son básicas para un aprendizaje y conocimiento compartido pleno y real sobre este lenguaje.