Celia, ¿en qué te has inspirado para construir BuenaVentura?
Celia Morán: BuenaVentura surge de interminables conversaciones con la actriz, Ara Contreras. Hay mucho de nuestras preocupaciones, de nuestros fantasmas y de nuestra forma de entender el humor. Nos interesaba lo divino y lo humano, la forma rápida e injusta en la que se juzga todo, los límites entre la locura y la cordura, lo complejo que es lidiar con la sociedad cuando una es pasional y sensible. Con todo esto y alguna reflexión más, un día le planteé a Ara esta premisa: “Una mujer trabaja como la teleoperadora de Deus y es la encargada de juzgar los casos divinos”. Luego empecé a escribir, con confinamiento de por medio y mucho tiempo para darle vueltas. Y al final, salió un monólogo lleno de humor trágico, que habla de un trastorno mental, desde la horizontalidad absoluta.
Una de las protagonistas de este monólogo es Pili. ¿Quién es ella?
C. M.: Pili es una mujer cualquiera que ha preferido refugiarse en casa, porque el mundo de fuera le provoca mucho dolor. Podríamos decir que es un personaje marginal, que es intensa, que tiene un trastorno… Sin ninguna duda, en otra época a Pili se le hubiese diagnosticado de histeria. Cualquier definición posible es insuficiente y, sobre todo, nunca podremos saber si Pili ‘era histérica’ y por ello se le excluye, o se le excluye y acaba ‘histérica’, pero da igual, insisto en que Pili es una mujer cualquiera.
Ara Contreras: Pili es una mujer extremadamente sensible, es un pez fuera del agua suplicándole al aire unos segundos más de vida. Ha aprendido a ponerse capas para defenderse de su propia vulnerabilidad. Es la mutación extrema de sus circunstancias, un resultado en deconstrucción. Es una mente muy compleja que se sorprende de sus propias normas.
Pero también tenemos a Ostia…
C. M.: Ostia aparece en el momento en que Pili desaparece. Cuando da rienda suelta a su imaginario, se siente más cerca de lo divino y más segura de sí misma. En ese momento brota Ostia como un alter ego carismático y vacilón, aún más pasional que la propia Pili. Ella es lo que nadie se atreve a ser, por miedo a sentirnos juzgados. Se cree la elegida de Deus y construye ante nosotros un mundo onírico en el que puede pasar cualquier cosa.
A. C.: Como dice Celia, Ostia es el alter ego de Pili, o lo que Pili no es. Una mujer segura hasta las últimas consecuencias, cínica, carismática, poderosa hasta el cliché. ¿Qué se puede esperar de ser la mano derecha de Deus? (risas).
¿Has conocido muchas ‘Pilis’ a lo largo de tu vida?
C. M.: Yo creo que todas somos ‘Pilis’.
A. C.: Sí, así es. Mostrarse vulnerable es un salto al vacío, una decisión. En el momento en que aceptas que en este costado te hacen más daño que en el otro y regalas esa ‘debilidad’ al mundo como un acto de fe, empiezas a conocerte como Pili y a conocer a muchas más ‘Pilis’.
El mundo que muchos nos inventamos en nuestra cabeza, esa vida que vivimos al margen de nuestra existencia cotidiana, ¿qué dice de nosotros? ¿creéis que es algo asociado a una permanente insatisfacción, es simplemente una válvula de escape o un miedo atroz a enfrentarnos a la realidad?
C. M.: Creo que en nuestro mundo interior es el único lugar donde podemos ser nosotros mismos. Y es muy rico nutrirlo y darle rienda suelta, siempre que sea de manera consciente y controlada. Digamos que a Pili se le va de las manos, porque, efectivamente, sus miedos no le permiten hacer frente a su realidad. Ella toma ese mundo como un escondite, donde se siente aliviada y segura. En tal caso, como dices, lo que empieza siendo un juego (una válvula de escape), termina convirtiéndose en una prisión.
A. C.: Yo creo que dice que somos muy frágiles y que la imaginación es fascinante. Que el ser humano tenga la capacidad de generar mundos al margen de la realidad es útil si sirve de apoyo para sobrellevar esa realidad, pero aterrador si lo que provoca es una patología incapacitante. Aunque lo que de verdad aterra es… ¿dónde se pone el límite? Pili ha pasado ese límite -difuso- por su aferrada necesidad de ser amable. Miedo, insatisfacción, escape… todo nos cabe a todos y nadie está vacunado.
¿El mundo es un lugar que duele, entonces?
C. M.:
A. C.:
¿Por qué se condena especialmente a las mujeres cuando no se comportan como la sociedad espera de ellas?
C. M.: Pues eso me pregunto yo, ¿por qué? ¿Por qué se cuestiona a la víctima y no al agresor? ¿Por qué todavía una mujer tiene que justificarse sobre su estilo de vida? ¿Por qué el aborto o la prostitución siguen generando debate? ¿Por qué es conflictivo que me depile o que no me depile, que me maquille o no, que lleve un hiyab o no? ¿Por qué nos alarmamos si una mujer decide vivir en soledad, o toma la iniciativa sexual? ¿Por qué en nuestro país el 70% de los cargos directivos son ocupados por hombres? ¿Por qué las mujeres sufren más trastornos de salud mental? ¿Por qué, por qué, por qué? Son demasiados ‘por qués’ y la respuesta siempre es la misma.
A. C.: Y precisamente por estas cosas, el mundo duele. Esta pregunta es durísima, me cuesta responderla sin tener ojos y cuerpos delante con los que debatir. Es una pregunta muy condenatoria hacia una mujer porque muchas de nosotras ya lo hemos reflexionado y vivido hasta la frustración. Ahora la reflexión la tiene que hacer la parte que condena, porque es la que genera la ‘irracional expectativa’ y la que se tiene que tratar el ‘privilegio incapacitador’.
¿Cómo creéis que la sociedad sigue esperando que se comporten las mujeres? ¿Aún sentís la presión de cumplir con ciertos convencionalismos?
C. M.: Hoy, 2 de enero 2023, pongo google news en el teléfono de mi prima, adolescente. Estas son 6 de las primeras 10 noticias:
-Maquillaje para párpados caídos.
-Mario Vargas Llosa saca la artillería pesada contra la Preysler.
-Cristina Pedroche pierde la dignidad en las campanadas 2023.
-El corte midi que debes llevar si tienes más de cuarenta.
-Cómo demostrar a tu crush que te gusta, sin que lo note.
-Malú hace balance del año y se olvida del padre de su hija.
Como te podrás imaginar, seguimos sintiendo esa presión, yo la primera. Otra cosa es que algunas tengamos el ‘privilegio’ de poder ignorarlo cada vez más.
A. C.: La sociedad es un conjunto holístico de microsociedades. Muchas de estas pequeñas sociedades esperan que la mujer se comporte canónicamente, porque eso da seguridad, ya sea desde el punto de vista tradicional o desde una ruptura que se convierte en norma. Al final es eso, norma. ¿Quién impone la norma? Yo siento cada vez menos de esa presión, pero he trabajado duro hasta llegar a este punto. Por eso me gusta servir de apoyo y compañía a todas las que estén en este viaje. Aquí estoy.
Algo llamativo de BuenaVentura es que en el germen del proyecto planteabais cuatro finales para la obra, con lo cual cada función era distinta a la anterior. ¿Por qué al final optasteis por una obra más ‘convencional’?
C. M.: Es cierto que en la idea original la obra planteaba cuatro finales, de hecho, existe una primera versión del texto que está escrito con los finales alternativos, de esta forma, el público debía votar justo al principio, sin haber visto nada, prejuzgando lo que merecía Pili, pero nos dimos cuenta de que cada uno de ellos perdía algo de fuelle. Nos encantaba a nivel de estructura y originalidad pero el mensaje quedaba diluido, así que optamos por hacer un solo final recuperando la esencia del monólogo. Nos dio pena la decisión de dejar un solo desenlace, pero ahora veo que haber escrito cuatro finales distintos, hizo que la versión definitiva creciera y ganara solidez. Tenemos un solo final construido con cuatro ideas diferentes.
¿Os resultó sencillo encontrar la mejor manera para que la actriz se pudiera comunicar con el público?
C. M.: Es un texto con un tono muy concreto, entre lo cotidiano y el delirio absoluto, por lo que la forma tiene que estar muy bien dibujada, es fácil caer en la exageración o volverlo macabro. Pero Ara entendió el juego enseguida. Creo que tenemos una forma muy parecida de enfrentarnos a la interpretación y de entender el teatro. Cuando la comunicación es fluida entre director/a y actriz o actor, el camino es muy gozoso y eso se nota en escena. Ara se mete al público en el bolsillo en los primeros minutos de la obra.
A. C.: El texto está magistralmente formulado para que mi relación con el público sea totalmente transparente y eso me encanta. Somos un equipo que goza regalando, cada una desde su función. Celia tiene esa genial manera de escribir que cautiva, un humor tierno y trágico que te desgarra las entrañas. Conectamos muchísimo en nuestro humor. Cuando se trabaja desde lo que una es, no queda otra que llegar al público.
Celia, ¿qué nos puedes decir de Ara como actriz?
C. M.: Ya habíamos trabajado como compañeras de elenco hace unos años y le había dirigido en una lectura dramatizada en el ‘Ciclo de lecturas alemanes del Teatro Español’, es decir, éramos amigas y el monólogo está escrito pensando en ella. Me resulta divertido escribir pensando en alguien a quien conozco y admiro porque me lo imagino interpretando las escenas y me divierto muchísimo. Igual de divertido ha sido dirigirla. Las dos veníamos a los ensayos con la intención de proponer y encontrar juntas.
Ara Contreras es de las mejores actrices que conozco, divertida y muy comprometida con el trabajo. Es de esas intérpretes que se lanza sin paracaídas, se mancha, se emociona y emociona. Entiende la comedia desde la matemática, pero también desde las entrañas y eso le convierte en una diosa tragicómica que no puedes dejar de mirar.
¿Qué trabajo has tenido que hacer con ella? ¿Qué premisas le diste para que pudiera meterse en la piel de los dos personajes que tú has construido?
C. M.: En realidad, ella llega a hacer hasta cinco personajes diferentes en la obra. Tenemos a Pili, Ostia, la abuela, Pedro y Pili niña, cada uno se hace presente de repente y se queda con la escena como por arte de magia. De por sí ella es muy versátil como actriz, tiene mucha facilidad para modificar su voz, su cuerpo y desaparecer por completo para ofrecer cosas muy distintas. Hemos charlado mucho sobre cada uno de los personajes, y ninguno es un estereotipo, todos tiene un pellizquito que les hace únicos. Creo que la principal premisa era que todos los personajes tenían que pasar por la visión subjetiva de Pili, lo que ya era difícil y abstracto. Y la propia Pili estaba construida desde un lugar muy cercano a Ara. Hemos jugado mucho durante los ensayos, creando sobre la marcha.
Y lo mismo para ti, Ara, ¿qué me puedes decir de Celia como dramaturga y directora?
A. C.: Empiezo por la profunda admiración y cariño que siento hacia Celia, tanto en lo personal como en lo profesional. Sigo mucho su trabajo como dramaturga y me atrapa la capacidad que tiene de contar las historias de una manera honesta, humana y sin juzgar. Ella escucha a los personajes, con esa mágica paciencia que tiene, y les va dando su espacio, les deja hablar y hacer, sin reprimirles. Les deja nacer. Es capaz de sacar la comedia de las tragedias sin caer en lo frívolo, tienen un sentido innato y genuino para este tipo de humor. Además, tiene una imaginación extrema y costumbrista y un sentido del ritmo que no te queda otra que disfrutarla. Es una genia.
Como directora es un verdadero regalo. Siempre ha estado abierta a todas mis propuestas porque deja mucha libertad creadora a sus actrices y actores. Cuando trabajo con ella me siento como una niña explorando y jamás he sentido el mínimo juicio en el proceso de creación. En todas sus propuestas deja espacios abiertos que se completan en la acción, trabajando en equipo. Es una suerte trabajar así.
Ara, ¿cómo ha sido este viaje para dar vida a los distintos personajes de la obra?
A. C.: Pues ciertamente ha sido un trabajo intenso. Una gozada. Yo me comprometo muchísimo en el proceso de creación de los personajes y este espectáculo me proponía un tentador reto. Muchas horas de análisis. Muchas horas delante del espejo, mirando a Pili, buscando como es cada personaje pasado por su filtro. Buscándolos también por las calles. Probando maneras de hablar, comportamientos y velocidades de pensamiento. Modelando. Buscando también acciones que me sirvieran para hacer espontánea la palabra. No he terminado, cada vez que me enfrento al público con este espectáculo se me plantea una posibilidad más de búsqueda.
Celia, Tú eres la dramaturga y directora. ¿Ya escribiste sabiendo que lo ibas a dirigir? ¿Cómo ha sido el diálogo que se ha establecido entre ambas funciones?
C. M.: Así fue. Ara me planteó si le escribía un monólogo y creo que las dos asumimos de manera natural que lo iba a dirigir yo. Cuando dirijo un texto mío no me gusta llevar en la cabeza el resultado final, prefiero enfrentarme a la historia como si la estuviese descubriendo por primera vez junto a los actores. Luego resulta gratificante y sorprendente cuando empiezan a salir capas y capas de lecturas de las que no eras consciente.
¿Quiénes sois Las Martianas y qué tipo de teatro queréis llevar a cabo como compañía?
C. M.: Somos nosotras dos, Ara Contreras y Celia Morán, y de momento nos hemos inaugurado con BuenaVentura en Surge 2022. Esperemos que en unos años pueda contarte más nuestros montajes martianos.
A. C.: Somos todo eso, y sobre todo dos amigas que nos lo pasamos brutalmente bien jugando juntas.
¿Qué opináis de un festival como Surge? Que es donde se dio a conocer la propuesta, como bien dices.
C. M.: Es la manera que hemos tenido de poder producir la obra. Así que ojalá hubiese más festivales así, y tuviesen más promoción y visibilidad. Estamos muy agradecidas tanto al festival como a la sala Nueve Norte Teatro por haber puesto el ojo en BuenaVentura.
Y siempre pregunto a lxs creadorxs para ir analizando el sector. ¿Cómo veis la salud de las Artes Escénicas y cuáles son los mayores problemas/retos a los que tenéis que enfrentaros?
C. M.: Creo que podría poner el mismo meme de la pregunta sobre si el mundo duele (risas). Es imposible que alguien enfermo se cure, sin darle la atención y los cuidados necesarios. No se educa en las Artes ni se apuesta por ellas en este país. Se valora si salen rentables (la mayoría de las veces no) y se espera que no molesten. Y aquí estamos desde el otro lado, los que venimos de las trincheras, actuando en salas off o en teatros oficiales (cuando se puede), esperando que venga público, pero que no se capitalice nuestro arte. Reivindicando que esto no es solo entretenimiento, o firmando manifiestos porque aún hay censura ideológica.
A. C.: Las Artes Escénicas, y las artes en general, tienen muchos competidores de consumo inmediato y de fácil digestión. Eso acomoda al espectador. Otro gran problema es la proyección del arte como mercancía, lo cual es ir contra su propia esencia, y que no se educa en la importancia que tiene el arte para el desarrollo del ser humano. Es una cuestión antropológica. La manera se sobrevivir es comprometernos con el hecho escénico y con los elementos que le son propios, que convoquen al público para compartir espacio y tiempo. Por otro lado, a las compañías emergentes nos cuesta una barbaridad que los programadores nos dediquen tiempo para conocer nuestro trabajo. Esto entristece muchísimo, necesitamos que nos vean.
Celia, te has formado como actriz, directora, dramaturga… ¿Cuándo te das cuenta de que las Artes Escénicas son el camino?
C. M.: Pienso que una cosa me ha llevado a otra y todas tienen que ver con mi impulso creativo. Mi madre te diría que siempre he querido ser ‘inventora’ y de alguna manera eso es lo que hago. Después de formarme como actriz quise seguir explorando el mundo de la escritura, que siempre me había interesado, y al entrar en la RESAD la dirección iba de la mano, así que fue una consecuencia. Estoy bastante de acuerdo con la gente que habla del teatro como un veneno que se te mete en las carnes, pero me tomo la profesión como otra cualquiera. Simplemente, estoy tratando de vivir de lo que he estudiado, y tengo la suerte de que me da la vida.
Ara, tú también eres multidisciplinar: escribes, diriges, actúas… ¿era imposible evitar tu inevitable fuerza creadora?
A. C.: (Risas), sí, así es, soy un culo inquieto existencialista. No entiendo el mundo, por eso siempre estoy dando el salto a buscar respuestas que nunca llegan. La creación es uno de mis medios. Además, me siento útil cuando el público se plantea preguntas en torno a lo que pueda ver de mi trabajo. Que les pueda servir de espejo en el que mirarse y cuestionarse. Eso, y que lo disfruten -o que se incomoden disfrutosamente-, me hace muy muy muy feliz. Una buena pizza y un gintonic también me curan un ratito el existencialismo (risas).
Celia, en tu teatro hay muy poco de postureo y sí mucho lenguaje directo y brutal en ocasiones. Como la poesía asonante de Marea, por ejemplo, que te atraviesa el corazón de una forma canalla pero bella al mismo tiempo. ¿Crees que tienes un teatro que llega fácil al público, un teatro que engancha?
C. M.: Gracias por la comparación. Me obsesiona la mezcla entre lo cotidiano y lo poético. Creo que uno de los efectos de ese lenguaje directo es precisamente tocar al público. Por lo que sí, te diría que llega. Lo que habría que ver después es dónde le toca a cada uno, no es lo mismo que a una le lleguen al corazón, a las tripas, o a un pie. Supongo que depende de ese toque que se enganchen o no.
Cuando la Celia adolescente empieza a escribir sus cosas, ¿es con la intención de evadirse de la realidad o para compartir esa realidad con los demás?
C. M.: Antes de la adolescencia, incluso antes de aprender a leer ya inventaba historias mirando las ilustraciones de los libros. En esos momentos, y más adelante en mis escritos, era evasión absoluta, tengo demasiada facilidad para viajar rápidamente a mi mundo. Es obvio que no pensaba en que alguien podría leer lo que yo escribía. Fue a raíz de empezar a formarme como actriz cuando escribí mi primera obra de teatro, La trapatiesta de lo rocambolesco, pesando en mis compañeros/as de clase como protagonistas.
¿Y en qué momento crees que lo que escribes puede ser lo suficientemente bueno como para llevarlo a un escenario? ¿Dónde reside esa valentía o esa confianza?
C. M.: Puf, creo que todavía sigo dudando de ello. Pero lo esencial fue estudiar dramaturgia y rodearme de gente en la que confío y que también confía en mí. Además de sentir la necesidad de contar lo que estoy contando. Es muy importante, y muy bonito empezar con una ‘familia teatral’ que quiera tirarse a la piscina contigo. Estoy pensando en El ombligo de la reina, una comedia musical que escribí y dirigí, que nació como un trabajo de fin de curso y con la que continuamos durante tres años. La recuerdo con un cariño inmenso e incluso estaría dispuesta a volver a llevarla a escena si tuviera la producción que se merece.
Quizás los premios ayuden a construir esa confianza y tú has ganado dos recientemente. En julio de 2020 ganaste la Pluma de Oro del IV Torneo de Dramaturgia del Teatro Español, y En 2022 ganaste junto a Juan Carlos Mestre el XVI Premio Leopoldo Alas Mínguez de Teatro SGAE, por Vagos y maleantes. ¿Cómo te hace sentir eso?
C. M.: Pues me hace sentir bien. Los premios no son la finalidad, pero son un buen acicate. El Torneo de dramaturgia fue una experiencia divertidísima; mi texto, Concertina, tuvo que leerse junto al de Denise Deispeyroux. Maxi Iglesias y José Padilla nos ponían cada semana un elenco sorpresa, de un nivel impresionante. Y después el público votaba, sin saber quién era el autor o autora. Me quedé con ganas de más, así que igualmente invoco la producción de Concertina.
En cuanto a Vagos y Maleantes, es la primera obra que hago en coescritura, junto a mi querido Juan Carlos Mestre. Llevábamos un tiempo queriendo hacer algo juntos y Mestre me propuso hacerlo sobre la represión homosexual durante el franquismo y los afectados por esta ley. Así que nos pusimos a investigar y a trabajar hasta llegar a fusionar nuestros estilos. La obra será publicada este año y se realizará una lectura dramatizada. Dicho sea de paso, también buscamos producción para poder llevarla a escena (risas).
Y tras esos premios y reconocimientos, ¿cómo se enfrenta una de nuevo al folio en blanco? ¿Con más responsabilidad para cumplir con las expectativas o sintiendo que tiene que seguir siendo honesta con lo que quiere transmitir aunque quizá ya no haya más premios?
C. M.: No siento que tenga que cumplir con las expectativas de nadie. Cuando el texto es un encargo, intento dar mi visión, respetando las premisas. Cuando no es así, me escucho las tripas y veo qué es lo que resuena.
¿Celia Morán es una gladiadora del teatro?
C. M.: (Risas). Eso escribió Yolanda Pallín en el prólogo de una de las publicaciones de la Editorial Fundamentos. Si eso significa continuar en la lucha, perder y ganar batallas, pues tal vez lo sea.
¿Aún sientes ganas de destriparlo todo?
C. M.: ¡Sí! Yo lo destripo todo, pero siempre con humor y ternura.
Y cuando quieres huir de la realidad que nos rodea como hace Pili, ¿a dónde te diriges o qué haces para escapar?
C. M.: Soy muy de huir al pueblo, como si fuese una película de Almodóvar. Y de escuchar el campo y a los animales. Pero cuando esto no es posible, leo, escribo o duermo. A veces, como Pili, sueño despierta.
¿Ara Contreras también sueña despierta o cuál es su válvula de escape?
A. C.: Yo no dejo de soñar despierta. Mis válvulas de escape son estudiar, mi familia, mis amigas, mi mar, el solecito, el chocolate, una partidita de Risk…
Y si Celia es una gladiadora… ¿quién es Ara Contreras?
A. C.: Pues quizás… otra gladiadora que tiene la suerte de caminar a su ladito. Y me siento muy afortunada. Una alianza leal y una compañía reconfortante. No podría decirte quién soy, todavía no me conozco, pero sí sé que una gran parte de mí vive para compartirme con el público, para hacer reír, o llorar, o emocionar, o lo que sea, para contar historias y para regalarle un trozo de lo que soy a los personajes que interpreto porque ellos me regalan muchísimo a mí.