A lo mejor es cosa mía, pero tengo la sensación de que el Día Internacional de la Danza se celebra poco en Madrid. Me refiero a celebraciones guiadas, armadas, con un soporte detrás (público o privado) que respalde la importancia de la danza. Que aproveche el 29 de abril, Día Internacional de la Danza, para facilitar el acceso de la ciudadanía a esta disciplina, tan invisible todavía, incluso en su día; tan lejana y anecdótica en las vidas de tanta gente; tan interesante y asombrosa cuando se descubre.

La primera vez que vi danza contemporánea tenía 19 o 20 años. Estaba recién llegada a Madrid para estudiar Periodismo y me fui al Teatro Albéniz, de hace tantos años, a ver Anyway, de 10&10. Fui sola, un sábado por la tarde, por el placer de descubrir qué sería aquello, la danza contemporánea. Cuando acabé el espectáculo no me podía mover del asiento. No entendía lo que había visto ni lo que me había pasado ni cómo podría contarlo (a mi madre, a mis amigas… “He ido a ver una cosa de danza al teatro que…”). El caso es que me convertí en espectadora de danza por casualidad, fruto de la curiosidad de una chica ávida de nuevas experiencias en la capital. Me pregunto qué pasaría si la danza en general estuviera más presente en las opciones de todas esas personas que no saben ni que existe, o que, de saberlo, la imaginan como algo raro, lejano y, a veces, elitista (con algunos precios de algunas entradas, no me extraña).

Cuando salí aquella tarde del Albéniz lo hice con tres preguntas en la cabeza que, desde entonces, rondan el ejercicio periodístico que hago alrededor de la danza: qué es esto que he visto, qué me ha pasado a mí cuando lo he visto y cómo lo cuento (con palabras). Tres interrogantes que me han venido siempre muy bien para acercarme al género de la crítica con distancia. Pero eso es otra columna.

El caso es que preparando el reportaje sobre las celebraciones del Día Internacional de la Danza para este mismo número de Godot, he comprobado que la cosa sigue bastante pobre. Es verdad que tanto el reportaje como esta columna se están escribiendo un mes antes del DID y todavía puede haber esperanza, pero cómo sería de fabuloso una jornada de puertas abiertas en los teatros, por ejemplo, donde acudir de manera gratuita y ver el trabajo que tantas creadoras, compañías, bailarines… hacen habitualmente en esta ciudad. Tener la sensación de que a la danza, por lo menos en su día internacional, se la tiene en cuenta.

El 29 de abril las redes se llenarán de frases que intentan sublimar la importancia de la danza y a veces consiguen el efecto contrario, por lo menos en mí (y en otras personas). Por cursi, engolado. Que si la danza es el lenguaje del alma, que si los bailarines son atletas de dios… Bajémosla a tierra, hagámosla presente de verdad, cercana, necesaria. Más que celebrar el Día Internacional de la Danza, creo que debemos reivindicar la danza, también en su día.

 

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