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Realidad distorsionada

Laura Balo: “Ha pasado el tiempo y ya me vuelvo a querer”

Es una de las fundadoras de Compañía Enredadera, cuyo anterior montaje fue la interesante obra Dolores y Esperanza. Ahora, Laura Balo, escribe, dirige e interpreta Con la muerte en las punteras, un espectáculo muy personal en el que habla de una estudiante y deportista de 18 años que padece anorexia nerviosa.

Esta obra de autoficción que aglutina teatro, danza y videoescena puede verse En El Umbral de Primavera.

 

Imagino que en tu vida empezó antes la gimnasia que el teatro…

Sí, eso es, la gimnasia llegó antes a mi vida. Empecé a hacer gimnasia rítmica cuando era muy pequeña, a los 3 añitos. La estuve practicando hasta los 16 años en que me retiré por una lesión. Es un mundo muy difícil el de la gimnasia, la verdad. Y cuando me retiro es cuando necesito canalizar mi energía por algún lado y aparece el baile, la danza y posteriormente el teatro, que es un mundo también complicado, pero apasionante para mí. Y aquí sigo.

 

En ambos casos, es hacer cosas delante de público.

Sí, es algo que a mí me encanta, mostrar mi trabajo delante de gente me gusta, pero es verdad que en el teatro es todo más tranquilo, sin tanta competición, sin una disciplina tan férrea… que son cosas que cuento en la obra. Ahora tengo una vida más en paz.

 

¿De qué hablas en la obra?

La obra habla de varias historias. La historia principal es la de una niña llamada Ángela, ella tiene 18 años y vamos descubriendo las cosas que le pasan y los problemas que tiene debido a la gimnasia rítmica, la relación con su familia, el instituto… Luego otra parte de la otra se desarrolla mediante videoescena, y son testimonios reales de diferentes gimnastas con las que estuve contactando. Quería que también aparecieran diferentes vidas en la obra.

 

¿En la videoescena son las propias gimnastas las que aparecen?

No, son actrices que hacen de ellas y recrean su testimonio.

 

¿Y Ángela eres tú?

Sí, Ángela soy yo.

 

Pues háblame un poco de esa época tan difícil que pasaste haciendo gimnasia.

Cuando eres tan pequeña y entras en un deporte tan enfocado a estar en la élite, creo que te viene muy grande. Eso acarrea muchos problemas que siendo niñas y adolescentes no sabes gestionar bien. Está siempre el tema de la báscula, que es una constante. Tienes que estar todos los días, y varias veces al día, pesándote. Cómo gestionar la alimentación es muy duro. Se pasa mucha hambre. Son muchas horas entrenando y compitiendo, quemando mucha energía y no te dejan comer nada… eso es muy difícil de aguantar. Si querías comer algo, para poder tener algo de energía, era agua y azúcar y si comías otra cosa, tenías que hacerlo a escondidas para que no te vieran lxs entrenadorxs.

 

Realidad distorsionada en Madrid

 

En la obra cuentas una realidad muy dura, que siempre se ha sabido o intuido, pero ponerlo así de crudo ha debido ser complicado.

Yo siempre he dicho que la gimnasia es un deporte muy bonito, te enseña muchos valores muy positivos como la disciplina, como la relación fraternal que se establece entre las compañeras… y es una etapa de la vida preciosa. El problema está cuando al frente de esas niñas hay entrenadores que quieren aplicar el llamado método ruso, que es que está mayoritariamente implantado, y que es demasiado duro para según qué edades y que no es sano para los cuerpos. Yo siempre cuento que tenía una entrenadora que nos hacía abrirnos de piernas, con las piernas estiradas y apoyadas entre dos sillas, y cuando no lo hacías del todo, ella, estando embaraza y con todo su peso, se sentaba encima nuestra para que tu cuerpo cediera más y nos abriéramos bien. Igual que era muy habitual vendarnos los pechos para frenar el desarrollo y cosas de este estilo, que cuando tienes 11 años, no es ni medio normal.

 

Hablas del método ruso. ¿Hay otra forma de entrenar gimnasia rítmica?

Ese es el gran debate que tiene todo el mundo dentro de este deporte. ¿Se puede llegar a la élite sin el método ruso? Pues yo creo que sí se puede y es mucho más sano para la mente y el cuerpo de las niñas que se acercan a este deporte y a otros parecidos como la natación o el patinaje. Yo me retiré porque me lesioné de tanto forzar las cosas ‘gracias’ a este método. Para mí fue una pena retirarme así de este deporte, pero también fue un momento de abrir los ojos.

 

En la gimnasia rítmica no hay que batir tiempos, es hacer coreografías con elementos gimnásticos… ¿Por qué es necesario esa delgadez extrema?

Es que no es necesaria, de hecho, cuando más comes y más fuerza tienes mejor vas a hacer ese deporte. Pero los estándares de la gimnasia están así impuestos y es pura estética, igual que los moños, los peinados y la sonrisas forzadas a la hora de llevar a cabo el ejercicio, todo eso suma puntos, igual que los cuerpos delgados o el maquillaje que lleves.

 

Quizá lo que habría que hacer es cambiar los criterios de puntuación de los ejercicios, porque con este sistema que comentas lo que piden básicamente es modelaje.

Sí, eso es, eso es lo que habría que cambiar, que se valorase únicamente nuestra destreza con los elementos, no lo delgadas que estamos. Una cosa muy sangrante también es que la hora de entrar al tapiz a presentar a los equipos, se entra por orden de estatura dentro de tu conjunto y sucedía que había niñas que eran muy buenas y se las frenaba el desarrollo para que entraran las primeras y los jueces se fijaran más en ellas.

 

¿Y qué papel juegan las familias en todo esto?

Pues depende. Yo tenía a mi madre que me daba comida a escondidas en las competiciones para que pudiese aguantar. También es verdad que yo soy de constitución delgada y quizá no he tenido tantos problemas de ese tipo como otras compañeras. Luego hay familias que apoyan que lxs entrenadorxs hagan eso, que apoyan las dietas y todo lo que haya que hacer con tal de que su hija llegue a la élite.

 

Es como que trasladan a sus hijas sus propios sueños frustrados.

Sí, eso es, y lo hacen sin pararse a pensar en los riesgos a los que están exponiendo a sus hijas y las terribles consecuencias que eso puede tener en su desarrollo futuro, en el desarrollo físico y emocional. Mi madre, por ejemplo, nunca quiso que yo compitiera. Ella me dejaba entrenar y disfrutar, pero no quería que entrara en el equipo de competición. Fui yo la que le supliqué que quería competir. Pero a mí siempre me han hecho cenar aunque al día siguiente tuviese una competición… En mi casa me han cuidado mucho.

 

En tu casa sí que eran conscientes de que lo primero eras tú como persona, no como gimnasta.

Sí, la verdad es que sí, siempre han priorizado mi bienestar. Siempre me decían que no pasaba nada si un día no iba a entrenar porque había otros planes con mis amigas, por ejemplo, que es algo que en plena adolescencia dejas de lado, porque no tienes tiempo para salir y divertirte. A mí me decían que también tenía que divertirme de otras maneras. Pero en la gimnasia te meten tanto en la cabeza que tienes que entrenar duro y sacrificarte, que acabas por renunciar a esa parte lúdica de la vida y no tienes vida social. Nos pasábamos la vida encerradas en un gimnasio entrenando y eso también crea mucha soledad, porque al final, todo lo que haces está relacionado con la gimnasia rítmica, todas tus relaciones y pensamientos están enfocados en eso. Hay un aislamiento muy grande.

 

Y claro, cuando alguien se dedica de forma profesional a la gimnasia rítmica y se retira por ejemplo a los 30 años, ¿cómo enfoca su vida entonces tras tanto aislamiento?

Pues es muy complicado. En muchos casos sólo han tenido amigas gimnastas, a lo mejor no han tenido relaciones de pareja, no han tenido ninguna otra experiencia profesional… no es fácil gestionar todo eso cuando la gimnasia se acaba. Yo en la obra menciono un estudio que la Cruz Roja ha hecho a este respecto en el que se ha recogido el testimonio de varias gimnastas que cuando se tienen que retirar lo pasan muy mal a nivel psicológico por todo esto que comentamos, que no conocen otra cosa que la gimnasia.

 

Y la pregunta sería, ¿todo esto merece la pena?

Pues según a quién le preguntes. Habrá quien te diga que sí, claro, que lo ha disfrutado mucho y que ha llegado a lo más alto, e incluso muchas de ellas luego se dedican a entrenar y a transmitir todo lo que ellas han vivido a las nuevas generaciones. Y luego habrá otras chicas para quien este camino haya sido una pesadilla.

 

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Laura Balo

Imagino que cuanto tú te tienes que retirar fue un palo duro.

Sí, lloré mucho. Cuando el médico me dijo que no podría volver a hacer gimnasia no lo supe afrontar muy bien.

 

Y ahora, con la perspectiva del tiempo, ¿cómo lo ves?

Pues ahora agradezco mucho que me pasara, aunque suene raro. Pero fue todo una casualidad también. Justo al día siguiente de que yo no pudiera participar en la competición que tenía una amiga mía participaba en una competición abierta de hip-hop y me fui a verlas. Y al estar allí me gustó lo que vi y ese año me apunté a hacer hip-hop. Estuve dos meses practicando sin competir ni nada, pero tras ese tiempo ya me pudo el gusanillo y me apunté a la competición. Yo y mi afán de que me vean (risas). Pero ya era una cosa más llevadera, más light, se podía salir y disfrutar de otras cosas y comer sin problemas (risas). Y gracias al hip-hop conocí a gente que hacía teatro y fui a probar por ahí y me enganché. Y todo eso ya me llevó por el camino que tengo ahora.

 

Han pasado 7 años desde que dejaste la gimnasia. ¿Por qué es ahora el momento de llevar a cabo esta obra?

La verdad es que una cosa que he tenido siempre ahí, de hecho, este proyecto lo terminé de escribir cuando terminé la carrera de Interpretación. Pero ese primer trabajo no estaba enfocado el deporte, estaba más enfocado a la anorexia y al TCA (Trastornos de Conducta Alimentaria). Yo, mientras estudio la carrera de Interpretación dejo la Danza, perdí esa conexión. Al cabo del tiempo volví a bailar, y un día abrí el cajón donde estaba guardado este texto y me di cuenta que no estaba contando lo que quería contar y volví a reescribirlo más enfocado a mi experiencia con el deporte y la danza. Justo este año he terminado Dirección y he creído que era el momento de contarlo porque yo también lo he superado. No me quería meter en esto sin que hubiera pasado el tiempo responsable para que no me hundiera, porque al tener que contar esto delante de un público cabría la posibilidad de que me viniera abajo y no fuera capaz. Pero ya he visto que lo soy y que lo estoy llevando bien. Ha pasado un tiempo de prudencia y ya me vuelvo a querer y vuelvo a querer a mi cuerpo y de querer la danza y de amar mi trabajo como para decir que ahora puedo contar esto desde un punto de responsabilidad y de querer compartirlo con otras personas. También me ayudó mucho a querer compartirlo el hecho de que en Italia unas gimnastas empezaron a denunciar a entrenadores italianos, y que este año una gimnasta española, María Añó, también ha hecho público las malas experiencias que había vivido en la gimnasia rítmica. Todo eso hacía que no me sintiera sola en lo que había vivido. Yo he vivido muchos años asumiendo que todo lo que me pasaba era culpa mía, y ahora por fin he comprendido que no.

 

¿Qué era eso de lo que te culpabilizabas?

Pues el haberme obsesionado por un deporte, haber estado días sin comer, haber apartado toda mi vida social… todo eso asumes que ha sido culpa tuya y que lo has hecho porque has querido y nadie te ha obligado a hacerlo porque nadie te ha puesto una pistola en la cabeza. Y vas creciendo con ese peso en la mochila, cuando en verdad sí que hay un sistema de entrenamientos que te obliga a todo eso, que no es culpa tuya, porque se podrían hacer las cosas de otra forma. Y el oír a otras gimnastas que habían pasado por lo mismo hace que sientas que a lo mejor no todo era culpa mía, o que nada lo era, que simplemente era una niña muy pequeña y vulnerable a la que manipularon para que se metiera en esa rueda. A partir de las denuncias aparecidas en prensa y que un grupo de 150 gimnastas firmáramos un manifiesto en el que hablábamos de estas prácticas abusivas me hizo abrir los ojos, porque había 150 historias que seguramente sería muy parecida a la mía.

 

¿Cómo has estructurado la obra?

Es una propuesta en la que hay danza, teatro y videoescena. La he estructurado en forma de diario, recogiendo lo que una adolescente contaría en su vida normal, en su día a día. “Soy Ángela, tengo 18 años y me odio, quiero morirme, muerta nadie te da el coñazo”, así empieza el texto.

 

En el texto dices que no “querías morirte, sólo desaparecer”.

Sí, me parece una de las mejores frases para definir lo que vivía. Es como que tú en realidad no quieres morir, quieres seguir entrenando y poner toda tu energía en hacer las cosas bien en ese deporte que es tu vida en ese momento, pero por otro lado estás queriendo hacerte cada vez más pequeña, en hacerte invisible, en no existir para que nadie te moleste. No es esa sensación de estar deprimida y te traga la cama y te quieres morir, no era eso, lo que yo quería era entrenar, vivir para esto, pero desaparecer.

 

¿Desaparecer a ojos de los demás o a los tuyos también?

A los de los demás y a los tuyos también por supuesto, porque no quieres ver esa imagen que te da el espejo que te mete tanta presión con tu cuerpo. Yo, por ejemplo, siempre he tenido mucha pierna y me acuerdo que para que el maillot quedase bien me tenían que hacer un cosido en la parte de atrás y eso me generaba mucho complejo, porque mis compañeras no tenían ese remiendo en el maillot. Y en ese momento te dan ganas de arrancarte ese trozo de carne que te genera ese complejo, eso es lo que digo con desaparecer, esa es un poco la metáfora.

 

¿Cómo nace ese TCA? ¿Es una enfermedad que nace de la comida y el peso o tiene su origen en otros motivos psicológicos y se canaliza a través de la comida?

Pues depende de a quien le preguntes te dirá una cosa u otra. Yo, por lo que he investigado sobre el tema, creo que es un problema psicológico en el que tú ves una deformación de tu cuerpo que no existe sólo que existe a tus ojos. Tú estás viendo a una persona que realmente no eres tú y tú te crees esa versión que ven tus ojos, pero que no es la real. No es algo que surja porque la comida te da asco, de hecho yo conozco mucha gente que adora la comida y tiene TCA. Y tiene que ver con tener el control también. En muchos casos es como si el hambre fuera otra persona y tú sientes que si controlas a esa ‘persona’ estás dominando esa parte de tu vida y eso te hace sentir bien. Pero en el fondo no controlas nada, claro. Llevas tanto tiempo conviviendo con ese vínculo tóxico que crees que eso es el control y por eso, dentro de todo el desorden que es lo demás en tu vida, al creer que controlas esa parte hace que te sientas mejor, tengo que controlar lo que yo peso porque el reflejo que voy a dar en ese espejo es lo único que puedo controlar, pero es algo falso porque partes de una realidad distorsionada.

 

Háblame un poco de vuestra compañía.

Pues Compañía Enredadera empezó en 2020 conmigo y con Eva Gallego, que era mi compañera de estudios en Cuarta Pared, con Guillermo García, que es nuestro técnico, y con Alonso Santamaría, que es también actor. Tiempo después se nos fueron uniendo Andrea Mateo y Sara Perogil, ambas actrices y dramaturgas, Laia Reguera, también actriz, y Camila Meta en el apartado de comunicación. Y surgió porque éramos un grupo de gente que queríamos hacer algo. Y Cuarta Pared no es una escuela en la que te enseñen a que te llegue el trabajo, allí te dicen: “¿Tú quieres trabajo, pues curra querida?”, esa frase nunca se me va a olvidar. Y yo cuando salí de allí lo primero que hice fue ponerme a estudiar dirección, porque creo que es una necesidad que te crean de ampliar horizontes y buscar salidas para mostrar lo que llevas dentro. Estando en Cuarta Pared ya te das cuenta de lo interesante que es todo el proceso creativo, de no ser sólo actriz y representar un personaje, sino de poder contar lo que tú quieres contar, de poder poner sobre un escenario, aparte de mi cuerpo, mi voz y mi pensamiento y lo que yo quiero transmitir a ese público que ha venido a verme. Fuimos encontrando un grupo de gente muy afín a ese pensamiento y así comenzamos. Funcionamos de forma muy orgánica. Todos los proyectos que han ido surgiendo comienzan cuando algo quiere contar algo, se le envía el texto a aquellas personas que pueden ayudar a contarlo y vamos adelante. Somos un grupo con una visión de la vida parecida, en el que se ha generado mucha confianza, que nos cuidamos las unas a las otras y en el que no nos dejamos estar solas.

Por supuesto que nos encanta interpretar personajes ajenos y lo hacemos también, pero queríamos comenzar como compañía para contar las cosas que queríamos contar y que fueran nuestras, pero no para decirle a la gente lo que tiene que pensar, sino por el afán de mostrar nuestras realidades por si alguien más se siente identificada con ellas sepa que no está sola. Todos somos humanas, vivimos, avanzamos, nos equivocamos y nosotras, de esas equivocaciones, hacemos arte.

 

24h y Dolores y Esperanza son vuestras creaciones más importantes hasta el momento y os ha ido muy bien con ambas, ¿no?

Sí, la verdad es que sí, que estamos muy contentas. Con Dolores y Esperanza nos vamos ahora a Colombia a un festival y estamos muy felices. Es verdad que hemos tenido bastante repercusión con ambos trabajos.

 

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Laura Balo y Sara Perogil en Dolores y Esperanza

 

Entiendo que la compañía está formada por gente de un rango parecido de edad, entre la veintena y la treintena. ¿Vivís de esto?

No, de momento no. Yo ahora lo estoy intentando, he dejado mi trabajo como jefa de sala de Cuarta Pared para apostar más por mí. Es una profesión muy inestable. Yo ahora estoy con el estreno de Con la muerte en las punteras, he estado tres días en septiembre como actriz y ayudante de dirección en Tras los balcones, en el Teatro Fernán Gómez… y entonces digo: ¿Puedo sobrevivir septiembre?, sí. ¿Puedo sobrevivir octubre? Ya veremos (risas). Es genial conseguir un buen trabajo y un buen papel, pero a lo mejor ese trabajo sólo dura tres meses y entonces tienes que esperar a que llegue el siguiente o a meterte en tu propia producción. Y una compañía necesita muchísimo dinero, así que cuando haces un proyecto y consigues algo de dinero, si lo consigues, no te lo quedas tú, lo reinviertes en la siguiente producción. Así que vivir de esto, sobre todo al principio, es muy complicado, pero bueno, estamos en ello.

 

Tener una compañía como la tuya siempre he pensado que es un enorme ejercicio de resiliencia, porque tienes que poner mucho dinero, mucha energía en este proyecto y a lo mejor tienes que dejar de lado tu propia carrera individual.

Sí, es un poco así como dices. Yo en diciembre seguramente me tenga que ir a Málaga a trabajar y claro, yo estoy deseando ir y trabajar allí, porque me encanta, pero sientes que dejas un poco abandonado al bebé que estás criando que es la compañía. Es complicado encajarlo todo, sí. Pero creo que todas estamos en lo mismo, queremos tener esta compañía y poder vivir de ella en el futuro. Estamos en una edad en la que es el momento de intentarlo.

 

¿Cómo ves la salud de las Artes Escénicas de una ciudad como Madrid?

Pues la verdad es que nosotras estamos muy agradecidas con el circuito off porque nos están dando muchas oportunidades. Yo pensaba que iba a ser mucho más difícil cuando comenzamos con la compañía, pero bueno, creo que nos están acogiendo muy bien. El primer proyecto que hicimos que fue Bajo Tierra lo presentamos en Cuarta Pared, en mi casa, y eso da también mucha fuerza para seguir. En El Umbral de Primavera estamos también como en casa, son gente maravillosa. También vamos mucho a AZarte… no sé, creo que nuestros proyectos de temática social tienen bastante interés y buena acogida, así que estamos muy contentas. Nosotras siempre hemos querido apostar por el teatro social contemporáneo, es como la seña de la compañía, y por ese camino seguiremos, porque esta necesidad de hacer arte viene de querer cambiar las cosas, de querer hacer un ‘click’ en la gente que venga a vernos.

 

¿Cómo eres como directora?

Pues he ido observando y tratando de empaparme de muchos métodos de mucha gente, entonces de momento no tengo una respuesta clara a cómo soy. También depende del proyecto, ya que puedo dirigir de una manera u otra. Lo importante es saber la persona que uno es, porque si sabes quién eres sabrás también la directora o director que tú eres. Puedes intentar imitar a mucha gente, pero si no eres esa persona no vas a lograr hacerlo bien. Yo de momento me siento cómoda dirigiendo drama, aún no me atrevo a dirigir comedia, le tengo más respeto a ese género, quizá por mi forma de ser, no sé, creo que soy la persona menos cómica de este planeta, soy muy ‘dramaqueen’ (risas). En Dolores y Esperanza estaba dirigiendo y estaba actuando y vi que la obra tenía otras necesidades, así que llamé a Beatriz Rivas y le pedí que me ayudara. Creo que cada una de nosotras tiene una esencia. A mí, por ejemplo, me encanta la danza, así que creo que siempre meteré algo de teatro físico en mis propuestas. Mi mayor referente en esta es Pina Bausch, así que me encanta contar las cosas desde el cuerpo. Mis compañeras tienen otra esencia y sus propias fortalezas, así que nos iremos ayudando en los distintos proyectos.

Pero bueno, en algún momento de mi vida me gustaría ser una persona más positiva, ver más comedia y tratarle de meter más humor a mis textos, porque sé que todo entra mejor así.

 

Fuera ya del ámbito de la gimnasia, ¿sigues sintiendo presión por ser mujer?

Sí, lo que pasa es que creo que ya lo tengo muy trabajado, pero sí, la sigo sintiendo en determinados trabajos, en pruebas de cámara… sigue habiendo muchos comentarios en plan “súbetela falda”ó “bájate la falda”, o bien para sexualizarme más o bien para que parezca menos puta… no sé, yo visto como me da la gana y no voy a cambiar mi forma de ser. Está claro que yo no visto igual para una reunión de trabajo que para una fiesta en Chueca, pero aún tienes que seguir escuchando ciertos comentarios en determinados momentos. Igual que nos han puesto muchas trabas por ser una compañía de mujeres, ya que hemos sufrido comentarios sobre nosotras, sobre nuestros cuerpos, sobre nuestra inteligencia y capacidad para sacar adelante una compañía. Yo he tenido que aguantar que algún director importante no quiera trabajar conmigo porque sigue pensando que las mujeres, y más siendo jóvenes, no dirigen. Luego está el caso contrario, por ejemplo el de Guillermo Heras, que nos apoyó siempre y que siempre reivindicaba la necesidad de que hubiera más mujeres dirigiendo y contando sus historias. Fue una tristeza saber que nos había dejado… Claro que hay mucha gente que nos ayuda, pero es que debería ser lo normal, y lo otro es algo que tendríamos que desterrar pero ya.

 

Hacen falta más mujeres al frente y más historias de mujeres. ¿Notas que las compañías jóvenes estáis cambiando las cosas en ese sentido y en muchos otros?

Yo creo que sí, creo que estamos generando un buen tejido entre nosotras, las compañías, que nos ayudamos, nos apoyamos y nos cuidamos más. Que queremos buscar más la unión y no ir cada una por su lado. Creo que si vamos juntas va a ser más fácil, que igual una no puede, pero las 15 juntas nos los comemos (risas).

Yo quizá no hubiera querido ser directora si no hubiera tenido referentes femeninos. Cuando nos preguntaban en clase, compañeras mías de 40 años siempre nombraban a hombres, y yo, a día de hoy, puedo nombrar a Rakel Camacho, Carlota Ferrer, Lucía Miranda, María Velasco… y ellas han hecho que yo sea directora. Y no es que no tengamos que hacer ningún hueco, es que tiene que ser lo normal, que las mujeres estemos también ahí.

 

Para terminar, volviendo al motivo de la entrevista, que es tu obra, y aunque tu caso no haya sido de una gravedad extrema, ¿te puedes llegar a curar de esas cosas que te pasaron siendo tan pequeña?

Yo creo que las heridas siempre están, pero dejan de doler. Sabes que eso existe, lo tienes ahí, a veces vas atrás y lo recuerdas, pero me parece que no es malo recordarlo de vez en cuando. Y que haya gente como yo, que lo sufrió, pero que ya lo ha superado y lo pueda contar, puede ayudar a que otra persona no pase por lo mismo. ¿Me siento totalmente curada y libre? No, del todo no, pero es que en el fondo ninguna mujer se siente del todo libre, y da igual si hablamos de gimnasia o de cualquier otra cosa, sólo por ser mujeres todavía no somos personas totalmente libres y liberadas. Y creo que los hombres tampoco lo son, más que nosotras, que duda cabe, pero no del todo. También hay un estigma masculino muy potente que también les atenaza.

 

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