Enero es un mes de comienzos. El de año, por supuesto; pero también otros más abstractos. En estos días mucha gente escribe una lista de propósitos. De los que se sabe que se van cumplir y una se permite el capricho de ponerlos por escrito por el simple hecho de añadirles un ‘check’ en algún momento, y sobre todo, de los que no, de los que intuimos que escaparán como arena del desierto o de maceta con vendaval. Pero ahí están, escritos con la creencia del momento, imaginando que por el simple hecho de ponerlos sobre papel, teléfono, ordenador o incluso máquina de escribir, tienen más posibilidades de cumplirse.

Enero también es el mes en el que puede que lleguen los Reyes Magos con cositas que se han pedido. Se trata de imaginar, desear y, con suerte, conseguir. Así que esta columna va a tener forma epistolar con dos particularidades. La primera, es que la magia se la pediremos a tres reinas como tres soles. Muerte al patriarcado así y asao. Estas reinas se llaman Amparo, Esperanza y Marifé. La segunda peculiaridad, es que la cosa va de pedir para la danza, que falta le hace.

 

Queridas Amparo, Esperanza y Marifé:

No podríais tener otro nombre tratándose de pediros derechos para la danza en este país, en esta comunidad, en esta ciudad. Os dejo una pequeña lista de deseos para este 2025 basada en las necesidades que viene acuciando este sector tan poco escuchado y con tanto por ofrecer. Las he recogido de un sentir general y una visión panorámica sobre los hechos. Eso es casi lo peor, que esta carta pasa más por las necesidades que por los deseos. Ahí va:

1- Más programación de danza: así en general y en los teatros públicos en particular. ¿El acceso a la cultura no es un derecho? Entonces, habrá un deber de programar danza, como parte de esa cultura para que la ciudadanía podamos disfrutarla. Que el anuario de la SGAE de 2026 recoja mejores cifras para la danza. El publicado recientemente que hace referencia a 2023 es absolutamente desolador. Solo un 4% de la programación de las artes escénicas corresponde a la danza.

2- Más equilibrio entre la creación y producción de danza y su exhibición. Todavía hay quien piensa que si la danza no tiene tanta visibilidad es porque se hace poca. ¿Cómo deshacer esa  sensación tan fake? Mostrándola más, claro. En toda su variedad.

3- Presencia de la danza en los colegios. Que los más pequeños se acostumbren desde niñas, niños, niñes a una cosa que se llama danza y que mola. Para que eso favorezca la creación de público y la normalidad alrededor de ella.

4- Más actividades sobre acompañamiento y creación de público. Desde hace unos años se le llama mediación. Vale. Pues que se normalice y se integre en las programaciones para una nueva comunidad de espectadores (en ocasiones, también para programadores que no están familiarizados con la danza y que dicen que no la programan porque no entienden o no llenan el teatro con ella).

5- Que los cambios políticos y nuevas direcciones de teatros dejen de afectar a la programación de danza. Que la presencia de este arte en los teatros no dependa de gustos personales de la persona que esté al frente sino de su deber de programarla con pleno conocimiento (y si no, que pregunte).

 

De momento, hasta aquí. Os dejo chocolate vegano y pan con aceite de Córdoba.

Gracias.

 

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