Conversamos con Juan Carlos Rubio, director y autor, junto a Yolanda García Serrano, de Música para Hitler, un texto que ficciona un episodio real en la vida del músico y compositor Pau Casals, quien en 1943 rechazó la invitación de Hitler para tocar en Berlín. Carlos Hipólito, Kiti Mánver, Cristóbal Suárez y Marta Velilla recrean estas emocionantes horas llenas de tensión. La obra podrá verse en Teatros del Canal del 2 al 20 de abril.
En el momento en el que hablamos te encuentras en Roma, junto a Yolanda, presentando este texto, publicado por la editorial El Toro Celeste en 2022, con una lectura dramatizada del mismo. ¿La versión que utilizáis es la original o la que luego habéis realizado para llevar la obra a las tablas?
La diferencia fundamental es que en la obra publicada hay un personaje más respecto al montaje que veremos en escena, en vez de dos oficiales nazis, hay solamente uno. Para las lecturas preferimos mantener a los dos. En Teatros del Canal tendremos solo a Cristóbal Suárez cubriendo ambos roles, que es un súper actor y su actuación vale por dos.
¿Cuánto hay de real y cuánto de ficción en este episodio en la vida de Casals?
La historia real fue que llegaron tres oficiales nazis a su casa para convencerle de tocar para Hitler. Se sabe incluso que estuvieron con él una hora y media. Sabemos que Casals se negó. También es real que él era un hombre muy comprometido con los exiliados españoles que estaban en el sur de Francia. Se marchó allí exiliado al acabar la Guerra Civil en España y nunca quiso tocar en ningún país que tuviese en el poder a dictadores. El intento de fuga de Francia, que sufrió episodios de depresión a lo largo de su vida… todo es verídico. A partir de estos datos, nace esta ficción para el teatro.
¿Qué tiene el género de las biografías que te atrae tanto?
Me parece que somos una especie que repetimos los errores una y otra vez y nunca aprendemos. Y es tan fácil como echar la vista atrás para darnos cuenta de que todo es cíclico. Me gusta mucho rescatar a personas que tuvieron un hecho o situación determinante que marcó sus vidas y muchas veces al resto de la humanidad, aunque a pequeña escala. Creo que es necesario para las nuevas generaciones que se conozcan estas historias que siguen hablando de nosotros ahora. Siempre, al tratar el género, me interesa abordar más un hecho puntual que hacer un relato de toda la vida de alguien. En este caso concreto, este momento de la vida de Casals contiene todos los elementos que marcaron su vida: su pasión por la música, su compromiso con los más necesitados, con las libertades, su obsesión con el trabajo y con llevar una vida mejor… Habla de muchas cosas.
He leído que conociste esta historia al participar en un proyecto para televisión.
Sí, hace muchos años hubo una idea sobre realizar una serie sobre la vida de Casals, que es larguísima y muy interesante. Fue cuando entré en contacto con él, me sonaba ligeramente su nombre, pero no conocía su gran dimensión humana y artística. Investigando encontré este momento de su vida y años más tarde le propuse a Yolanda realizar una obra centrados en este episodio.
En pocas palabras, ¿quién fue Pau Casals y por qué hay que reivindicar su figura?
Fue un hombre que supo aunar ejemplarmente al artista y la persona. Estuvo muy comprometido con su arte y estudió obsesivamente la interpretación del violoncelo, cambiando las reglas en todo el mundo de cómo funcionaba y se utilizaba. Fue un músico y compositor famosísimo, pero sobre todo fue un hombre muy ligado a causas humanitarias y que siempre luchó por la igualdad y la paz.
¿Cómo se entiende entonces que no tenga un lugar más destacado dentro de los artistas españoles más relevantes?
La historia es subjetiva, es un juez tendencioso. Quiero pensar que cada vez somos más objetivos al revisarla, pero siempre hay flecos que quedan colgando y que dependen de muchas cosas. Lo que es indudable es que vidas como la de este hombre, que vivió dos guerras mundiales, una guerra civil y tuvo tanto éxito internacional, dan un ejemplo vital muy grande.
¿Qué te aporta compartir el proceso de escritura con Yolanda García Serrano?
Yolanda es una dramaturga maravillosa, además de una mujer fantástica con la que es estupendo trabajar. Hemos colaborado ya en tres ocasiones, aparte de hacer cosas juntos para televisión. Es muy inteligente y aporta su particular punto de vista, su talento enorme, y es un placer ver como, a día de hoy, no sabemos exactamente si algunas partes de la función son de ella o mías porque hay una simbiosis muy curiosa y enriquecedora.
¿No es más complicado escribir a cuatro manos?
En el fondo, es como en la pareja, si te llevas bien, pues todo suma, y si te llevas mal, pues es más complicado. Yolanda y yo nos llevamos muy bien, nos respetamos, nos apoyamos y sobre todo creo que nos despojamos de la vanidad al empezar a trabajar. Escuchamos al otro, defendemos evidentemente cosas, pero sabemos pactar. Creo que tenemos empatía como autores, que es algo bueno en el trabajo y en la vida. También depende del proyecto, hay historias que son muy personales o un tipo de dramaturgia que tú quieres llevar a cabo de una forma particular y es más difícil quizá de compartir con alguien. Música para Hitler, por ejemplo, es un texto construido de una manera clásica con planteamiento, nudo y desenlace que pone el peso realmente en la historia, en los protagonistas, en sus hechos, en sus decisiones. Por tanto, la dramaturgia no es tan compleja. Eso facilita trabajar con alguien.
La obra se publicó en 2022, pero viendo la actualidad, cada año que pasa parece que resulta más relevante su mensaje.
Lo estremecedor es que este relato gana enteros, parece que nos acercamos más a situaciones de este tipo. Por desgracia, también da la sensación que una historia como esta siempre está vigente porque son olas que vienen y van. De hecho, los años 20 y 30 del siglo pasado se parecen demasiado a estos años 20 y 30 que estamos viviendo. Además, se habla de temas eternos porque tienen que ver con la condición humana, de la ambición, de invasiones y totalitarismos, y sobre el desprecio por las libertades. A Yolanda y a mí, nos gustaría que la gente que venga a ver la obra salga preguntándose qué hacemos cada día nosotros con nuestros síes y nuestros noes para evitar que esto pueda llegar a donde puede llegar.
Ganásteis con este texto el Premio Mandarache en Cartagena. Es un galardón concedido a través de la votación de más de 4000 jóvenes. No sé si esto cuadra con el discurso ya instalado de que las nuevas generaciones simpatizan con la extrema derecha.
Hay juventud de muchos tipos. Conozco mucha gente joven que está muy comprometida con muchas cosas: con la libertad, con el medio ambiente, con causas… Igual que hay adultos de un pensamiento y de otro. Lo que, sin duda, es importante es poder darles una buena formación, revisitar la historia con ellos, echar la vista atrás y que aprendan a documentarse bien con fuentes distintas, a no aceptar verdades absolutas. Para nosotros fue maravilloso recibir un premio así, fuimos a unas jornadas con los chicos y chicas a hablar del texto, visitamos institutos y la verdad que es una experiencia muy enriquecedora. Nos sorprendió la pasión y las ganas con las que habían trabajado el texto mientras escuchaban la música de Bach y discutían sobre la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil. Vamos a volver a Cartagena en mayo, esta vez ya con el espectáculo y va a coincidir de nuevo con una nueva edición de este Premio, algo que nos emociona especialmente.
¿Podríamos definir la obra como una gran historia humanista?
Sí, aunque creo que se podrían decir muchas cosas y que dependerá de quién la vea y la conclusión a la que llegue al final.
¿Por qué el poder, sobre todo autoritario, siempre quiere subyugar al arte y ponerlo a su servicio? ¿Qué hay en ejercerlo en libertad que es tan peligroso?
La Cultura en general activa el Arte, tu parte más sensible, la que conecta con emociones. Y las emociones creo que tienen ese lado también, que nos despiertan muchas veces ante las injusticias. O eso me gustaría pensar a mí, que hay algo, por ejemplo en la música, que es un instrumento poderosísimo de emoción y exaltación. Casals dice en la función que la música no pertenece a los estados, que es libre. Y esa libertad es la que muchos dictadores quieren controlar. Por eso, sin ir más lejos, Hitler se apropió de la música de Wagner o tenía miedo a la repercusión de otros autores. Los totalitarismos siempre tienen mucho miedo a que la gente pueda darse cuenta de lo que está sucediendo, a que vean esa bota que está apretando sus vidas.
Durante la obra vemos a dos Casals muy diferentes. Primero, a un ser humano desencantado y sin ganas de luchar ni de tocar. Después, parece despertar de su letargo para defender sus principios.
Sí, pero no son dos Casals distintos. Para mí, es como el viaje del héroe, en los que pasa por momentos muy bajos en los que el miedo vence y en otros en los que lo afronta y lo supera. Es irónico que precisamente sea el enemigo quien consigue al final hacerle ver que debe seguir luchando con su instrumento, ya sea con la batuta o el violonchelo.
¿Él no distingue entre el artista y la persona a la hora de luchar?
Para él todo tiene un objetivo, que es elevar el alma humana, elevarnos a algún lugar en el que hacernos mejores personas. Creía firmemente que la música nos hacía mejores y sobre todo nos hacía estar a todos en el mismo sitio. Trabajó muchísimo en diversos ámbitos, con multitud de orquestas, con obreros… porque quería que también la gente más humilde pudiese disfrutar de un concierto, que la música no fuera algo elitista. Luchó por popularizar la música y lo consiguió, era un hombre tremendamente tenaz y obstinado en la vida y en su música.
De alguna manera, el oficial nazi que sale en la obra, Johan, justifica sus acciones por ser un mero intérprete de una sinfonía compuesta por otros. Sin embargo, por otro lado, él también argumenta a Casals que siempre existe la opción de elegir. ¿En qué lugar deja estas dos reflexiones al personaje?
Pienso que todos somos contradictorios los seres humanos. A lo mejor hay un cinco por ciento de la humanidad que son santos y otro cinco que son demonios, pero el noventa restante nos movemos constantemente entre ambos polos, en una franja de grises. Creo que depende eso. Johan tiene dentro de sí un ser terrorífico, pero también alberga un ser que tiene sensibilidad y que puede ver las cosas de otra manera. Las ideologías al final se basan en justificaciones que nos damos para hacer ciertas cosas y su personaje puede ser una señal de alerta respecto a nosotros mismos, todos quizá albergamos algo de Johan dentro que puede salir en cualquier momento.
Tuve la impresión, al leer el texto, que mientras escribíais ya teníais en mente a Kiti Mánver para el papel de la pareja de Casals. ¿Cómo fue la búsqueda de los otros intérpretes?
Con Kiti llevo ya hechos diez espectáculos, pero en este caso no lo tenía tan claro porque Tití es un personaje que comparado con el protagonismo absoluto del de Casals, era más pequeño y siempre que he trabajado con Kiti ha interpretado protagonistas absolutos. Sin embargo, se juntaron ciertas circunstancias, por al principio iba a ser un reparto completamente diferente, y pudimos contar con estos grandes cuatro intérpretes, algo que es un lujo para mí.
¿Qué aporta Carlos Hipólito a un personaje como el de Casals?
Carlos es un actor con una técnica impresionante, pero además con una gran verdad sobre el escenario y transita a la perfección por un hombre complejo, capaz de exaltarse y al segundo caer en una profunda depresión. Estoy fascinado con su trabajo, por cómo se mueve entre la fuerza y la fragilidad.
Como no podría ser de otra forma, la música ocupa un lugar especial en el montaje, pero además la Suite nº1 para Violonchelo en Sol Mayor de Bach vertebra la función.
Es la pieza que Casals interpretó compulsiva y obsesivamente toda su vida y creímos que tenía que estar muy presente. Él tocaba todos los días los seis movimientos de la suite como un ejercicio de entrenamiento. Era un atleta en ese sentido, así mantenía a punto su instrumento, sus manos, su precisión, su pulso… al tiempo que buscaba siempre nuevos matices. Esos movimientos encajaban perfectamente con la estructura que queríamos para la obra y creo que el resultado final en ese sentido ha quedado muy bien.
Hasta hace poco la cartelera madrileña contaba con otro de tus trabajos: Camino al Zoo con Fernando Tejero. Otro ejemplo de tu versatilidad a la hora de llevar textos muy diferentes a escena ya sea escribiéndolo, adaptándolos o dirigiéndolos. ¿Dirías que es una de tus mayores cualidades como creador?
No sé qué decirte, a alguien le puede parecer una falta de personalidad, y seguramente que es así, que no la tengo (risas). Para mí, es seguir una línea de continua investigación en formatos y estilos distintos. Igual que como actor, lo que me gusta al final es disfrazarme y vivir en cada aventura teatral un viaje diferente. Me divierte ir cambiando, colaborar con gente diversa, al igual que me gusta mucho viajar a sitios diferentes, comer comidas variadas, escuchar música de todo tipo… Hay creadores que están en una línea constante en su trabajo, muy reconocible, y les admiro profundamente, pero digamos mi camino es otro.
Revista GODOT es una revista independiente especializada en información sobre artes escénicas de Madrid, gratuita y que se distribuye en espacios escénicos, además de otros puntos de interés turístico y de ocio de la capital.