¿De dónde te viene tu amor por las Artes Escénicas?
Aunque suene muy determinista la verdad es que sinceramente creo que nací para esto. No sé si se debe a que mi bisabuela, a la que no conocí, Filomena Nuño, quiso ser actriz profesional y nunca la dejaron. Mi abuela Engracia me contaba que tenía el recuerdo de su madre dando de mamar a sus hermanos pequeños y leyendo una y otra vez en voz alta a la luz de una vela las obras de teatro que caían en sus manos. Ella era natural de Aranjuez y su marido trabajaba de tramoyista en el Teatro Real de Aranjuez, donde por cierto estaremos con Paella el próximo 27 de Enero. Un día la primera actriz de una compañía de provincias que representaba Tierra Baja de Guimerá se puso enferma y mi bisabuelo le dijo al empresario que su señora se sabía el papel. Filomena debutó con tal éxito que se la quisieron llevar de gira, cosa que era imposible por la numerosa prole que tenía, pero todos los años cuando la compañía regresaba a Aranjuez a la señora Nuño le reservaban un papelito y así se quitaba el mono de escenario. En fin, fuera como fuese, el caso es que cuando yo estaba en párvulos con cuatro años representamos en clase una obrita para niños donde había desaparecido un pollito. Había una investigación para encontrarlo y yo era Sherlock Holmes. Mi madre me hizo una capa de paño marrón y me dio una lupa de caramelo y ahí empezó todo. Desde entonces no he parado. Recuerdo como si fuese ayer la sensación de que eso ya lo había hecho antes. Las mariposas en el estómago y la alegría por hacer algo que llamaban Teatro. Por eso he empezado diciendo que lo mío creo que fue determinismo. No sé hacer otra cosa, no puedo hacer otra cosa que no sea Teatro.
¿Dónde y con quién te formaste?
Antes de responderte a esta pregunta quiero dar las gracias a mis padres que siempre tuvieron la suficiente sensibilidad para darse cuenta de lo que a su hijo hacia feliz. Siempre me han apoyado. Jamás me han dicho: “el teatro está muy bien, pero estudia para abogado”. Ya en el instituto teníamos como optativa Teatro, y por supuesto la elegí.
Mi primera profesora fue Elvira Salván, que era profesora de física, pero con una intuición y un amor por el Teatro fuera de lo común. Al terminar el COU me presente a la RESAD y gracias al destino no me cogieron. Lo digo porque si no no me hubiese matriculado en la Escuela Municipal de Teatro de Alcorcón y no hubiese conocido a un maestro maravilloso ya fallecido, Mariano Flórez. Él me abrió otra dimensión, me puso en contacto con otros maestros, como Helena Ferrari y Arnold Taraborelli. Pasé tres años en esa escuela hasta que finalmente entré en la RESAD. Decidí hacerlo en la especialidad de Interpretación Gestual, la mejor decisión que pude tomar. En aquel momento ese recorrido era el más contemporáneo, con un gran caos, pero con una experimentación continua y una creatividad estupenda. Ahora que yo soy también profesor de Artes Escénicas, recomiendo a mis alumnos la RESAD. Es el mejor sitio para formarse por varios motivos, pero el principal es que no hay otro lugar en Madrid donde puedas estar 12 horas al día, 6 días a la semana haciendo Teatro. Allí he tenido grandes maestros como Marta Schinca, Miguel Tubía, Ana Vázquez de Castro, Ignacio Amestoy, Lourdes Ortiz, Eduardo Pérez Rasilla, Medina Vicario, Quique Silva, Elvira Sanz, Joaquín Campomanes, Fina Tomás… Y también tenido unos compañeros estupendos de los que he aprendido muchísimo. En aquel momento la RESAD era una explosión de creatividad, de proyectos generados por los alumnos al amparo de la Escuela. Coincidimos en aquellos tiempos Víctor Velasco (mi director en Paella), Nerea Moreno (mi compañera en Paella y a la que considero como una hermana, porque nos conocemos desde los cuatro años y hemos estado siempre juntos), Alfredo Sanzol, Juanan Lumbreras, Ana Vélez, Lucía Quintana, Natalia Hernández, César Maroto, Nacho García, Antonio Pagudo, Mabel Caínzos, Alberto Conejero, Paco Déniz… Luego llegaron otros muchos maestros y maestras, directores y directoras con las que he trabajado y que me han enseñado muchísimo. Carme Portaceli es sin duda una de ellas, una grandísima directora y de una calidad humana fuera de lo común.
¿Y en qué momento te diste cuenta que podías ganarte la vida viviendo de la farándula? ¿Trabajando en qué proyectos te diste cuenta de que iba en serio?
Que iba en serio desde siempre. Que podía ganar dinero a los diecisiete años. Antes de terminar el instituto nos contrataron a Nerea y a mí para hacer un musical barroco sobre Los Pastores de Belen de Lope de Vega. Allí coincidimos con licenciados de la RESAD, como Víctor Gil y Manuel Mata. Fue una experiencia increíble, lo pasamos de muerte, estrenamos en Bilbao y luego en el auditorio del Museo Del Prado y encima nos pagaban. Tú imagínate, hacer teatro con diecisiete años y que te paguen, no se podía pedir más.
Te conocemos sobre todo por tu faceta de intérprete. ¿En qué momento decides que quieres escribir también tus propios textos?
Es algo que va conmigo desde siempre. Ya en el instituto escribí para el taller final de curso una obra de diecisiete personajes que se llamaba el Almacén de los locos. Estábamos hartos de hacer obras de personajes mayores y que poco tenían que ver con nuestro mundo. Decidí escribir esta obra que hablaba de chicos y chicas de nuestra edad y sus problemas al terminar el instituto, su despertar a la vida adulta (eso lo digo ahora, entonces no tenia ni idea claro). La escribí en secreto, no quería que nadie supiese que era mía. La pasé al grupo, les gustó mucho y entonces dije que la había escrito yo. Seguí escribiendo obras cortas, escenas y mucho más tarde ya profesionalmente dirigí y escribí para una compañía de teatro de calle llamada Tragaleguas. Luego llegó ¡Ay amor, que infierno!, un espectáculo de cabaret que hemos representado durante 16 años y que escribí al alimón con mi pareja artística, como nos gusta llamarnos, Nerea Moreno.
Nunca me consideré, ni me considero un dramaturgo, aunque lo soy. Era un actor que escribía, que dirigía. Quizá ha sido este año cuando he dicho sin pudor: «Miren ustedes, también escribo y esto es lo que hago». Este pasado festival de Almagro he estrenado una versión libre, completamente en verso, de La malcasada de Lope, genialmente dirigida por mi amiga y compañera Ana Vélez, que ha recibido unas críticas estupendas y que se puede ver en El Corral Cervantes del 6 al 9 de Diciembre. Cuando más he escrito fue a partir del 2012 que empecé como profesor de la Escuela de Arte Dramático de Las Rozas. Como director de los talleres me veía en la obligación de escribir y adaptar numerosas obras. Allí he estrenado Nuestro Mar, una tragedia contemporánea que parte del sacrificio de Ifigenia hasta la muerte de Clitemnestra. Antiginona’s una revisión contemporánea del mito escrita para mujeres, La vida es verso, Julieta y Romeo, Malditos Granos… además de numerosas versiones libres y adaptaciones, Esperando a Godot para once parejas, Hamlet, Los cuernos de Don Friolera, Qué cosas tiene Don Miguel, sobre textos de Mihura, La comedia sin título de Lorca, La habitación azul en versión para adolescentes…
Y una de esas creaciones es Paella. ¿De dónde surge la idea de crear este texto y qué se van a encontrar los espectadores que acudan a verla?
Este texto lo empecé a escribir el día después del entierro de un familiar en septiembre del 2020. En una semana tenía el primer boceto. Esta experiencia personal y la experiencia colectiva (la pandemia), me hicieron plantearme cosas. Me di cuenta que lo único que merece la pena en la vida es vivirla. Que el teatro es lo que da sentido a mi existencia, que la vida es maravillosa, que merece la pena vivir, y que no necesito nada para hacerlo. Solo es ponerse y dejarse. Entonces vuelve el pulso, la emoción, las mariposas, el disfrute y todo aquello que sentí cuando con cuatro años hice aquel Sherlock Holmes con una lupa de caramelo. Paella es una comedia que rinde homenaje al teatro y a la vida, porque si la vida tuviese la generosidad del teatro sería maravillosa, merecería la pena vivir. El público se encontrará a dos actores que se dejan el alma, a un director, Víctor Velasco que hace una puesta en escena brillante y a un equipo artístico que se ha derramado en esta propuesta. Lola Barroso, Amaya Galeote, Laura Ordás, Momo Cortés, Nacho Bonacho y a todo el equipo de Tarambana . Y por supuesto una paella hecha en directo y que podrán degustar al final de la función. Saldrán reídos, llorados y comidos… ¿Qué más se puede pedir?
Paella plantea el debate sobre el papel que juega la mujer en la sociedad actual. ¿Desde qué puntos de vista y con qué mirada has planteado ese debate?
Desde la humanidad. Para mí la igualdad es una cuestión de humanidad. Una sociedad que discrimina a más de la mitad de la población es una sociedad enferma y carente de corazón. No pretendo ser panfletario, ni sentar cátedra, pero para mí esto es así, lo siento así. Esta obra está dedicada a las mujeres de mi vida, y también a los hombres que aunque perdidos, o descolocados, ponen en valor su sensibilidad y su humanidad, por encima de la competitividad, de la violencia o del poder.
Paella habla de las relaciones laborales y lo difícil que lo tienen las mujeres para ascender en sus puestos de trabajo. No se puede discutir este hecho ni la brecha salarial. ¿Por qué crees que sucede? ¿Por qué a las mujeres se le ponen tantas trabas a la hora de desarrollarse y qué crees que se puede hacer ante eso?
Por incapacidad, por miedo a que te coman la tostada, por costumbre, por cobardía, por inseguridad… Yo que sé. Esto viene de los griegos y son muchos siglos con un modelo patriarcal. Antes de las sociedades clásicas, el modelo era matriarcal, las mujeres cortaban el bacalao. Eran las únicas que podían garantizar que sus hijos eran sus hijos, de manera que eran las herederas. Si tenían el dinero, tenían el poder… y el poder es goloso. Así es que los hombres usaron su fuerza física para cambiar el modelo y en esas estamos.
Lo único que podemos hacer es seguir luchando juntos. Como dice un personaje en mi Malcasada: “La igualdad es para todos. Luchad juntos en la causa, que si yo fuese mujer y no simple personaja; lucharía hasta la muerte por alcanzar la ventaja”.
¿Sientes que en el teatro pasa también?
Pasa en todas las esferas, en el teatro también. Quizá en menor medida porque nuestro trabajo nos obliga a hacernos preguntas y claro, eso no te lleva a hallar respuestas, pero sí te lleva cuestionarte los modelos.
También has jugado en el texto con el metateatro y con la vida de los intérpretes. Hay críticas veladas -y no tanto- a la profesión. ¿Con qué objetivo decidiste añadir ese juego?
No decidí añadir este juego, este juego es el mecanismo principal del texto. Quiero decir, yo quiero hablar de la existencia, de la vida y para ello lo tengo que hacer desde lo que conozco. Me parece fundamental el juicio crítico. Creo que es muy cómodo poner siempre la responsabilidad en los demás. La responsabilidad colectiva empieza por la individual y para ello hay que mirarse. Y una manera de mirarse es reírte de ti mismo. Me parece más sano, y más constructivo.
¿Qué análisis haces tú de la salud de las Artes Escénicas?
Son las eternas enfermas. Mientras exista la humanidad seguirán existiendo. Eso sí, nos lo están poniendo muy difícil. El talento y la creatividad es indiscutible. Mi mayor crítica va a hacia este sistema tremendo que pretende capitalizar todo. Y eso tiene un efecto decisivo sobre nuestra profesión. La cultura no es un bien de consumo, es un derecho fundamental garantizado por nuestra constitución y que obliga a las instituciones a difundirla para que esté al alcance de todos los españoles y españolas. Parece que ciertos poderes públicos no quieren o no pueden entender esto. Se empeñan en colocar en el mismo lugar a la cultura y al entretenimiento. Y eso no puede ser, y menos con el dinero de todos. Así encontramos que los actores y actrices no somos considerados creadores, si no bienes de consumo, y una vez amortizados nuestro valor decae. A veces se nos contrata en función de los seguidores que tenemos, si estamos o no de moda o si somos mediáticos o no. No hablo de prestigio. El prestigio es algo que viene del esfuerzo y del trabajo. Hay personas prestigiosas que son muy populares. Tirarse un pedo o sacarse un huevo puede ser un acto muy mediático, según donde se haga, y absolutamente carente de prestigio.
¿Sigue siendo el teatro ese rito ancestral que nos reúne en torno a una hoguera?
Esa es su vocación y su origen. En el 2019 trabajé en el CDN en Comunidad3S , un espectáculo de investigación sobre teatro, comunidad y nuevas tecnologías. Tuvimos la suerte de contar con el asesoramiento de Antonio Rodriguez de las Heras, (que la tierra le sea leve); él decía que la evolución humana llegó gracias a la hoguera, no sólo porque nos permitiera cocinar la carne y aumentar la ingesta proteica que hizo crecer nuestro cerebro, sino porque hizo crecer nuestra alma. Le ganamos horas a la noche. Nos empezamos a reunir en torno al fuego, surgió la comunidad y la comunidad generó un vinculo mas potente entre los seres que la integraban y esto nos hizo más fuertes y sobre todo mejores. Al ganarle horas a la oscuridad apareció el aburrimiento y al aparecer el aburrimiento surgió la creatividad. Y la creatividad transformó el mundo.
¿La vida es teatro al fin y al cabo?
Si me lo permites yo diría que el teatro es vida. Parece lo mismo, pero no lo es. El teatro es un acto real que genera un realidad irreal percibida como vida y no por ello como real.
Ya nos has ido contando lo que significa Nerea Moreno para ti y eso es algo que luego se ve en el escenario…
Sí, ya te he dicho que Nerea es mi hermana, mi pareja artística. Nos olemos, nos sentimos, discutimos y nos amamos. Es familia. Es una actriz excepcional y una creadora fuera de lo común.
Desde su perspectiva de mujer, ¿te ayudó en los ensayos a limar el texto?
Sí, claro. Más que a limarlo, que también, me ayudó a entenderlo en su verdadera dimensión. Es muy curioso porque a veces jugábamos a abogados del diablo. Yo defendía al personaje de Amparo y ella al de Federico.
¿Qué ha aportado Víctor Velasco a la obra?
Muchísimo, es su alma, su imaginario. Su dramaturgia, que es la traducción a hechos escénicos de lo que subyace en el texto, es increíble. El teatro no es literatura. Es hecho escénico. Y ahí reside la verdadera grandeza del teatro. Depositas tu creación en manos de aquellos que la han de llevar a cabo, que la han de completar. Esa es la generosidad del teatro , que no tiene la vida. Sin ese acto de generosidad, de entrega a los demás, no se puede hacer teatro. Cada pieza de este engranaje, actriz, director, autor, iluminadora… deposita parte de su creación en el otro para que la complete. Y el encargado de completarlas todas es el director, en este caso, Víctor Velasco.
¿Es fácil conjugar bien los papeles de autor e intérprete y dejar que sea la mirada del director la que guíe la obra?
Para mí con Víctor ha sido facilísimo. Nerea siempre se ríe de nosotros diciendo que somos unos pesados . Y es que a los dos nos encanta debatir. Encontramos que el debate creativo es estimulante, enriquecedor, y apasionante. Él ha convivido con el texto desde la absoluta sinceridad y libertad y por lo tanto el máximo respeto. Y yo he confiado en él , en su visón y en su lenguaje. Víctor es un director que no impone, que te seduce, que te hace defender las cosas como propias. Como actor te tiras al vacío con él con la seguridad que hay red, aunque no la haya.
La puesta en escena tiene soluciones realmente originales, por ejemplo la del cambio de punto de vista, ¿surgieron en los ensayos?
Claro. Como te decía antes, en ese bucear en la obra, en ese intento de traducir a signos escénicos lo que subyace en el texto, surge todo. Esto ha sido tan así que cuando nos pusimos de pie, después de dos semanas de trabajo de mesa, nos dimos cuenta de lo difícil que era la puñetera función. Yo pensaba que había escrito una obrita muy divertida que estaba bien, pero que era una cosa sin mucho más. Pero cuando empezamos el trabajo nos acordamos de la madre del autor en varias ocasiones. No sabíamos lo endiabladamente compleja que era la función. Y Victor, que va a por todas, ha hecho de esa complejidad la especifidad de la puesta en escena. Para mí, lo mejor de la puesta en escena es que parece que es algo fácil, sencillo y divertido, pero de una complejidad y de una exigencia que nos pone al límite.
¿Tuviste claro desde el principio que querías interpretarla tú?
Desde luego. Soy un actor que escribe y que en ocasiones dirige, ya te lo he dicho. Esta obra la escribí para Nerea y para mí. Para reencontrarnos en escena. Para vivir juntos y para hacernos un homenaje a nosotros mismos, sin que las obra sea nada autobiográfica.
¿Cómo te encuentras trabajando con la gente de Tarambana?
En casa. En Tarambana estrenamos en el 2006 a los poquitos meses de su inauguración !Ay amor que infierno! Cabaret al rojo vivo. Y hemos estado en la sala con este espectáculo 16 años temporada tras temporada. Cuando escribí Paella desde el principio pensé que quería que lo hiciese Tarambana. Es un texto escrito desde el corazón y si algo tiene Tarambana es corazón.
Habéis configurado un equipo de auténtico lujo, con grandes nombres de mujeres en los apartados técnicos. ¿Cómo se han produciendo estas sinergias?
Pues para mí es algo que me emociona profundamente. Todas las personas que conforman el equipo habíamos trabajado en alguna ocasión juntos. Yo les pasé el texto a cada una de manera individual y la respuesta que recibí fue de entusiasmo y entrega. Y que profesionales tan importantes digan: “Fabu, yo quiero estar en esto”, pues me emociona mucho y solo puedo decir: ¡Gracias compañeras, sois más grandes que Murcia!
Eres docente también, en el ámbito de las Artes Escénicas. ¿Qué es lo que intentas transmitir a tu alumnado?
El amor por el teatro. Que esto es una profesión en la que se trabaja muy duro. Que esto no es un ‘pasaba por allí’. Que tienes que formarte, leer, preguntarte cosas, estar en la vida y sobretodo dar tu corazón a los demás. Este es un arte colectivo y eso en este momento tan solitario y competitivo es un valor fuera de lo común.
¿Una gran paella (en directo) conlleva una gran responsabilidad? Supongo que también da pie a alguna anécdota…
Está claro que cuando la paella sale rica la función esta bien. Y la verdad que la paella sale muy rica. La anécdota fue sin duda la del día del estreno. Los cables se rebelaron. El fuego de inducción dejo de funcionar. Hicimos a los técnicos bajar al escenario para que lo arreglasen mientras nosotros continuábamos con la función. Ellos por el suelo durante 15 minutos y nosotros a la nuestro. Fue un delirio maravilloso. El público estaba dividido unos pensaban que estaba todo preparado y otros que la segunda parte de la función era improvisada. La metateatralidad elevada al cubo.
Reunirse en torno a una paella puede provocar acercamientos inesperados, o distanciamientos insalvables, como el que tú nos planteas. ¿A quién te gustaría reunir alrededor de una paella soñada?
A los que ya reúno: a mi familia y amigos. Aunque por soñar que es gratis, me gustaría que viniesen de visita los que ya no están de mi tribu y tampoco me importaría que se dejase caer por allí Dario Fo, Peter Brook, Pina Baus… bueno y alguna viva como Björk y que se cantase algo. Aunque lo mismo me la lía, que esta muchacha tiene lo suyo también. Las paellas las carga el diablo (risas).
¿Ya sabías cocinar paella o has tenido que aprender a marchas forzadas para esta función?
Sin modestia alguna te digo que soy un cocinero excepcional, qué le voy a hacer, es la verdad. No es la primera vez que interpreto cocinando. Mi primer protagonista en cine fue un chef en el largometraje internacional Dos, a love story in reverse dirigido por Stathis Athanasiou, con el que por cierto acabo de rodar una serie en Grecia también de reparto internacional One mister Club. Ya ves tú, de Carabanchel a Atenas, así de caprichosa es la vida del artista.
¿La paella con chorizo se vale?
Como te coja un valenciano te mete con la Paella en la cabeza. Por mí como si te la haces con alfajores, para gusto los colores. No se puede ser un talibán desde luego, pero también te digo que lo que es, es. Aunque si te quieres hacer tu paella con chorizo pues háztela, que tampoco estas matando nadie. Es que hay gente que se la coge con papel de fumar. Oye que se estrella un metro en Valencia, “un fallo lo tiene cualquiera”, pero que me haces una paella con chorizo, “te cuelgo del Micalet”. Tampoco es eso. En este país a veces muy buenos de la cabeza no es que estemos.