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Morboria Teatro, contra viento y marea

“No vamos con ninguna tendencia, ni con ninguna corriente, hacemos el teatro que nos gusta”

 

Eva del Palacio y Fernando Aguado son los fundadores de Morboria Teatro, una de las compañías de teatro clásico con más personalidad y solera de nuestro teatro. Llevan casi cuatro décadas recorriendo los teatros, y las calles, mostrando su manera de vivir este oficio. Son barrocos hasta la médula -¡quien los vio, lo sabe!- y ese es precisamente su atractivo, no en vano han despertado la vocación en más de un actor y actriz, y han cosechado una legión de seguidores gracias a su manera de contar y a esa particular galería de personajes que se queda anclada en la memoria.

A pesar de ser una compañía madrileña, a penas hemos tenido oportunidad de verlos en los escenarios de la capital, así que hemos querido aprovechar que llegan al Fernán Gómez -Del 17 de diciembre al 16 de enero- con su versión de El enfermo imaginario, fieles a su estilo: con música en directo, trajes fastuosos y caracterizaciones espectaculares al servicio de su adorado Molière, para conversar con ellos y rendirles nuestro particular homenaje lleno de admiración.

 

Reivindicando el trabajo hecho por las compañías teatrales

 

 

Por José Antonio Alba

Foto portada: Ernest Sesé

 

Los orígenes de Morboria se remontan al año 1983. Lleváis cuatro décadas haciendo teatro en todos sus formatos… Hagamos un poco de memoria: ¿de dónde venís? ¿cómo nace Morboria? ¿Cómo ha sido vivir esta trayectoria de casi cuatro décadas?

Eva del Palacio: Comenzamos en el 83, pero por aquello de poner fecha de verdad, sin pasacalles y eventos especiales, marcamos el 85 así que vamos a por los 37 años ininterrumpidos de locura. Realmente empezar, empecé estudiando danza de pequeña, canto… pero siempre tuve claro que quería ser actriz. Entré en la Escuela de Arte Dramático en el año 80 y Fernando en el 81, allí nos conocimos y empezamos a hacer las primeras creaciones colectivas. Como al principio no nos llamaban, empezamos a hacer locuras lanzándonos a la calle, buscábamos un espacio en el Retiro, o donde fuera, y nos inventábamos nuestras historias. A su vez Fernando, con su hermano Álvaro, investigaban la caracterización con el látex, manipulación de muñecos… Todo eso se juntó y comenzamos con esta cosa de artesanía y plástica que nos pedía el cuerpo. Dentro de la compañía no hay tiempo en blanco, cuando no estamos sobre un escenario, estamos pensando en algo para la calle o creando en el taller, imaginando cosas.

 

 

No sé si os lo han dicho alguna vez, pero hacéis un teatro que se queda pegado al recuerdo de los espectadores. ¡A mí me ha pasado! Sigo sin olvidarme de vuestro Sueño de una noche de verano que vi a finales de los 90.

E. D. P.: ¡Es superfuerte! Hay actores que nos vieron de niños en Sueño de una noche de verano, en una campaña escolar; y luego, como Diego Morales o Alejandra Llorente, acabaron haciéndolo; o quienes nos vieron y decidieron ser actores.

Fernando Aguado.- Los hay que se acuerdan incluso de canciones de nuestro espectáculo Piratas, sus padres los llevaron de pequeños y ahora, que son señores con pelos en las piernas, te cantan las canciones de hace 25 años ¡y lo flipas!

 

Como buena compañía de cómicos, lo vuestro es vivir las artes escénicas desde cualquiera de sus formatos, da igual que sea sobre un escenario que en la calle. Y eso es algo que ha caído totalmente en desuso.

E. D. P.: Hacemos todo lo que nos gusta. Siempre nos ha gustado la danza, la pintura, las acrobacias, la música y lo hemos integrado en nuestros espectáculos. Nosotros hemos hecho eventos muy especiales, desde espectáculos de calle hasta eventos para Christian Dior, incluso en el cumpleaños de Norman Foster. Y seguimos con el teatro de calle, no lo hemos abandonado.

F. A.: Aunque haya que hacer muchas cosas que no te gustan para hacer lo que te gusta, pero nuestra filosofía es no parar de hacer teatro. ¡Cuanto más, mejor! Tocamos muchos palos. Siempre hemos querido meter el espectáculo total. Si es Molière, Eva se hace su versión, nos metemos a inventar el vestuario, los zapatos, las pelucas, las narices… ¡solo nos falta trabajar el acero en taller! Nos metemos a fondo, investigando las costumbres de la época, las músicas… Ana, la hermana de Eva, que se encarga del vestuario, busca patrones del siglo XVI para hacer los trajes tal y como se confeccionaban entonces. Locuras así, que nadie ve, pero que están ahí.

 

 

Esa es, sin duda, una seña de identidad de Morboria: la apuesta por una estética muy concreta, las caracterizaciones, los efectos, el cuidado del detalle… ¿cómo llegáis a ello?

F. A.: Yo soy un fanático de los cómics desde pequeño, tengo una colección enorme. Y eso me ha servido para alimentar esa imaginería, el mundo de la fantasía, de los duendes, los trasgos, los orcos… ¡no te puedes imaginar la que tenemos en el taller! Seguimos creando cosas. A día de hoy sigo creando seres, maquillajes, máscaras que algún día saldrán.

E. D. P.: Somos muy barrocos, incluso en la imaginería. Es que ese mundo nos ha llamado la atención desde el principio, abrimos un camino de fantasía brutal. Tenemos un local solo de monstruos y esculturas. Luego hay otro donde está el vestuario, donde se realiza. Pero es que en Alcorcón tenemos un puesto en un mercado que parece la cueva de Ali Babá. (Risas) En los teatros ya no están acostumbrados a que lleguemos con burras de vestuario, y que vengan sastras y que pidas dos planchadoras a parte de la que ya tienen. Ya no tienen personal especializado en los teatros porque los montajes ya van en vaqueros y camiseta o como mucho un traje. Excepto en la Compañía Nacional o algunas muy contadas, no están preparados para el desembarco de vestuario que llevamos. En El enfermo somos nueve actores en escena y tres músicos, más dos asistentes de vestuario.

 

Nacisteis en un momento en el que nacieron muchas otras compañías que se fueron quedando por el camino o fueron transformándose en otras distintas, ¿cuáles son vuestras armas para haber sobrevivido y mantener la esencia?

F. A.: Pues aguantando el temporal contra viento y marea, siendo positivos. A veces sin brújula porque no sabes a dónde vas y hasta que el cuerpo aguante. Nosotros no vamos con ninguna tendencia, ni con ninguna corriente, hacemos el teatro que nos gusta.

 

¡Y ahora llegáis con toda esta parafernalia al Fernán Gómez!

E. D. P.: ¡Eso la culpa la tiene Laila Ripoll que sabe de lo que habla! (Risas) Fíjate que yo debuté en el Centro Cultural de la Villa con 16 años, cuando estaba en la compañía de Carlos Ballesteros. Ese fue el primer escenario que pisé, así que significa mucho. Lo que pasa que hace unas semanas hemos tenido una mala noticia y me tengo que sustituir, pero ya tengo a Malena Gutiérrez que va a hacer mi personaje. Está ahí a muerte con Toñita. La vida es así y es lo que sucede cuando quieres hacer tus planes. Lo que hay que tener es el rumbo y el objetivo claro. Y un equipo entusiasmado. Para mí es mucha tranquilidad y un privilegio tener ahí a Malena.

 

Siendo una compañía madrileña, ¿por qué creéis que es tan complicado veros programados en las temporadas de los teatros de la capital?

F. A.: Por lo que sea siempre estamos en las antípodas del gusto de las direcciones de los teatros de Madrid. A Madrid se le llena la boca de tierra de acogida, pero después es muy difícil entrar.

E. D. P.: Las compañías hemos estado muy olvidadas. Tiene que venir una persona con una sensibilidad especial como Laila Ripoll para que lo ponga en valor porque, lo que vamos viendo a lo largo de los años, es que quien se sitúa en la dirección va llamando a su camarilla. No sé si es malo o bueno o cuando te llega comienzas a pensar de otra forma… Son corrientes y se han apoyado mucho el teatro contemporáneo. ¡Aunque lo vistamos de otra época, todos somos contemporáneos! Pero también pasa con los autores de los 70 y 80 que tampoco se programan porque la tendencia es programar a los que tienen treinta y pico años.

 

Morboria Teatro, contra viento y marea en Madrid
Escena de ‘El enfermo imaginario’ de Morboria Teatro. Foto Ana del Palacio.

 

Si echamos un vistazo a vuestra trayectoria, descubrimos que Morboria tiene cierta querencia por Molière, ¿qué os atrae de su teatro?

F. A.: Nuestro maestro es Molière. Nosotros somos “molierescos” ¡Nos tendríamos que llamar “Morbolière”! (Risas) Él te hace reír mucho, pero cuando te vas a casa, te llevas ese retrato de la sociedad de su época que te traslada a la nuestra, porque no ha cambiado tanto. El retrato de la miseria humana, de la hipocondría, de la avaricia…

E. D. P.: Somos la compañía española que más Molière hemos montado. Ahora mismo estamos también con El Avaro que estrenamos en el Festival de Cáceres. Va a coincidir en enero que haremos El enfermo, El avaro y Del Teatro y otros males.

 

Aquí tengo que hacer un alto en el camino, Del teatro y otros males, es el primer texto escrito en verso por Fernando.

F. A.: Hace poco me dio por escribir. Había escrito cosas, algún espectáculo, pero me dio por escribir en verso. Me he puesto y tengo ya una colección de comedias en verso hasta el punto de que una de las primeras se la regalé a Eva que me decía: “Es que no me escribes versos”… Le he pintado cuadros, le he hecho muñecos, zapatos, le he hecho de todo ¡y me reprocha que no le he escrito versos! así que le escribí una comedia, se la regalé y fíjate si estamos chalados que ¡va y la monta! (Risas) Está escrita con el estilo del Arte nuevo de hacer comedias de Lope, pero contando las historias de una troupe de cómicos del S. XVII. Es muy biográfico, ahí hemos metido escenas de nuestra historia.

 

Ahora, llegáis al Fernán Gómez con El enfermo imaginario, un título que tenéis en vuestro repertorio desde el 2006.

F. A.: Lo bueno es llegar a Madrid con esta función porque para nosotros es la joya de la corona. El público va a flipar con el despliegue de vestuario, de música… Además, es para todos los públicos. Yo me lo paso muy bien, es estar jugando todo el tiempo. Eso sí, tienes que estudiar muchísimo porque la prosa poética que tiene Molière no hay un dios que la controle.

E. D. P.: Es muy familiar. Cada uno hará su lectura, pero va a entrar por los ojos y los oídos de todo el público, hay partes tratadas desde el punto de vista del clown con un ritmo endiablado.

 

¿Es un regreso a aquella misma producción o es una nueva propuesta?

E. D. P.: Se han introducido los tres músicos en directo y una escena que abre el espectáculo en la que la muerte está muy presente. Reduje un poco el monólogo de inicio del enfermo por una pesadilla con humor negro. Es la manera de espantar los “yuyus”. Es una comedia, pero es una comedia que está escrita con muy mala leche y una tragedia de trasfondo donde te atraviesan las dagas del sufrimiento de esta persona. Nos reímos mucho, pero si te pones a ver el retrato que está haciendo, es brutal.

 

Más allá de la recuperación de un texto clásico, ¿dónde puede radicar el interés del público actual por El enfermo imaginario? ¿Cuáles son para vosotros los paralelismos que se establecen con este clásico y este tiempo de pandemias, hipocondría y negacionismo?

F. A.: ¡Parece escrita hace quince días! Hablan de cómo crean la necesidad y cómo te la satisfacen. No es que Molière sea moderno, es que está vivo.

E. D. P.: Hay momentos que me sorprenden mucho, por ejemplo, con la conversación entre el enfermo y su hermano, que yo lo he transformado en hermana, y tienen un momento en el que parece que estuvieran hablando los negacionistas con los que no lo son.

Nosotros ya le dedicábamos este espectáculo a la gente que trabajaba en la Seguridad Social antes de la llegada del COVID, viendo cómo han ayudado y se han volcado con amigos como, Miguel Ángel Alcántara o Jordi Dauder, que se han ido demasiado pronto. Ahora, por supuesto, seguimos dedicándoselo.

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