«De lo más bonito que se puede vivir en el teatro es ser testigo del enamoramiento que se produce entre un director o directora y sus intérpretes»
Estamos de enhorabuena porque la compañía Los Bárbaros regresa, con una nueva propuesta, a la escena madrileña: Martirio. Si se me permite la expresión, se trata de un ‘spin-off’ de La Casa de Bernarda Alba en el que descubriremos a la penúltima hija del icónico personaje de Federico García Lorca rebelándose ante la tumba de su madre a la que interpela, en un maravilloso soliloquio interpretado por Alba Enríquez y dirigida por Aarón Lobato.
La propuesta llega de la mano de #SurgeMadrid los días 20 y 21 de octubre y se mantiene en cartel hasta el 31 del mismo mes en Nave 73.
Hablamos sobre lo que nos tiene que contar Martirio con Julio Rojas, el autor del texto.
Martirio, de Julio Rojas, en Nave 73
Por Ka Penichet
Foto de portada: Julio Rojas. ©Javier Mantrana
¿Por qué escogiste Martirio y no otra de las hijas de Bernarda?
Lo primero que quiero decir, es que no sólo fue una elección mía. Hace ahora un año, Alba, Aarón, Pablo Martínez Bravo (nuestro ayudante) y yo, nos encontramos en el estreno de Mujercitas. Los tres habíamos trabajado juntos, (también con Andrea Trepat, una de las mujercitas), en nuestro anterior espectáculo, Wände_Wunde, que desarrollamos durante todo el año 2019, mostrando el final del proceso a mediados de noviembre, poco antes de que empezara todo el caos de la pandemia. En el estreno de Mujercitas, la conversación fue la típica de los estrenos: Aarón le preguntó a Alba “¿En qué estás ahora?”, y Alba le contestó que en nada. Nosotros, Aarón, Pablo y yo, también estábamos en el paro absoluto en que la pandemia dejó a tanta gente, así que Aarón, con el par de vinos de después del estreno, dijo: “¡Pues vamos a hacer algo!”. Esa misma noche creamos un grupo de WhatsApp y empezamos a proponer personajes. Sabíamos que lo que íbamos a crear era un monólogo con Alba y para Alba, pero no teníamos una intención concreta de tomar a ninguno de los personajes de La casa de Bernarda Alba. Aarón y yo hemos seguido con nuestra compañía Los Bárbaros, la línea de resignificar personajes, historias, referentes de la literatura universal, lo hicimos en Julieta & Ofelia; suicidas de toda la vida (con los personajes de Shakespeare), y en Wände_Wunde (con el Fausto de Goethë), así que en ese grupo de WhatsApp empezamos los cuatro a proponer personajes, y aparecieron nombres como: Isabel Tudor, Penélope, Medea, Salomé, La Magdalena, Sherezade, Judith, Electra, Anna Karenina, Madame Bovary, Escarlata O’Hara, La dama de las Camelias, Antígona… ¡ahí es nada! Finalmente fue Aarón quien propuso a Martirio.
¿Por qué ella y no otra de las hijas de Bernarda? Nos atraía su oscuridad. En el texto de Lorca, Martirio no para de enviar dardos envenenados contra sus hermanas. Tiene una relación con su madre mucho más madura y hasta compleja, diría yo, que la que ésta tiene con Adela. Hay algo en la soledad y el ostracismo en que queda Martirio por sus mentiras que nos parecía fascinante. Desde muy al comienzo, pensamos que el suceso del que partiríamos sería el de la muerte de su madre, y a partir de ahí, tomando como base ese suceso y los rasgos más marcados del carácter de Martirio, empezamos a explorar.
¿Cuánto de Lorca hay en este ‘spin off’?
Me encanta que utilices el término ‘spin off’ porque es precisamente eso. Desde el principio tuvimos claro que no queríamos hacer una secuela de La casa de Bernarda Alba. Nuestro foco está en Martirio. La historia de La casa de Bernarda Alba ya está contada, y no puede estar mejor contada que como lo que hizo Lorca. Sí te digo que yo temía imitar el estilo, la poética de Lorca, aunque evidentemente volvimos a leer la función, sus Sonetos del amor oscuro, etc… En el texto hay referencias a Lorca, evidentemente, pero casi prefiero verlas como homenajes, por la absoluta admiración que sentimos en el equipo por Federico. Pero con nuestro proyecto quisimos crear una historia nueva, a pesar de que utilizásemos a estos personajes como referentes. Bernarda Alba significa muchas cosas, es icónica, universal, y casi todo el mundo tiene en su cabeza una imagen de este personaje y sus significados. Confrontar a Martirio con la muerte de Bernarda, de alguna manera también es hacer que el público o los lectores de este monólogo, se confronten con la muerte de Bernarda: tendrán una imagen, un recuerdo, una información que deben “matar”, una pérdida, que como Martirio, tienen que asumir para emprender este nuevo viaje.
A lo largo del texto utilizas frases de Angélica Lidell, ¿encuentras conexión entre sus textos y los personajes de Lorca?
Supongo que la principal conexión que hay entre ambos es que los admiro profundamente como poetas. Angélica me parece tremendamente inspiradora, es capaz de evocar la belleza desde imágenes verdaderamente terribles, soeces, oscuras. Cuando empezamos el proceso, fuimos a ver el espectáculo que hizo en el Canal, Madre, un montaje con el que compartimos rasgos temáticos. Pero las citas a Angélica Lidell tienen más que ver con nuestra lectura concreta del personaje de Martirio. Creo que Angélica es un poco Martirio, también en su parte más mística, y desde luego en sus rasgos más viscerales.
¿Qué referencias tuviste en cuenta para crear a esta Martirio?
Pues como te he comentado, a Angélica. También a Alejandra Pizarnik, por ejemplo. Alba es una lectora voraz, y nos pasaba constantemente textos, poemas… de autoras como Wisława Szymborska, Agota Kristoff, Marina Porras. Aarón nos comparte los podcasts de Deforme Semanal de Isabel Calderón y Lucía Lijtmaer, cuyas palabras también alimentan a Martirio (y que desde aquí digo, nos encantaría que viniesen a conocerla). El vídeo de Demasiadas Mujeres, de C. Tangana, nos impactó mucho visualmente. Y por supuesto, las referencias a la hora de ponernos a hablar de Martirio, son nuestras madres y nuestras abuelas. Nuestra relación con ellas, con las circunstancias de sus vidas y de las nuestras, y con su pérdida, en el caso de la madre de Alba, a quién dedicamos este espectáculo.
A mí, por momentos, me vino a la mente el Miguel Delibes de Cinco horas con Mario… en Martirio el texto usa la estructura del Rosario y en Cinco horas con Mario, Menchu recurría a citas bíblicas subrayadas por Mario para hablar con él.
Soy consciente de que en un principio pueden surgir comparaciones. Al fin y al cabo es un monólogo femenino en el que ella vela el cuerpo de un ser muy querido. Creo que además, el vínculo con la religión tiene mucho que ver con la idiosincrasia de nuestro país, incluso para los que no somos creyentes. Pero creo que aquí terminan las similitudes.
De una forma instintiva, decidimos articular la estructura del texto como la oración del Rosario: en cuatro Misterios (los misterios Dolorosos, Gozosos, Luminosos, y Gloriosos), o escenas; y por eso en las escenas hay cuestiones conceptuales y pequeños ‘easter eggs’ que relacionan el viaje de Martirio con el del otro mártir al que ella tanto admira.
Martirio, a raíz de la muerte de Bernarda, tiene que descubrir quién es ella en un mundo en el que su guía, su sustento, su imagen y semejanza, su madre… ha desaparecido. Y por otra parte, aunque el disparadero de la función sea su monólogo con un interlocutor presente y ausente al mismo tiempo (la lápida donde reposa Bernarda), después hay sorpresas en lo que se refiere a los interlocutores a los que Martirio apela.
Para mí ha sido un verdadero reto el escribir un monólogo.
El texto habla mucho sobre la liberación de Martirio pero deja abierto al espectador qué sucedió con ella. ¿Qué motiva esta decisión?
No queríamos condenar ni salvar a Martirio. No queríamos hacer con ella un cuento moral sobre lo que es o significa como personaje. Preferimos que sea el espectador o espectadora y los lectores, quienes completen su historia. De esta manera, la función no termina cuando se apaga el último foco, sino que continúa más allá del teatro. El personaje sigue vivo en el público. Además, como ella misma dice, Martirio miente con facilidad, lo cual invita a cuestionar cuánto hay de verdad o de mentira en muchas de las cosas que dice.
¿Cómo aborda Aarón la dirección del texto?
Aarón tiene una poética personal muy clara en su dirección, pero al mismo tiempo, cada texto pide una forma distinta de dirigirse. De los tres proyectos que hemos hecho juntos, en este es en el que ha apostado por algo más sobrio, que no depende tanto de efectos teatrales -que nos encantan-, y mucho más del texto y de la actriz. Aún así, Aarón establece asociaciones plásticas, temáticas… y me hace descubrir cosas de mis propios textos que yo desconocía.
Por otra parte, como nuestro proceso de investigación ha sido muy largo, gran parte de ese proceso ha sido en la mesa, buscando las grietas, los ritmos y las atmósferas que propone el texto. Y sí que quiero decir, que una de las cosas más bonitas que pueden vivirse entre las personas que hacemos teatro, es ser testigo del enamoramiento que se produce entre un director o directora y su intérprete. Yo lo he visto en Martirio, y ha habido ensayos en los que me he emocionado simplemente por la conexión profunda que se ha establecido entre Alba y Aarón.
Martirio se pregunta quién es ella si Bernarda no está, ¿quién es Julio Rojas sin Aaron Lobato?
Aarón es mi hermano. Él siempre dice que su papá en el teatro es Tomaz Pandur, y par los dos, nuestra mamá es María Velasco. En esta familia disfuncional, Aarón y yo empezamos a generar creaciones propias por el ánimo y la confianza que esas dos personas nos dieron, y por el hecho de poder estar juntos, de seguir jugando juntos. Somos amigos desde hace muchos años y nos conocemos en nuestros momentos más bajos y más altos. Es, probablemente, la persona que más me cuestiona creativamente, porque es de las que mejor me conoce. A él no puedo engañarle. Y cuando hay momentos en que uno piensa que va a mandar todo esto a tomar por… el otro está ahí para levantarle, y a la inversa.
Por supuesto, yo no me cierro a trabajar con otros directores y directoras, o a escribir en soledad. He hecho y disfrutado ambas cosas. Pero es mi socio, mi amigo, mi complementario… mi hermano, vamos. ¿Quién sería yo sin Aarón? No lo sé. Si ocurriera algún día, entonces te lo contaría.
¿Cuánto de Julio Rojas hay en esta Martirio deseosa de liberación?
Yo creo que todas las obras, incluso cuando ‘solamente’ estás actuando en un proyecto, hablan en cierta manera de tu momento personal, o de tu posicionamiento en ese contexto, o de tu manera de ver el mundo. Por eso hay mucho de mi en Martirio, o al menos, mucho que he intentado canalizar a través de ella, aunque no fuera necesariamente bueno.
El año pasado, cuando terminaron los confinamientos estrictos, yo tuve ansiedad de forma continuada por primera vez, y esa especie de espiral oscura en el pensamiento y en los sentimientos, traté de trasladarla a Martirio. También la incertidumbre en la que nos encontrábamos todos en mitad de la jodida pandemia, las dudas en torno a la muerte. Todo ello estaba en mí, y todo ello está de alguna manera en Martirio. Y también el deseo de superar ese instante, y de volver a dormir bien, de volver a reírme de verdad… cosas que por suerte he conseguido, y en gran parte gracias a este proyecto.
¿Crees que Martirio utiliza a Bernarda como excusa por no haber tenido su vida soñada? ¿Cuánto peso de responsabilidad dirías que recae sobre ella misma?
Sí y no. Creo que efectivamente hay muchos condicionantes que le ha puesto Bernarda, como madre, y como símbolo de una estructura determinada, en lo familiar y en lo social. Evidentemente, el contexto de Martirio es muy concreto, si situamos la obra en el momento en que fue escrita. Pero también hay rasgos de su carácter, que son los que más me intrigan, que tienen que ver con algo esencial, ¿tal vez innato? No todo se soluciona enfrentándose con el mundo, y el enfrentamiento más duro casi siempre tiene que ver con uno mismo.
Por suerte la actriz de Martirio es Alba, y ella es una cosa descomunal: como actriz, y también como persona, a la hora de manejar todas estas contradicciones.
Este es tu sexto trabajo como dramaturgo y el cuarto en ponerse en pie, ¿cuánto cuesta sacar un proyecto adelante?
Mucho. Lo digo siempre, pero Aarón y yo podemos seguir haciendo teatro por una serie de personas que confían y apuestan por lo que hacemos, aún cuando les podemos dar muy poco a cambio. Esas personas son nuestro equipo, en el que tenemos, además, gente con un talento descomunal; nuestro círculo más cercano de amigos, y el apoyo de nuestras familias.
Económicamente, a día de hoy, es un desastre. Hay muy pocas ayudas para compañías pequeñas como la nuestra, y aunque solicitamos (hemos aprendido a hacerlo, lo cual no es fácil), todas las que podemos, hay laberintos burocráticos peores que el de Kafka. Las convocatorias de programación para espacios públicos son escasas, sobre todo teniendo en cuenta que son eso, espacios públicos; y la valoración de los proyectos o el criterio que se aplica, normalmente no facilita ninguna información a las compañías para poder seguir creciendo.
No obstante, sigue mereciéndonos la pena, porque trabajamos con gente con la que queremos trabajar, y a la que queremos. Por el camino te encuentras además con personas como Gabriel Olivares, en el caso de Martirio, cuyo apoyo con su centro de investigación TeatroLAB (en la residencia, en el espacio de ensayos, en elementos de la escenografía, en su energía), ha sido imprescindible para que hayamos podido estrenar.
Puede sonar ingenuo, pero al final lo que nos mueve como equipo, como compañía, a Alba, Aarón, a mí, a todos y a todas las que están en nuestros proyectos… es el deseo de estar juntos, el afecto que nos tenemos, y el amor (por mucho que en el amor también haya días malos), que tenemos por la escena. Y por eso sé que seguiremos creando.