La actriz estrena su quinto montaje con la Compañía Nacional de Teatro Clásico: ‘La dama duende’, de Calderón. [entradilla]
Es su quinto montaje con la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), donde cada vez le dan papeles con mayor peso. Aunque tampoco quiere perpetuarse en el teatro clásico. “Instalarse no es nada positivo”. Claro que, si siguen ofreciéndole personajes como la Doña Ángela de La dama duende, difícil decir no.
Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer
Quinto montaje con la CNTC, Marta. Tal y como están las cosas en el sector, ¿lo vives como un privilegio? Porque un trabajo seguro así… mola, ¿no?
Cinco montajes… ¡madre de dios! (risas) Es verdad que hubo un paréntesis después de Donde hay agravios no hay celos, que solo hice la temporada de Madrid. De ahí me fui a hacer Los cuentos de la peste en el Español y hasta que volví a la CNTC con El perro del hortelano, hice otros cuatro espectáculos en dos años. Pero Helena (Pimenta) me llamó para ofrecerme la Diana de El perro del hortelano y, claro, Diana es un personaje muy difícil de rechazar. Te diré más, estaba con Echanove, porque estábamos preparando el siguiente espectáculo, y él me lo dijo, muy tajante: vete a hacer El perro del hortelano, no puedes negarte. Casi me obligó el tío.
A Echanove tampoco se le puede decir que no…
Claro, encima se lo monta muy bien, te invita a comer, te da vino bueno… (risas) Y luego me han ofrecido La dama duende, un Calderón que tampoco se puede rechazar. Pero no tengo ningún miedo a irme de la CNTC. De hecho, no creo que sea positivo instalarse. Lo que pasa es que te llegan cosas jugosas y este texto, en concreto, es todo un reto, porque es muy muy complicado y en ese sentido estoy disfrutando un montón. Pero no, no es bueno instalarse, para nada.
¿Qué han supuesto para ti estos textos clásicos en tu evolución como actriz?
Muchísimo crecimiento. Y lo he comprobado precisamente cuando he estado fuera de la compañía haciendo otras cosas. La palabra del Barroco es tan grande, tan universal, que tienes que concentrarlo en algo pequeño y cercano y que provoque empatía. Tienes que trabajar con lo más grande y con lo más pequeño. Y como mejor se llega a ese punto es con un texto clásico o un gran texto de cualquier época, porque en todos los grandes textos de todas las épocas eso está. Ocurre lo mismo con Lorca, por ejemplo. Lo que pasa es que la estructura en el teatro barroco, al ser tan firme, al estar todo tan medido, tener que luchar por romperla te hace tener que buscar muchas vías de creación, tanto corporales como emocionales.
Hablamos mucho con los directores y con los dramaturgos que hacen las versiones, sobre cómo abordar los clásicos escritos hace tantos años para un público de hoy. ¿Cómo es para el actor en este sentido, porque también sois parte de esto y tenéis que ser vehículo de unas sensibilidades de hace 400 años hacia el presente?
En el caso de La dama duende es verdad que ella vive una situación a la que hoy una mujer occidental puede que no se tenga que someter, pero sí que te está hablando de una mujer que se enfrenta a una gesta más allá de lo que ella esperaba que iba a ser su vida. Ella tiene que romper muchísimas barreras para alcanzar su deseo y para mí es fácil entender eso desde la mujer que soy ahora. Y ella tiene discursos que a mí me llegan al corazón y creo que pueden llegar al espectador también. Realmente no es tan complicado, la palabra de los grandes es cercana, tú lees a Shakespeare y empatizas, aunque sean conflictos diferentes, porque te está hablando de emociones universales y están escritas con gran maestría. Uno no tiene que pensar a ver cómo lo hago para que parezca moderna. A mí al menos no me pasa, aunque bueno, a lo mejor lo que pasa es que luego lo hago mal, que eso es otra cosa. Lo que sí me pasó una vez, en plan anécdota te lo cuento, que dos críticos, en Almagro, en sus blogs pusieron que mi personaje se movía demasiado moderno… que yo pensaba: ¿cómo se mueve un antiguo? ¿Cómo tengo que moverme para que parezca que estoy en otra época? Este tipo de comentario me pareció casi machista. Llevaba el mismo corsé que llevaban en el XVI, ¿cómo quieres que me mueva? Ni siquiera para hablar es fácil.
Pues ya lo ves, dices que en La dama duende, el conflicto que tiene Doña Ángela no es algo que le pueda pasar a una mujer occidental de hoy, pero sí que es cierto que el control sobre una mujer cuando un hombre piensa que es propiedad suya, pues tampoco está tan lejos, desgraciadamente.
No, no, de hecho lo primero que pensé al leerla encarando el personaje, fue que esta mujer está rodeada de maltratadores. La han encerrado y controlan todos sus movimientos. Efectivamente es algo que una mujer de hoy en día, tanto en Occidente como en otras latitudes, conoce perfectamente.
Dice Álvaro Tato que Doña Ángela es «una rebelde lúdica de pura estirpe cervantina».
Esa definición ayuda mucho a trabajar el personaje. No es la misma rebeldía de Rosaura (La vida es sueño), que se lanza ocho días a caballo a pedir justicia. Ángela, como está encerrada y no puede irse, lo hace a través de la imaginación. Lo que tiene de cervantino es que ella, con su poderosa imaginación, convierte la realidad en algo mucho más grande, y todo para enfocarlo en la búsqueda del libre albedrío. Eso está directamente conectado con Cervantes. Tal y como yo la he compuesto, llega a generar un universo tan especial y llega a ver en personas que tiene alrededor cosas tan maravillosas, que al final ella acaba creyéndoselas y se convierten en el motor de su lucha. Pero le pasa lo que a Don Quijote: hay un momento en el que el sueño se le rompe, y ella misma se agarra otra vez a la realidad, y eso casi la mata, la lleva a desear la muerte.
Siempre se ha dicho que, aun siendo una comedia, hay como un asomo trágico en esta obra, algo sombrío.
Para mí es muy dramático. Ella está encerrada, es una especie de antesala de Segismundo, en otro código, pero es clarísimo el paralelismo. Y la única opción que tiene es escaparse y cuando se escapa se cruza con un hombre al que casi apenas ha podido oler y lo ha convertido en el hombre de su vida, y en ese intercambio de cartas que tienen, las de él son un poquito absurdas y defensivas, y ella ve a un caballero andante. Ella se va sugestionando para conseguir salir de ese infierno. Y la tía lo consigue, de alguna manera.
También se pone en juego esa característica asociada tradicionalmente a la mujer, que tiene que ver con su arte para la manipulación para poder sacar la cabeza y respirar.
Cualquier ser humano en esa situación de opresión se busca las vueltas como puede. Y en un lugar en el que no te puedes expresar, que no tienes ni el don, ni el poder ni la oportunidad de la palabra, tienes que manipular, porque la otra opción es el suicidio.
De todas formas, en La dama duende está el Calderón más lúdico también, que luego con el tiempo el hombre se volvió más seriote. Pero este Calderón joven también debe ser gustoso para hacer, ¿no?
Mola un montón, porque es de tremenda profundidad pero luego tiene unos golpes que parecen de los Monty Python. Y luego textualmente es complejo, porque es muy enrevesado. Así como Lope fluye y su palabra te lleva hacia delante, lo que tiene Calderón es que va hacia delante pero luego vuelve hacia atrás, el personaje tiene mil aristas y avanza, recula, avanza, recula… y eso forma parte también de su código humorístico.
Con Helena Pimenta, después de tantos montajes, supongo que hay un entendimiento rápido y fácil, pero me gustaría saber cómo ha sido en este caso, ya que planteas todas esas complejidades después de venir de El perro del hortelano.
Ha sido muy diferente de El perro, desde luego, por eso que te decía, por la fluidez de Lope, y era como fácil encontrar cosas más claras. Pero con este Calderón, para mí ha sido mucho más difícil componer el personaje. Helena y yo hemos hablado mucho, hemos profundizado, y así como con Lope salía todo más intuitivo, en este espectáculo ha sido más de investigación. Ha habido algún momento de bloqueo y ella me ha dado claves para poder seguir adelante. Es verdad que entre ella y yo, desde La vida es sueño, hay muy buena química a la hora de trabajar. Ella es una directora un poco asalvajada y yo también, y aun con las limitaciones que supone estar en una CNTC, que hay que atender siempre a ciertas cosas, ella me ha dejado trabajar mucho a través del cuerpo.
Una curiosidad que tengo. Los que hacéis tanto clásico, ¿el verso os lo quitáis fácil de la cabeza?
(risas) A mí me pasa con el hipérbaton, me pongo muy hiperbatónica y de pronto te digo: yo un café quiero, y cosas así, acabo todas las oraciones con el verbo al final, y utilizas términos muy del barroco. Sí, esa musicalidad te persigue un rato, es verdad, pero luego cuando te enfrentas a la prosa, es como si estuvieras corriendo en el agua y de pronto pasaras a correr en pista, es muy fuerte.
¿Volverás a correr en pista pronto?
Creo que sí, pronto volveré a correr en pista. Ahí lo dejo. Tengo mucha suerte con lo que estoy haciendo y es consecuencia de todo el trabajo hecho antes, obviamente, pero estoy como un caballo encerrado en un corral, que se subiría toda la estepa a galope tendido, no porque no esté bien, sino porque estoy todavía reteniendo y necesito galopar más, a lo salvaje (risas). No, ya en serio, nuestra profesión tiene que ver con el riesgo, como que necesitamos romper límites para seguir creciendo, porque si no, no tiene sentido ser actriz. Como en muchas otras profesiones, necesitas cada vez alimentos más difíciles de alcanzar, eso es lo que nos hace crecer y ofrecer mucho más y de mayor calidad. No hay que parar.
Ángela es el ejemplo paradigmático de personaje femenino y feminista de los que hay muchos en el Barroco español, protagonista total que arrastra el argumento por sí misma. Y esto es algo que hoy suceda tan claramente, en pleno siglo XXI, en muchas obras, pelis, novelas…
Me gusta decir que creo que los clásicos, los españoles concretamente que son los que yo ahora estoy haciendo, tienen, en contra de lo que mucha gente piensa, unos personajes femeninos impresionantes. Es maravilloso que Helena Pimenta los saque a la palestra, yo se lo agradezco mucho. Y Calderón en concreto, tal y como aborda a las mujeres como autor, llega mucho dentro. Yo solo he tenido la oportunidad de hacer dos, pero el hijo de puta llega profundo, y hablamos de un señor que nació en el año 1600.
Autor: Calderón de la Barca
Versión: Álvaro Tato
Directora: Helena Pimenta
Intérpretes: Marta Poveda, Rafa Castejón, Cecilia Solaguren, Nuria Gallardo, David Boceta y Joaquín Notario.
Teatro de La Comedia. Del 5 de octubre al 10 de diciembre