«El mejor actor del mundo no es más que la persona que está limpiando el escenario»
Lluís Homar es un tipo afable, gran conversador y de espíritu optimista, y eso que le ha tocado bailar con la más fea: nada más iniciarse la temporada, un par de positivos trastocaron todos los planes de la CNTC. Afortunadamente el desenlace ha tenido un final feliz. Pasado el susto, charlamos con Lluís coincidiendo con el día en el que La Comedia de maravillas, su primera dirección escénica estando al frente del Clásico, pasa de la sala de ensayos a la Tirso de Molina. La emoción de este estreno, su llegada a la dirección de la CNTC y su compromiso con el teatro son los temas protagonistas de esta conversación.
Lluís Homar dirige su primer montaje al frente de la CNTC
Foto portada: Sergio Parra
Lluís, el arranque de temporada está siendo especialmente duro para la CNTC, esta segunda ola os ha jugado una mala pasada, ¿cómo lo estáis viviendo desde dentro?
Con tristeza y al mismo tiempo sin rendirnos, sabíamos que estábamos expuestos a esto y que podía pasar. Estamos intentando, dentro de la adversidad, ir para adelante. Hubo un momento que estábamos a pleno rendimiento y, de repente, en dos días tuvimos que pararlo todo.
Estamos lidiando con las circunstancias y cuando te toca de lleno, evidentemente, es un stress añadido a lo que ya tenemos todos como ciudadanos. Ahora estamos con la confianza de no venirnos abajo e intentando que, dentro de las adversidades, las cosas sigan yendo para adelante.
¡Menudo estreno habéis tenido los nuevos directores de los teatros que os acabáis de incorporar al puesto!
Al principio, cuando alguien me lo comentaba, pensaba: “Bueno, se ha dado así, nos afecta a todos”, pero ahora que lo estoy viviendo, pienso: “Guau, ¡qué difícil!”. Quién nos iba a decir hace un año que nuestra batalla del día a día iba a ser la que estamos viviendo ahora, no podíamos ni imaginarlo, pero bueno, estamos aquí y estamos con toda la energía, intentando dar lo mejor de nosotros.
Lluís, ¿cuáles son las líneas generales sobre las que has querido diseñar esta temporada al frente del Clásico?
A mí lo que me gusta especialmente es ese encuentro entre lo clásico y lo contemporáneo. Nosotros lo que hacemos es teatro contemporáneo con textos clásicos, un teatro abierto a todo tipo de público, respetando al que ya tiene la casa, pero aspirando también a un público joven. A mí me gusta especialmente la mezcla de Calderón de la Barca, Tirso de Molina, Moliere, Lluïsa Cunillé, Alberto Conejero, Sergio Blanco, Shakespeare o Ana Caro. Ese encuentro es fundamental, tenemos la consciencia de que hay un material maravilloso dentro de lo que es nuestro patrimonio, creo que es apasionante, es único.
Es interesante ese vínculo entre el teatro del origen y lo contemporáneo.
Sobre todo para entendernos a nosotros mismos, porqué hemos llegado aquí y cuáles son esas raíces y cuál es ese camino.
Sin embargo, ha habido cierta mirada de recelo ante esta temporada. Hay voces que dicen: “Si la CNTC está para dar voz a nuestro Siglo de Oro, ¿por qué está ahí Séneca, Conejero, Blanco o Ramón de la Cruz?”.
Yo tengo la conciencia muy tranquila porque creo que justamente es la mejor manera de preservar el Siglo de Oro, sabiendo qué pasa antes y qué pasa después, no verlo como una cosa aislada. Evidentemente el foco principal es el Siglo de Oro, pero sin desatender al Siglo XVIII y el XIX y tener una mirada amplia del concepto clásico, esto está en los estatutos de la propia compañía. No hemos hecho nada que no se nos haya pedido y, en este sentido, para mí hay cosas que son apabullantes, ahí tenemos el que, para mí, es el buque insignia de esta temporada que es El príncipe constante de Calderón de la Barca, un texto que nunca ha sido representado por la CNTC y que seguramente a nivel europeo es incluso más relevante que La vida es sueño. Por eso digo que, cuando vamos al Siglo de Oro, vamos cogiendo al toro por los cuernos, entramos de lleno en él.
A veces tenemos esa cosa casi franquista de que Europa se acaba en los Pirineos y de que lo nuestro está muy bien, pero solo sirve para nosotros. Hay que romper lanzas en este sentido y El príncipe constante es un ejemplo de ello, nos parece fundamental porque todos estos autores ayudaron a crear el imaginario europeo y viene de ahí, de esos textos. No renunciamos a nada, lo que intentamos hacer es tener una mirada lo más amplia posible; sí vamos a Sergio Blanco es porque es uno de los dramaturgos más relevantes de este momento dentro del panorama internacional, tiene una mirada sobre los clásicos como en Tebas Land, son personas con una mirada absolutamente contrastada y todo eso lo que hace es ensanchar conciencias a partir de nuestro centro.
Ya va siendo hora de sacudirse ese complejo tan arraigado que tenemos los españoles de que lo de fuera siempre es mejor que lo nuestro. ¿Quizá el desconocimiento nos hace despreciarlo?
Sí, eso está en nuestros genes. Imagínate que los ingleses, los franceses o los alemanes tuviesen nuestro Siglo de Oro, nuestros autores. Yo creo que nuestro patrimonio es mucho mejor del que tienen ellos, pero el suyo lo han mimado realmente, se han alimentado de ello y nosotros lo tenemos ahí sin aprovecharlo; piensas en instituciones como La Comédie en Francia o la Royal Shakespeare en Inglaterra y hay una labor de siglos continuada, lo nuestro parece que está hecho a salto de mata, no conseguimos hilvanar una tradición, algo que haga su evolución. Tiene la ventaja de que parece siempre estás empezando (Bromea), no empezando porque piensa lo que hizo Marsillach aquí, pero hay muchísimo por hacer, entendiendo que hay mucho hecho desde muchos aspectos y valorarlo.
Hablando de esto, te estrenas con una propuesta que juega con el sainete y los aromas zarzueleros, ¿qué tiene La comedia de maravillas para ser la elegida como tu primera dirección dentro de la CNTC?
Lo que he hecho ha sido mirar a las distintas promociones de La Joven que ha habido en los últimos 10 o 12 años. Me parecía que ahí había una inversión desde muchos aspectos y que merecía volver a toda esta gente que se había ido formando a lo largo de todos esos años en vez de convocar una nueva promoción y dar un espacio de dos o tres años para hacer una especie de repesca. Dentro de ese marco está mi espectáculo y el de Las Troyanas. Elegí antes a los actores que al texto. Lo habitual es que quieras hacer un texto y luego buscas a los actores. Elegí a seis actrices y seis actores con los que quería trabajar y nos pusimos a buscar el material. Estábamos con la idea de elegir entremeses, sainetes, el género chico, buscando cómo hilvanar lo que habían sido los entremeses en el XVII, el sainete del XVIII y, de repente, dimos con Ramón de la Cruz y nos fascinó el autor. Al mismo tiempo descubrimos que había siete u ocho sainetes que hablaban del mundo del teatro, una mirada desde dentro, algo poco habitual, y nos gustó mucho ese material que era muy ligero, pero que a la vez tenía profundidad. Sin ir más lejos, uno de los sainetes se llama El entierro de la compañía, un cuestionamiento de si el teatro que se está haciendo es capaz de transformar una sociedad. Eso nos enamoró y nos llevó a pensar que necesitábamos un autor o autora que, de esos materiales, hiciera una sola pieza y recurrimos a Lluïsa Cunillé, le presentamos la idea, ella también se enamoró del material, y nos hizo una propuesta que es sobre la que estamos trabajando.
Entonces, ¿tendrá una sola trama o serán sainetes que irán por separado?
No, está hecho para que sea una sola trama. Ahí es donde está la maestría de Lluïsa. Está fundamentado en El entierro de la compañía, La competencia de graciosos, La comedia de maravillas, que es la que acaba finalmente dando nombre al espectáculo, y El teatro por dentro. Nos encanta la ligereza y profundidad del material y lo hemos acompañado de una exposición que estará en el hall contando ese momento social tan potente, un momento de transformación que vive la ciudad de Madrid en el que el imperio del Siglo XVI Y XVII se ha desmoronado, es como un momento de involución en el proceso de España, y eso viene reflejado por un autor y un teatro popular que, de repente, acaba siendo casi más importante que las obras principales que se contaban en los teatros.
Es un fenómeno que cuando lo ves, lo estudias y lo trabajas, es una cosa más a añadir a ese patrimonio que tenemos que todavía es desconocido.
¿Cómo es la propuesta de la puesta en escena?
La puesta en escena a mí me encanta, los personajes son fundamentalmente actores y actrices y, trabajando con Elisa Sanz y Pier Paolo Álvaro, se ha creado un vestuario de época-contemporáneo, está hecho tomando una referencia en el tiempo, pero convive con la realidad de ahora. En el espacio lo que tenemos es básicamente una tarima, como si llegáramos a una plaza y nos pusiéramos ahí a hacer teatro. Hemos hecho un espacio con el público a los cuatro lados, con esa idea de ‘teatro de siempre’, por así decirlo.
Dentro de La comedia de maravillas, la música tiene una gran importancia.
La parte musical es fundamental, hemos saltado un siglo, lo que tocaría serían los fandangos y las tonadillas, pero nos hemos ido a lo que es la evolución del género un siglo más tarde que es la zarzuela. De la mano de Xavier Albertí, que es un grandísimo conocedor de todo este material, hemos ido a un autor concreto que es Chueca, sirviendo siempre al sainete que está salpicado de los momentos musicales.
Dándole el contrapunto de comedia de Ramón de la Cruz, en La comedia de maravillas encontramos esa reflexión sobre la crisis constante del teatro.
Nos interesaba este punto de que lo que contamos nos lo preguntamos también ahora: ¿El teatro tiene realmente la capacidad de modificarnos, de modificar la sociedad? ¿La cultura tiene sentido? Hablando de una compañía que se muere, nos planteamos si el teatro se muere, si se muere la cultura. Dentro de este juego, estamos planteándonos cosas que nos tocan muy de cerca, acuciadas por todo lo que está pasando a nivel internacional y el papel que ha jugado la cultura. Todavía hay ahí algo que no nos acabamos de creer como que la cultura es un bien de primera necesidad. Me gustaba la idea de tratarlo desde dentro: ¿Desde dónde estamos dispuestos a hacer teatro? Porque a veces las circunstancias externas nos condicionan, estos personajes, la mayoría no tienen para comer. Ramón de la Cruz se enamora de esa parte más llana del ser humano, de ahí su popularidad y de que el público viera y se sintiera reflejado en un escenario. A nivel de actores hemos visto que escribe básicamente para los graciosos, si miramos nuestra historia, ¿quiénes han sido los grandes referentes? José Luis López Vázquez, Paco Martínez Soria, Alfredo Landa, las películas de Berlanga. Todo eso tiene que ver mucho con nuestra historia, con esa conexión, la popularidad siembre ha venido por ese lado, es una manera de reconocernos en nuestras raíces.
Hablando de actores y actrices, en la presentación de temporada te despedías diciendo: “Tenemos que estar en un escenario como personas no como buenos actores o actrices. Tenemos que ser ciudadanos en un escenario. Tomemos conciencia y, desde allí, sumar y añadir. Hay que arremangarse. Quizá haya que remirarse y ver qué sucede alrededor”, ¿qué te llevó a hacer esa reflexión?
Apelaba a que seamos personas, a que nos desnudemos y nos demos cuenta de que nadie es más que nadie. El mejor actor del mundo no es más que la persona que está limpiando el escenario. Es importante que hagamos ese ejercicio de saber mirarnos de verdad, independientemente del puesto que ocupemos. Eso está en la esencia de todo. Las actrices y los actores a veces nos escondemos detrás de nuestro oficio, de ser muy buen actor o actriz, pero yo prefiero no ser tan bueno como actor y que veas quién soy.
El mundo en el que vivimos te pide que triunfes, que tengas dinero, que seas más que el otro y, en cambio, lo que nos pone iguales es la fragilidad, nadie es más que nadie por el hecho de tener más. Lo importante es solo ser, eso no tiene que ver con lo material, tiene que ver más con el espíritu. Eso pide un ejercicio de humildad, de generosidad, de que sirvamos al teatro como canales para que realmente podamos hacer una sociedad mejor, un espacio mejor. Sé que suena todo un poco utópico, pero creo que es una oportunidad maravillosa para que seamos nosotros mismos, genuinos. No es algo sencillo porque quiere decir que hay que quitar más que añadir, desnudarse más que arroparse, estar dispuesto a ponerse en la cuerda floja.
Es importante tenerlo presente y hacer ese ejercicio de honestidad con uno mismo.
Exacto. La honestidad empieza por uno mismo, que es muy fácil de decir, pero no de llevar a la práctica y eso necesita también un compromiso, una convicción y no esconder la cabeza bajo el ala, y eso es una ocupación.
Hablábamos del momento que nos está tocando vivir, unos dicen que se vienen momentos muy oscuros para las artes escénicas, otros creen que es el ejercicio de resistencia de siempre, ¿tú cómo crees que van a desarrollarse los próximos meses?
¡Ojalá lo supiera! Yo soy de los que les gusta ver el vaso medio lleno y apostar, y desde el sitio en el que estoy, intentar contribuir de la mejor manera para que tengamos una mirada de sector e intentar protegernos porque yo estoy bajo el paraguas de la administración, pero hay mucha gente a la que se le han venido abajo sus proyectos. Esto es una realidad y todavía no sabemos hasta dónde va a llegar este desastre que está sucediendo. Yo estoy con la energía, sabiendo que el momento nos pone a prueba y quiero ser positivo, pero también realista, de que la situación es muy jodida y que hay gente que se está quedando por el camino, hay situaciones personales realmente muy complicadas. Ahora más que nunca tenemos que estar juntos porque esto lo sacaremos adelante en la medida en que saquemos complicidad y, aun así, no sabemos lo que va a pasar. Lo más difícil de gestionar siempre es la incertidumbre, y en estos momentos es descomunal.