La primera vez que estrenaste en el Teatro Español fue en 2011 con La Caída de los Dioses, y después han venido unas cuantas más ¿te sientes cómodo en este terreno de juego? ¿sigue generando nuevas sensaciones subirte a este escenario?
Por fortuna los proyectos teatrales en los que me he embarcado han sido muy diferentes y complejos. Con directores de los que he aprendido mucho como Tomaz Pandur y David Selvas, en este caso; y con repartos a los que ha sido una suerte conocer y crecer con ellos. Me provoca mucho respeto y mucho agradecimiento e intento que se traduzca en trabajo, y, sobre todo, en disfrute.
Ahora llegas con un clásico como La importancia de llamarse Ernesto, ¿cuáles son los principales temas que aborda Oscar Wilde en esta obra?
Los condicionantes sociales, la lucha por la identidad, por la libertad, la hipocresía establecida en las normas… algo que podría ser muy antiguo pero que lamentablemente sigue latente en nuestra sociedad.
Wilde nos habla de las dobles vidas y las apariencias vacuas del ser humano, ¿hemos ganado libertad en la sociedad actual, o seguimos siendo esclavos de estas acciones?
Seguimos siendo esclavos, creo que quizá aún más gracias a las redes sociales… un arma de doble filo… basadas en las apariencias y el qué dirán.
¿Quién es Ernesto, tu personaje?
En realidad, Ernesto es Jon, un tipo con un gran drama personal que nace de no saber quiénes son sus padres, aunque en realidad no sabe quién es él. Es adoptado, y tiene que hacerse cargo de la nieta del hombre que le educa en una casa en el campo. Él quiere divertirse y escapar de tanta responsabilidad, y se inventa un hermano pequeño que se llama Ernesto, que estudia en Londres y que se mete en líos todo el tiempo, para poder tener la coartada perfecta e ir a verle. La obra comienza cuando descubren sus continuas mentiras.
¿Qué pilar ha sido fundamental para crear a este Ernesto jovial y apasionado?
Dejarme fluir por esos textos maravillosos de Wilde y una dirección deliciosa de David Selvas, que hace hincapié en el drama y en los conflictos de la manera más sincera cuando surgen, y de la parte más divertida e irónica el resto del tiempo. Ambos me han proporcionado un maravilloso y complejo viaje sobre el escenario.
¿Cómo es introducirse en el Londres del siglo XIX?
Casi como en la España de nuestros días, pero con menos caretas…
María Pujalte, Paula Malia, Ferrán Vilajosana, Paula Jornet… ¿cómo está siendo compartir escenario con un elenco como este?
Maravilloso, disfruto muchísimo viéndolos trabajar. Son talentosos, entregados…, pero lo que más me gusta es que son buenos compañeros y muy buena gente. Estoy feliz, ojalá nos esperaran más proyectos juntos.
David Selvas ha realizado una adaptación que se encuentra en la frontera del espectáculo musical, incluso en algún momento podemos ver alguna referencia al musical de Lalaland, ¿qué pretende transmitir esta idea al espectador?
Habría que preguntárselo a él, a mi me recuerda mucho a algunos montajes que he visto en off Broadway en Nueva York, donde los actores comienzan a cantar casi hablando, y donde las canciones juegan una función dramática en la historia y no solo es un espectáculo. Creo que tuvo mucho que ver Paula Jornet, al elegirla supo que ella componía y las fueron creando en los ensayos como experimento creativo… ¡y bendita hora en la que lo hicieron!
El propio texto aborda una comedia muy inglesa, ¿cómo ha sido el trabajo de guion para que este tipo de humor del siglo XIX cale en el público?
Intentar romper las distancias, sobre todo de lugar y de época, y aprovecharnos de que los conflictos que se plantean son universales y, de momento, atemporales… llevárnoslo a un lugar cercano y realista y romper el formalismo que se distancia de la esencia más visceral.
Confiésanos, qué momento, delante o detrás de bambalinas, te llevarás a la posteridad de esta obra
Todos. El proceso ha sido maravilloso, muy sano y divertido. Ver las entradas agotadas cada noche y el Teatro Español lleno es un sueño. El público en pie disfrutando es el mejor regalo y es la confirmación de algo que intento aplicar a mis novelas: te puedes divertir y estar hablando de temas importantes, lanzando mensajes que hagan cuestionarnos las cosas. Eso ocurre con comedias ácidas como esta o con la novela negra…
Ahora que hablas de tus novelas, de tu libro Penitencia dicen que es “tu novela más personal”, ¿te ves reflejado en Jon, el personaje de la obra, en la ardua tarea de un actor de desprenderse del personaje durante el proceso de creación de este?
Podría ser… aunque más en novela negra. Jon lleva veinte años interpretando a un asesino en serie y decide dejarlo para vivir una vida anónima en una casa perdida, pero la realidad supera a la ficción, y lo que se encuentra hará que el personaje que cree haber abandonado, tenga que resurgir.
Tienes experiencia en cine, teatro y televisión, ¿Cuál es tu zona de confort más entrenada: un plató o un escenario?
Según el proyecto, lo que haya ensayado, el feeling con el personaje, con el director y el equipo… aunque la edad me ha enseñado a estar más relajado, no juzgarme y disfrutar todos los procesos mucho más, sin pensar en el resultado (esto es muy Wilde)
Tu sexta obra de teatro o al menos eso es lo que dicen los archivos, pero también estudiaste comunicación audiovisual, ¿fue una decisión propia, o porque “era lo que había que hacer”, estudiar una carrera?
Creo que es la séptima. Fue decisión mía… quería estudiar interpretación y escribir. Empecé periodismo, pero no había mucha técnica literaria, vamos nada; y acabé terminando comunicación audiovisual porque me encanta el cine y quería dar clases de guion.
¿Qué parte de Ernesto quedará permanente en Pablo después de este proyecto?
Su esencia, alguien que lucha por definirse para estar a gusto él mismo. Que confía en lo que hace, en quién es y vive en paz, sin conflictos.
¿Qué obra clásica te gustaría representar sobre un escenario y por qué?
Mucho ruido y pocas nueces, por ejemplo… que también está en esta línea…
¿Por qué crees que los espectadores deberían ir a ver la obra?
Porque van a disfrutar muchísimo con la propuesta: un texto clásico la mar de ácido e inteligente con canciones grunge y llevado a algo actual con muchísima comedia.