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La venganza kármica se aproxima

María Dondiz Luzárraga: “A veces hay que darle un empujoncito al karma”

Hablamos con María Dondiz Luzárraga, dramaturga y directora de Como toda la vida de Dios, la pieza que estará en el Teatro de las Aguas todos los domingos hasta el 31 de marzo.

Esta comedia de la compañía Escotillón esta llena de humor desproporcionado, y un mensaje tan espiritual como crítico: que a todo cerdo le llega su San Martín, pero a veces tarda demasiado.

 

¿Cuál fue tu inspiración para crear esta comedia alocada?

Como toda la vida de Dios habla realmente de la vida, de los informativos, de lo que veía este agosto pasado con el Rubiales y Jennifer Hermoso. Cuando yo vi aquella imagen del Rubiales tocándose el paquete, con la reina y la infanta al lado suyo, me pareció un despropósito, algo que no podía ser real. Todas esas cosas que vemos en la tele y parecen ciencia ficción pero pasan, y la vida sigue igual, como toda la vida de Dios. Es verdad que hablamos de muchas cosas y metemos mensajitos críticos, pero solo quitándoles el polvo un poquito. Así que dije: “Bueno, vamos a coger, hacer un popurrí con estos temas y hacer un micromundo con personajes”. Porque todos los personajes de la obra son clichés de otros personajes que existen realmente, y vemos todos los días. Así lo hicimos, la obra la escribí yo y luego con Macarena Trompet, mi asistente de dirección, fuimos ajustando ciertas cosas para que nadie se pueda sentir dañado. Hoy en día tenemos todos la piel tan finita. Todos, todas y todes.

 

Si tuvieras que definir los temas que trata Como toda la vida de Dios, ¿la espiritualidad estaría entre ellos?

La obra tiene un poco de venganza kármica, un tono espiritual, ese decir: “A todo cerdo le llega su San Martín”. Pero es verdad que a veces ese San Martín tarda mucho. Sobre todo, cuando es gente de la que no va en metro. La clase pudiente, la alta sociedad, los enchufados, hijos de enchufados y sus familias. El mundo se está organizando de una forma un poco fea que no me gusta. Partiendo de eso, dijimos: “A veces hay que darle un empujoncito al Karma”. Así, reunimos a gente que está muy en boga ahora mismo y les pasamos un poquito el cuchillo. Ese título, Como toda la vida de Dios, se sacó de una frase que dijo el periodista Manu Sánchez sobre el caso Rubiales, algo así como: “¿Cómo dejo de hacer yo las cosas si siempre se han hecho así?”. En la obra también hay frases y cosas transcritas literalmente de informativos, de plenos municipales de Madrid y de la asamblea. Frases calcadas entre políticos.

 

La venganza kármica se aproxima en Madrid
Foto: Triz Vega. Imagen de María Dondiz.

¿Crees en el poder del karma en la vida real o solo en el teatro?

Sí, porque al final el teatro sale de uno mismo, ¿no? Yo tengo un desorden mental importante, se ve en esta obra, pero dentro de ese desorden hay un orden y hay unas prioridades. Y una de las prioridades es: “Al final tienes que recibir lo que das”. Si das cosas feas pues te vienen feas, y si das cosas buenas, algo bueno te tiene que devolver la vida. Con esta clase pudiente, tarda en llegar eso y a veces ni ocurre. Y cuando ocurre, hasta parece poco.

 

¿Cómo has abordado el equilibrio entre el humor y ese mensaje profundo de la obra?

Yo creo que la vida hay que tomársela siempre con una gran sonrisa, aunque te dé de hostias. Hay una frase que digo mucho y la meto en casi todas las obras que hago, que es: “La vida es muy cachonda, la hija de puta, y a veces te tienes que reír con ella”. Porque si no, es un poco agridulce. Por eso decidí meter los mensajes profundos entre risa y risa. Yo soy así. Creo que con humor entran mejor las cosas: cuando le tengo que leer la cartilla a mi hija, por ejemplo, siempre acabamos un poco de morros. Pero si lo dices con humor o cierto cachondeo, todo entra mejor. Y si vas al teatro, que sea para pensar, pero también para reírte, ¿no?

 

¿Crees que hacer comedia es un hándicap a la hora de obtener reconocimiento en el mundo cultural?

Eso siempre pasa. Un buen ejemplo es cuando Nicole Kidman ganó el Óscar haciendo de Virginia Woolf: lo ganó poniéndose fea, poniéndose una prótesis de nariz. Kidman tampoco es que haya hecho muchas comedias, pero cuando haces un drama, y te cambias físicamente, parece que tiene más peso, ¿no? La gente piensa que la comedia es fácil y no es nada fácil. Es muy difícil mantener a la gente sonriendo una hora y media. Está muy infravalorado, y más haciendo teatro alternativo. Yo tengo interiorizado que hago este teatro, porque no existen mecenas de la edad media que me ayuden a montar. Esos mecenas seguramente van a otros teatros como el Teatro Español, donde la mayoría de las obras son dramas. Son trabajos muy bien hechos, pero no por eso las comedias son trabajos mal hechos.

 

La venganza kármica se aproxima en Madrid

 

¿Qué opinas del panorama actual del teatro más off, más pequeño, en el que entra Como toda la vida de Dios?

El nombre lo dice, off, está sumergido. Muy difícil. Tenemos que pelearnos entre comillas por varias salas, porque todos estamos en casi todas. Y hay grandes actrices, super potentes, que combinan televisión, cine y teatro, y llevan mucha gente al teatro. Pero ellas tienen unas ayudas, unas difusiones y unos dineros que los demás no tenemos. Creo que necesitamos hacer ahí un pequeño hueco para nosotros también.

 

¿Crees que esta obra en específico funcionaría en el gran formato?

En un teatro como Teatro Español, no. Nosotros hemos estado en Teatro Victoria, que es muy grande, y teníamos columnas y otras cosas en el escenario porque podíamos adaptarnos. El Teatro de las Aguas es más pequeño. Esta obra no es precisamente para grandes teatros, pero ojalá la gente se abra más a recibir cosas que no tengan un cartel enorme. Parece además que si no hay cabezas visibles en el reparto, no hay obra. Y esas cabezas visibles también hicieron teatro alternativo en su momento, como la mayoría. Siempre tenemos que pelear mucho para que la gente venga a ver las obras, y paguen la entrada. Yo estoy encantada de que existan las grandes compañías y las públicas, pero nosotros también estamos aquí. Sigo esperando a que uno de esos teatros nos diga: “Venga, este mes estáis aquí”. Porque es de todos, ¿no?

 

Háblanos de los cuatro pacientes ricachones. ¿Cada uno responde a un problema o una persona real?

Sí, los cuatro ricachones tarados hacen referencia a personas concretas. Con el paleto futbolista hacemos alusión directa a Rubiales. Con Isa, hacemos alusión a las lideresas que ha tenido y sigue teniendo el Partido Popular, como son Esperanza Aguirre, Isabel Díaz Ayuso, Ana botella, anda por ahí… Son dignas de hacer una película almodovariana con ellas. El siguiente sería milennial, que no es que sea nadie en concreto, pero responde con su nombre: Julay José de la Tierra de los Dominios de la Cruz, hijo de Rato el ratero. Aquí también hacemos alusión directa al Partido Popular, porque aquí en Madrid tiene mucha historia. Es muy divertido de contar. Ese milennial responde también a la juventud actual, que vive muy enganchada a ese mundo virtual. Ese mundo irreal de las redes sociales, donde pueden estar en un minuto alegres, y deprimidos al siguiente. Nos reímos mucho de este personaje, pero lo tratamos con mucho cariño también. Y el cuarto sería el enano dictador, con el que hacemos ilusión a todos esos enanos: Franco, Mussolini… Hitler era un poquito más alto, pero lo vamos a dejar aparte. Y Santiago Abascal, que también responde un poco a ese punto de enano dictador sin pasar por la mili. En definitiva, los personajes son un batiburrillo de todos ellos, pero tratados con cariño y también con respeto. A mí me encanta como son.

 

En la obra hay referencias literarias en el personaje del milennial, que en cierto momento hace un monologo dramático. ¿De dónde viene y por qué decidiste que tenía que estar ahí?

Ese monólogo es una mezcla de La vida es Sueño y Bodas de Sangre. Creo que Lorca es una de mis fuentes de inspiración, en el teatro y en la vida. Creo que es tan actual. Todo lo que ha escrito es todo lo que podemos ver hoy en día, nunca pasa de moda. Habla además de una España que todavía está muy arraigada y parece volver de repente y recordárnoslo. Planeamos presentar otro trabajo llamado La culpa no es mía basado en Bodas de Sangre, por eso digo que siempre lo tengo muy presente. Uno de mis profesores de dirección escénica en su momento me dijo: “Tú eres un poco Federico García Lorca porque cuando escribes se te ve a ti hablando. Es como que lo vomitas todo, y lo vomitas bonito a veces”. Y justo en ese personaje tan potente que es el milennial, quedaba muy bien. Germán lo hace muy bien y en general todos han estado más que a la altura.

 

La venganza kármica se aproxima en Madrid

 

¿Con qué mensaje te gustaría que se quedase el público al salir de la obra?

Hay muchos mensajes en la obra, con que se queden con uno de ellos sería feliz. Quiero que digan: “Menudo despropósito que acabamos de ver”. Es lo que queremos enseñar, el despropósito en el que vivimos que es el que vemos una hora y media en la obra. Un: “Qué bien me lo he pasado, volvería a repetir”, también nos gustaría. Hay tantos mensajes en la obra… Creo que es una obra que puedes verla dos veces. Porque los primeros minutos no sabes exactamente qué estás viendo: “¿Por qué sale esa luz, esa música?”. Pero te lo pasas muy bien.

 

¿Cómo concibes esa especia de templo de sanación, donde se sitúa la obra, que tiene su punto inquietante?

Realmente sería como un purgatorio. Y una vez que ya estás limpio, te sueltan. En ningún momento tiene ese rollo de consulta, puede parecer irreal. Como un Olimpo de los Dioses. En sí, la consulta también puede parecer marroquí. Queríamos algo tropical, con plantas, la música. Lo rebajamos a una especie de Edén. Ellos están ahí para lavar sus pecados y su mala conciencia, pero prefieren volver al infierno.

 

¿Un personaje público al que meterías tú en el templo?

Metería a tantos. Al Papa, por ejemplo. Creo que sería maravilloso para subrayar esa idea del purgatorio, y metería a unos cuantos políticos a discutir, como en la televisión. Porque no se salva ninguno en realidad. En una obra con el Papa, y todos los políticos que hay actualmente, no nos aburriríamos.

 

¿De qué manera has aprovechado el espacio sonoro y la escenografía como parte de la trama?

Es un mundo intervenido, no es un mundo real al uso. Entonces pensé: “Vamos a poner una voz, alguien ahí arriba, en los cielos, que los controle”. Luego resulta ser una consulta, pero en un principio parece que los personajes están hablando con Dios. Me han llegado a decir que al iniciar la obra pensaban que era el cielo. Y por otro lado, yo siempre he hecho trabajos muy estéticos. Vengo del cine, de la tele, soy muy visual. Me gusta utilizar lo poco que tengo y sacarle brillo. Aunque sea un agujero en la pared, le ponemos purpurina y un fondo blanco a ver qué pasa. Y la música también es muy importante, sale de mi ecosistema. Con tres melodías ya llevas a alguien a un sitio, es una herramienta muy poderosa, En definitiva, cuido mucho la estética y la música, es lo primero que verán los espectadores.

 

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