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La ultraperiferia protagoniza la XXVII edición de los Premios Max

«Quiero que la gente fuera de Canarias ponga cara a las personas que están bregando con la ultraperiferia, con la insularidad y lo que supone crear allí»

El lunes 1 de julio, en Santa Cruz de Tenerife, tenemos una nueva cita con los Premios Max que se celebran en el Auditorio Adán Martín. Su director artístico, el tinerfeño Jose Padilla, será el encargado de dirigir la gala que en esta XXVII edición tendrá como lema ‘La escena: travesías de ilusión’ y que girará en torno a  la figura del dramaturgo y poeta canario, Ángel Guimerá, del que además este año se conmemora el centenario de su fallecimiento.

Otro protagonista de la gala será, ni más ni menos, que el acento isleño que contará con la tinerfeña Paula Quintana para asumir la dirección coreográfica. Yaiza Pinillos se hará cargo de la dirección de vestuario, José Pablo Polo se encargará de la dirección del espacio sonoro y musical, y Príamo Estudio (Eduardo Moreno y Pau Fullana) liderarán la escenografía. La identidad canaria también estará presente en muchos de los entregadores de premios donde destacan nombres como Pedro Guerra, Toni Acosta, Marta Fuenar, Aranza Coello, Irma Correa o Natalia Álvarez Simó.

Como en las últimas ediciones, serán 20 categorías a concurso y sus tres premios especiales: Premio Max de honor, que ha distinguido la carrera profesional de la actriz Nuria Espert, Premio Max aplauso del público, que ha recaído en Señora de rojo sobre fondo gris y el Premio Max aficionado o de carácter social, que ha reconocido la labor de LaTrup Asociación Teatral Universitaria Troysteatro de La Laguna (Tenerife).  

Para conocer algunas de las sorpresas que nos depara esta nueva edición de la fiesta de las Artes Escénicas nos juntamos con Jose Padilla y Paula Quintana que nos adelantaron la ilusión con que asumían este reto tan bonito para ambos.

La ceremonia se retransmitirá en diferido por La 2 de RTVE, el Canal Internacional y RTVE Play, a partir de las 22 horas (una hora menos en Canarias).

Cuando te enteras de que la gala de los Premios Max se va a celebrar en Tenerife. ¿Qué nombres aparecieron en tus quinielas para dirigirla?  ¿Fantaseaste con que pudieras ser tú? ¿Cómo te sentiste?  

José Padilla: Dirigir una gala de los Premios Max es un sueño que no sabía que se pudiera tener. No tenía ni idea de que mi nombre estaba propuesto en esa quiniela que mencionas, cosa que por otra parte agradezco, porque es lo típico que, si lo sabes, es un sinvivir. Como en este caso lo ignoraba por completo, mi primera noticia al respecto fue la propuesta, directamente. Así que te puedes imaginar cómo me quedé cuando me llamaron por teléfono. Pensaba que era para otros asuntos y, de repente, me proponen esto. Lo que dije, no sé si se podrá reproducir, fue “¡hostia!”. Y entonces siguieron abundando en la descripción de la propuesta y me dicen: “Bueno, y es en Santa Cruz de Tenerife” y volví a decir: “¡hostia!”. Fue completamente inesperado. Y, por supuesto, dije que sí de inmediato. Es verdad que tenía otros compromisos que no he soltado, pero claro, tenía que recolocar cosas.  Es un honor y representa muchas cosas buenas y muy deseadas por mí, sobre todo, poder compartir con toda la profesión de todo el país una celebración de la profesión de las Artes Escénicas, pero especialmente en mi tierra, donde no he podido mantener una presencia fértil y poder compartir con mis compañeros y compañeras de allí lo que todos hacen. Esto viene, primero, a confirmar que el camino es el que es, y segundo, que es una celebración como canario y tinerfeño que soy.

 

Esto te llega después de que a finales del año pasado, cancelaran Run del Festival de Teatro de Canarias, una desilusión…

J.P.: Eso fue terrorífico. Supongo que, como en cualquier otra profesión, en teatro nos vemos sometidos a muchos sinsabores. Ese fue especialmente crudo porque ocurrió en mi tierra y es el trato que allí se me dio a mí y al grupo de trabajo después de tres años de un trabajo excelente. A mí me mató que fuera allí. Me hubiera pasado igual si hubiera sido en Teruel, pero es que fue mi tierra. Es que a día de hoy siguen sin haberme llamado. Eso indica, no ya que su gestión haya sido mala, sino que además hay una especie de cobardía y quizás mala fe. Esto no es que quite el dolor y la amargura de aquello, porque hay un equipo que ha sufrido mucho y que tuvo que remontar un golpe muy duro, pero lo que sí que me ha venido a decir es que confíe en lo que haga porque voy por buen camino para poder seguir proponiendo y compartiendo mi trabajo con el público.

 

Paula, ¿cómo te proponen que te involucres en la dirección coreográfica de esta gala de los Premios Max?

Paula Quintana: Pues me pasó como a él. En este caso, fue él quién me llamó a mí. Yo no sabía que se iba a celebrar la gala de los Max en Tenerife, ni que la iba a dirigir Padilla, así que cuando me llamó y me hizo la propuesta me enteré de todo a la vez. Me hizo mucha ilusión porque nunca habíamos trabajado juntos. No es lo mismo que te llame una persona con la que ya has trabajado, a que lo haga porque confía en ti o le gusta tu trabajo. He trabajado en el Auditorio y conozco la casa. Me parece es una oportunidad muy bonita porque al tener una pata puesta allá conozco bien el sector.

 

En tu caso, Jose, no es la primera vez que diriges una gala de esta envergadura, ¿verdad?

J.P.: Sí, el año pasado dirigí la gala de la Unión de Actores que fue un evento muy hermoso. Y aunque cada gala tiene un carácter distinto, hay algo que les une. Desde luego, son dos eventos vinculados necesariamente a las Artes Escénicas y ambos son celebraciones de nuestro arte: Uno muy vinculado a lo actoral y otro que engloba muchos aspectos de las Artes Escénicas.  El haber dirigido el año pasado la gala de la Unión de Actores fue un buen primer paso para dar este segundo.

 

¿Cómo encaras la dirección de la gala de los Premios Max?

J.P.: Con muchísima ilusión y responsabilidad. Es un absoluto honor. Estoy llevando la presión que conlleva muy bien. Las cosas están fluyendo y hay una cierta parte lúdica de la que estoy disfrutando y eso es muy buena señal. Son jornadas de sol a sol en las que no paro, coordinando un montón de grupos. Un evento de esta índole es como ir a la jungla con alegría.

 

La ultraperiferia protagoniza la XXVII edición de los Premios Max en Madrid
El equipo de la XXVII Edición de los Premios Max. Foto cortesía de Auditorio de Tenerife / Miguel Barreto.

 

¿Y en tu caso, Paula?

P.Q.: Ha sido muy fácil. Con Padilla el trabajo ha sido muy guay. Enseguida nos hemos entendido súper bien. Su propuesta es una propuesta muy coral y vimos claro por dónde va el movimiento y cómo integrar a los bailarines. Luego con Polo, con el compositor de la música, llevo años trabajando, con lo cual también hay una afinidad con todo lo que él compone.

 

¿Quiénes son los bailarines?

P.Q.: Son bailarines canarios. Son Alicia Hernández Butragueño, Ico Botanz, que son dos bailarinas emergentes. Son dos potencias brutales y diferentes entre ellas. Alicia viene más del mundo urbano, del mundo latino e Ico viene más del contemporáneo, clásico, dentro de la gimnasia rítmica. La tercera pata Daniel Morales, es un bailarín de danza contemporánea de canario, reconocido, que ha trabajado mucho fuera de España y, en los últimos años, se ha vuelto otra vez a afincar en las islas. Son tres perfiles muy diferentes, que era un poco la idea.

 

¿Cómo se conforma el equipo de trabajo?

J.P.: Me dieron completa libertad para convocar a los artistas que considerara para acompañarme en este viaje. Aún así, no me gusta tomar decisiones unilaterales, es algo que tengo muy presente en todas las direcciones, sean de la índole que sea, porque no me parece que sea nada productivo. Como sabía que iba a tener esta forma de trabajar, quería gente a mi lado que jugara conmigo a eso. Por fortuna, cada persona que propuse me dieron un sí rotundo. Tengo un equipo que es como de madre del amor hermoso, el ‘Dream Team’.

 

¿Qué relación mantenías con ellos antes de conformar el equipo?

J.P.: Con Paula Quintana no había trabajado nunca aunque sí que conocía su trabajo. Ha sido un muy feliz encuentro que intuyo que, como con el resto del equipo, habrá prórroga. Con Eduardo Moreno y Pau Fullana, que son escenografías e iluminación, he participado en no sé cuántas montaje juntos.  Con el director musical, José Pablo Polo, estuvimos en el mismo equipo de Arder y no quemarse con la que el Teatro Español abrió temporada. Con Yaiza Pinillos trabajé también en el mismo equipo hacía muchos años y es alguien a la que he seguido su trayectoria, y cuya visión plástica y poética aplicada al vestuario, me parece fascinante. Y luego, por supuesto, Paula Quintana, abarca un rango coreográfico y poético aplicado a lo que se está contando, que no es muy usual. Además, tanto Yaiza como Paula son tinerfeñas como yo. Son todo eventos muy felices.

 

¿Cuál es el objetivo que te has marcado a la hora de asumir esta dirección?

J.P.: Que la gente se sienta bien en varios términos. Por un lado, quizás el más vistoso en cuanto a difusión. Si a los espectadores que conecten esa noche con La 2 le podemos brindar un fragmento de la enorme calidad de la que gozamos en las artes escénicas de nuestro país, yo me doy con un canto en el pecho. Si además logramos entretener, mejor.  Quiero que sea algo ameno, fluido y que la gente se divierta viéndolo. En ello estoy. Creo que lo vamos a conseguir. Quiero que sea un abrazo colectivo a lo que estamos haciendo. Quiero que el espectáculo recoja ese espíritu de celebración y sobre todo de unión.

P.Q.: Yo voy mucho a favor de la pieza. Es lo que sentimos que la pieza pide. En este caso, es algo muy coral. El objetivo para mí es que todo esté muy integrado, que no veas bailarines por un lado, actores por el otro o la música, sino que veas un universo, el que ha creado Padilla. Es muy diferente ver una pieza de danza que ver algo que es multidisciplinar.

 

El  leitmotiv de la gala es ‘La escena: Travesías de ilusión’,  ¿viene dado por la organización o es una propuesta tuya?

J.P.: Ha sido mágico cómo se ha dado. Para poder enhebrar lo que quería proponer que giraba en torno a la figura de Ángel Guimerá, un tinerfeño universal, que se convirtió en el padre de las letras catalanas, me vino la palabra «Travesía» que dejé pululando por ahí. Cuando el comité me comunicó el lema dije: “No puede ser”. Pero, es que más allá hay un poema de Ángel Guimerá que habla sobre la ilusión de crear. Así que me pareció genial hablar de la figura de Ángel Guimerá a través de su travesía. De repente, había un grupo de personas conectadas de forma extraña en lo mismo.

 

La ultraperiferia protagoniza la XXVII edición de los Premios Max en Madrid
Presentación de la XXVII edición de los Premios Max. Foto cortesía de Auditorio de Tenerife / Miguel Barreto.

 

¿Cómo creéis que la gente percibe a la figura de Ángel Guimerá, tanto desde las islas como a nivel a nivel nacional?

J.P.: Salvo en Cataluña, diría que es un gran desconocido. Es verdad, que este año está empezando a reivindicarse su figura en Tenerife, cosa que celebro profundamente. Una base fundamental para escoger su figura es que en el mes en el que se celebra la gala, Julio, se cumplen 100 años de su fallecimiento. Es el hombre de letras más universal que ha dado Tenerife. En Cataluña es un referent,e pero en el resto del país no se le reconoce. Además, en esta gala otro hecho absolutamente impredecible y es que Terra Baixa, el clásico de Ángel Guimerá dirigido por Carme Portacelli, está nominado a mejor espectáculo. Se dan varias circunstancias que señalan a que la figura de Guimerá debe abrazarse mucho más de lo que se está haciendo. Mi intención es generar curiosidad en torno a la figura de este señor, porque estoy convencido de que mucha gente va a oír su nombre y va a decir: «Pero, ¿este quién es?». Estamos hablando de un hombre que nació en Santa Cruz de Tenerife, muy cerquita de dónde vamos a hacer la gala, jugaba en la Playa del Cabo, ¿cómo es posible que esta persona no tenga un reconocimiento mayor?

P.Q.: Es una propuesta muy valiente y me pareció todo un reto, primero porque allí no se le conoce, excepcionalmente en Cataluña. Dar a conocer esa figura en medio de una gala de entrega de premios es una proeza porque no es que esté montando una pieza sobre Ángel Guimerá, el montaje está interrumpido por las entregas de premios. Cuando he ido viendo el guion, he podido comprobar que está haciendo un trabajo grandioso. Es un reto muy grande. Este desconocimiento hacia su figura, habla de muchas cosas allá: de lo que conocemos a los artistas canarios, del valor que se les da, de la cantidad que se han ido fuera y se les reconoce más fuera que dentro, también al revés, del desconocimiento que hay sobre la cultura que se hace allá. No estoy responsabilizando a nadie, sino que es una realidad. Poner sobre la mesa es muy bonito.

 

¿Se puede desvelar algún otro guiño hacia la cultura canaria?

J.P.: Va a haber una presencia fundamental de artistas canarios y de gente de las artes escénicas de Canarias. Quiero que la gente fuera de Canarias ponga cara a las personas que están bregando allí día a día con la ultraperiferia, con la insularidad y lo que supone crear allí que, por otra parte, esto no contradice a la calidad y a la ingente capacidad creativa de los artistas y las artistas canarias. Que la gente vea que en Canarias se hacen cosas. Hay mucha actividad. Es una oportunidad única para celebrarnos en todo el país.

 

¿Qué posibilidades te abre que la gala se celebre en un espacio como el auditorio?

J.P.: Son posibilidades muy distintas a otros tipos de espacio. Todo viene condicionado por el espacio en el que se hace, siempre, no hablo de este evento, cualquier espectáculo, sea de la índole que sea, debe estar condicionado por el sitio en el que se hace. Lo digo para bien. Y en este caso no es una excepción. El auditorio tiene unas características muy determinadas que nos invitan a usarlo de manera distinta que, por ejemplo, hicieron el año pasado en esa magnífica gala José Troncoso y Ana López Segovia en el Teatro Falla, que, en muchos sentidos, es la antítesis del auditorio. Todo el equipo ha comprendido eso perfectamente y todo lo que estamos proponiendo es para abrazar y utilizar a nuestro favor un espacio con las características del auditorio, que es completamente distinto al Falla, pero igualmente magnífico.

P.Q.: Conozco el espacio porque he actuado allí un par de veces y eso que él comenta, que no es un teatro, fue de las primeras cosas que le dije a Padilla.  Como se piense esto en un concepto teatral, eso es muy grande, no llega. Es muy especial el auditorio, aparte es todo blanco, muy grande… así que eso estuvo bien tenerlo en cuenta desde el principio. No solamente por las cámaras, que es que eso es otra movida, porque el grueso del público no lo ve en vivo, lo ve por televisión.  Hay preparar cosas que sepas que se van a ver en cámara y no puedes jugártelo todo a determinados detalles, porque no se va a entender.

 

Hagamos un viaje a vuestros origen en Santa Cruz, ¿cómo os relacionabais ambos con la cultura y las Artes Escénicas antes de trasladarse a vivir a Madrid?

P.Q.: Desde niña solo jugaba bailando y haciendo teatro, no me recuerdo de otra manera. Siempre estuve metida en todas las escuelas de danza, de teatro, gimnasia rítmica, ballet… Dedicarme a esto ha sido muy orgánico y natural. Luego me metí a estudiar en la Escuela de actores de Canarias, y desde que terminé, me vine a Madrid. Hice todo lo que pude allá: bailaba en los hoteles, en todas las galas de Carnaval, en todos los grandes merengazos, venía Paulina Rubio o Celia Cruz y ahí estaba yo bailando… En Tenerife había unas cuantas adolescentes que, cada vez que había alguna gala de lo que fuera, nos llamaban a nosotras. No había show que se nos resistiera. Siempre estuve muy metida en todos los saraos.

J.P.: Mis primeros contactos con el teatro no fueron temprano. No tengo, como ha contado Paula, una historia que desde pequeño ya sabía que quería dedicarme a esto. Tanto es así, que cuando estábamos en aquello que en el jurásico tardío se llamaba BUP, entré en el grupo de teatro, pero era absolutamente incapaz de poner un pie en el escenario del miedo que me daba. Con el devenir de los años, me encontré con que amigos que estaban haciendo teatro universitario y aquellos sí que noté que fue un golpe al corazón.  Poco a poco, entré en una escuela municipal, que hoy no existe, que es la del Viera y Clavijo. Ahí ya no hubo marcha atrás, de hecho, en 1997 aproximadamente, entré en LaTrup Asociación Teatral Universitaria Troysteatro de La Laguna que en esta edición de los Max le recibirán el Premio de Teatro Aficionado.  Es muy surrealista. Y ya, el siguiente salto fue viajar a Madrid y entrar en la RESAD en el año 2000.

 

¿Qué vicisitudes tiene crecer y desarrollarse como creador en una zona tan ultraperiférica como Canarias? ¿Y qué oportunidades hay?

J.P.: Lo de las oportunidades no es un lema que me guste porque puede servir para justificar ciertas situaciones precarias, pero a la vez, te permite agudizar ciertas características que de otro modo no. Hubo una parte muy buena en su día que estaba relacionada con que yo viniera de donde venía y eso provocó que mi forma de entender las artes escénicas fuera distinta. Ni mejor ni peor, distinta. Es verdad, que eso me lastró mucho los primeros años de carrera en Madrid. Fue una forma nueva de entender la vida, de entender el arte, que me costó Dios y ayuda poder conciliar porque supuso que me planteara dimitir en mi segundo año en la RESAD.

P.Q.: Hablo de la periferia isleña canaria, porque creo que no es igual que otras periferias, porque hay un mar de por medio y eso lo cambia todo. Eso aísla porque tú no te puedes coger un coche y conducir seis horas. Yo vivo entre Madrid y Tenerife, no es una barrera física, es psicológica.  Es una barrera física, por supuesto, pero yo me paso el día cogiendo aviones y el avión tarda menos que un tren a Galicia o tarda lo mismo que un AVE a Barcelona. Es más fácil que se haga una burbuja un poco endogámica, que a mí me parece un peligro a nivel cultural. El sector de la danza allí está muy reconocido fuera de Canarias. Es un sector que tiene el cordón umbilical con el continente, lo tiene armadísimo, pero siento que el sector teatral no. Hablo desde la Cultura, pero es extrapolable a otros ámbitos. Eso genera una comodidad engañosa. Canarias es un lugar con un montón de oportunidades, con un talento increíble y que se podría hacer más y me da coraje. Y ventajas podría decir que hay algo en el lo canario que es muy bueno y es saber relativizar las cosas, aunque a veces nos pasamos al otro lado, con el famoso: “Chacho, destrábate”.

 

Bueno, mis niños, ¿qué pasa después de los Max? ¿Hay proyectos que se puedan contar?

J.P.: No sé hasta qué punto puedo contar cosas, pero así como con un halo de no demasiada concreción, te digo que el siguiente paso me va a llevar a Latinoamérica. Y con la compañía de Navarra, In Extremis, de la que me siento parte, va a haber un nuevo montaje que estamos preparando ya de cara a finales de año.

P.Q.:  En los últimos años he hecho una trilogía de piezas son: Las alegrías, La carne y el año pasado hice Huerto. Ha sido un viaje muy guay, ha sido un viaje. Después de ese cierre de la trilogía me han salido bastantes proyectos de dirigir, de colaborar con otras compañías, de encargos… y justo ahora ahora estoy pensando una pieza de cara al 2025. Hay una pata que tengo en el diálogo con la ciencia, trabajando con investigadores astrofísicos, con médicos y ese puente Arte versus Ciencia . Este año tengo un proyecto muy bonito con una médico y una socióloga para estudiar nuevas maneras de entender la soledad no deseada y el envejecimiento. Hace unas semanas lo estrenamos en Tenerife el proyecto piloto que se llama Guateque trabajando con adolescentes y con mayores de 65 años.

 

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