“Con la obra pretendo poner en valor el esfuerzo que supuso la libertad que ahora disfrutamos”
Javier Durán es el autor y director de Atocha: El revés de la luz, la primera obra teatral que aborda la matanza de los Abogados de Atocha ocurrida en 1977. La obra se ha construido gracias al testimonio de Alejandro Ruiz-Huerta, uno de los abogados que sobrevivió a los trágicos asesinatos y queda con vida a día de hoy.
Nacho Laseca, Fátima Baeza, Alfredo Noval, Frantxa Arraiza y Luis Heras son los intérpretes que darán vida a los distintos personajes protagonistas de una obra que se estrenó el pasado mes de enero y que ahora regresa al Teatro del Barrio para que más gente pueda conocer y emocionarse con esta trágica historia.
El propio autor y director nos cuenta cómo se ha construido este interesante montaje que aborda unos sucesos trágicos de nuestra historia reciente y que supuso un punto de inflexión muy importante que influyó de forma decisiva para la llegada de la Transición.
Atocha: El revés de la luz en el Teatro del Barrio
Por Sergio Díaz
Javier, tu familia tenía cierto vínculo con Alejandro Ruiz-Huerta, ¿verdad?
Sí. Es algo reciente. La mujer de mi padre y la mujer de Alejandro son amigas desde hace tiempo, y en los últimos años la amistad se ha ampliado a las dos parejas. En una de las comidas que compartieron fue donde yo lo conocí.
¿Y de quién fue la idea de crear una obra de teatro con su historia?
Fue de Alejandro, aunque su idea inicial no era exactamente una obra. Él me habló de una especie de recital con música y yo le dije que lo veía más como una obra de teatro que incluyera canciones de la época. Me escuchó y estuvo de acuerdo.
¿Cómo han sido esas conversaciones con él? ¿Cómo se siente al recordar esos días?
Para mí fue algo muy impactante. Al principio yo tampoco sabía mucho sobre el atentado, y en cuanto empezaba a darme nombres me sentía abrumado, pero él no parecía afectado por recordarlo todo. De hecho en la primera conversación ya me contó detalles terribles. Luego fui ahondando y me explicó que había estado en tratamiento terapéutico durante mucho tiempo, y entonces comprendí que no siempre había sido tan fácil para él hablar de lo que pasó.
Porque algo así es imposible de superar ¿no?, se sobrelleva de la mejor forma posible, pero superarlo…
Efectivamente, el trauma te acompaña toda la vida. Se puede trabajar para paliarlo, pero no para superarlo.
Hay algo muy llamativo y muy noble que destacas también y es el hecho de que no guarda rencor a los asesinos. Hay que ser alguien muy especial para tener esos pensamientos tras lo que ha sufrido y aún sigue sufriendo…
Sí, en eso se muestra convencido. Él está trabajando mucho sobre la idea de ‘ética compasiva’. Desde luego, es excepcional, y no todo el mundo comparte una visión así. Me ha contado que en ocasiones incluso ha tenido que discutir por eso en algún acto.
Alejandro ha escrito también acerca de ese trágico día, y hay una frase muy llamativa que tú destacas: “El primer manuscrito que terminé estaba lleno de mentiras”. ¿Qué tipo de mentiras se había contado a sí mismo Alejandro?
Yo creo que a sí mismo no se podía engañar. Él siempre tuvo conciencia de lo que había pasado, pero a la hora de contarlo o de escribirlo no le resultaba fácil. La frase me parece muy apropiada para comenzar la obra, porque lo que se narra es el proceso por el que Alejandro va librándose de sus bloqueos y poco a poco va encontrando motivaciones y herramientas para contar su historia y seguir viviendo.
¿Y en Atocha: El revés de la luz encontramos toda la verdad de lo que sucedió? Toda la verdad de Alejandro, al menos.
Alejandro fue la primera persona en leer el texto. Para mí era muy importante sentir que avalaba lo que íbamos a contar. Desde el principio me dio el visto bueno. ¿Quiere decir eso que todo lo que se cuenta es cierto? Bueno, como obra de teatro no deja de ser un relato, en este caso narrado desde la perspectiva de una persona, que es Alejandro, e interpretado por otra, que soy yo, y es cierto en la medida en la que lo es la Historia, que también es un relato en el que nos basamos. En definitiva, podemos decir que es una reconstrucción verosímil de una época difícil a partir del testimonio de uno de los protagonistas.
Pero luego suceden cosas interesantes al convertir ese testimonio en teatro. Por ejemplo, Alejandro me contó que durante mucho tiempo no podía sentarse de espaldas a la puerta en ningún sitio. No me dio más detalles, y yo escribí una escena en la que entra con su mujer a un restaurante y, como no hay ningún sitio que se ajuste a lo que quiere, decide marcharse. Sus palabras al leer la escena fueron: “Qué bien traído”. ¿Quiere decir eso que pasó algo exactamente así? No necesariamente, pero la escena sí que ilustra el miedo que le acompañó durante mucho tiempo, y creo que esa verdad emocional tiene un potencial escénico transformador que justifica el recurso.
El texto lo creas a partir de esas conversaciones, pero ¿cómo has engarzado la historia? ¿Es una reconstrucción lineal de los hechos? ¿Quiénes son los personajes protagonistas?
El hilo conductor lo forman las conversaciones de Alejandro con su psicoanalista. Como complemento a la terapia, Alejandro trata de escribir sus memorias, pero esquiva la parte del atentado y da saltos temporales en la narración, contando lo que pasó antes y después, y los espectadores van viendo las escenas de esas épocas diferentes.
Una parte importante transcurre durante la época universitaria, cuando comienza la militancia política de las personas que acabarían en el despacho. Ahí tiene especial relevancia la historia de Enrique Ruano, estudiante al que la policía tiró desde un séptimo piso. Enrique era la pareja de Lola González, abogada que sufriría el atentado casi una década después y que también es muy importante en la obra.
Luego se cuenta la dinámica que seguían en los despachos laboralistas, donde trabajaban de forma horizontal y cooperativa. En esta etapa aparecen personajes como Cristina Almeida o Manuela Carmena, y también se hace referencia a los diferentes homenajes que tuvieron y todavía tienen lugar para conmemorar lo sucedido. Como no podía ser de otra forma, los nueve del despacho aparecen en esta etapa.
Por último, además de esos nombres conocidos, aparecen otros muchos personajes anónimos: obreros, sindicalistas, estudiantes, policías… secundarios que no lo fueron en absoluto y que son fundamentales para la narración.
¿Para crear la obra has hablado con más personas vinculadas a estos hechos -como Manuela Carmena o Cristina Almeida de las que me hablabas-? Desgraciadamente, no quedan muchos más testigos vivos de lo ocurrido…
He podido hablar con diferentes personas de la Fundación Abogados de Atocha en contextos informales, pero las pequeñas anécdotas que aparecen en la obra acerca de Cristina Almeida o de Manuela Carmena están sacadas de diferentes libros que he podido consultar. También me interesaba saber cómo funcionan las cooperativas de abogados laboralistas hoy en día, y sí que he podido entrar en contacto con varias personas vinculadas a despachos actuales. Esto ha sido de gran ayuda a la hora de dar un cierre a la obra.
¿Qué mensaje quieres transmitir con esta obra?
Hay una frase que siempre dicen durante los homenajes: “Si el eco de su voz se debilita, pereceremos”. Con la obra pretendo aportar mi granito de arena para mantener viva esa voz que lucha por la justicia, subrayando la importancia de recordar lo sucedido y, a través de la reivindicación de la memoria, poner en valor el esfuerzo que supuso la libertad que ahora disfrutamos.
Han pasado 44 años de los asesinatos, pero el tema sigue de actualidad porque uno de los asesinos acaba de salir libre sin cumplir los todavía 10 años que le faltan de condena. ¿Qué opinión te merece esto? ¿Y cómo se sintió Alejandro al saberlo?
A mí me parece terrible. Da sensación de impunidad todavía a día de hoy. Recordemos que uno de los acusados se fugó y nunca pudo ser juzgado, y esta última noticia, con traslado de expediente incluido, no ayuda a pensar que el tratamiento haya sido imparcial.
Alejandro está muy decepcionado. Hablé con él cuando todavía tenían esperanzas de que el recurso de súplica fuera escuchado. Acababan de entrevistarle en El País y creía que se impondría la cordura, pero mira. Ahora él y su equipo se están planteando si llevar el caso al Tribunal Europeo, pero el desencanto es mayúsculo.
Otro de los asesinos materiales ya ha cumplido su condena, el tercero está huido desde entonces y hay muchas teorías sobre quién estuvo detrás de todo esto. ¿Tú manejas alguna?
Yo lo que he leído, y aparece también reflejado en la obra, es que el juez Gómez Chaparro le concedió un permiso penitenciario muy poco regular a Lerdo de Tejada, el acusado al que te refieres, que tenía vínculos cercanos con Blas Piñar, fundador de Fuerza Nueva. Lerdo de Tejada aprovechó el permiso para fugarse. Al juez lo sustituyeron después de aquello, pero del fugado nunca más se supo nada. Quedó impune. También me cuenta Alejandro que en los aniversarios del atentado, mientras fuera se sucedían los homenajes, a los condenados le llegaba una mariscada a la cárcel. Dicho esto, creo que no es necesario hablar de teorías, ya que los hechos hablan por sí solos.
Que los culpables hayan estado libres la mayor parte de sus vidas imagino que tampoco ha ayudado a superar el trauma, ¿no?
Nuestro sistema penal está pensado, al menos en teoría, para que exista una reparación del daño de las víctimas, por un lado, y una reinserción de los culpables en la sociedad, por otro. Cuando en unos casos no hay muestras de arrepentimiento y en otros han eludido el proceso penal, esa reparación se complica bastante, sí.
¿La matanza de los Abogados de Atocha fue un punto de inflexión para la sociedad de aquella época?
Absolutamente. Y más que el atentado, diría que el acontecimiento clave fue la respuesta de la población, que salió a manifestarse de forma masiva y pacífica, lanzando un mensaje contundente de hartazgo que influyó de forma decisiva para la llegada de la Transición.
Vivimos tiempos convulsos a nivel político y hay cierto eco que nos puede recordar a aquellos días oscuros. ¿Crees que estamos en esas? ¿Volvemos a estar en el revés de la luz?
Afortunadamente, creo que la Democracia es sólida pero, salvando las distancias, sí que hay cosas que resuenan de manera preocupante. La derecha lleva igual de mal ahora que entonces verse apartada del poder, y los mensajes que se lanzan desde ciertos sectores sí que me parecen muy oscuros. En realidad estudiar ese período hace que nada de esto sea sorprendente, porque todavía hay muchos espacios de poder en los que ha habido muy poco movimiento desde que terminó la dictadura.
Para conocerte un poco más, lo más curioso que podemos decir de ti es que dejaste un puesto fijo de funcionario para dedicarte por completo al teatro. ¿Cómo fue eso? ¿Fue por pura valentía, amor por el teatro, inconsciencia…?
Sí, mucha gente se lleva las manos a la cabeza cuando escucha la decisión, pero para mí fue bastante natural. Me educaron convenciéndome de que debía tratar de hacer lo que me hiciera feliz. La enseñanza me llenó durante bastante tiempo, pero vi que el teatro me ofrecía un tipo de vida todavía más acorde a lo que sentía, así que me lancé y estoy muy contento de haberlo hecho. Es una carrera muy difícil, pero tiene muchas compensaciones.
¿Y cómo te está yendo en este camino plagado de incertidumbres?
Es una lucha constante por salir de la precariedad, y en ese sentido para mí esta obra es un hito importante, porque por primera vez he recibido una Ayuda a la Creación de Ayuntamiento de Madrid que me permite abordar la producción con dignidad profesional. Hasta ahora, cada proyecto ha supuesto subir un peldaño más. Mientras esa sea la sensación, tengo gasolina para continuar.
¿Qué tipo de teatro te interesa?
Suelo disfrutar especialmente con las obras que tienen un texto potente o un planteamiento escénico inteligente, que aprovecha la imaginación del espectador para potenciar elementos teatrales sencillos. Pero me gusta ver todo tipo de teatro. Incluso cuando la obra no conecta del todo conmigo, aprendo algo o me fijo en algún aspecto que me aporta.
Imagino que cuando te lanzaste a esta aventura de dedicarte plenamente al teatro tenías en la cabeza sueños o metas que alcanzar. ¿Cuáles eran?
Poder estrenar lo que escribo y ver que cobra vida de boca de los actores ya es un hito, y hacerlo en el Teatro del Barrio es todavía más importante para mí, ya que siempre ha sido un referente en teatro social, y creo que no hay un escenario mejor para arrancar con este montaje.
Pero sí que hay algo que estoy viviendo estas últimas semanas como un sueño cumplido, y es levantarme por la mañana y que mi trabajo sea ir a ensayar. Parece algo muy normal, pero no lo es en absoluto. Me han hecho falta tres años en Madrid para lograrlo, ya que hasta ahora siempre tenía que coordinar las agendas de todas las personas que participaban, y eso impedía que tuviéramos continuidad, porque cada una tenía sus compromisos. Ahora, por primera vez, hay una planificación de producción en la que la prioridad de todos los miembros del equipo es el tiempo de ensayo, y eso lo estoy viviendo con verdadero goce, por lo que significa y por lo que posibilita.
El siguiente paso importante sería cerrar una gira que garantice la continuidad del proyecto y justifique todos los esfuerzos. En ello estamos.
¿Esperas que Atocha: El revés de la luz sea también un punto de inflexión para ti? ó ¿Te das por satisfecho plasmando una historia que merecía ser contada?
Sí, desde luego es el proyecto más ambicioso de todos los que he emprendido. Estoy muy satisfecho con el texto sobre el que estamos trabajando, y cuento con un equipo fantástico que hace soñar con que la obra tenga el recorrido que merece. Ojalá que sí que suponga un punto de inflexión, porque eso significará que la historia ha calado y el público se interesa por ella.