“En este oficio defraudar es más común que tener éxito”
Por Sergio Díaz
Juan Jiménez es el director de los Teatros Luchana, la persona que se encarga de conjugar las variables teatro de calidad y que cuadren los números en esa gran empresa escénica para la que trabaja. Ahora asume también la dirección del Teatro Galileo. Este conocido espacio de nuestra ciudad abre de nuevo sus puertas en una nueva etapa -esperemos que fructífera-, que permitirá a Juan Jiménez sacar su lado más creativo como programador.
¿Qué balance puedes hacernos de tu trayectoria al frente de los Teatros Luchana?
En Teatros Luchana entré como programador en 2016 y pasé a asumir la dirección en 2018. Han pasado casi cuatro años desde mi llegada, teniendo en cuenta que el teatro se abrió en 2015, se puede decir que he sido parte del crecimiento y madurez de lo que ya era un proyecto ilusionante.
Era un reto complicado, pero da la sensación de que los estás solventado bien, ¿no?
Los Luchana nacieron con mucha fuerza, generando muchas expectativas en el sector. En este oficio defraudar es más común que tener éxito, y la apuesta para estos teatros estaba muy bien proyectada pero su consecución era compleja. Por una parte, se trataba de exportar un modelo de multicine al mundo de la escena. Por otra, este modelo debía ser compatible con la calidad y modernidad de los contenidos. Y, por último, la inversión inicial fue realmente extraordinaria, con las consecuencias y riesgos que ello conlleva. Conseguir la armonía con estos tres elementos en juego y que funcione en el tiempo es, sin duda, un verdadero reto.
Lo importante es llegar a un equilibrio entre las expectativas que se generan , qué se quiere ser, con aquello que en verdad se puede ser, la viabilidad real, y desde ahí, eso sí, llevar la realización del modelo hasta sus últimas consecuencias. En ese sentido creo que he cumplido. Y el resultado, al menos en términos empresariales, es fácil de cuantificar numéricamente.
¿Has conseguido cumplir los objetivos que te marcaste al asumir dirigir los Teatros Luchana?
En un país en que los gestores culturales suelen ser personas que vienen del contacto y la pasión por lo artístico, es inevitable que el paso a la gestión entrañe contradicciones. Uno busca la manera de desarrollar su proyecto cultural y solo con mucho esfuerzo y perseverancia comprende la naturaleza de las estructuras organizativas, económicas o políticas en las que se circunscribe la acción. Aunque mi etapa como programador sí vio ciertas expectativas truncadas, cuando asumí la dirección de Luchana ya tenía claro cuáles eran los objetivos marcados y posibles.
¿Hay alguno que se te haya resistido? ¿Qué tipo de teatro es el que a ti te interesa como espectador?
Los años dedicados a este proyecto me han transformado, al menos han trastocado mi modo de estar y de pensar en mi faceta de homo laborans y homo aestheticus. No creo que haya sido una evolución, pero sí un cambio sobrevenido por las circunstancias en las que transcurre mi jornada laboral y el tipo de acercamiento que mi trabajo conlleva en mi aproximación con el hecho artístico.
En estos últimos años he comprendido algo muy importante; siempre he sido un enamorado de la forma, pero cada vez necesito más que aquello a lo que me expongo me agarre las entrañas, y no sólo a golpe de virtuosismo. No puedo olvidar que vengo de un lugar donde mis afectos artísticos son mucho más amplios que los que se restringen a la escena, que a la escena le he pedido muchas veces elementos que sobrepasan y enriquecen lo meramente escénico. Siempre me han interesado las ideas más que las cosas, sin importarme si algo es teatral, pictórico, escultórico o poético. Me ha interesado sobretodo el teatro en su límite, lo performativo y el teatro metafísico, la idea desbocada y el experimento, por ingenuo que pareciese. Lo importante era la idea, el concepto o la destrucción del mismo. También he sido un romántico y he albergado el deseo de encontrar en el arte todo aquello que pusiera patas arriba el orden habitual de las cosas o que ejerciera una tensión hacia lo innombrable. En un principio fui reacio a lo tosco, a lo mundano, al mal llamado realismo y al teatro psicológico.
Hoy en día mi trato con lo teatral es mucho más amplio y enraizado con lo que podemos denominar la forma de ser de lo teatral, lo que empiezo a intuir que hace del teatro algo único respecto al resto de manifestaciones artísticas y que tiene mucho que ver con algo tan simple como el modo específico de trabajar en escena el tiempo y el espacio a través de la palabra, el sonido (y el silencio), la corporeidad y el movimiento. El teatro es un dispositivo que se ofrece a la mirada del espectador movilizando energías diversas en busca de un entramado, de una estructura y consistencia que de una forma más o menos provisional consiga que el doble del espectador coincida con el del actor y su inscripción en el aquí y en el ahora de la escena.
¿Es en el Teatro Galileo donde vamos a ver la verdadera esencia de Juan Jiménez como programador?
El sueño de un director artístico es poder proponer un programa de exhibición en el que estén incluidas aquellas propuestas con las que uno se siente identificado como espectador. Pero aquí volvemos a lo que comentaba antes: hay que saber dónde se encuentra uno y qué se puede realmente hacer, es decir, cuáles son los condicionantes de su propuesta de programación. En este sentido Galileo sí constituye un acicate para mí, por cuanto es un espacio y un proyecto en el que se expanden las posibilidades de lo que quiero hacer como programador. En esta nueva empresa, los retos de la gestión, la tensión de la sostenibilidad y el propio marco de acción tangencialmente relacionado con la función pública de la cultura, allanan, sin duda, el camino. Además las fuerzas que se están generando me van a posibilitar ser más creativo, tener más posibilidades con las que jugar y proponer.
¿Que hayáis doblado la apuesta va a cambiar en algo la gestión/programación de los Teatros Luchana?
Como proyecto empresarial, Luchana sigue siendo la madre del cordero. Se trata de un proyecto ya consolidado. En términos de negocio va a representar aproximadamente el 90%, mientras que Galileo no creo que suponga más de un 10%. Es necesario tener esto en cuenta a la hora de centrar los esfuerzos, Luchana tiene que ser una prioridad, porque además es la matriz que nos ha permitido embarcarnos en un nuevo proyecto.
¿La dramaturgia española contemporánea va a ser el gran pilar sobre el que se sustentará Teatro Galileo?
Sí, de manera fundamental. Luchana es una gran plataforma desde la cual se han puesto en pie cientos de obras escritas y dirigidas por personas de nuestro entorno inmediato. En muchos casos facilita un recorrido en los escenarios de proyectos, procesos, compañías, etc. Es necesario que existan espacios de este tipo porque la creación escénica en Madrid es muy prolija. Pero también es necesario ir fijando el panorama escénico de la ciudad, dar visibilidad y encontrar el mirador desde el cuál podamos asomarnos a aquellos trabajos y a aquellas formas de trabajar que ya van formando parte de la memoria artística de la ciudad, de nuestro patrimonio teatral. Queremos que esa sea una de las señas de identidad de Galileo.
El otro gran pilar va a ser los jóvenes. Queremos ofrecer propuestas escénicas que por sus lenguajes y contenidos sean atractivos para ellos, así como apoyar a los jóvenes en la creación y hacerles partícipes del universo completo de la escena.
Una de las nuevas iniciativas que proponéis en Galileo es lo que habéis llamado Teatro Urgente. ¿Nos puedes explicar en qué consiste?
Nos interesa que el pensamiento, las ideas, los temas y los problemas a los que se confronta nuestra sociedad estén presentes en el proyecto del Teatro Galileo. La cuestión, en primer lugar, es que la relación entre el pensamiento y la escena es compleja, porque el teatro tiene sus propias reglas que no pueden someterse a la discursividad teórica. Por una parte, hay que tender un puente entre aquellas personas que están generando un pensamiento potente y el mundo teatral. Por otra, muchos de los profesionales que están haciendo cosas realmente interesantes en el teatro, ligan su trabajo a costosas producciones que implican recursos económicos, de espacio y de tiempo, lo cual impide que los tiempos del despliegue de la idea coincidan con los tiempos de la producción. El reto es entonces tener la capacidad de abrir vías de comunicación entre teatro y pensamiento, consiguiendo resultados interesantes en un tiempo y espacio determinados.
¿Cómo de importantes van a ser las residencias en Teatro Galileo?
Las residencias de ensayo y artísticas van a ser de vital importancia. Nuestra misión en lo que se refiere a la dramaturgia y dirección contemporánea, y especialmente entre los jóvenes, tiene por fuerza que estar presente en los procesos de creación y producción. Por poner un ejemplo, Gon Ramos pasará más de cuatro meses trabajando en nuestro teatro que es lo que él considera necesario para que vea la luz “El Jefe sioux con la barba más larga del mundo”.
¿Y va a haber lugar para la producción teatral?
Sí, estamos ya estudiando un proyecto y movilizando las piezas que lo hagan posible. Pero no hay una necesidad de producir por producir, lo que se busca es facilitar una producción que teniendo en cuenta las idiosincrasia del Teatro Galileo contribuya a llevar hasta las máximas consecuencias aquello que quiere y puede ser.
¿Hemos empezado mirando al pasado. Si miramos al futuro, ¿Qué metas te marcas a nivel profesional? ¿Hasta dónde querrías llegar?
La vida me ha llevado a buscar la tensión, el movimiento hacia adelante, en el presente, más que en una proyección hacia el futuro. Nunca me ha interesado el puro poder si no el poder ser y el poder hacer con sentido. Lo que me gustaría es consolidar una estructura tan sólida que me permitiese volar, un contexto en el que la toma de decisiones y la acción se jugasen en un marco de fuerzas en el que la potencia de la creación y la comprensión así como los resultados artísticos y de la producción alcanzasen sus cotas más elevadas. Más que un reto, un desafío.