Empezamos por el principio. ¿De dónde te viene el interés por las Artes Escénicas?
Es un poco casual, la verdad. Yo estaba estudiando empresariales, acababa de empezar y no sabía lo que quería hacer con mi vida. Un día mi tío, de Piedrahíta también, hermano de mi madre, me dice que tiene un amigo que tiene una escuela de teatro que se llama Asura y que nos podíamos apuntar para hacer algo juntos. Nos apuntamos juntos a acrobacia y yo, a la segunda clase, me hice una rotura de fibras. Así que tuve que dejar ese camino y me apunté a improvisación. En ese momento mi primo Lolo Diego, actualmente compañero mío en Jamming, ya había empezado a tomar clases de impro y ahí surgió la chispa.
Y Lolo y tú, siendo primos y habiendo acabado como habéis acabado, ¿de pequeños no hablabais de esto?
Él se crio en otro pueblo cercano, así que de pequeños tampoco es que estuviéramos todo el día juntos. Sí que recuerdo que a veces hacíamos cosas en casa de mis abuelos, hacíamos algo de teatro, imitaciones, poníamos las sillas en el salón para que nos vieran, pero algo muy inocente que han hecho muchos niños y niñas de pequeños. No es que fuera un camino premeditado desde los inicios. Ya te digo que él estaba en otro pueblo, también nos llevamos 4 años de diferencia y nuestro vínculo se ha ido fortaleciendo más de mayores, fue ya en Asura cuando descubrimos la improvisación teatral. Eso fue lo que nos unió del todo y nos hizo tener verdadera pasión y hambre de dedicarnos a las Artes Escénicas.
¿Por qué la improvisación teatral como lenguaje? ¿Qué tenía de especial?
Pues fue un amor a primera vista en nuestro caso. Cuando conoces la impro pueden suceder dos cosas, o que te aterre o que te atrape irremediablemente. Y esto fue lo que nos pasó a nosotros. Nos sedujo muchísimo y empezamos a trabajar desde abajo, subiendo peldaños de forma progresiva y probando de todo. Recuerdo que comenzamos siendo los ayudantes de árbitro del match de improvisación que se hacía en Asura. Ahí empezamos a bregarnos y surgió ese enganche tan fuerte a la adrenalina que supone la impro. Y de ahí pasamos a la osadía de plantearnos hacer un formato nosotros de improvisación teatral. Nos juntamos con Paula (Galimberti) y de ahí nació Jamming.
Y ya son 20 años… ¿Cuál crees qué ha sido el éxito de esa fórmula que creasteis llamada Jamming?
Yo creo que el éxito de Jamming es que no se han acabado las ganas de seguir haciéndolo y no hemos perdido esa pasión que te decía antes. Hay una obsesión sana en lo que estamos haciendo, creemos mucho en ello y nos divierte mucho. Yo, a día de hoy, y después de 20 años, me lo sigo pasando en grande haciendo Jamming, me encanta.
Está claro que la impro es un género que da para introducir novedades en cada función. ¿Pero seguís encontrando nuevos retos cada noche?
Sí, y además lo trabajamos mucho eso. También hacemos otras cosas cada uno a nivel personal que nos ayudan a nutrirnos en Jamming y luego nosotros somos una compañía que siempre estamos investigando, trabajando nuevas fórmulas, innovando… El año pasado, por ejemplo, fue el centenario del nacimiento de Berlanga y nosotros propusimos el estilo ‘berlanging’ para hacer las cosas, eso te lleva a documentarte, a ver todas las pelis de Luis García Berlanga y a encontrar un lenguaje teatral de improvisación en su cine. Vamos creando géneros y eso nos hace estar muy vivos y cambiar y proponer nuevas formas de contar y buscar esos nuevos retos que mencionas. También los artistas invitados que nos acompañan, los ‘invitadings’ que llamamos, nos ayudan mucho en eso porque cada noche es distinta y el espectáculo sigue muy vivo.
Incluso habéis creado una escuela, el lugar en el que estamos, para formar a nuevos improvisadores. ¿Surgió porque pensabais que tenías mucho que aportar en este campo?
En un principio a lo mejor lo hicimos por inercia, quizás por consejo de Omar Argentino, un improvisador que nos dirigió en nuestros comienzos y que nos dijo de dar el paso de dar clase. Y en lo que hoy es la maravillosa El Umbral de Primavera, que antiguamente era la Sala TIS, dimos nuestro primer curso de improvisación hace 15 años. Ahí nos dimos cuenta de que valíamos para dar clase, de que nos gustaba y de que era una manera también de aprender. Y poco a poco nos hemos ido dando cuenta de que tenemos una identidad propia, un lenguaje propio dentro de la improvisación teatral y yo creo que la gente lo percibe y por eso, afortunadamente, nuestra escuela siempre está llena.
¿Crees, y esto quizá es culpa nuestra, de los medios, que la improvisación es un género teatral que no está lo suficientemente valorado?
Sí, yo creo que sí, y además de los medios que dices, también es responsabilidad nuestra, de la gente que nos dedicamos a la impro. Yo creo que muchos espectáculos de impro que no se cuidan y que no tienen la calidad necesaria para mostrarse en un escenario. Y eso nos daña. La responsabilidad está en hacer un espectáculo de improvisación teatral donde lo teatral esté reflejado y no siempre sucede. La impro es una disciplina muy accesible. Tú puedes aprender a hacer unos juegos y ya con eso creer que puedes tirar, pero es una disciplina que requiere mucho trabajo, como sucede en todas las disciplinas que forman parte de las Artes Escénicas. Por eso está nuestra responsabilidad de cuidar los formatos y hacer espectáculos de calidad.
Por otro lado, hay espectáculos de impro maravillosos que no tienen el reconocimiento que merecen. Por hablarte de nosotros, yo creo que Jamming es un espectáculo de improvisación teatral muy digno y que no tiene nada que envidiar a muchos otros formatos de texto, por ejemplo.
Sería un poco lo que le pasa al teatro familiar, donde no vale todo tampoco, y hay que cuidar lo que se muestra.
Sí, totalmente, hay que cuidar lo que se hace en cada disciplina por respeto al público que va a vernos y que paga por vernos. Creo que nosotros cuidamos a nuestro público, que arriesgamos en cada función, que somos valientes y que hay un gran trabajo detrás. Y el público valora eso y nos lo reconoce.
¿Qué te ha dado y te ha quitado Jamming?
Sobre todo me ha dado mucho. Lo primero es el valor de estar en un escenario con gente que paga para verte, que a día de hoy me sigue pareciendo increíble y lo sigo valorando muchísimo. Me ha dado las tablas, el aprendizaje y eso me ha permitido embarcarme también en otros proyectos. Y quitado no lo sé, la verdad.
Yo me refiero a que dedicar tus energías a un proyecto como Jamming o a tener tu propio espacio escénico, tu propia escuela, si puede ir en detrimento de tu carrera personal e individual, si eso ha pesado en algún momento.
Sí, es cierto lo que dices. Yo hubo un momento en el que sí que me paré a pensar que llevaba un par de años sin hacer castings, cuando yo había estado ya presentando un programa en TVE, haciendo mis pinitos en series… Y eso es por todo lo que Jamming te absorbe, pero te absorbe desde un punto en el que ni te das cuenta, porque te mola tanto lo que estás haciendo que no te paras a pensar en otras cosas. Estás viendo que el teatro se llena con lo que tú ofreces, ves que la compañía va creciendo progresivamente, que la escuela funciona, que abrimos nuevos campos. Al final en un año podemos hacer 250 bolos y eso te deja poco tiempo para otras cosas. Puede que Jamming te quite el hambre como para poder desarrollarte en otras facetas a nivel individual, porque tendrías que dar el 100% también ahí y no se llega, pero me encanta lo que tenemos entre manos y lo que hemos creado.
Pero sí que destinas algo de esa energía a otros proyectos fuera de Jamming y ahora afrontas tu primera dramaturgia. ¿Era este el momento adecuado o era esta la historia adecuada para lanzarte?
Creo que se han juntado las dos cosas. Por un lado aparece esta historia que en cuanto sé de ella quiero contarla en teatro a través de un monólogo dramático comprometido y entonces eso me hace encontrar el proceso de escritura. En mi caso, al improvisar ya he estado escribiendo, porque normalmente si improvisas escribes, pero esto ya era otra cosa, otra forma de hacerlo y sobre todo, otra necesidad. Pero cuando me puse a escribir me di cuenta de que no era tan sencillo y de que me iba llevando por un camino que no tenía nada que ver con la primera idea que yo tenía en la cabeza.
¿Cómo recuerdas esa tarde de agosto en la que tu prima te cuenta esa historia? ¿Tú no sabías nada de la historia de tu familia?
Sí, algo sabía, pero detalles vagos. No era algo de lo que se hablara habitualmente. Mi prima María y yo no lo habíamos hablado nunca tan abiertamente como en aquella tarde en la que ella me empieza a dar más detalles de la historia, de cómo mataron a su abuelo durante la guerra cuando tenía 37 años, de cómo su padre está escribiendo sobre aquel suceso y todo me pareció tan fuerte, tan emotivo, que sentía que tenía que contarlo. Y María también tenía la idea de hacer algo ‘artístico’ con esto, bien una obra de teatro o en su caso a modo de narración oral, ya que ella también se dedica a contar historias para el público. Me lo contó como una charla más de las miles que hemos tenido paseando por nuestro pueblo, pero esta nos tocó de una manera especial. También el hecho de que el padre de María se hubiese puesto a escribir esta historia fue un punto de inflexión importante como para querer abrir esa ventana del pasado.
Viendo que en los escritos del padre no se puede decir el nombre del abuelo, que solo se usan sus iniciales, es porque sigue habiendo heridas abiertas no bien curadas. ¿A ti no te daba miedo volver a hacer sangrar esas heridas?
Por un lado, como te digo, la historia me atrapó del tal modo que sentía que teníamos que hacerlo. También creo que los nietos de la guerra tenemos la perspectiva del paso tiempo y a lo mejor no nos hacemos tanto cargo de ello. Entonces yo no sentía que podía abrir heridas, pero cuando María en un momento del proceso de creación de la obra me dice que su padre no quiere que aparezca el nombre del abuelo, ahí sí que siento que quizá me estaba metiendo en algo más delicado de lo que creía en un principio. Ante todos esos datos sí que me fui haciendo cada vez más consciente de lo que suponía. Por otro lado, al ir escribiendo la historia yo metí como personaje a mi abuelo y a él yo le preguntaba de pequeño por la guerra y siempre recibía evasivas. Estaba buscando respuestas y datos y nombres concretos, pero es verdad que a veces resulta difícil dar toda la información cuando hay tanto sufrimiento detrás. Es comprensible.
Ahora, con todo lo que sabes, ¿qué preguntas sobre la guerra le harías a tu abuelo si pudieras?
Yo creo que iría mucho a cómo lo vivió él de verdad, porque yo recuerdo que cuando le preguntaba él me daba muchas contestaciones vagas y generales, como con evasivas o la típica frase que nos han dicho a casi todos de “sobre eso no se habla”. Me hubiera gustado saber cómo sintió el vivir aquella experiencia, cuáles eran sus miedos. Y en la obra algo de esto se cuenta, cuando el personaje de mi abuelo deja caer ciertas cosas que le pasaron en aquellos momentos y que nos pone en situación de cómo fueron aquellos años. Yo creo que no somos muy conscientes de cómo se vivía en España hace nada. Nuestra generación conoce poco y la que viene ya ni te cuento.
Ya me has dicho que tu idea inicial era hacer un monólogo dramático. ¿Por qué modificaste esa idea? ¿Ibas a hablar a través del Señor B?
En principio era contar los escritos del padre de María, literalmente. Yo creía que la obra debía ser eso. Me puse a escribir y veía que aquello no iba y un día, Albert Tola, que me ha ayudado con la dramaturgia, me dijo “ábrelo”, y yo le respondí que quería hacerlo yo solo, quizá poseído por ese ego del actor que a todos nos persigue y más a la hora de hacer una obra como esta, un monólogo comprometido. Pero en cuanto volví a la escritura y seguí su consejo y empecé a abrirlo y ya apareció mi abuelo en escena. No quiero ponerme metafísico, pero es que se me apareció para decirme la frase que te he dicho antes de “no hables de esto”, son cosas que suceden en los procesos de creación, y también se me apareció mi prima María en escena y todo empezó como a tomar sentido. Fue muy extraño el proceso.
Es como una conexión con tu ‘yo’ más pequeño, vuelves a dialogar con tu abuelo y a recordar frases que tenías ahí dentro desde que eras niño pero que no eras consciente de su significado…
Totalmente. Sí, hay un viaje a la infancia total, de recordar sus expresiones, todo lo que he aprendido de él, imágenes muy concretas que me han venido a la mente, todo el amor que le tenía y todo el vínculo que me unía a él. Sí, ha sido un viaje muy bonito, a pesar de que la obra recuerda momentos complicados de la historia de mi familia.
¿Y en esa tarde de agosto qué es lo que cambió del pueblo para ti?
Sí, lo he puesto en el dossier, que cuento que en ese momento descubro las heridas del pueblo. Siento como que de repente el pueblo y los lugares por los que pasas habitualmente sin más, toman una dimensión distinta. Es como si fuera consciente del peso que hay en las calles, en las casas, en las piedras, en la iglesia… una fuerza invisible, callada, pero que se me hace presente al saber esta historia. Empecé a pensar en esa época de principios de la guerra y de alguna manera me transporté hasta allí y pude entender mejor algunas cosas, como ciertos comportamientos o formas de ser de la gente. Y sobre todo de mis abuelos, claro.
¿Con esta obra intentas contribuir a seguir dando voz a aquellas víctimas que fueron silenciadas?
Creo que es importante darle voz a las víctimas siempre en el teatro, eso me parece fundamental, y aquí hay una víctima clara, un hombre de 37 años al que mataron por sus ideas y que dejó atrás a un hijo de 6, a una esposa y a una familia. Pero también hay otros puntos de vista, no solo el del Señor B. También está la voz de la gente de mi generación, los nietos de la guerra, sobre si realmente tenemos la potestad de hablar de esto. Aparece ese abuelo que perteneció al otro bando, al de los sublevados, llevando pieles por la sierra para sobrevivir y sin saber si tuvo que matar a alguien, porque eso es algo que nunca he llegado a saber, y aunque en el bando de los ganadores, también fue una víctima de alguna manera. Todo forma parte de intentar conocer más sobre lo que pasó, desde todos los puntos de vista. Igual que me parecería interesante conocer a los nietos de aquellos que mataron al Señor B, por ejemplo, y poder hablar con ellos sobre lo que sintieron sus abuelos cuando lo fusilaban en la tapia del cementerio de Villatoro, no sé. Conocer para comprender mejor. Pero está claro que la función del teatro, para mí, es dar voz a aquellas personas a las que se la arrebataron de forma injusta. Ellas pueden hablar, pueden revelarnos cosas, podemos aprender más sobre lo que pasó y sobre todo, que sus muertes no hayan sido en vano.
Jorge Sánchez de La Cantera, es el director de la obra. ¿Por qué le escoges a él para que os dirija?
Jorge y yo nos conocemos de hace mucho tiempo. Trabajamos juntos en Famélica, un texto de Juan Mayorga que nos escribió en su momento y de ahí viene nuestro vínculo. Y cuando le hablé de este proyecto le gustó mucho la idea y a él también le apetecía abordarlo desde su experiencia en su país natal como es Argentina, y se sumó al proyecto encantado.
¿Qué mirada ha aportado a la obra? ¿El resultado de su trabajo ha sido algo muy distinto a lo que tú tenías en mente?
Él es un director muy inteligente y sabe adaptarse muy bien. En una de las funciones que hicimos en El Umbral de Primavera hubo un coloquio y le preguntaron y él vino a decir que cuando te encuentras con una historia tan personal como esta lo que hay que hacer es acompañar en el proceso y la verdad es que lo ha hecho muy bien y hemos estado muy a gusto. Ha sido un trabajo muy sutil y muy de acompañar.
Háblame de la puesta en escena, porque es un espectáculo muy sencillo, pero donde todos los elementos tienen una importancia capital, como son la luz, los sonidos, el estuche de pinturas… son como un personaje más, ¿no?
La idea es que todos los elementos fueran importantes y también que fueran elementos que despertaran la imaginación de los espectadores. Por ejemplo, los sonidos y las atmósferas las hemos grabado en Piedrahíta y alrededores, como bien habrás podido reconocer. Las campanas son las de la iglesia, la puerta es la verja del cementerio de Villatoro… he querido traer el pueblo al escenario. Y lo que es muy fuerte es que el cajón de pinturas es el original del Señor B, con el que su hijo sigue pintando. Es algo muy poético y muy bonito.
Creo que todos los elementos están justificados dentro del desarrollo de la historia para evocar mejor lo que le ocurrió al Señor B.
Y aunque es un tema complejo, le has metido ciertas dosis de humor…
Sí, me parece fundamental el humor y creo que no sé escribir sin algo de humor. De lo que me siento más satisfecho es que es José Sanchis Sinisterra vino a ver la obra y esto del humor le gustó mucho, me felicitó por no caer en eso que él llama el “teatro cejijunto” (risas). El humor es una insignia de cómo yo he aprendido a estar en un escenario, a través de Jamming, por supuesto, y lo veo necesario. Aunque sea un tema complejo creo que hay que atreverse con el humor, al menos creo que nosotros, los nietos de la guerra, debemos hacerlo, no por desmerecer lo que pasó, al revés, por darle importancia y por quitársela un poco también, para poder hablar de ello. Está claro que a lo mejor a nuestros padres y abuelos les costaría más abordar esto con humor, pero bueno, a mí me ha salido así.
En la obra trabajan Mabel del Pozo, Lolo Diego y Borja Cortés. Háblame un poco de ellos, de su trabajo y de cómo les has embarcado en esta historia.
A Mabel la conozco desde hace muchísimos años y es mi actriz favorita. Trabajé con ella en Famélica y en cuanto le mandé el texto, por el vínculo y el cariño que tenemos, lo leyó enseguida le gustó y me dijo que se sumaba al proyecto. Mabel hace que el texto que yo he escrito se eleve de forma exponencial, entonces es un lujo contar con ella. Luego está Borja, a quien conozco de toda la vida de la improvisación teatral, y es que cuando escribía le imaginaba a él en las distintas escenas, no podía ser otro. Es un actor maravilloso para esos momentos de humor de los que hemos hablado antes. Y luego está Lolo, que es mi hermano como también te he comentado. Hemos emprendido este camino juntos y sé lo comprometido que es como actor y entonces yo ya sabía que era perfecto para dar vida al Señor B, y lo alucinante es cómo lo ha abordado él, porque le ha dado una personalidad muy especial a este personaje, apostando por hacer una víctima fuerte, no cayendo en lo patético o en lo débil. Luego también hemos tenido la suerte de contar con Gimena Arensburg, que está en la producción, y que cuando leyó el texto le imprimió las fuerzas para poder hacerlo real. Es de estas personas que ven algo, confían y te ayudan a poder sacarlo adelante. Luego está Maykel Rodríguez, que es el técnico de sonido de Jamming, que se vino al pueblo con su equipo a grabar esas ambientaciones sonoras que hemos comentado y Martín Calo que es la persona que ha compuesto las breves y sutiles notas de piano, pero que dotan de una emoción muy especial a la obra. Es una suerte enorme contar con este gran equipo para respaldar esta historia.
Al hilo de esto, me gusta mucho cómo Lolo ha construido al Señor B, es lo que dices, le ha dado un aura muy interesante.
Es que yo creo que la tenía de verdad, que era muy valiente. En el año 36 hubo una manipulación muy fuerte en las elecciones que tuvieron lugar. Y en el caso de Piedrahíta, el Señor B era el jefe de correos y fueron a cambiar las actas, habían salido unos resultados y llegaron unos tipos con otras actas y le dijeron que las cambiara y enviara esas y él dijo que no. María está convencida de que esa fue la causa de que le mataran.
¿Has barajado la posibilidad de contar con tu prima María físicamente en alguna función? ¿Quizá en alguna función en el Teatro Somoza de nuestro pueblo?
Sí, con María estoy en contacto permanente y me ha acompañado a lo largo del proceso creativo. Ella ha tenido la enorme generosidad de brindarme este material y de compartirlo conmigo, siendo un material que ella también utiliza, como ya te he dicho. Y la verdad es que estaría genial poder hacer algo con ella en escena. Lo de llevar la obra al pueblo nos encantaría, pero a la vez está ese conflicto vivo y presente todavía de las heridas sin cerrar de la familia que hemos ido comentando. Y al hilo de lo que comentas del Teatro Somoza, este verano tuvimos la suerte de juntarnos seis días todo el equipo en el pueblo a trabajar en Piedrahíta, y esto ha sido esencial para el discurrir de la obra. Nos dejaron ensayar en el Teatro Somoza, estuvimos ensayando en la propia fosa del cementerio de Villatoro donde mataron al Señor B, estuvimos en el antiguo cementerio de Piedrahíta, estuvimos en la piedra donde María y yo tuvimos la conversación… hemos ido recorriendo los distintos espacios de los que hablamos en la obra y hemos ido bebiendo de todos esos lugares lo que ha generado una energía muy especial de todo el equipo con el pueblo y con la obra. Y sobre todo ha servido para tomar mucha conciencia sobre lo que pasó. Es de lo que estamos hablando todo el rato, tienes una idea de lo que ocurrió en la Guerra Civil, a todos nos han contado algo, pero realmente no somos conscientes de lo que ese conflicto generó en personas de nuestra familia, personas que eran como nosotros y que se tuvieron que enfrentar a cosas inimaginables.
Cualquier trabajo es digno de ser reconocido, por supuesto, pero es cierto que hay labores con más reconocimiento que otras. ¿La gente del pueblo sabe que llenas teatros en Madrid? ¿Te reconocen?
(Risas). La verdad es que no lo sé. Mis amigos del pueblo sí, toda la gente de mi pandilla han venido a verme actuar a Madrid. Sí recuerdo que cuando hace muchos años hice de presentador de Música 1, un programa de TVE, que ese verano en el pueblo me miraban un poco más, pero nada del otro mundo. No soy tan conocido para ellos, aunque es verdad que un año nos llamaron para dar el pregón de Piedrahíta Goyesca (unas fiestas que se celebran en nuestro pueblo en el mes de junio). Sí que he tenido la suerte a través de Mari Cruz Martín (que trabaja en el Ayuntamiento) que nos dejaran el teatro para trabajar, de que nos abrieran las bóvedas que recorren el pueblo para poder estar allí, así que de alguna manera sí que hay un reconocimiento o al menos una ayuda en este caso, cosa que agradezco mucho.
Después de todo este enorme viaje emocional que te pegas, ¿qué ha cambiado en ti? ¿Has llegado a comprender?
Vuelvo a insistir en el tema de esa herida que tiene el país que tenemos que curar como sea y que nuestra generación tiene la responsabilidad de hacerlo. Y sí, creo que he llegado a comprender, que entiendo mejor a todos, aunque suene ‘bienqueda’, he aprendido a entender más puntos de vista, he aprendido lo complejo que es hablar de la guerra, todos los matices que tiene, que no todos fueron malos o buenos, que hay muchas más cosas detrás.
¿Y tu familia directa comprende más al ver el montaje?
Pues ha pasado algo interesante con esto. La obra la han visto hijos de mi abuelo Manolo, mis tíos, y hay una comidilla muy grande en la familia que es la de que el abuelo no mató, porque en la obra yo no digo que matase, pero tampoco digo que no. Y me gusta también eso que se ha despertado de preguntarse ciertas cosas, de situaciones que tuvieron que afrontar cuando no les quedó más remedio o incluso habrá alguno que lo hizo conscientemente y no se arrepiente, y que eso nos lleva a repensar esas figuras que fueron nuestros antepasados y a comprender mejor sus comportamientos. Los traumas, o los pones miradas y los atajas o no se curan y la guerra es un trauma en nuestro país que no se ha sabido tratar, mirar y superar.
Y en toda esta investigación que estás haciendo sobre el tema, en todas esas lecturas analizando aquella época, ¿tienes miedo de que se repita una guerra civil como aquella?
Puff, creo que no, espero y deseo que no. Es verdad que puede suceder que en las próximas elecciones un partido de ultraderecha pueda estar en el Gobierno central, como ya está en muchos ayuntamientos. Es verdad que hay mucha polarización, pero quiero creer que no nos vamos a permitir llegar a ese extremo de destrucción. En eso soy optimista, de que no vamos a llegar a la locura de una guerra, pero sí que me llama la atención toda la división que hay en la población. Y aunque suene equidistante, veo tanta mentira y manipulación alrededor, que hace que me separe un poco de la situación actual. Y no lo digo por no ser partidista o por desentenderme por vaguería, es que veo tan claro la manipulación y el juego que hay a nuestro alrededor.
A mucha gente nos pasa lo mismo que a ti, que tomamos distancia porque sabes que te están tomando el pelo y no hacemos nada, tú al menos haces una obra de teatro comprometida con la historia y la actualidad de alguna manera.
Sí, el teatro es un buen lugar para reivindicar sin panfleto distintas situaciones que se siguen dando hoy en día y para comprometerse con la realidad que nos rodea e invitar a que la gente reflexione, y con esta obra yo invito a eso, a que el público reflexione sobre la guerra, sobre su familia, a que se hagan preguntas, a que venga gente joven que pueda descubrir algo desconocido.
Y lo más importante, ¿ha conseguido Juanma terminar la carrera?
(Risas). Nooo, no la terminé, espero que mi abuelo no se esté revolviendo por ahí o quizá por eso es por lo que se aparece en mi inconsciente. La verdad es que no, me quedaban cinco asignaturas y el teatro me absorbió de tal manera que no pude terminar. Sentía que estaba perdiendo el tiempo estudiando Contabilidad de Costes pudiendo estudiar cualquier texto teatral.