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Javier G. Yagüe, toda una vida dedicada al teatro

«Buscar qué necesita la sociedad hoy día hace que permanezcamos vivos»

 

Nos hemos reunido con Javier G. Yagüe para repasar la trayectoria de la Sala Cuarta Pared, recordar el Premio Nacional de Teatro 2020 y conversar sobre el Festival Essencia que arranca el 2 de diciembre y estará repleto de piezas, encuentros y talleres hasta el próximo día 18 de diciembre.

 

Javier G. Yagüe

 

Por Javier López

Foto de portada: Javier G. Yagüe. ©Belén Cerviño 

 

La Sala Cuarta Pared nace en 1985, por lo que gran parte de tu vida ha estado ligada a este lugar. ¿Qué ha supuesto y supone para ti dedicarte en cuerpo y alma a este espacio?

Yo siempre he creído en los proyectos de largo alcance. Nosotros cuando empezamos comenzaba a darse esta tendencia a la atomización, había mucha dificultad de que hubiera compañías estables, que continuase un grupo de gente investigando juntos, con un lenguaje y una forma de contar…

Nosotros hemos apostado justamente por la continuidad, por poder crecer con el mismo equipo a lo largo del tiempo. Aunque han sido muchos años, hemos hecho cosas muy diversas, la gente ha ido cambiando…. siempre hemos creído que los equipos tienen que renovarse. Nos ha gustado mucho colaborar también con gente que venía de otros sitos para romper tendencias endogámicas, pero sí que es verdad que nos ha permitido a lo largo del tiempo ir generando proyectos que iban creciendo unos sobre otros, momentos de cambio y rupturas de ciclo.

Como compañía nos ha gustado mucho trabajar con trilogías, y respecto a la propia sala, hemos ido enriqueciendo la programación con muchos proyectos diferentes a lo largo del tiempo, algunos, como pasa con la propia vida, nacían y morían porque su ciclo había concluido. Esa búsqueda de la renovación constante ha hecho que no nos hayamos aburrido del proyecto y para mantenerlo a lo largo de los años, hemos tenido que hacer que nos interesasen y nos estimulasen.

 

 

¿Cuáles han sido y son tus referentes?

Hace treinta años, cuando España salía de una dictadura, llegó todo lo que no había venido en décadas y se juntaron en tres, cuatro, cinco años todos los grandes de la escena europea en muchos festivales. Pude ver a Peter Brook, y esta idea del trabajo por trilogías tiene que ver mucho con él. En pocos años vino Jean Fabre, la Royal Shakespeare Company, el Teatro de Arte de Moscú… esas compañías que tenían una impronta que desarrollaban a lo largo del tiempo con un lenguaje reconocible y que no dejaban de sorprenderte. Todo eso nos hacía explotar el cerebro porque no estábamos acostumbrados. Fue pasar de la nada al todo y tuvo un efecto para mí que sigue marcando las referencias del trabajo que hago hoy en día.

 

Estudiaste cine a la par que hacías teatro, ¿por qué te decantaste finalmente por el teatro?

Tuvo que ver con la experiencia más artesanal del contacto humano, porque cuando trabajé en alguna película vi cómo el día a día era muy poco creativo, un trabajo donde lo tecnológico influía mucho y la creación se daba después en la sala de montaje. Para mí era muy sencillo juntarme con mis compañeros y ponernos en una habitación cualquiera a hacer teatro. Eso es lo que hacía que el día a día fuera interesante.

 

Cuarta Pared es un lugar de estudio teatral al completo: formación, exhibición, producción, investigación… ¿Desde el principio querías crear un espacio así, o fue surgiendo poco a poco?

Nosotros fuimos un grupo de personas que se juntaron para intentar encontrar un lenguaje común, actores, directores… que no nos gustaba lo que veíamos en los escenarios ni la formación que impartía la RESAD, en aquellos tiempos todavía muy antigua. Tuvimos una etapa de autoformación, de ahí surgió un núcleo de creación, pero también de la autoformación apareció la escuela, por tanto, esos tres proyectos de escuela, compañía y sala de exhibición han estado desde el principio.

Llegó un momento en que la compañía estaba girando, había toda una estructura de producción detrás y mi temor era que se convirtiese en algo mortecino, en contraste a lo que buscábamos desde el principio, que era un teatro vivo. De ahí surgió ETC (Espacio Teatro Contemporáneo), como un espacio de investigación donde parar el espacio y el tiempo de las producciones y poder darse el gusto de probar cosas sin las urgencias de una producción que tiene que funcionar. ETC nace para eso, para asumir riesgos, probar dinámicas y poder utilizar los hallazgos de donde previamente había habido un espacio de búsqueda donde poder perderse.

 

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Imagen de Las manos, obra escrita por Javier García Yagüe, Yolanda Pallín y José Ramón Fernández que pertenecía a La Trilogía de la Juventud.

 

Además, es un espacio pionero en Madrid, y casi la única de las salas nacidas entonces que sigue en activo sin haber cambiado de nombre o de gestores. ¿Cómo ha sido sobrevivir a esto?

Para nosotros es un proyecto de vida, y como toda relación vital, necesita encontrar estímulos cada día, porque si no esa relación se muere, y eso creo que es lo que ha apreciado el público, porque si seguimos vivos y generando proyectos es porque hemos logrado conectar con ellos, que son los que deciden si tu proyecto tiene sentido o no… si no encuentras interlocutores o compañeros de viaje, el proyecto se muere. Justamente, hacer un teatro de necesidad y buscar qué necesita la sociedad hoy día -no hace veinte o treinta años- y qué sentido tiene un proyecto como el nuestro es lo que hace que permanezcamos vivos. Ya no solo abiertos, sino vivos, que creo que es más importante.

 

¿Esta necesidad y esta búsqueda de la renovación constante es el diferencial de Cuarta Pared respecto a otras salas?

Yo creo que sí. Como comentabas, hay pocas salas que hayan permanecido en el tiempo. De cuando nosotros abrimos, prácticamente no queda ninguna… muchas veces cierran por las dificultades económicas. La crisis de 2008 fue muy dura para mucha gente, muchos cerraron o quedaron muy tocados. Ahora, en pandemia ha habido salas que también han cerrado… Pero más allá de lo económico, las salas alternativas son proyectos muy vocacionales y necesitas sentir que lo que haces tiene un sentido para alguien. Para nosotros es fundamental esa idea de renovación permanente y la adaptación a una sociedad cambiante.

 

¿Qué papel juega Cuarta Pared en el ámbito teatral madrileño?

Creo que nosotros hemos encontrado algo que yo he definido como «la tercera vía». Hay proyectos muy experimentales que tienen sentido en el ámbito del laboratorio y hacen hallazgos muy interesantes, pero que tienen dificultades a la hora de conectar con el público porque, quizá, ni siquiera se pretende. Luego existe un teatro comercial e institucional que no se caracteriza por la innovación. Entonces nosotros hemos encontrado un punto intermedio, que son los ámbitos de investigación dentro de la sección ETC, que nos permite ir insuflando también nuevas ideas al proyecto en general y, a su vez, nuestro proyecto es una fuente de ideas y creadores para luego abastecer el sistema teatral. Hay mucha gente, por ejemplo, dirigiendo en otros teatros que, de alguna manera, han estado ligados a nosotros, y otros proyectos donde hemos sido pioneros y se han reproducido después en otros sitios, sobre todo, en teatros institucionales, que han visto que tenía sentido representar lo que estábamos haciendo. Somos una fuente de ideas y de recursos humanos para el sistema, y eso también nos hace necesarios.

 

¿Qué profesionales o compañías históricas han pasado por allí?

Muchísimas. En primer lugar, gente desde Rodrigo García, Angelica Lidell o Meridional Teatro. En una segunda generación, cuando nace ETC, María Velasco, Lola Blasco, Jesús Rubio… gente vinculada a los laboratorios desde el inicio. Hablo más de personas que de compañías porque ya no hay tantas que permanezcan en el tiempo.

 

¿Qué es lo más complicado de gestionar una sala de teatro alternativa?

España es un país donde la cultura ocupa un papel muy secundario en los Presupuestos Generales. En otros países europeos existen convenios, concertaciones y marcos de trabajo que te permiten un horizonte para poder crear. Aquí estamos con un sistema de subvenciones donde, prácticamente, cuando se termina el año es cuando sabes el dinero que has tenido para el año anterior, por tanto, hace que todo sea muy difícil e implica vivir muy al día y asumir riesgos económicos. No sabes realmente si te estás metiendo en proyectos que no deberías porque no vas a tener el apoyo suficiente. Pero, afortunadamente, en la sala hemos creado un equipo de trabajo del que yo estoy muy orgulloso y que hace que el día a día sea fácil y eso, al final, compensa todas las dificultades. También, como le ocurre a la gran mayoría de salsa alternativas, el asumir la gestión de la sala hace que tengas menos tiempo para invertir en creación.

 

Abordáis piezas con una importante huella social. ¿Qué tema queréis llevar a escena próximamente?

Estamos abordando la tercera parte de la Trilogía Negra, siguiendo el formato thriller, mediante esa idea de género negro que nos interesaba porque permite bucear en las cloacas de la sociedad, es decir, una investigación de detectives que hacen aflorar cosas que están ocultas. Nos interesa mucho el teatro social y en esta tercera parte hay algo que tiene que ver con cómo es posible que haya gente que aproveche situaciones delicadas para enriquecerse. Ahora estamos viendo estallar en la calle conflictos porque hay algo que está por debajo que tiene que ver con una profunda desigualdad. Y en esta última crisis relacionada con la pandemia, me parece sorprendente que los ricos sean aún más ricos y se aprovechen de una situación tan dura.

 

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Nada que perder, primer montaje de la Trilogía Negra

 

¿Ya estáis trabajando en ella?

Sí, estamos en una fase embrionaria, que es cuando empiezo a reunirme con los dramaturgos para dar forma a las ideas básicas y al plan de trabajo. Cuando se incorporan actores y actrices, la obra está sin cerrar y aportan sus ideas incluso como creadores.

 

¿Es complicada la programación de determinadas piezas precisamente por lo polémico o lo comprometido de sus temas?

No tenemos una experiencia directa, pero la propia programación o no es ya un indicio de la dificultad en algunos casos. Yo creo que, desgraciadamente, en España se programa de una manera muy sectaria, que tiene que ver mucho con los colores políticos, cosa que no debería ser así. La cultura debería estar por encima de eso y hay veces que el color político de quien gobierna hace que se programen unas cosas u otras, y eso sí que se debería corregir.

 

¿Qué supone haber ganado el Premio Nacional de Teatro en 2020?

Fue una sorpresa. Realmente no lo esperábamos ya a estas alturas, con la trayectoria que llevamos. Ni lo esperábamos ni era algo que nos preocupase en absoluto, pero el momento en que llegó fue muy importante porque estábamos en plena pandemia, donde era fácil desmoralizarse, las salas estaban cerradas, no se sabía si esto se iba a terminar o no… Fue una inyección moral muy grande y, sobre todo, valoramos el agradecimiento y las felicitaciones de toda una profesión que nos hizo sentir muy acompañados en un momento donde estábamos solos en nuestras cosas.

 

Fue una inyección moral, pero también os motivó, supongo.

Sí, los premios siempre suponen una responsabilidad. Estar a la altura de un premio como este, te pone en un lugar que te hace ser aún más exigente con todo lo que estamos haciendo y es un aliciente para renovar el proyecto y seguir proponiéndonos retos más importantes.

 

«En el Festival Essencia se democratiza el derecho a opinar»

 

La séptima edición del Festival Essencia arranca el próximo 2 de diciembre. ¿Cuáles serán los puntos fuertes de la programación?

Siempre buscamos proyectos innovadores, y ahora hemos intentado encontrar perlas que son difíciles de ver. Hay un ciclo dedicado a Roland Schimmelpfennig, muestras de laboratorio que él mismo ha podido ver y está encantado de cómo se han trabajado, todas desde lenguajes muy diversos.

Hay un ciclo dedicado al teatro político que va a dar mucho juego en cuanto a la reflexión y al debate porque “Ingobernables” es una compañía muy comprometida con el teatro social. Otro está dedicado a cómo los cuerpos cuentan en escena, no solo mediante danza formal, sino también a través del teatro físico. Luego hay uno de teatro y participación mediante dos espectáculos diferentes que vienen a plantear cómo se puede generar algo que depende del público y qué lenguajes y estructuras se necesitan.

 

¿Qué talleres podremos encontrar en el festival?

Uno justamente acerca de este teatro de participación dedicado, sobre todo, a directores y dramaturgos y que tiene que ver con los mecanismos de este tipo de teatro. Y hay otro de teatro político donde la compañía expone su método de trabajo, es un grupo de gente diversa y de distintas procedencias, que tienen un método colectivo y compartirán cómo es su día a día.

 

La ‘essencia’ del festival es poder disfrutar de encuentros entre público y creadores.  ¿Qué aporta esto a unos y a otros?

Para los creadores es muy enriquecedora la posibilidad de encontrarse con un público – generalmente habituado a ir al teatro- que puede afinar en la reflexión y en las preguntas. Muchas veces te hacen cuestionar cosas que no te habías parado a pensar y me parece muy interesante democratizar el derecho a opinar, que no sea solamente de los críticos, que cualquiera pueda preguntar, opinar o debatir. El objetivo no es que alguien diga si le ha gustado o no, sino compartir las opiniones y las reflexiones, tanto para creadores como para el público, porque las buenas obras te dejan muchas preguntas dentro. Todo eso lo posibilita el encuentro, y más este año, que tenemos tantas ganas de encontrarnos.

 

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