¨Hay una sensación de renacimiento en el arte en Grecia”
Un año más, la Mostra Internacional de Teatro (MIT) que se celebró del 15 al 25 julio pasado supo conectar en Ribadavia a la sociedad y teatro gallegos con grandes figuras de la escena internacional, entre las que se encuentra la compañía griega Lion and the Wolf. Creado por Christos Papadopoulos en 2015, este grupo no ha parado de cosechar éxitos desde su estreno, convirtiéndose así en una de las compañías más destacadas de la danza contemporánea europea. En la Plaza Mayor de este bello pueblo gallego a las orillas del rio Avia, pudimos conversar con el coreógrafo y nos habló, entre otras cosas, de Elvedon, la pieza que estrena en España con motivo de la 37ª MIT y con la que volverá al próximo Festival de Otoño de Madrid.
Estreno en España de Elvedon
Por Rubén Cabaleiro (Periodista y bailarín solista del Ballett am Rhein)
¿Qué es lo que ha despertado tu interés por la danza y cómo has empezado a bailar?
No soy uno de esos chicos que ha empezado a bailar cuando era pequeño, no era mi sueño. Yo crecí en un pequeño pueblo del Peloponeso de tan solo cuatro mil personas, en el campo. Con diecisiete años nos mudamos a Atenas, donde acabé la educación secundaria y empecé los estudios universitarios de Ciencias Políticas. En la universidad, entré en un grupo amateur de teatro y me fue gustando más y más. Hice las pruebas de acceso para la National Theatre of Greece Drama School (GTN Drama School) y, aunque no estaba muy preparado, por algún motivo fui admitido. Allí teníamos clases de danza y es donde empecé a descubrir esta disciplina. Cuando acabé la formación en teatro decidí ir a por la danza, así que hice la audición para la SNDO (School for New Dance Development) en Amsterdam y la pasé. No estaba preparado pero tenía el coraje que te da la ignorancia. Y así es como comencé.
Cuando empezaste a iniciarte en el mundo de la danza, ¿llegar a ser coreógrafo era ya tu sueño o, en principio, lo que querías era ser bailarín?
Creo que quería combinar ambas cosas y por eso me fui a Amsterdam. Sabía que allí por la mañana tendría clases para mejorar la técnica como bailarín y por la tarde trabajaría en la coreografía. Había escuchado hablar muy buenas cosas sobre esa escuela, que es muy alternativa y surreal, y es lo yo que buscaba, experimentar. Allí te dan libertad para hacer lo que quieras, en oposición a la escuela donde estudié teatro, que era muy estricta y antigua. Lo mejor de la SNDO es que no te enseñan una forma específica de coreografiar sino que te ayudan a encontrar tu propia manera de crear coreografía. Eran muy radicales en cuanto a qué quieres decir, cómo lo quieres decir y lo revolucionario que puedes ser con tu concepto desprendiéndote de toda esa belleza formal que todos los bailarines tenemos.
¿Cuál es tu mayor fuente de inspiración a la hora de crear?
No tengo una única fuente de inspiración pero, quizás porque he crecido en el campo, me fascina la naturaleza y estoy muy influenciado por las estructuras sociales de los pájaros y esas increíbles formas crean. No por la belleza de esas formas sino por su comportamiento para poder sobrevivir porque las crean, por ejemplo, porque hay un águila y están tratando de salvar sus vidas. Muchas veces nos preguntamos porqué algo no funciona o porqué no podemos colaborar entre nosotros y cuando observas a esas criaturas, lo ves funcionando delante de ti. Hay una necesidad o problema, y una manera de lidiar con ello y todos los miembros de este grupo social dicen «sí» a ello. En cambio, nosotros los humanos a veces no conseguimos funcionar, por ejemplo, entre los miembros de una compañía de danza. Sigo viendo cientos de documentales sobre naturaleza porque siempre me impresionan.
Una vez que cuentas con un concepto para una nueva pieza, ¿cómo lo desarrollas?
A partir de un concepto intento crear limitaciones al movimiento. Cuantas más limitaciones creo, más elementos elimino del proceso y, entonces, empiezo a desarrollar un vocabulario específico para la pieza que esté relacionado con dicho concepto. Elvedon está inspirado en la obra de Virginia Woolf Las Olas, sobre 6 niños a los que seguimos a través de sus vidas hasta que mueren. Para mí, Virginia Woolf ha escrito ese libro prácticamente sin capítulos, sin párrafos, sin nada. Ella lo escribe como en un gran bloque y el hecho de que no haya divisiones, aunque claro que hay alguna, transmite la sensación de que la vida está en constante movimiento y el tiempo nunca se acaba. Para mí esa esencia de tiempo que nunca se para es lo más importante del libro, así que me centro solo en eso y no en la historia. Empecé a pensar en cómo podía crear algo que nunca para y he elegido el bouncing (rebotes) para representar la vida, de manera que en el momento que se detiene, significa que la vida ha acabado. Partiendo de esa base, me ha planteado cómo esa representación de la vida puede ir transformándose y convirtiéndose en acción. Por ejemplo en ION, inspirada en los pájaros, parto del hecho de que los pájaros no tienen ni gravedad ni fricción. Mi objetivo era crear algo sin depender del suelo, así que pensé en qué pasaría si los talones nunca tocasen la tierra, lo que haría que no pudiésemos dejar caer el peso del cuerpo. De este modo voy creando limitaciones y experimentando.
¿Es esa idea del tiempo, tema principal de tu pieza, la razón por la que has elegido Las Olas, o hay alguna otra razón?
Es un poco complicado porque ese libro me ha hecho viajar a muchos momentos de mi vida en el pasado y, leyéndolo, he encontrado muchas pequeñas cualidades que tenía la impresión de haber sentido cuando era un niño. A mí, el hecho de leer sobre la vida de personas adentrándome en pequeños detalles e impresiones de cómo llevan el estar solos, el estar con gente, etc. me hizo pensar que todos somos iguales. Todos comemos, vamos al baño, nos enamoramos, tenemos hijos y morimos.
Virginia Woolf compara la existencia humana con las olas del mar, que siempre continúan fluyendo. Mientras leía su libro, me sentí como en una suave meditación y fui encontrando muchas conexiones entre esta meditación y yo mismo cuando observo las olas del mar. Cuando las contemplo, empiezo a imaginar mis cosas y entro en una meditación, una meditación no introvertida sino extrovertida y abierta. Esto me ha llevado a crear algo que tuviese un eterno movimiento y así permitir al público ver lo que está pasando en el escenario pero también dejarles viajar a donde la mente les lleve.
¿El número de artistas con los que cuentas en esta obra se debe a los seis personajes presentes en Las Olas?
Es la razón por la cual en Elvedon hay 6 bailarines, pero es más una forma de homenajear a mi fuente de inspiración que el que cada uno de los bailarines sea un personaje concreto. Aunque no cuento la historia del libro, lo que transmito en mi pieza es la impresión que yo he tenido al leerlo.
¿Es importante para tí que el público entienda tus piezas de una manera concreta?
No, el púbico tiene total libertad. Hay gente que ha dicho que sentían que yo viese la vida de una forma tan negativa y pesimista. En cambio, otros, lo vemos con esperanza, con esperanza de que todos juntos lo podemos conseguir y de que si encontramos la forma de funcionar de manera colectiva, podemos superarlo. Con lo cual para mí siempre hay una idea muy optimista y vibrante detrás, pero está muy abierto a diferentes interpretaciones.
Con Elvedon habéis estado de gira en ciudades muy importantes como, por ejemplo, París. ¿Qué significa para ti actuar en Ribadavia (aquí nuestro artículo sobre la mostra)?
Para mí la verdad, y con esto no pretendo ser un romántico, es que no es importante. Cuando el público viene al teatro, ellos están haciendo su parte de trabajo al comprar la entrada y venir a vernos, por lo tanto tenemos que dar lo mejor de nosotros. Claro que, a veces, estás en una ciudad importante donde hay muchos creadores y programadores y tienes ese estrés añadido, pero cuando viajas a un lugar como este, que está aislado, tiene mucho encanto y es bello sentir ese estrés que te produce el querer hacer un buen trabajo. No es un espectáculo más fácil. Ahora, por ejemplo, está lloviendo y los bailarines están ensayando al aire libre bajo la lluvia. No importa si el sitio es grande o pequeño porque, al fin y al cabo, todo consiste en que haya un público con el que compartir tu arte. Además, de un público diferente también aprendemos, ya que nos hace entender nuestros puntos débiles para así poder hacer un trabajo mejor y más comunicativo. Por ejemplo, hemos bailado ION en Chipre y una gran parte del público no lo entendió y abandonó el teatro durante el espectáculo. Para mí al principio fue un shock que tanta gente se fuese pero, junto a mis bailarines, nos hemos preguntado cuál podría haber sido la razón por la que esto había pasado y ese proceso de lidiar con una situación así es muy constructivo.
A parte de coreografiar, ¿también te gusta dar workshops?
Sí, muchas veces, cuando estamos de gira, nos piden dar talleres y otras, los doy a través de organizaciones con las que trabajo y que me llaman para dar workshops de una semana o 10 días, así que estoy dando muchas clases. La verdad es que disfruto más enseñando durante periodos de tiempo más largos de, al menos, una semana. Dar un taller de 3 horas es demasiado corto y hace que me pregunte cuánto pueden absorber y entender los bailarines de este trabajo tan extraño porque, al fin y al cabo, mi trabajo es extraño. Pero disfruto mucho enseñando.
¿Hay algún coreógrafo que te haya servido de inspiración cuando has comenzado a coreografiar tú mismo?
Sobre todo fue Dimitris Papaioannou, él es como mi padre artístico. Cuando finalicé la escuela en Amsterdam me invitó a formar parte del equipo coreográfico de los Juegos Olímpicos. Desde 2003 hemos colaborado y he bailado en su compañía. Nuestro trabajo es completamente diferente pero a mí Dimitris siempre me ha inspirado porque me ha enseñado que trabajar duro tiene más valor que el talento. Él viene a mis ensayos y yo voy a los suyos y me da feedback. Cuando entro en pánico le pido que venga al estudio. Yo no soy una de esas personas que saben cómo promover su trabajo y cómo navegar en el sistema, así que cuando la compañía empezó a crecer y empezamos a salir al extranjero le preguntaba cómo hacer con las relaciones públicas, ya que no es lo mío. Dimitris me decía: «Si quieres que tu arte viaje, vete al estudio y haz un buen trabajo. No necesitas intentar ser alguien que no eres ni intentar vender nada, solo tienes que ir al estudio y trabajar». Fue muy reconfortante saber que solo tienes que hacer lo que sabes hacer. También llevo en mi corazón a la coreógrafa francesa Maguy Marin. Ella ocupa uno de los primeros puestos de mi lista. Me fascina todo lo que hace.
¿Cómo ves la situación de la danza en Grecia y con qué dificultades te encuentras como artista en tu país?
Cuando respondes a una pregunta como esta es fácil omitir o dejar atrás cosas, y por eso me gustaría aclarar que mi respuesta simplemente se corresponde con mi experiencia. Antes de la pandemia, la crisis económica trajo a Grecia una situación muy difícil desde 2010/2011 y, a la vez, algo muy bello, porque nosotros no fuimos un país rico que tuvo un problema, éramos un país pobre que se metió en un problema más gordo. Esto llevó a la sociedad griega a una gran contradicción. Por una parte, podías ver gente reevaluando su vida y todo lo que tenían, mucha gente empezó a cuestionarse lo que es importante y necesario y lo que no lo es. Esto supuso una gran lección y un importante periodo de aprendizaje para nosotros. Por otra parte, la crisis hizo que el miedo estuviese muy presente en la sociedad, había mucha agresividad y la extrema derecha llegó al poder. Por lo tanto, una parte de la crisis estaba educando y la otra parte estaba creando creando un monstruo. Durante este periodo era casi imposible crear arte porque no había subvenciones, sólo teníamos el Stegi Onassis Cultural Center y el Athens and Epidaurus Summer Festival. Lo malo de esto es que no puedes contar con una continuidad de tu trabajo, es decir, solo puedes confiar en el dinero que recibes para una determinada producción, por lo que cada día es una nueva aventura. Un año puede ser más fácil y otro más difícil, nada te garantiza que el camino vaya siendo cada vez más sencillo. A la vez, ser un artista en estas condiciones es algo muy complicado, lo que significa que si lo haces es porque realmente quieres hacerlo, no hay espacio para hacer el tonto y decir: «bueno, voy a probar», tienes que estar muy convencido de que quieres hacerlo para estar preparado para lo que supone. Esto trajo al mundo de la danza en Grecia claridad porque para poder luchar necesitas tener claridad en tus solicitudes, en la forma en que comunicas tu trabajo, en la manera en que conduces un ensayo o en la forma en la que confrontas al ministerio y al gobierno. Y esta claridad se refleja en el arte mismo, por eso hay una nueva ola de nuevos creadores y buen trabajo y, con ello, una sensación de renacimiento en el arte en Grecia. Claro que las razones que han llevado a esto no son buenas pero, al menos, ha salido algo positivo de ellas.
¿En qué estás trabajando en este momento?
El invierno pasado, durante la cuarentena, nos han permitido ensayar a pesar de que todo estaba cerrado, así que estuve creando una nueva pieza. Supuestamente se iba a estrenar en París a principios de Marzo y, a continuación, la llevaríamos de gira, pero se ha cancelado todo. Ahora esa pieza está guardada, y a principios de Septiembre volveré a trabajar en ella, la estrenaremos, como estaba previsto, en París pero a finales del mismo mes. Después estaremos de gira por Francia e Italia y bailaremos en Festival de Otoño de Madrid en Noviembre. El estreno en Grecia está previsto para Marzo del 2022.
¿Te ves creando algo nuevo para otra compañía que no sea la tuya?
Ir a una compañía a crear un proyecto nuevo, si tengo lo que necesito, lo haría. Este tipo de cosas son un poco complejas porque suelen ser para un mes y medio por lo que muchas veces tengo que decir que no. Yo necesito tiempo para poder hacer mi trabajo y los bailarines requieren tiempo para entenderlo. Pero tengo previsto hacer próximamente un nuevo trabajo para una compañía en Berlín.