¿Qué te motivó a explorar el concepto de ‘padre’ en esta obra?
Creo que la gente de mi generación hemos tenido en muchos casos una relación compleja con nuestro padre, sobre todo en el caso de los hombres. Esa cosa de necesitar que nos quiera, que esté orgulloso de nosotros, cumplir sus expectativas… pero al mismo tiempo seguir nuestros impulsos, ser fieles a nosotros mismos, rebelarnos e independizarnos de su sombra y su figura. Y toda la fricción personal y familiar que eso puede provocar me parece un temazo, la verdad.
Cuando andaba dándole vueltas a la idea, llegué a una entrada del blog de mi amiga Xelo Soriano (www.churreriadigital.com), en la que hablaba de su proceso personal tras una época en la que se dedicó a cuidar a su padre enfermo, que finalmente murió. Y ahí todo hizo ‘clic’. De hecho, esa entrada de su blog es la base para un monólogo de cada uno de los personajes, porque tiene tanta verdad que era absurdo no tenerlo en el montaje final.
¿Hubo algún evento o experiencia personal que inspirara la historia?
Que mi padre se hace mayor, y yo también. Eso hace que nuestra relación vaya mutando, que se establezcan otro tipo de puentes y complicidades entre ambos y eso me parece todo un universo por investigar, poner en cuestión, debatir y celebrar. Además, también me planteo el cuidado, la vuelta a casa, el qué va a pasar en un futuro más o menos próximo. De ahí nace Sr. Mayor con Perro Oscuro Negro Mate. En el fondo, del miedo o la incertidumbre ante algo que se va acercando y para el que nunca se está preparado, supongo.
La obra mezcla realidad y ficción. ¿Dónde trazas la línea entre estas dos dimensiones en la narrativa?
A nivel narrativo está bastante diferenciado lo que es realidad de lo que es ficción, pero incluso dentro de ésta el texto se nutre mucho de experiencias personales de los tres intérpretes que estamos en escena: Kiko, Ana y yo. El proceso inicial fue muy de hablar, de a partir del cuerpo y el movimiento, de los gestos y posturas de nuestros padres reales, empezar a compartir nuestra relación con ellos, nuestras vivencias personales. Ha sido un trabajo muy bonito, muy íntimo, muy cercano. Al principio, con mucho pudor, pero luego, como una experiencia también muy liberadora. Ha sido un lujazo poder compartirla y formar parte de ella, la verdad.
En Señor Mayor con Perro Oscuro Negro Mate, la memoria parece tanto un refugio como un laberinto. ¿Qué papel juega la memoria en el camino hacia el perdón y la comprensión del propio pasado y de la relación con el padre?
La memoria y sobre todo la fantasía, la ficción. Hay un momento determinado que mi personaje, Kike, dice: “Ya sé que ese recuerdo no es real, pero qué más da… En cuanto se imaginan las cosas ya son un poco verdad, ¿no?”. Y no podría estar más de acuerdo con él. Si la realidad a veces es insoportable, ¡vamos a inventarla! Aunque corramos el riesgo de que las cosas se nos vayan un poco de las manos.
La obra toca temas sobre la reconciliación con el padre. ¿Qué representa la figura del padre ausente para cada uno de los hijos, y cómo cada uno de ellos experimenta la herencia emocional y psicológica de esta relación?
Bueno, creo que el único que se reconcilia con esa figura es Kike, y desde una postura un tanto infantil y poco realista, aunque es cierto que tanto Maribel como Juanjo terminan la obra en un punto diferente respecto a su padre, no sé si tanto como reconciliados con él, pero al menos con cierta ‘compasión’ hacia su persona, entendiendo que quizá lo hizo lo mejor que pudo o supo. Aceptando su legado y todo lo que éste implica. Comprendiendo que hay cosas que ya no somos capaces de cambiar. Que la herencia también son los silencios, las dudas, y la incapacidad de decir las cosas. Y hay que aceptarlo. Y está bien así. A veces no tiene sentido rebelarse contra lo que somos.
La obra explora una paternidad ausente, autoritaria, “un padre aburrido o al que temer”. ¿Qué crees que esta figura transmite sobre las generaciones que crecieron en ese tipo de hogares?
Creo que nos ha costado mucho entender que a la mayoría de nuestros padres no les educaron para mostrar cariño o afecto, o que las responsabilidades que se esperaban de ellos, y con la que se sentían cómodos, también, eran únicamente ‘materiales’: proveer de comida y techo a su familia. Y con eso era suficiente. Educados en ese ambiente las distancias se van agrandando y llega un día en el que te das cuenta de que nunca le has dicho “te quiero” a tu padre. Yo al mío se lo dije por primera vez hace unos meses por WhatsApp y estoy convencido que no entendió nada. O quizá lo entendió todo… Y es un tema del que hablar con él, claro. Pero a los hijos, más a los de género masculino, creo, también nos cuesta más de lo que debería… Aunque en esta historia tampoco es que el personaje de Maribel haya sido la ‘princesita’ de su padre ni tenga una relación especialmente cercana con él.
La historia menciona “el momento en el que te das cuenta de que te estás convirtiendo en el padre de tu padre”. ¿Cómo es abordar este cambio de roles en escena y qué emociones y contradicciones surgen de este proceso?
Supongo que nos pasa a todxs, pero es ahora cuando empezamos a ser conscientes del paso del tiempo. Recuerdo hace unos años cuando mi tía, la hermana de mi padre, cumplió 75 años, y que le decía a mi padre llorando y riendo a la vez que “a dónde se habían ido todos esos años”, si ella seguía siendo una ‘guaja’, la que salía a jugar a la calle con las amigas… Ese momento se me quedó grabado porque empiezo a sentir poco a poco lo mismo: ¿hace 30 años que me fui de mi casa y me vine a Madrid? ¿En serio? ¿30?
La idea inicial es que el padre apareciera únicamente al principio del montaje, pero escribiendo vi que era mucho más potente que el padre sea una figura que no está, sí simbólicamente, aunque hay un elemento constantemente en escena que le identifica, pero no físicamente. Es como un ‘hueco’, un ‘vacío’ en la vida de sus hijos. Un agujero negro de ese espacio infinito sobre el que le gustaba hablar y que es el único recuerdo bonito que sus hijos tienen de él.
Pero sin hacer ‘spoilers’, ese cambio de roles entre padre-hijo y viceversa se ve en la obra, está presente en ella de manera visual, fundamental y clara, sí.
En la obra, el cuerpo se presenta como un símbolo de la herencia paterna. ¿Podrías contarnos más sobre esta idea y cómo se representa en escena?
A mí me interesa mucho el tema del cuerpo y movimiento, y en este caso para mí era fundamental investigar en esas poses, esas expresiones, aunque sean mínimas, sutiles, que heredamos o que recordamos del padre… De ahí en el proceso de investigación que hicimos con la ayuda de Ricardo Mena Rosado salieron cosas súper potentes, vinculadas muchas veces a recuerdos o momentos de mucha intensidad emocional respecto a nuestros padres reales. Y Kiko y Ana han sido tan generosos como para prestárselos a Juanjo y Maribel, compartirlos con ellos para que formen parte del recuerdo de su padre, también.
La historia reúne a tres hermanos tras la muerte de su padre. ¿Qué rol juegan los vínculos familiares en la obra y cómo se reflejan en los personajes?
Pues es que la familia es un ente extremadamente complejo, ¿no? Yo tengo la sensación de que es el espacio/tiempo del que en algún momento quieres huir, pero al que en algún otro querrás volver, o al menos sentir que perteneces a él con una necesidad que no tuviste hasta ese momento…
Estos tres hermanos no tienen aparentemente muchos vínculos porque se intuye que cada uno se fue de esa casa como y cuando pudo. El reencuentro es un tanto tenso, al menos poco cercano, aunque yo quiero pensar que cuando la obra termina los tres están en otro punto diferente. Quizá no de la manera esperable ni sean capaces de recuperar su relación, pero al menos han compartido un momento importante y han enterrado no sólo a su padre, sino muchas circunstancias del pasado que no les dejaban avanzar. La “maraña y ceniza” en su cabeza de la que habla Maribel habrá dejado de serlo un poco, al menos.
¿Cómo has trabajado con Kiko Gutiérrez y Ana Petite para crear esta dinámica familiar compleja y emocional?
La propia investigación con el cuerpo y los recuerdos físicos de nuestros padres reales nos llevaron a hablar mucho y a compartir momentos importantes para cada uno de nosotros, incluso cuando a veces no éramos conscientes de lo fundamental que había sido ese instante, esa mueca, ese cambio de postura concreto aquel día, en aquel momento específico, y que definió o afectó a la relación con nuestro padre porque generó lo que creímos un rechazo, una distancia, un abismo. Para trabajar nuestra relación y la que tenemos con nuestro padre tiramos mucho de improvisaciones, sobre todo a la hora de poder ‘hablar’ con el padre muerto y compartir nuestros recuerdos de la infancia respecto a él.
Los intérpretes llegan a hablar desde su propia experiencia con la figura ‘paterna’ y la ‘paternidad’. ¿Cómo han influido estos relatos personales en la construcción de la obra?
A mí me parecía importante que hubiera momentos donde la línea entre ficción y realidad fuera muy fina, o incluso se pasara y habláramos desde nuestra realidad como Kiko, Ana y Pelayo, no como los personajes. No me digas por qué. Es como una especie de juego de espejos con el público porque gracias a él se puede ir intuyendo cómo la realidad de las vidas de los tres han impregnado la obra, de forma que la ficción también tiene algo de ‘verdad’, tiene algo ‘real’ de nosotros, borrando sus límites, o al menos haciéndolos menos nítidos. Y ese juego a mí me resulta muy estimulante. A veces también nos hace estar más expuestos a nivel personal, pero por eso mismo también me parece muy potente y mucho más retador a nivel personal.
Los sueños y la fantasía parecen ser una vía de escape en esta obra. ¿Qué importancia tiene la imaginación en el proceso de reconciliación con el pasado?
No soy muy objetivo porque siempre he estado un poco ‘a por uvas’ (risas). Al final creo que la ficción es una válvula de escape, una salida de emergencia para que la vida real no sea tan abrumadora, o tan gris, o tan cuesta arriba, a veces… Tiene también algo de peligroso, porque creo que te puede llevar a dejar de hacer pie en la realidad, o a buscar la forma de vivir siempre en esa especie de vida paralela mucho más luminosa aparentemente que la que está a este otro lado. O al menos más neutra y aséptica. Aunque a menudo también esas formas de buscar estar el mayor tiempo posible en la fantasía pasen factura. Hablamos de adicciones, claro. Y ése es un tema que se plantea en Señor Mayor con Perro Oscuro Negro Mate, porque creo que es algo muy importante del que siempre nos da mucha vergüenza hablar y ya va siendo hora de hacerlo con total normalidad. Ese pudor absurdo es insano y hay que luchar contra él, porque no hace más que alimentar al monstruo.
Esta es tu segunda obra después de FIN, que tuvo gran acogida y fue candidata a los Premios Max. ¿Qué diferencias encuentras entre un texto y el otro?
Pues si te digo la verdad me parece una continuación muy natural, nada rupturista. La estructura caleidoscópica, fragmentada, sigue siendo marca de la casa. En este caso sí que hay escenas compartidas por los personajes, cosa que en FIN no pasaba, y el elemento realidad/ficción pasa a un primer plano y se juega abiertamente con él. En Señor Mayor con Perro Oscuro Negro Mate, la escenografía sigue siendo mínima, aunque no tanto como en FIN, y el trabajo con el cuerpo es uno de los ejes fundamentales de la propuesta. La siento como la evolución lógica de FIN, aunque en este caso creo que hay más riesgo en juego. Pero para eso estamos, ¿no? Para jugar y proponer.
También es importante el hecho de que va a ser la tarjeta de presentación de Convulso Teatro, que Ana Petite y yo pretendemos que sea una compañía/colectivo que vaya más allá de nosotrxs mismxs y pueda apoyar de alguna forma propuestas que encajen en nuestros intereses, independientemente de que algunx de nosotrxs esté como intérprete, dramaturgx, dirigiendo o lo que sea.
La obra invita a reflexionar sobre el perdón. ¿Por qué crees que el perdón es un tema tan importante en las relaciones familiares?
Soy muy de apuntar frases y cosas en libretas y tengo una que siempre me fascinó: “Toda persona mata lo que ama”. Pues eso es. Es imposible amar a alguien sin hacerle daño, me temo. Y sin que nos lo hagan. Y si a eso le sumas el componente familiar con todo lo que ello supone… Fantasía.
El título es muy llamativo y peculiar. ¿Qué significado tiene “Sr. Mayor con Perro Oscuro Negro Mate” en el contexto de la obra?
El título surge porque una vez paseando a Bruno, mi perro, hacía mucho viento y nos quedamos los dos mirando a un árbol en el que se movían mucho las ramas. Y, de repente, pensé que desde fuera ésa era una imagen muy potente: un tipo de mediana edad con un abrigo largo al viento mirando hacia el cielo con el fondo sonoro de las hojas de los árboles… Esa fue la primera imagen de donde vino el título. Luego el proyecto se fue desarrollando y hoy tiene también mucho que ver con un sueño que tiene uno de los personajes. Y hasta aquí puedo leer.
¿Qué desafíos encontraste al embarcarte en este proyecto como autor, director e intérprete de la obra?
Intentar llegar al día del estreno vivo… (risas).
¿De qué forma Lagrada y el CDE (Centro de Directores de Escena) han colaborado en el proyecto?
Pues ambos nos han cedido espacio para ensayos y todo su apoyo y acompañamiento durante el proceso, motivo por que siempre estaré muy agradecido a Miguel Torres y a Antonio Domínguez, como siempre.
Por último, ¿cómo ves tu evolución como dramaturgo e intérprete desde tus inicios hasta esta obra? ¿Cuál es el siguiente paso en tu carrera artística?
Pues me gustaría mucho que me dirigieran, estar ‘solo’ como actor en un montaje, aunque seguro que por deformación profesional no podría dejar de pensar qué hubiera hecho yo, cuál sería mi decisión artística sobre cualquier tema en lugar de la persona que dirige… O también encargarme sólo de dirigir un texto que no fuera mío sería muy interesante. Lo que me cuesta más es la idea de ceder un texto para que sea otra persona quien lo dirija. Para mí escribir teatro sale de una cosa tan personal… Y seguir compaginando el teatro con el audiovisual es una prioridad para mí, también. Acabo de venir de presentar mi primera película (Boreal), en el Festival Internacional de Cine de Gijón, imagínate… Y ahora estoy estudiando un Máster en Gestión Cultural y de proyectos creativos… ¡Temblad! (risas).