Para quien no os conozca, a pesar de vuestra extensa trayectoria, ¿quiénes formáis parte de Delirium Teatro y qué tipo de teatro proponéis a los espectadores?
Delirium está formado por Soraya González del Rosario y por mí, que somos los responsables de la compañía, además de Berti Miravalls en la administración, Javier Socorro, Silvia Criado, Joche Rubio, Delia Hernández, Daniel Sanginés, Delia Santana, Abel Moral, Grace Morales, Carlos Ramos, Laura Reyes, entre otros, todos son integrantes de los equipos técnico artísticos de los tres espectáculos que mantenemos en gira en la actualidad, El principio de Arquímedes de Josep Maria Miró, La inmortalidad de Antonio Tabares, y Panza de burro, una adaptación de la novela de Andrea Abreu llevada a cabo por Soraya y por mí, con la que ahora llegamos a Madrid.
Somos una compañía que en 2025 cumplimos, nada más y nada menos, 40 años de historia. En todo este tiempo hemos decidido poner nuestro ‘acento’ en producir teatro desde Canarias. Nuestro deseo ha sido siempre crear o encontrar, textos críticos y reflexivos, comprometidos con nuestro presente, y ponerlos en pie a través de una particular poética de la puesta en escena, no exenta de humor, y de una interpretación actoral cargada de pasión y verdad. El teatro es nuestra forma de vida.
¿Y qué os llevó a querer adaptar al teatro una novela como Panza de burro?
Una total admiración por la novela y un profundo conocimiento de los paisajes, personajes y conflictos que recrea este libro poema.
¿Fue fácil conseguir los derechos para adaptarla?
Sí, fue muy fácil. Andrea Abreu fue tremendamente generosa y nos dio total libertad para realizar la adaptación; ya conocía la trayectoria de Delirium y Héctor León, nuestro habitual diseñador de vestuario, es amigo íntimo suyo. Todo bien.
Y una vez logrado eso, ¿fue fácil adaptarla al teatro? ¿Es fácil condensar la esencia de una novela de 180 páginas en 27?
Supongo que cuando lo que tienes entre manos te apasiona tanto, la dificultad se convierte en un inmenso placer. Echarle horas, encontrar un principio, un final, y en la travesía muchas risas, acaloradas discusiones y sabrosas lágrimas. Eso sí, un dolor todo el material que se quedó fuera por una cuestión de tiempo y ritmo escénico.
Tenéis una gran experiencia como compañía y un gran compromiso con el Teatro y la Literatura, pero ¿cómo se logra extrapolar esa manera tan particular de ver la realidad de Andrea Abreu al escenario?
Ya te digo que, para nosotros, ese barrio que describe Andrea en la novela es muy reconocible porque hemos nacido y vivido en pueblos muy parecidos del norte de Tenerife. Lo cual no quita, y es una de las grandes sorpresas de la novela, que otras tantísimas gentes de otros lugares también se hayan sentido identificadas. Yo, como director, desde el principio, en el proceso de la adaptación, ya diseño el espacio escénico, un espacio simbólico que permita recrear todos los escenarios que la adaptación teatral requiera, siempre teniendo muy en cuenta el hecho teatral y no infravalorando la imaginación del espectador. Es una tarea que disfruto mucho.
Por último, fue muy determinante para Soraya y para mí, decidir que toda la trama iba a estar contada desde el punto de vista del grupo de niñas y niños del barrio, y lo más importante, desde su imaginación y capacidad fabuladora. Como si de un juego de disfraces se tratara y donde nada es lo que parece.
Una de las claves de la novela es esa musicalidad del lenguaje y el ritmo. ¿Cómo habéis trabajado con los intérpretes para plasmar eso en escena?
Pues con muchas horas de ensayos. Se ha hablado mucho de la oralidad de esta novela, y ese es uno de los factores que nos parecía interesante poner en pie, porque si en algo está sustentado el teatro es en la palabra y el diálogo.
Cuando lees la novela, hay capítulos enteros que sorprenden y provocan extrañeza porque están escritos sin puntos ni comas, como si los pensamientos irrumpieran como un vómito de palabras. Pues bien, cuando eso lo llevas a escena resulta que funciona, cuaja perfectamente. Claro que Andrea nos lo pone fácil con su inconmensurable capacidad poética para conmovernos.
Vuestra puesta en escena es muy limpia. ¿La intención era darle siempre prioridad a la palabra?
Para nosotros el teatro debe ser un equilibrio entre la acción y la palabra. Ambas, igual de importantes, están al servicio de contar una buena historia, que suponga una intensa experiencia condensada y única. Todo aquello que suponga artificio o adorno, que no sea imprescindible para el desarrollo de la historia, no nos interesa, siempre menos, es más. Y porque el poder de la imaginación tiene que caber también en nuestra furgoneta.
¿Cuáles son los temas principales que atraviesan Panza de burro?
Dentro de un mundo rural aislado, predominantemente femenino, se tratan temas diversos como la amistad de dos niñas transitando de la infancia a la adolescencia, escatología, experiencias de sexo temprano, desarreglo psicológico de niñas con problemas de autoestima, gordofobia, bulimia, machismo, el impacto del turismo y la precariedad laboral de la población que los acoge, entre otros.
Se abren muchos melones como el maltrato infantil, la homofobia, los trastornos alimenticios, el abuso… y son temas que sobrevuelan toda la trama, pero la autora no ahonda demasiado ni se recrea en ellos. ¿La imaginación casi siempre es más poderosa que la certeza?
Por supuesto. Panza de burro es lo contrario al melodrama. Como en la vida misma, las cosas suceden porque sí, con esa crudeza que casi no te da tiempo a encajar. Y ya está, no le des más vueltas. ¿Cómo somos capaces de sobrellevar toda esta tremenda incertidumbre del vivir? Pues Andrea desmonta toda gravedad utilizando esa poderosa herramienta que es el humor. Hay partes de la novela en las que te ríes mucho.
También es un retrato de unas Islas Canarias desconocidas para la mayoría y que vosotros sí conocéis bien. ¿Para Delirium Teatro, trabajar sobre esta novela ha sido más fácil al conocer de primera mano escenarios y lenguajes?
Desde luego, no hay nada como conocer bien el terreno que pisas. Esta Canarias no es la del souvenir, sol y playa. Es la Canarias de la precariedad laboral, barrios de trabajadores y trabajadoras que se parten el lomo para sacar adelante a sus familias.
A nivel planetario siempre se habla de la brecha Norte-Sur, y en muchos países es notoria (España, Italia…). ¿Es quizá la isla de Tenerife el espacio más reducido donde se puede apreciar ese impacto? Aunque en este caso, con los polos y su significado cambiado…
Lo que no puede ser es que con esta tierra privilegiada que tenemos, estas islas afortunadas de todos, se estén forrando unos pocos. Un tinglado político empresarial que, como si no hubiera un mañana, obtiene sus beneficios precisamente de explotar y exprimir al máximo este paraíso que ya no aguanta más. Y cuando terminen de cargarse la gallina de los huevos de oro se marcharán con sus sacas de dinero llenas, mientras que aquí nos comeremos los unos a los otros. Canarias tiene un límite.
A pesar de ser un retrato costumbrista de un lugar muy específico y usar un lenguaje muy particular, una especie de ‘slang’ del norte de Canarias, la novela ha sido traducida a más de 18 idiomas. Vosotros, que la habéis analizado, ¿dónde reside la magia de este texto?
Siendo una novela localista, muchos temas que toca son universales. Pero hay uno que creo que es fundamental, y es la profunda amistad que existe entre las dos niñas, Shit e Isora. Una relación de amor odio en la que todos nos reconocemos recordando las aventuras y los territorios íntimos de nuestra infancia.
¿Cómo fue el feedback de la propia Andrea Abreu al ver la obra? ¿Qué os dijo?
Lloraba, lloraba mucho toda emocionada al ver representada su vida en una hora y veinticinco minutos que dura la obra. Cuando bajó a camerinos a abrazarnos nos dijo que le había gustado más que la novela. Es muy guasona Andrea, una bella persona.
¿Es una obra ideal para atraer a público joven al teatro?
Sí, desde luego. Los programadores de los distintos teatros por los que hemos pasado, se han sorprendido mucho por la cantidad de gente joven que, aun no siendo un público consumidor de teatro, van verla por la curiosidad de ver cómo hemos llevado a escena, una de sus novelas favoritas. Para muchos es su primera experiencia con la escena. Y es entonces cuando se encuentran con el potencial seductor que tiene el teatro, con sus trucos y artimañas que hace posible que sueñen despiertos, y lo flipan.
¿Cómo es la relación entre Shit e Isora, las dos protagonistas? ¿Cómo la definiríais vosotros?
Las dos niñas Shit e Isora, viven en familias desestructuradas bajo la tutela de un mundo femenino de abuelas. Shit, cuyos padres ausentes trabajan en la construcción y en los hoteles del Sur, idolatra y sigue a ciegas a Isora que es huérfana y padece trastorno alimentario. Ambas pasan el verano entre el aburrimiento, buscando alguien que las lleve a la playa y tratando de saciar y comprender el naciente deseo sexual que las sacude y arremete constantemente, tierra adentro, confinadas bajo la magua de un melancólico manto de nubes, que se denomina panza de burro, de donde toma el nombre la novela.
Ambas son niñas preadolescentes, pero tienen unas conversaciones y un humor negro bastante adulto, ¿no?
Precisamente ahí, desde mi punto de vista, radica uno de los aciertos de la novela que provoca extrañeza. En muchas ocasiones no sabes si es la escritora que reflexiona en boca de las niñas o si son las niñas que, de una manera impúdica, inconscientes, repiten lo que oyen a los mayores. Y esa extrañeza es lo rico e interesante del asunto, porque al final lo mismo da, de todas maneras, Andrea consigue desestabilizarte emocionalmente a medida que avanza la historia, y ya no puedes dejar de seguir las andanzas de esas dos encantadoras niñas.
¿Lxs adolescentes de ahora pasan de ser niñxs a adultos en un solo click?
Es complicado, las redes sociales han venido a transformarlo todo muy deprisa, los adolescentes aun estando permanentemente conectados tienen muchos problemas relacionales, no me gustaría estar ahora en la piel de sus padres y educadores. Aunque la verdad conflictos siempre ha habido. En los años en que está escrita Panza de burro se acudía al cíber, y era más normal el encuentro grupal entre chicos y chicas que ahora, pero eso tampoco te salvaba de nada.
Es un texto que te deja el corazón encogido. ¿Podemos encontrar algo de luz en la historia?
Claro que sí. Al final, Panza de burro es una historia de superación, de transición hacia otra etapa de la vida. Shit, con el corazón lleno de lágrimas, corre calle abajo ahogada por lo acontecido, consciente de que por primera vez trasgrede los límites del que hasta ahora era su mundo. “El sol incendiaba las piedras… Tan echadita palante, tan sin miedo”, es una frase icónica del texto.
¿Abandonar la infancia puede ser uno de los momentos más desasosegantes para cualquier ser humano?
Uff, ese vértigo ante la incertidumbre de lo por venir es muy grande. Ese castillo de juegos de cristal que se desmorona sobre tu alma, esa tristeza infinita que nos atenaza; el temor de que ya nada va a volver a ser igual.
La obra está siendo un gran éxito en los lugares en los que la habéis representado, mayoritariamente en casa. ¿Cómo esperáis que sea la acogida en Madrid?
Pues esperamos que guste y que nos conozcan un poquito más. Tenemos un montón de ganas y vamos a dar lo mejor de nosotros mismos. Sin duda va a ser una ocasión muy especial y en un lugar tan emblemático como es el Teatro del Barrio. Hay respeto, cierto desasosiego, pero también una emoción tremenda, a mitad de diciembre ya estaban todas las funciones agotadas y hemos tenido que añadir dobletes, así que a disfrutarlo porque las entradas vuelan.