«Me horroriza pensar que el ser humano sea capaz de llevar a cabo las atrocidades que se cuentan en la obra»
Por Sergio Díaz
Es la protagonista, junto a Ana Gijón y Rubén Labio, de Flores de España, una obra escrita por Raúl Quirós y dirigida por Miguel Ángel Quirós (de la compañía Los Sueños de Fausto). El montaje surge de un espacio de reflexión sobre nuestra memoria y nuestra historia a través del teatro para proponer un debate con el público sobre cómo queremos, entre todos, construir nuestra historia. En la pieza se representan tres problemas sociales que nuestras instituciones todavía no han resuelto: los desaparecidos durante la Guerra Civil, los bebés robados y la tortura institucional.
¿Qué es Flores de España? La obra está construida a modo de tríptico, tres piezas para reflexionar sobre diferentes hechos acaecidos durante la Guerra Civil y en la posterior dictadura… ¿Sobre qué habla cada una de las piezas?
Sí, son tres piezas independientes. En cada una vemos a unos personajes concretos, que nos cuentan parte de su vida. ¿Cómo contarlo sin desvelar demasiado? La primera es un señor que fue fusilado y enterrado en una fosa común. No tenía que ver nada con temas políticos, sólo defendía su trabajo y su sustento. En la segunda, en los años 80, vemos a una madre que busca a su hija robada cuando dio a luz. Y una hija, que descubre que es adoptada. La tercera y última es un resumen de la vida de un comisario que se vio envuelto en la detención de Enrique Ruano y cómo eso marcó su vida para siempre. Enrique Ruano fue un universitario detenido por repartir pasquines. El que quiera saber más… que vaya a verla 🙂
Las flores tienen una carga simbólica importante en la obra, pero mucho más la tierra, ¿no?
En concreto para mí como actriz sí, porque físicamente manipulo mucho más la tierra que las flores. Pero nunca los he visto como elementos independientes. Está la tierra como elemento que tapa, que encubre, que oculta, también que permite que sigamos hacia delante. Las flores como símbolo para despedir a los muertos, que llevamos a las tumbas, pero que aquí son para los vivos. También está el reloj, el pasado, el tiempo que no avanza, o que se extiende hacia el infinito. De hecho, creo que los tres elementos se retroalimentan entre sí. Ninguno por sí solo tendría tanto valor como poseen en la obra, ni la misma fuerza. Por ejemplo, en el caso de la madre, no es lo mismo buscar a una hija durante un año, a hacerlo durante toda una vida.
¿Esta obra pretende que no se siga silenciando el olvido? También es un alegato sobre la impunidad que tienen aquellos que han utilizado la tortura, la barbarie, el robo… dentro un sistema que les sigue amparando.
No quiero hablar por Raúl, el autor, ni por Miguel, el director, ni por el resto de la compañía. No me gusta dar lecciones morales, ni establecer juicios. Yo por supuesto tengo el mío. Me parece algo muy grande y no creo estar capacitada para sentar cátedra. En mi caso, siempre que realizo esta función me planteo: «te voy a contar una historia de unos individuos que han vivido unos hechos concretos, saca tus conclusiones, piensa y siente lo que creas que tienes que pensar o sentir. Si eres sincero contigo, bien estará».
¿A qué personajes das vida?
Doy vida a la madre en la segunda historia y a cuatro abogados de la tercera. Cuatro abogados en distintas épocas del caso.
¿Para preparar tu trabajo en esta obra has hablado con alguien de organizaciones por la recuperación de la memoria o de robo de bebés o gente que haya sufrido tortura?
Yo entré en el montaje cuando ya había empezado la producción. Sé que Los Sueños de Fausto, la compañía, sí estuvo en contacto con la asociación Adelante Bebés Robados y tuvieron varias reuniones. A mí me contaron sus conversaciones y lo que les decían, cómo habían vivido en concreto cada uno de ellos lo ocurrido. El personaje de la madre es una madre concreta, pero yo prefería no condicionarme por esa persona real y crear una, la mía. Por desgracia no es un hecho aislado, son muchas las que lo han sufrido y de alguna manera quería crear una madre, en la que se reconociese que eso le podía pasar a cualquiera.
Recuerdo el día del estreno. Sentimos que hubo dos personas que se fueron en medio de la función. Como actriz pensé que se habían ido porque no les gustaba lo que estaban viendo y con todo su derecho se iban. Después me contaron que no, que habían sido dos madres que no eran capaces de revivirlo otra vez. Les recordaba su situación. Por un lado, pensé: «hemos debido contarlo bien» y por otro: «siento haber metido el dedo en la llaga». De alguna manera sentí que había logrado mi objetivo.
En el caso de la tortura leí sobre los personajes que nombramos en la escena. Para tener claro quiénes eran, cuáles eran los hechos concretos.
Para preparar mi trabajo me centré más en imaginarme las situaciones por las que pasan los personajes. Son tan duras y tan injustas que no necesito más. Sobre todo, porque han pasado en la realidad.
¿En tu vida familiar han ocurrido historias como éstas? ¿Te sientes identificada a nivel personal con lo que cuenta la obra? ¿A qué nivel te toca este montaje?
Por suerte no me ha tocado. Pero me toca desde muchos sitios. Me horroriza pensar que el ser humano es capaz de estas atrocidades. Cualquiera de las tres historias. Sigo sin entender qué es lo que nos lleva a pensar que el fin justifica los medios sin pensar en los que se quedan en el camino o las consecuencias que les puedan acarrear.
También está la parte del pasado que como ser humano llevamos con nosotros. Como seguir adelante con lo que hemos vivido sin que sea un lastre. Decisiones que tomamos en un momento dado, sin pensarlas mucho porque no las vemos muy importantes, nos pueden marcar de tal manera por siempre. Para bien o para mal.
Esto lo pienso ahora. Si sigo haciendo la obra tres años más, seguramente me tocará de otra forma y desde otros sitios.
¿Habéis hecho funciones en centro educativos? ¿Cómo reaccionan los alumnos y alumnas?
Hicimos una función en Cádiz para varios institutos. El coloquio que hicimos después fue muy interesante. Vi estudiantes que, con quince, dieciséis años, se daban cuenta que hay una parte de la historia de su país que no les han contado. Que se revolvían en las sillas al pensar que eso ocurrió muy cerca de ellos, que les gustaría poder hacer algo para que no se repita.
Pero, sobre todo, que querían saber más. Me los imagino saliendo del teatro en busca de libros para saber más sobre esa época o incluso hablando con gente que lo vivió para que se lo expliquen. Les vi ávidos por saber más.
¿Os habéis encontrado muchas reticencias a la hora de programar Flores de España en teatros de nuestro país?
Sí. Por un lado está el programador que dice que el público quiere comedia. Los que te dicen que como está la derecha gobernando no van a programar algo que tenga que ver con la Memoria Histórica. Y otros que no te dicen ni siquiera el motivo, como ocurre con obras de otro tipo. Lo curioso es que después la ven y dicen: «esto debería verlo todo el mundo. Debería contarse más».
¿Habéis podido llevar la obra a otros países?
De momento no, pero creo que están mirando la posibilidad. Así que, cruzo dedos.
«Lo peor de escarbar en la tierra es que siempre quedan restos en las uñas y en los pliegues de la piel»… es una frase que dices en el montaje, pero es que, desgraciadamente, hay que seguir escarbando.
Sí, hay momentos en que para seguir hacia delante tienes que buscar en el pasado. Eso supone un remangarse, ser consciente del esfuerzo que supone y que ese ‘escarbar’ te va a dejar marca. Encontrarás respuestas que no te esperan y que te dejarán huella. En uno está el que esas huellas sean para bien.
Y, «¿Qué tiene que ver Dios con todo esto?» (otra de las frases que pronuncias).
Creo que Dios no tiene que ver nada. No soy creyente, pero respeto que la gente crea en un dios. Lo que no soporto y no entiendo, y creo que mi personaje tampoco, es que haya gente que con la excusa de Dios actué en beneficio propio o de unos pocos. Que te quiera convencer que algo está bien porque es lo que dice su dios. «No uses el nombre de Dios en vano».
¿Qué nos hace falta para madurar como sociedad? ¿Hablar más sobre todo esto, perdonar, que emerjan todos los recuerdos de las cunetas?
Te aseguro que si tuviese la respuesta me pondría a gritarla a los cuatro vientos. «Venga, hagamos esto porque obtendremos esto otro». Pero al final no es tan sencillo. Aunque si de algo estoy convencida, es que los problemas, de cualquier tipo, se solucionan hablando. Escuchando todos los puntos de vista. Reconociendo los errores propios y no tanto decirle al otro en lo que se equivocó. Siempre hablando para encontrar una solución.
No sirve de nada que algo que duele se tape y hagamos como que no existe. Al final te puede explotar en la cara cuando menos te lo esperas. De hecho, creo que lo que se está viviendo ahora es síntoma de que en su momento no se curaron bien. Aunque estuviesen convencidos de hacerlo bien. Ahora emergen las heridas.
Por todo lo que seguimos oyendo cada día en las noticias, lo que vivimos en nuestra realidad cotidiana… ¿Crees que los niveles de odio en los que nos movemos actualmente nos podrían llevar a repetir hechos pasados que abordáis en Flores de España ? ¿o eres más positiva que yo…?
Depende del día. Intento ser positiva. O por lo menos en mi parcelita de mundo, intento que ese odio no me contagie. Ser capaz de buscar puntos en común y no desacuerdos.
Creo que no estaría de más mirar hacia el pasado e intentar no repetir los mismos patrones. Nunca he creído que el odio lleve a nada bueno. Creo que ese odio también nos lleva al individualismo. Solo nos miramos a nosotros sin pensar lo que le estamos haciendo al de al lado. Mientras yo esté bien me da igual lo que le pase al vecino. Yo hago algo si voy a recibir algo a cambio, sino, no es mi problema. No nos damos cuenta que si los que nos rodean están bien, harán nuestra vida más agradable y mejor. Nos retroalimentaremos unos de otros.
Pero quizás tú seas más realista y yo crea en utopías.