Foto de portada: Devórate. ©Anjana Guerras
Mari Paula, estarás con tu obra Devórate en Réplika Teatro los días 20 y 21 de mayo, y con Fronterizas el 2 y 3 de junio en Cuarta Pared, que forman parte de una trilogía llamada Antropófaga. ¿Qué nos quieres contar con estas tres piezas?
Esta trilogía empieza en la primera pieza que se titula Retropika. Me inspiré en un movimiento de mi país de los años 20 que es la antropofagia cultural, que se inició en el periodo en el que Brasil completaba cien años de emancipación de Portugal. Un grupo de artistas modernistas en Sao Paulo buscaban hacer un arte puro-brasileño y no querían seguir copiando esos modelos importados por el colonizador. Aunque como crítica personal a los modernistas, era un movimiento elitista de gente que había estudiado en Europa con más oportunidades de conocimiento, por lo que eran conscientes que un arte puro no existe y que todo al final tiene partes del ambiente con el que convives. Y los modernistas con esta conciencia de hacer arte puro se inspiraban en los aborígenes precoloniales que comían al enemigo para adquirir la fuerza y el conocimiento de su cultura. A mí me ha tocado de lleno este tema porque cuando empecé a crear mi primera pieza, mi interés era retropicalizar, y el tropicalismo, en su parte de defensa estética y cultural, también se inspiraba en la antropofagia cultural. Justo en el momento en el que yo empecé con el proyecto acababa de llegar a España, por lo que también fue un poco una estrategia de supervivencia. Me fui a vivir justamente al sur, y mezclé la estereotipación de la mujer flamenca con el estereotipo de la mujer brasileña. Con este proceso de investigación comenzó el viaje que continua aún.
En estas piezas eres coproductora, pero ¿te vamos a ver bailar también?
Sí, aunque es algo que tiene mucho que ver con la precariedad del sector y a veces resulta un poco locura. Produzco mis piezas porque el arte contemporáneo no es rentable y los que lo hacemos es porque nos gusta, pero no es lo mismo crear una pieza de arte contemporánea donde tú bailas desnuda a crear un cuentacuentos, porque sabes que no te van a programar igual. Entonces tengo esta obligación de producir mis trabajos porque no tengo una rentabilidad suficiente para pagar a otro profesional de la producción que me quite de esas labores.
Devórate nació en 2019, ¿cómo ha crecido esta pieza en 2023?
Es una pieza postapocalíptica, una representación de la reestructuración de la humanidad. Y cuando comencé me propusieron la idea de por qué no representar la humanidad con un cuerpo femenino y, aunque no había planteado llevármela por ahí, me pareció algo maravilloso. Es una pieza aséptica, limpia. Está muy vinculada a la pandemia, aunque se hiciera antes, es un poco como una profecía. Pero hacerla después está teniendo para mi más sentido incluso, porque vivir este lugar de aislamiento que hemos sufrido durante la pandemia desde fuera y darte cuenta de que eso se ha quedado perenne en nuestro cuerpo, es realmente interesante.
¿Qué estilo de danza nos vamos a encontrar en estos espectáculos?
A lo largo del proceso he trabajado con diferentes profesionales como la creadora gallega Janet Novás, Rebeca García Celdrán… y otros. Y con ellos la pieza Devórate alcanzó un lugar de danza muy profundo, casi que ritualístico. En ella bailo con diez metros de plástico y un dron. Suena complicado, pero tiene una explicación (risas), hemos transformado la idea de comer culturas y comenzamos con el proceso de comer el cuerpo humano, entendido este como algo convertido por las influencias capitalistas que ya se ha vuelto plástico. Y la última pieza, Fronterizas, es el cierre de la trilogía, con transmito la idea de que ya me da igual dónde ubicarme o dónde me ubica la gente. Porque es cierto que yo, como artista brasileña, enfrento una problemática, ya que cuando estoy programada desde España se me vende como una compañía brasileña, pero yo pago mis impuestos aquí y los gastos que implica que yo actúe son los de una compañía española. Entonces en esta obra rompo un poco con eso, me asumo como una persona fronteriza, es una aceptación donde la casa es el propio cuerpo, y el lenguaje de la obra también es fronterizo.
En la sinopsis de Fronterizas, leemos: “Decidí hacer la pieza de mi vida, pues no sé perder”. ¿Qué quieres confesar a través de esta frase?
Eso tiene que ver con el proceso de una pieza que ya existía. Cuando empieza Fronterizas en 2020, la primera versión es una pieza que odio y nadie va a ver porque oculté todos los vídeos (risas), pero como no sé perder, he decidido crear una nueva performance a través de esta para darle ese título. Podría haber comenzado de cero, pero he preferido arreglar esta pieza porque no sé hacer las cosas mal, y eso de no saber perder tiene mucho que ver con la formación. La danza te da mucha disciplina, no sabes dejar las cosas por la mitad ni llegar tarde a nada, y es algo vinculado a la sociedad, pero también hacia mí misma, hay mucho de una lucha interna contra la auto decepción.
Te ayudas de herramientas audiovisuales y biográficas, que acompañan al viaje corporal en escena, ¿cómo es verte en pantalla en una producción propia?
Me gusta mirarlo a modo de trayectoria porque te reafirma mucho. Por suerte he tenido un padre que grababa todo donde yo iba, entonces tengo un registro de mi vida brutal. Esta obra de Fronterizas está relacionada con un cuerpo que ya no experimenta el placer porque está muy formateado por las técnicas de danza, entonces este proceso fue una búsqueda de placer. Por eso durante la creación, aunque no se vaya a ver en la pieza, yo empecé a bailar todas las danzas de mi vida desde ballet clásico a Romeo y Julieta y hasta La consagración de la primavera de Stravinski. Todo esto ha tenido un largo recorrido hasta encontrar ese placer para que también lo sienta el público. Por eso los vídeos, para buscar herramientas, buscar por dónde ha pasado ese cuerpo habitado para llegar hasta aquí.
En ese proceso de formación, también estudiaste interpretación, ¿nos vamos a encontrar algo de esa parte de Mari Paula en estas performances?
Pues no me considero actriz. Sí me he formado, pero siempre me ha gustado mucho más la performance. He actuado en pocas ocasiones como intérprete, aunque hay textos en estas piezas y algo de técnica que al final se queda intrínseca dentro de uno de tantos años estudiando, pero se trata de algo mucho más performativo que interpretativo.
¿Cuál es tu lenguaje como bailarina? ¿Se diferencia de la Mari Paula productora?
No creo en el movimiento por belleza o por forma, todo lo que muevo está vinculado con alguna dramaturgia interna. Eso es lo que firma mi trabajo creativo o coreográfico, que no está vinculado con técnica de danza contemporánea. Empleo la técnica para llegar a donde quiero llegar, pero no se va a ver una coreografía de movimientos muy bien ejecutados y limpios. Son movimientos que vienen de estados físicos. No es un trabajo normativamente correcto, pero sí estético y bello desde la imperfección.
¿Declararías tu manera de hacer arte como ‘anticomercial’?
Creo que hay algo de eso. Hay un mundo tan duro donde el arte y el mercado tienen una relación tan fea, que al final tanta gente acaba sometiéndose a las modas para poder trabajar, y no a lo que sale de dentro. Ser auténtica y sincera en una creación es algo bastante duro, es una resistencia de volver a mirar hacia dentro y no querer caer en eso. Entonces a veces es importante volver al pasado, a las raíces y a saber cómo has llegado hasta aquí. Es casi una terapia profesional.
¿Cuándo comenzó esta lucha activista que tanto te caracteriza?
Estas inquietudes nacieron en la universidad. Yo fui bailarina de compañías donde el coreógrafo te decía lo que tenías que hacer y tú tenías que aceptar porque si no perdías tu trabajo, y dentro de la universidad conocí un espacio off escena que sigue funcionando hoy, ‘La casa selvática’. Éramos un grupo de jóvenes que queríamos hacer todo lo que no se hacía, y ahí me encontré con mucha gente muy inteligente que me ha dado mucho margen para crear ciertas cosas.
¿Qué te gustaría que recibiera el público de estas dos piezas?
Es verdad que yo soy muy crítica con lo que se hace en danza contemporánea en España, creo que hay una apatía, las cosas se han quedado demasiado en la forma y en lo bello, pero con muy poco discurso. Veo que los que están empezando a mover las fichas, a arriesgar un poquito más, o trabajan dentro del lenguaje del flamenco o son inmigrantes. Entonces yo lo que deseo es que el público empiece a valorar otros lenguajes de la danza para que estos puedan estar en los circuitos. Porque si el público exige más diversidad de programación, se programarán cosas más diversas, y todos ganamos. Y si no hay interés por lo nuevo o lo transgresor, no hay deseo, hay apatía del creador y del público.
¿Qué otros proyectos futuros tienes entre manos?
Mi proyecto futuro, aunque no sea creativo, es tener un espacio para poder trabajar. Enfrentamos muchas dificultades por ello, por lo que ahora como empresaria estoy en busca de un lugar para tener ese espacio físico donde entrenar el cuerpo de manera segura.
Para terminar, ¿nos puedes dejar un ‘teaser’ final de cada una de estas piezas?
Retropika es súper latinoamericana, es dura, es extensa… Con Devórate ya estaba trabajando en España y está más relacionada con el cuerpo más blando, más dulce. Y Fronterizas es mi pieza más madura, ya es una aceptación de mí como inmigrante y de mi lenguaje como creadora. Y si quieren saber más, tienen que venir a verlas (risas).