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El Método Grönholm en El Pasillo Verde Teatro

“La obra habla de la venta de almas, de espíritu y de principios”

El equipo de El Pasillo Verde Teatro estrena una nueva versión de El Método Grönholm sobre el conocido texto de Jordi Galcerán.

El director Ángel Ferrero, y los intérpretes Carlota Palacio, Chema Casillas y Daniel Ocaña (faltó Alfonso Lucas), nos cuentan cómo está siendo esta fascinante aventura de escenificar uno de los clásicos teatrales del siglo XXI.

 

La primera entrevista que os hice cuando abristeis El Pasillo Verde Teatro, el titular era que “después de todo lo vivido, -que era la pandemia-, hemos buscado un espacio propio para ser felices”. Eso fue en mayo de 2022. Me gustaría saber ahora, en 2024, si esa felicidad la habéis conseguido o si aún estáis en ello.

Ángel Ferrero: Pues ha habido dos fases. Ha habido la fase de poco cuando un niño van entra en una pastelería, esa fase como de empacho, la de quererlo todo deprisa y corriendo. Y ahora estoy entrando en la etapa de: voy a disfrutar. Ya tenemos más o menos la tranquilidad de que el negocio va funcionando. No es un negocio boyante, no nos vamos a hacer ricos con esto, pero nos mantenemos, lo cual es muy importante porque no nos quita el sueño el tener que pagar las facturas. Entonces, como te digo, estoy entrando en la fase de voy a empezar a disfrutarlo y voy a empezar a hacer las cosas que a mí me gustan y voy a empezar a dirigir. Y por eso estoy montando esta obra con este grupo de intérpretes y estoy muy ilusionado. Me encanta el proyecto, me encanta la historia, me encanta todo lo que estoy haciendo, y me encantan ellos.

 

¿Esa estabilidad que mencionas como espacio afecta a tu faceta creativa a la hora de dirigir?

Ángel Ferrero: Sí, en el sentido de que lo haces más tranquilo. Si hay estabilidad en la sala yo puedo meterme a hacer una obra como El Método Grönholm y tenerla en cartel hasta Navidad. A lo mejor hace dos años no lo hubiera podido hacer, me cojo otro texto más sencillo, hacemos cinco funciones justitas, a ver cómo nos va y si nos va bien pues ya seguimos. Y ahora ya siento que me la puedo jugar y que ya lo puedo disfrutar. Quería meter 15 funciones de una obra así de compleja, pues 15 funciones.

 

¿Cómo ves la escena madrileña independiente?

Ángel Ferrero: El movimiento de salas alternativas es algo único único, porque no existe en ningún otro lugar. Es un movimiento cultural muy rico y variado, pero es complicado mantenerse. Tener una sala abierta muchos años es algo así como un pequeño milagro y hay que valorar muchísimo el esfuerzo que hacen todos los compañeros y compañeras por seguir ofreciendo Cultura a nuestra ciudad. Cada una a su manera, con su estilo, muchas veces programando por pura supervivencia cosas que a lo mejor no van mucho con la idea con la que abriste el espacio, pero que siguen siendo refugios para las personas que quieran buscar una oferta cultural distinta. Y eso es impagable, yo creo.

 

¿Qué es lo más complicado de tener un espacio así?

Ángel Ferrero: Hay muchas cosas. Siempre estamos hablando de las ayudas públicas, que son muy importantes. Pero más allá del dinero, que también, yo echo en falta un verdadero apoyo institucional hacia la programación, hacia la creación. Es una red muy interesante, con mucho potencial y echo en falta que eso no sea un gran reclamo publicitario como los musicales o Malinche o cosas así. Creo que se debería cuidar y promocionar más, incluso nosotros mismos, los que formamos parte del tejido, deberíamos hacer más por cuidar lo que tenemos. Yo creo mucho en asociaciones como Macomad, son estructuras necesarias para poder tener más fuerza y ojalá dentro de poco podamos formar parte de ella para seguir sumando y aportar nuestro granito de arena para mejorar las cosas.

 

<i>El Método Grönholm</i> en El Pasillo Verde Teatro en Madrid
Ángel Ferrero

¿Y la apuesta por El Método Grönholm de dónde sale?

Ángel Ferrero: La obra la conocía, por supuesto, y realmente fue una cosa de Chema y Carlota. Ellos me hablaron un día de que querían hacer algo y realmente, que a ver que se me ocurría… pero ya tenían un poco en mente la idea de que querían hacer esta obra. Yo siempre le he tenido miedo este tipo de textos por los derechos, las cosas como son, porque pensé que no nos lo iban a dar.

 

¿Y cómo se consiguen esos derechos para poder montar la obra?

Ángel Ferrero: Pues ha sido muchísimo más fácil de lo que pensábamos. Los pedimos y nos dijeron que sin problema. Y yo: “pero mira, que somos una sala pequeña de Madrid”. Y nos respondieron que no había ningún problema. Nos cobraron un poco menos de lo que se cobraría a un teatro grande, pero fue así de sencillo.

 

¿Pero se negocia con La SGAE, con el propio Jordi Galcerán, se negocia con…?

Chema Casillas: La mayoría de los autores catalanes tienen una agencia privada en Cataluña, no están en la SGAE. Yo contacté con un agente, que es como si fuera su representante y quien transmita los derechos. Fue muy fácil, la verdad. Lo que sí nos dijeron era que ellos tenían una especie de acuerdo con la familia Larrañaga, que fueron los que montaron la obra aquí en Madrid. De manera que si ellos tuvieran previsto montar la obra de nuevo en el circuito comercial no tendría mucho sentido que nos dieran los derechos a nosotros para montarla a la vez. Pero como eso no ha pasado, hemos podido hacer nuestra versión.

 

¿Y no dan premisas a la hora de llevar el texto de una determinada manera? Lo digo por el tema de la conocida película llamada El Método, ya que hubo polémica porque el propio autor se desmarcó de la versión.

Ángel Ferrero: En el acuerdo que hemos firmado no podemos tocar el texto. Tienes que respetar el texto original. A ver, alguna palabra sí hemos modificado, porque estamos hablando de una obra que tiene 20 años y hay cosas que han cambiado, pero son pequeños detalles que no afectan a la estructura original. Pero vamos, no mucho porque realmente creo que el texto es brutal como está, que tiene una vigencia absoluta.

 

Lo que yo he leído es que a Jordi Galcerán no le gustó y por eso se desmarcó de la película, a parte de porque había más personajes y las historias nada tenían que ver, era que la versión la hicieron demasiado dramática y se cargaron un poco la esencia de comedia que tiene su texto. Comedia negra, pero comedia al fin y al cabo. No sé por dónde vais a tirar más en esta versión, si vais a apostar por el gag más cómico o dejar una sonrisa congelada en el público…

Ángel Ferrero: Vamos a apostar por la segunda opción.

Chema Casillas: Ahí has dado con la clave de la obra.

Ángel Ferrero: Creo que la obra tiene una comedia buenísima, pero que está implícita en texto. Desde dirección yo no tengo por qué hacer nada para que las situaciones sean graciosas porque el texto tiene su gracia, pero yo no lo estoy llevando por ahí, no quiero destacar el gag para ganarme así al público, yo lo estoy dirigiendo por la parte del thriller. Esta obra refleja una situación muy complicada a la que se están enfrentando los personajes. Hay una venta de almas, de tu espíritu, de tus principios y de todo. Porque yo siempre digo, estos son cuatro candidatos que tienen trabajo, los cuatro. No es que tú vas a una entrevista de trabajo y te tratan mal y te humillan, y lo aceptas porque tienes que pagar tu alquiler, tienes que pagar la luz, la educación de tus hijos… No, estos señores tienen buenos puestos de trabajo, y se dejan humillar lo más grande por conseguir más. Eso es lo que a mí me interesaba destacar. Esos límites que se sobrepasan una y otra vez, por ambas partes, por parte de los cuatro candidatos y por parte de la empresa. Mi pregunta es siempre ¿por qué os quedáis aquí? ¿Por qué aguantáis todo esto?

Daniel Ocaña: Incidiendo un poco en el tema de la comedia, tampoco hay una fórmula química que explique exactamente cuándo la gente se ríe. Y en un texto como este, tan descarnado, la gente se puede reír, claro que sí.

Ángel Ferrero: Y además, yo soy de los que piensan que cuanto más tensión haya, más fácil es la risa.

Daniel Ocaña: Claro, porque la risa es una buena forma de liberar esa tensión.

Chema Casillas: Todo eso es mérito del texto, que es muy brillante. Y en algunos puntos, indudablemente, la gente se va a reír. Entonces, aunque el objetivo no es llevarlo a la comedia ni provocar cuantas más carcajadas mejor, porque el objetivo de la dirección no es ese, pero es indudable que hay puntos donde la gente se reirá.

 

¿Cómo estáis preparando vuestros personajes? ¿Cómo os estáis metiendo en la piel de estos cuatro altos directivos?

Chema Casillas: Estamos bebiendo pues de todas las fuentes que se nos ha ocurrido, desde ver montajes previos…

Ángel Ferrero: Algo que yo les había prohibido, pero bueno, pero no han podido evitarlo (risas).

Chema Casillas: Bueno, yo creo que todos habíamos visto la obra de teatro. O bien la versión de Luis Merlo o la de Carlos Hipólito. Entonces, cada uno ha recurrido a lo que ha podido, ha recordado el montaje original, estamos siguiendo las indicaciones de Ángel, por supuesto, pero también a algo que a mí me parece muy interesante, que es todo lo que hemos ido hablando al terminar los ensayos mientras nos tomábamos algo. En ese rato después de ensayar hemos ido mirando los personajes de los demás desde fuera y hemos ido comentando aspectos que faltaban, que se podían implementar o que sobraban. Está siendo muy enriquecedora esta aventura.

Carlota Palacio: Lo hemos hablado tomando algo de una forma más distendida, pero donde hemos profundizado verdaderamente ha sido aquí, en la sala de ensayo.  Hemos hablado mucho y seguimos hablando y estableciendo los por qué y los para qué, analizando lo que hay detrás de cada frase que se dice… porque aquí hay muchas capas de la cebolla en cada uno de los personajes. Porque, en primer lugar, nadie parece lo que es y a medida que se va avanzando en la historia,  vamos a terminar siendo quienes no somos. Entonces es una creación de personaje muy interesante porque la trabajas desde la verdad del candidato… cono todo lo que hay detrás. Y todo eso se va construyendo para que no se te vea el plumero, pero al mismo tiempo mostrando lo que tú quieres de verdad enseñar. Y además saliéndonos, como decía Ángel, de los arquetipos absolutos. No hemos insistido en la feminista, en el borde, en el bobalicón, porque estos personajes son más ricos que todo eso. Al final son cuatro personas que tienen unos puestazos de trabajo, aquí tonto ninguno, y todo eso tiene que estar enseñado, pero gradualmente. Ahora voy a asomar un poco la patita, pero ahora no, ahora cuidado con este contacto visual porque tiene muchísimo sentido, pero que no se nos termine de ver. Jugamos con el público, jugamos con el resto de personajes, porque nosotros sabemos en todo momento lo qué está pasando, pero no se nos puede pillar en eso… Esta obra es un poliedro con 1000 caras. Es muy interesante.

 

¿En tu caso, Daniel?

Daniel Ocaña: Partiendo de que la obra es como un reloj suizo, es de una precisión absoluta, yo diría que es como una especie de caja de muñeca rusa, una matrioshka, en la que dentro de cada capa o de cada carcasa lo que está de alguna manera es alumbrando una serie de personas que cada uno con su idiosincrasia, tienen todos una serie de denominadores comunes. Y es que representan un poco desde lo más tribal, la lucha casi por el territorio, la competencia, la estrategia… Entonces todo eso se traduce en un juego, en una especie de juego, que lo que pretende es, en definitiva, lo que pretende siempre el teatro, que es engañar al espectador y hacerlo, en este caso, con inteligencia. A mí me parece que es un texto estupendo y que puede dar mucho juego.

Juan Mayorga, por ejemplo, dice que el teatro es un pacto entre los intérpretes y el público por el cual el intérprete se compromete a darle lo necesario al público para que el público se crea la mentira que va a representar. Yo diría que en esta obra hay un escalón más, y es que esa mentira no es tan expresa. Hay un juego alrededor de lo que es el engaño. Y eso es lo que hace de la obra una obra muy sorprendente. Y yo creo que por eso tuvo tanto éxito comercial, y que lo comercial, en este caso, no es peyorativo, porque es una obra que triunfó por méritos propios.

 

Ahora que lo que prima son las comedias fáciles y el stand up comedy, aquí apostáis por una obra conocida, es cierto, pero que aborda un género no muy extendido en las Artes Escénicas como es el thriller.

Daniel Ocaña: El Teatro tiene que hacer un poco de introspección y de resituarse un poco en el panorama cultural e incluso social, porque si tú vas a los teatros públicos grandes, normalmente se agotan las entradas con meses de antelación. Eso quiere decir que a la gente le interesa el Teatro. Sin embargo, es verdad que hay un gran desequilibrio entre lo que podríamos llamar el gran teatro público, que tiene un soporte financiero indudable, y el ámbito off, por el extremo contrario. Y cuando se cae en el tema del stand up comedy y todo esto, es también por supervivencia, pero yo creo que también es porque hay algo más. Es una cuestión cultural. Hay mucha competencia, por supuesto, de las plataformas y del ocio en casa, pero es que los propios medios televisivos te ofrecen fundamentalmente stand up comedy o comedias ligeras, y la gente de alguna manera eso lo replica. Yo creo que el Teatro tiene que hacer un análisis sobre esta situación.

 

Lo que yo me encuentro cuando me piden recomendaciones para ir al teatro, es siempre la coletilla de: “Pero que sea comedia, ningún dramón, que no quiero ver nada que me haga pensar”.

Daniel Ocaña: Es que eso va con los tiempos.

Carlota Palacio: Esa es una de las razones por las que triunfan tanto los musicales. Un musical es una cosa de la que disfrutar sin complicarte la existencia. Y yo también creo que van por ahí los tiros. La gente no quiere complicarse la vida en su tiempo de ocio ni profundizar demasiado.

Daniel Ocaña: Los musicales se han convertido por sí mismos en una especie de moda, como algo que tienes que ver sí o sí. Como ir a festivales de música sin saber quién toca y sin que necesariamente seas seguidor de los grupos que van.

Carlota Palacio: ¿Pero por qué funcionan? ¿Por qué responden bien? Pues porque llegan a un público mayoritario, es una experiencia relajada, aunque hablen de temas complejos como pasa en The book of Mormon, pero lo hacen de una forma desenfadada que entra más fácil. El mérito del texto de Jordi Galcerán es que te pone frente a un espejo, que es lo que suele hacer el Teatro, pero él te interpela directamente para que tengas que ponerte en el lugar de los personajes. Es un poco: “venga, a ver, ¿qué harías tú en esta situación?”.

Chema Casillas: Totalmente, porque ¿quién no ha estado en una entrevista de trabajo?

Ángel Ferrero: De hecho, hay una cosa que vamos a intentar y que no sé si lo conseguiré, pero es mi objetivo. Como somos una sala muy pequeña y hay mucho contacto con el público, estoy enfocando la obra a imaginarme que hay un espejo gigante entre el escenario y las butacas y que el público es parte del proceso de selección. Desde la locución de bienvenida, que va a tener todo un halo corporativista como si formasen parte de Dekia, la propia empresa en la que Galcerán sitúa la trama. Desde la dirección quiero jugar a señalar como que puede haber alguien detrás de ese espejo viendo todo lo que sucede, que los intérpretes sientan y trabajen desde el punto de vista que les están observando otros miembros de la empresa. Quiero que el público forme parte de todo desde el principio y no deje de preguntarse cómo actuaría en una situación parecida a la que se muestra. Quiero preguntarles si se quedarían hasta el final.

Carlota Palacio: Y además esa pregunta yo creo que se replantea varias veces, es decir, para cuando un espectador tiene muy claramente definido que es afín a un personaje o que a este otro lo echaría inmediatamente, o por ahí no iría yo jamás, a los cinco minutos todo ha dado la vuelta, que es algo que me encanta del texto, porque si lo viera como espectadora sentiría que me va llevando por donde le da la gana, y llega un momento en el que ya no sé si ese persona me cae bien, si empatizo con lo que le está ocurriendo, si ese candidato que yo creía que era el perfecto de los cuatro y que me estaba convenciendo, ahora ya le veo de otra forma. Es una obra en la que va cambiando todo de una forma vertiginosa y maravillosa.

Ángel Ferrero: Si te pones en el papel del entrevistador, ¿cómo afectaría a tu decisión saber que uno de los candidatos oculta algo de carácter personal? ¿Es lícito en una entrevista de trabajo entrar en cuestiones personales? ¿Dónde están los límites de una empresa a la hora de investigar a un candidato? Como dice Carlota, esta obra te pone en situaciones en las que tienes que pensar, y ese es el teatro que a mí me gusta dirigir.

Chema Casillas: Lo magistral de este texto es que el espectador todo el rato toma partido y todo el rato cambia de opinión. Y llevar al público a que haga esos cambios de pensamiento me parece brillante.

Daniel Ocaña: El gran éxito de este texto es que es una buena historia que entretiene, y siendo una buena historia, yo creo que el autor no perseguía un teatro ideológico, pero al mismo tiempo remueve cosas en el espectador, le entretiene, le divierte, pero al mismo tiempo le hace pensar. Y además le hace pensar de una forma muy sutil, en relación con lo que hablábamos hace un momento, que ahora parece que no se lleva el esfuerzo de tener que pensar. Y sin embargo aquí es que el espectador casi que no puede evitarlo, porque de alguna manera se plantea lo que decía Ángel de ¿qué haría yo si en mi empresa uno de los candidatos se va a cambiar de sexo? ¿O qué haría yo si el tío al que entrevisto estaba pasando por una depresión? ¿O qué haría yo…? Son preguntas que en el fondo, además no son tan extrañas, porque en un papel o en otro, todos en la vida, tarde o temprano, pasamos por situaciones similares.

Ángel Ferrero: Y tiene una cosa muy interesante, además, y es que no alecciona.

Carlota Palacio: Yo creo que no queda otra que posicionarte, pero que lo importante es que te menea el árbol y sales de la obra con muchas cosas en las que pensar sobre ti mismo. Y eso es muy importante.

Daniel Ocaña: Es una obra que se asemeja un poco al universo calderoniano de El gran teatro del mundo, es decir, te muestra al personaje pues el ambicioso, te muestra el implacable, te muestra el pusilánime y te muestra las contradicciones de todos ellos, y todo eso está en esta obra, y yo creo que es lo que la hizo tan exitosa.

 

Aunque decís que no parte de una premisa ideológica, ¿no hay una crítica al capitalismo, a la deshumanización del capitalismo?

Daniel Ocaña: Sí, sin duda, pero en mi opinión, ese es el análisis que hacemos porque la obra se sitúa en un contexto muy concreto. Pero las estrategias y las emociones humanas para conseguir cosas también las puedes encontrar hace 300 años. Si tú te lees, por ejemplo, El Arte de la prudencia de Baltasar Gracián, ahí te da una serie de consejos al hombre para sobrevivir en un mundo en el que tienes que ser discreto, pero al mismo tiempo tienes que mostrar fortaleza, y te dice que tienes que aunar una serie de aptitudes y de actitudes para sobrevivir y conseguir lo que quieres. Y eso también se ve aquí. Lo que pasa es que aquí, en un ámbito muy concreto, como es un proceso de selección.

 

<i>El Método Grönholm</i> en El Pasillo Verde Teatro en Madrid

 

Sí, es un nivel muy alto de capitalismo salvaje, como es el mundo de la dirección de Empresas.

Ángel Ferrero: Y aquí estamos hablando sólo de lo que hacen los candidatos por conseguir ese puesto, pero también está la otra cara, lo que es capaz una empresa de hacer para conseguir al mejor al mejor tiburón posible. ¿Qué no habrá en empresas que sean capaces de hacer este tipo de cosas?

Daniel Ocaña: Es que la obra también trata temas como la protección de datos, como el conocimiento de nuestros perfiles humanos en las redes y en internet. Es decir, que es una obra muy actual, pero al mismo tiempo es un clásico porque siempre tiene algo nuevo que contar, porque lo que trata son temas un poco atemporales, universales.

 

Has citado a Baltasar Gracia. Para mí, claro, la obra muestra un proceso en el que tú no tienes que mostrar quién eres. Es lo que tú decías, al final para sobrevivir tenemos que tener una máscara siempre puesta.

Daniel Ocaña: Exactamente es así, pero así se construye la Historia del género humano.

 

¿Y no hay otra forma de gestionarnos como sociedad que no sea a través de la competencia salvaje? ¿O somos pocos los ingenuos que seguimos pensando que es posible?

Daniel Ocaña: Es una meta que desde la filosofía y desde la antigüedad más clásica siempre se ha planteado, la consecución del bien común como colectivo humano, no a través de la competencia o del conflicto, sino de la cooperación. Otra cosa es que luego ha habido experimentos reales en la historia que no han tenido mucho éxito, porque siempre yo creo que los seres humanos tenemos una parte, una parte ‘buena’, por decirlo de forma muy simplificada y una parte más animal que nos lleva a esa competencia por los recursos, que es lo que hemos hecho en todos nuestros años de evolución.

Chema Casillas: A mí una cosa que me parece atractiva de esta obra es que dentro de eso, en la pelea que hay, en la disputa que hay en la trama, no tratan de ocultar nada. O sea, aquí somos todos unos capullos y somos todos unos capullos, y no tratan de suavizarlo o de esconderlo. Aquí vamos a pelearnos y entonces ponemos encima de la mesa todas las armas que cada uno tiene a su alcance.

Daniel Ocaña: Yo creo que el personaje de Fernando es el que es verdaderamente libre para hablar, el resto no.

Chema Casillas: Yo creo que todos son libres para hacerlo.

Carlota Palacio: No sé qué decirte. Aún con todo eso que comentas, los personajes todavía tenemos una máscara que no nos vamos a quitar en ningún momento. Mira, ni en el final de los finales estamos mostrándote verdaderamente quiénes somos. Yo creo que mi personaje, bajo ningún concepto, te lo está mostrando todo ni te está poniendo las cartas encima de la mesa en ningún momento.

 

Veo que la obra sigue viva cada día y que os lleváis muchos deberes para casa, para seguir dándole vueltas a vuestros personajes.

Carlota Palacio: ¡Y tanto! (Risas). Esto es lo que te digo, que estamos todo el tiempo indagando y rebuscando para conformar nuestras identidades y lo que implica cada frase que decimos en la obra. A mí estos debates que tenemos me parecen muy ricos, y que no paren en todo el proceso que nos queda por delante para que podamos seguir exprimiendo a los personajes y sus intenciones. Pero no porque no tengamos claro dónde vamos, sino porque sigues buscando. Y hablar de estas emociones me parece impagable y es lo que queremos transmitir al público, que ellos también hablen y discutan sobre los distintos puntos de vista de la obra una vez hayan salido de El Pasillo Verde Teatro. Y este compartir sensaciones así, de esta forma, sólo te lo da el Teatro.

 

Y hablamos todo el rato del factor humano, pero en vuestro cartel hay una mano robótica. ¿Qué pasaría ya cuando una inteligencia artificial se pusiera a hacer selección? Me refiero en las Artes Escénicas.

Daniel Ocaña: No hay que imaginarlo, es que eso ya es una realidad. Yo ayer vi una orquesta en China en la que de repente sale un robot, un androide antropomorfo, y se pone a dirigir la orquesta. Y a mí me pareció algo muy difícil de procesar, sinceramente.

Ángel Ferrero: Seremos de los últimos en entrar en la rueda, pero seguro que al final acabará sucediendo. Ya vemos cómo el cine resucita a personajes cuyos intérpretes han muerto y los recrean de forma artificial. De ahí a que empieces a hacer obras enteramente digitales no queda mucho.

Carlota Palacio: Yo quiero pensar que contar, expresar y arrancar la verdad que tiene el Teatro aún la inteligencia artificial no lo tiene. La parte emocional del directo yo creo que es insustituible. Hay mucha gente que sigue valorando la cercanía y la energía que se genera al mostrar trabajos en un espacio como este.

 

El Método Grönholm son una serie de marcos en los que los departamentos de recursos humanos juegan a elegir al candidato perfecto para un puesto. Y es un poco lo que hacéis vosotros, la gente que se dedica a las Artes Escénicas, todos los días, en cada casting, en cada prueba, en cada ensayo… ¿Vivís en un Método Grönholm constante?

Carlota Palacio: Pues sí, es cierto (risas), vivimos así constantemente, peleando por que nos den ese papel al que aspiramos, pero quiero pensar que lo hacemos de una forma más humana, no tan descarnada como lo muestra Galcerán en esta obra. Quiero pensar que ponemos un poco más de corazón en todos los procesos y que no queremos humillar ni pisar a nadie en el camino.

Ángel Ferrero: Esa es la idea y estaría bien que fuera así siempre, pero también es verdad que tenemos una profesión donde muchas veces tragamos mucho por conseguir papel, porque a veces no queda más remedio que quedarte hasta el final de la entrevista y aguantar por conseguir un trabajo.

 

¿Y hasta dónde estaríais dispuestos a llegar por un puesto de trabajo que os cambiara la vida?

Ángel Ferrero: Ya hace muchos años que decidí que yo quería amar esta profesión, pero que no la iba a amar a cualquier precio. Yo la amo y me juego mis ahorros montando una sala como esta, pero no voy a vender mi alma al diablo. Lo tengo clarísimo que no. Estoy en un momento de mi vida que lo que quiero es ser feliz y disfrutar de hacer mi teatro, de vivir con mis amigos.

Chema Casillas: Yo quisiera darte una respuesta clara, pero no la tengo clara. Si mis facturas dependieran de esto no me atrevo a decir que no lo haría.

Daniel Ocaña: Viktor Frankl, cuando hablaba de su experiencia en Auschwitz, decía que había otros presos judíos que robaban la comida a sus compañeros para sobrevivir y en cambio había guardias nazis que a escondidas les pasaban medicinas. Todo esto depende de quién es más decente o menos indecente o quien tiene una ambición más desmedida.

Carlota Palacio: Yo, en mi caso, mi intimidad es innegociable. Punto.

 

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