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Dirección escénica. Capítulo 2: Pablo Messiez

«Dirigir es poder hacerse cargo de las propias decisiones sin echar balones fuera»

 

 

Por Sergio Díaz

Foto portada: Vanessa Rábade

 

Seguimos con nuestra serie de entrevistas con personas que se dedican a la dirección escénica para que nos expliquen en qué consiste su labor y poder poner así en valor su trabajo.

 

Ahora le toca el turno a Pablo Messiez, director argentino que se vino para España hace unos años y que encontró aquí un lugar en el que crear. Y bien que nos hemos aprovechado de ello y disfrutamos de ese enorme talento que tiene para hacer todo lo que hace. Es también dramaturgo y se formó como actor en su Buenos Aires natal. Sin poder vernos cara a cara y perdiéndome yo el placer de tener una agradable y cercana charla con él, Pablo nos responde desde su propio confinamiento a estas preguntas sobre lo que es para él dirigir.

 

 

Empezaste formándote como actor. ¿Cómo nace en ti la idea de dirigir?
Sin plan previo. Estaba buscando material para hacer algo como actor y me encontré con la ‘nouvelle’ Frankie y la boda (The Member of the Wedding) de Carson McCullers. Me pareció fascinante el modo en el que la autora hablaba de la necesidad de tener un grupo de pertenencia, de poder encontrar gente con la que compartir un nosotros. Pensé que en gran medida el teatro era eso para mí. Una especie de patria en donde me sentía en casa. Me interesaron particularmente las escenas que sucedían en la cocina entre Frankie, su amigo y la niñera y en seguida decidí que iba a escribir algo a partir de esa relación y ese espacio. Pero no me veía en ninguno de los roles. Así que invité a mi pareja de entonces y a dos grandes amigos a conformar el elenco. Así con mi ‘nosotros’ de entonces, nació Antes mi primer trabajo como dramaturgo y director.

 

Además de ser actor, eres dramaturgo, pero ¿qué te aporta la dirección a nivel personal/creativo? ¿Cómo sientes que te expresas mediante la dirección?
Al dirigir estás entrenando constantemente la atención y la convivencia. En gran medida se trata de aprender a mirar, y de buscar las maneras de hacer nacer ese ‘nosotros’ del que hablaba antes y que con cada grupo y cada obra es de una naturaleza distinta. Luego hay otra cuestión que entra en juego a la hora de dirigir que es el ejercicio de la responsabilidad. El poder hacerse cargo de las propias decisiones sin echar balones fuera. Elegir, volver a elegir, preguntarse, volver a saber, observar y aceptar la propia naturaleza del trabajo. Me parece horrible cuando un director critica a sus actores, como desentendiéndose de un sistema que por otra parte él mismo ha aceptado armar.

Se trata en gran medida de un ejercicio de amor, con todo lo que esto implica en términos de gestión de las diferencias.

 

¿Crees que la labor del director/a ha quedado eclipsada en estos últimos tiempos por otras figuras como la de los/as dramaturgos/as, por ejemplo?

No pienso el teatro en esos términos. Es un trabajo en equipo (lo sepan o no sus integrantes) y es eso lo que procuro cuidar. El entendimiento entre todas las personas que lo conforman y que todos/as elijamos como propio eso que estamos haciendo.

 

Dirección escénica. Capítulo 2: Pablo Messiez en Madrid
Fotografía de ‘Muda’, el primer estreno de Pablo Messiez en España

 

La pregunta del millón, ¿qué es dirigir para ti?

Conformar equipos e intentar descubrir su naturaleza en el encuentro con los materiales, poniendo en relación espacio-tiempo, palabras, y presencia. En gran medida creo que se trata de preguntarse acerca de la naturaleza del presente. Y el presente es imprevisible e incapturable. Por eso es importante darle espacio a la posibilidad de descubrir algo nuevo, más que ir a encontrar algo esperado.
Por eso no creo demasiado en la planificación del trabajo. En ir con ideas ya tomadas previamente a conseguir que otros las acaten. Hay que prepararse para que el espacio del ensayo sea lo suficientemente fértil como para que pueda allí aparecer la obra. En general, desconfío de las ideas que surgen fuera de ese espacio.

 

¿Cuál fue tu primera dirección? ¿Cómo la abordaste?

Fue Antes, la obra que mencionaba en la primera respuesta. La abordé “cargado de dudas y de asombro” como diría Chillida. Teniendo en claro que el espacio de trabajo debía ser un espacio de confianza. Dándole entonces importancia a la circulación de la confianza en el equipo.

 

¿Cómo sientes que has evolucionado como director respecto a esa primera vez?

Empecé poniendo en primer plano la cuestión del placer y ahora cuido más la cuestión del rigor. No sé si eso es una evolución o una involución. Pero tengo claro que al principio el placer que me provocara eso que hacía tenía la última palabra. Ahora prefiero tomar distancia y ver cómo funciona en el sistema de la obra, y ser muy riguroso a la hora de tomar desiciones, para poder ver qué es lo que hace falta.
La búsqueda de la precisión se ha convertido ahora en el vector que organiza el trabajo.

 

¿Cómo afrontas el proceso de dirección? ¿Tienes siempre una metodología clara o va variando en función del proyecto al que te enfrentes?

Va variando según el material y el equipo. Como decía antes, se trata de ver quiénes somos, qué sentido tiene nuestro encuentro y cuál es la mejor manera para que podamos entendernos y trabajar con nuestras diferencias.

 

¿Cómo es dirigir zarzuela? ¿Hay muchas diferencias respecto a una obra teatral al uso?
Bueno, es otro mundo. Es fascinante. Yo tuve la suerte de trabajar en el marco del Proyecto Zarza, generado por Daniel Bianco, en el que pude organizar el trabajo con mayor libertad de la que habitualmente tiene el director de escena al trabajar en la lírica. Tuve la suerte también de poder trabajar con Oliver Díaz, que es un director musical extraordinario. Lo que decía antes de no planificar y de que toda surja en el espacio del ensayo no vale en este caso, porque los tiempos son otros. Hay que tener prácticamente todo decidido de antemano con margen como para cambiar lo que no funcione. Esto sería extraordinario que no fuera así, pero dados los plazos, tiempos y lógicas reinantes es muy difícil de cambiar (salvo que seas Peter Brook y te vayas a montar tu ópera a tu sala). A pesar de esta dificultad, el trabajo es fascinante justamente porque requiere de una gran precisión. Allí la que manda es la música, así que ‘tonterías las justas’. Se trata de trabajar con cuestiones formales para conseguir que el diálogo entre lo que se ve y lo se escucha sea productivo. Aprendí mucho de esa experiencia y ojalá pueda volver a hacer otra en algún momento.

 

Si te llega un texto que no te resuene de ninguna manera, ¿lo dirigirías igualmente? O dicho de otra manera, ¿qué te interesa de un material como para decidirte a dirigir una pieza a partir de él?

No hago ni he hecho nunca como director cosas que no me interesen. Es que el teatro es repetición, y soy demasiado hedonista como para tener que ir a encontrarme cada día con un material que no me estimule.
En general ahora hago sólo obras que nacen de la arbitrariedad del deseo y me gustan cosas muy distintas. Sí tengo claro que no me interesa dirigir obras didácticas, o de teatro documental, o de autoficción. Pero esto me pasa ahora. Todo puede cambiar.

 

Dirección escénica. Capítulo 2: Pablo Messiez en Madrid
Fotografía de ‘Las canciones’, obra dirigida por Pablo Messiez que pudo verse a comienzos de esta temporada en El Pavón Teatro Kamikaze

 

¿Es muy diferente dirigir un texto tuyo que cuando el texto es de otra persona?

Sí. Es más fácil ser riguroso con la obra de otro.

 

¿Cómo es ese primer día en el que se junta tu equipo para poner en marcha una obra? ¿Llegan ya con el texto aprendido y cerrado o te gusta ir leyendo los textos con ellos en los ensayos para ir interviniendo durante el proceso de creación? ¿Eso depende de si el texto es tuyo o de otros?

Si el texto ya está escrito, pido que la letra ya esté aprendida. Para mí es un material a ser puesto en relación con los otros (espacio/ tiempo/ acciones) y si no está aprendido, esto no se puede hacer, porque la acción única pasa a ser ‘recordar’.

En el caso de los textos propios suelo ensayarlos a lo largo de dos años, teniendo unos tres períodos de encuentros con el equipo, en los que vamos probando textos (poniendo, quitando, reescribiendo) hasta tener en el último período algo parecido a una obra, que seguirá siendo modificada hasta el estreno (e incluso a veces, después).

 

¿Y cómo eres a la hora de relacionarte con los intérpretes una vez la función está hecha? ¿Das muchas notas en cada función?
Antes daba muchas más notas. Después vi que las notas eran más necesidad mía que de la obra o del elenco. Que el sistema ya estaba armado y que estaba bien acompañarlo para evitar desvíos no deseados (nacidos de la fosilización de lo que alguna vez fue cuerpo) pero no agobiar con mil notas que al final también puede generar en el elenco distracciones del presente, que es lo que hay que cuidar. La calidad del presente de la obra. Lo que hace que sea teatro.

 

Ahora, pasado el tiempo, al ponerte delante de un equipo ¿sabes lo que quieren los intérpretes de ti? ¿Sabes qué tipo de guía buscan?

Espero que todos queramos algo del equipo, que es entendernos. Saber quiénes somos. Cada uno y cada una con un rol claro, pero procurando evitar repetir jerarquías heredadas de otras lógicas que no me interesan.

 

A la hora de decirle a un intérprete que algo no está bien, que se está equivocando o que no va por el camino que tú quieres, ¿cómo lo gestionas? ¿Cómo gestionas los egos?
Procuro entender cada cosa que sucede como una posibilidad (nunca como error). De hecho intento ejercitar el cambiar el punto de vista y ver si eso que a priori no me interesa como opción podría terminar por interesarme. Esto es usar la herramienta del interés para intentar entender. Creo que esa acción es fundamental para el trabajo: antes del juicio (o justo después) intentar entender. Interesarme por ver qué está pasando, de qué modo hacerme entender y a la vez comprender eso otro que no tenía previsto.

Y en cuanto a los egos, todos tenemos uno. No es más que el punto de vista desde el que miramos el mundo. Se trata de entender que cada punto de vista incluye un punto de ceguera, y la maravillosa oportunidad de moverse (que es lo que es necesario entrenar).

 

¿Y cómo es tu relación con el resto de profesionales que conforman una obra (ayudante de dirección, sonido, luces, escenografía…? ¿Les pides el trabajo completo a tu manera o dejas que ellos te ofrezcan sus propias soluciones en su propio lenguaje y a partir de ahí trabajáis?

Insisto en la idea de equipo. Se trata de un diálogo. De poner en común ideas diversas. De poder darle espacio a la diferencia para que el trabajo sea algo distinto a cada una de las partes que lo conforman, una totalidad nueva y singular solo posible en la realización de ese encuentro.

 

¿En los talleres que impartes abordas también la dirección?

No doy clases de dirección. Me han invitado un par de veces a dar alguna charla, y en esos casos lo que hago es compartir mi experiencia intentando ver cuáles son las cuestiones inherentes a la teatralidad y de qué manera la puesta en escena se está haciendo cargo del dispositivo que elige para volverse material.

 

Dirección escénica. Capítulo 2: Pablo Messiez en Madrid
Fotografía de ‘Los días felices’, última obra dirigida por Messiez que se estaba representando en el Teatro Valle-Inclán hasta su cierre por la crisis del COVID-19

 

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