Elegir como espectador/a una obra de teatro no es tarea fácil hoy en día, frente al inabarcable número de espectáculos que pueblan la cartelera. Hablamos, eso sí, de las grandes ciudades. En pequeños municipios la oferta es mucho más reducida y, en determinadas zonas, incluso, inexistente.
Los criterios por los que se guía el público para tomar la decisión de comprar una entrada son muy variados y difícilmente mensurables en su conjunto. Entre otras muchas variables, intervienen gustos e intereses, el boca a oreja, una potente campaña publicitaria, el precio de la localidad o los protagonistas que encabezan el montaje.
Existe además la opción de acudir a la opinión de personas expertas, es decir, consultar las críticas teatrales. Partiendo de este supuesto, en Godot nos hemos preguntado por el papel de la crítica escénica en la actualidad, el valor que aporta al público y a los profesionales del sector, el espacio que ocupa en los medios de comunicación y su proyección de futuro.
Con el propósito de encontrar respuestas, hemos consultado a distintas voces expertas: Raquel Vidales, jefa de sección de Cultura del diario El País y redactora especializada en Artes Escénicas y crítica de teatro; Raúl Losánez, crítico teatral en el periódico La Razón y dramaturgo; Paula Corroto, periodista especializada en Cultura y crítica teatral en el digital El Confidencial; y Pedro Víllora, periodista, profesor de Teoría teatral en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid (RESAD), dramaturgo y ahora retirado de la crítica teatral que durante muchos años practicó en El Mundo y ABC.
INFORMACIÓN + OPINIÓN = CRÍTICA
La primera pregunta es sencilla. ¿Qué es una crítica teatral o de Artes Escénicas? Responde el profesor Pedro Víllora: “Una buena crítica teatral en un medio generalista debe incluir un apartado de información y crónica, es decir, comentar la existencia del espectáculo y de los elementos que lo integran. Esos componentes son artísticos, humanos y plásticos. También hay una parte valorativa pero, si no tiene el punto informativo, se queda en un sencillo artículo de opinión. Debe plantear las circunstancias para poder desarrollar los argumentos”.
Raúl Losánez introduce otro elemento. La crítica es “la valoración que hace un espectador con conocimientos, al que un medio considera especializado y cualificado para hacerla. Y por eso, el medio va a refrendar su opinión”. En tanto que opinión, “es puramente subjetiva”, pero “no es ni mejor ni peor que la de cualquier espectador”. Así, el crítico actúa como “un mediador, un orientador para público muy especializado, es decir, que ya tiene un interés previo muy claro por el teatro”.
EL PAPEL DE LA CRÍTICA TEATRAL
La propia definición de este género periodístico debería incluir la finalidad o las intenciones con las que se publica una crítica. Raquel Vidales considera que “lo más importante es dar pistas al lector de lo que se va a encontrar, sin sentar cátedra”, y ayudarle a discernir si un espectáculo le puede “sorprender, inspirar o gustar”. En esa tarea, no le gusta animar a nadie a “ir o dejar de ir”, sino que prefiere contar lo que le ha sucedido a ella “como espectadora, quizás más experimentada”. Intenta, por tanto, “no escribir para los artistas ni para el mundo académico”, sino para ese lector “con cierto nivel y gusto por el teatro”.
Por otro lado, Vidales explica que “la crítica no tiene que ser solo una prescripción, sino que en sí misma posea un valor, seas espectador de teatro o no. Esto es de una ambición tremenda; con la mayoría no lo consigues. Esa es la meta y a veces sale”. Asimismo, destaca el papel de la crítica como prueba de la actividad teatral: “Hay un testimonio académico, que queda para estudiosos y profesionales, y luego está la crítica generalista, que hace de testigo, no solamente de la actividad artística, sino de cómo se vive el teatro en ese momento, de cómo es el público, de cómo reacciona. Porque el hecho teatral no es solamente un texto y una producción, sino también es el público y el contexto en el que se produce. Intento también imbricar qué significa eso en este momento para el público y para el no público: qué nos dice de nuestra sociedad una obra de teatro”.
A Paula Corroto le interesa colocar el foco sobre el posible espectador o espectadora cuando infiere que le puede resultar de interés la relación de un montaje con el contexto, “con el tiempo que estamos viviendo”. Y sobre todo le gusta contar “que merece la pena ir a verlo”, además de resaltar los elementos puramente técnicos y más objetivables. “Cuando me pongo a escribir, estoy pensando en decirle a mi prima que vaya a ver esa obra, y a lo mejor mi prima va al teatro tres veces al año”. Y añade: “En mi periódico, la única manera de que se lea teatro es cuando dices ‘vete a ver esto que es imprescindible’ o ‘actúa una espectacular Carmen Machi’; es el único titular que se lee”.
LÍNEAS ROJAS PARA LOS CRÍTICOS DE ESCÉNICAS
Puestas las bases sobre las que construir una buena crítica, resulta pertinente indagar sobre las líneas rojas que cada cual traza como límite. “Aparte del insulto, no concibo dar caña a un artista porque no te cae bien”, apunta Corroto, quien tampoco es partidaria de “hablar mal de alguien que no es muy conocido o de un teatro pequeñito”. Cuando se trata de gente popular o de “un teatro potente” sí que exige “unos mínimos de calidad”.
Raquel Vidales reconoce que cuando una obra le gusta sale del teatro “súper contenta porque es más fácil hacer críticas buenas que malas”. Las menos favorables prefiere no escribirlas, sobre todo si se trata de “una compañía que está empezando” y que actúa en una sala pequeña. Sin embargo, “hay producciones con mucha intención y presupuesto, muchas veces público, que, si están mal, tienes que plantear incluso el por qué y para qué se está invirtiendo dinero público en esto. Ahí es donde más afilada me puedo sentir en ocasiones”, asevera. Otro punto importante para la jefa de Cultura de El País es “no traicionar la confianza” que el lector ha depositado en su figura, intentando mantener la “honestidad” que dio lugar a tal “complicidad”. En gran parte, esa honradez se ha fraguado manteniendo cierta “distancia con el mundillo teatral” para no dejarse influir por “lo que van a pensar de mí si digo que algo me gusta o no me gusta. Eso hay que desterrarlo. Siempre pienso en lo que mi amiga Esther querría ver escrito ahí”.
Justamente, el dramaturgo Pedro Víllora manifiesta que dejó la crítica en el momento en que empezó a estrenar mucho teatro: “No me gusta ser crítico de mis compañeros cuando yo estoy estrenando”. De su etapa como crítico comenta que si se arrepiente de algo, “es de haber hecho alguna crítica negativa. Ahora cuando escribo, sólo lo hago de cosas que me gustan. Pero eso depende también de la personalidad: hay quien escribe muy bien desde el agravio y desde la rabia, y me da mucha envidia. Yo me siento más a gusto desde el elogio. No me gusta ir de avinagrado. Cuando lo he hecho alguna vez, siempre me ha dejado un resquemor, y la sensación de: ‘¿qué necesidad tenía?’”.
Al colaborador de La Razón y también dramaturgo Raúl Losánez, sin embargo, no le crea “ningún conflicto”, desde el punto de vista profesional, compaginar ambas tareas. “Esto siempre ha sido así. En el siglo XIX toda la crítica periodística la hacían los autores. Luego tienes tus conflictos individuales y dices: ‘Con lo bien que me cae esta persona’ o ‘con lo bien me he relacionado con ella en este trabajo y ahora esto que hace que me parece un horror’. Lo tengo que decir. Lo que no haría nunca, porque no me podría mirar luego en el espejo, es mentir”, asegura. Aun así, reconoce que “cuando eres joven eres más destroyer. Todo te parece un horror y tienes la solución. Y luego vas entendiendo también otras cosas, los procesos de creación, las dificultades a las que se enfrentan los creadores, y eso hace que tu mirada no sea tan dura. Si bien es verdad que tampoco debes dejarte contagiar demasiado por esas excusas. Lo que has de valorar como crítico es la obra de arte, simple y llanamente; todos los demás pretextos están bien para justificarlo éticamente, moralmente, personalmente, afectivamente, pero artísticamente la obra, solo debe ser buena o mala por sí misma”.
¿QUIÉN PUEDE EJERCER LA CRÍTICA TEATRAL?
Con todos estos elementos sobre la mesa, toca preguntarse quiénes pueden ser considerados críticos teatrales. Aquí se plantea una disparidad de opiniones. “La crítica en prensa es un género periodístico y, por tanto, debe hacerla alguien con formación periodística, lo que implica conocimientos culturales. Se nos olvida, a veces, que la crítica en prensa no se dirige a los artistas que han hecho el espectáculo, sino a los lectores, que son espectadores potenciales”, argumenta Pedro Víllora. En esta línea de pensamiento, incorpora un elemento al debate, que es la proliferación de los blogs en la última década: “Tenemos la iniciativa de personas que, independientemente de su formación, consideran que su opinión es digna de ser tenida en cuenta”. En este caso, añade Víllora, el bloguero depende “del valor añadido que le quieran dar los lectores potenciales”, mientras que el crítico del medio generalista queda amparado por algún cargo que “se responsabiliza de las cualidades, capacidades, competencias o habilidades del crítico”, ya que “no dejas de encarnar la voz del medio”.
Con respecto a esta apertura del abanico que propició la llegada de los diarios digitales y los blogs, Raúl Losánez reconoce abiertamente: “Me parece bien que todo el mundo pueda opinar lo que le dé la gana. Luego sí, considero que el espectador tiene que saber qué seleccionar, qué posee más rigor y qué no. No creo que sea lo mismo ejercer de crítico de un diario como La Razón, El País o ABC, que en unos diarios que están llenos de faltas de ortografía o en unos periódicos digitales en los que no hay ese marchamo de autoridad, de especialización que se le presupone al crítico de estos diarios tradicionales. Creo que una persona, a poco que sea mínimamente culta e inteligente, que tenga nivel medio, sabe distinguir qué tiene entidad y peso, aunque no sepa de teatro”.
Frente a la posibilidad de que hoy otras voces se animen a opinar sobre artes escénicas, Paula Corroto no pone objeción. “Los lectores tampoco son tontos”, afirma, “que escriba más gente de teatro, a lo mejor está bien”. Raquel Vidales abre también la puerta a la práctica de este género, reconociendo que “hay gente que tiene una capacidad fantástica para comunicar, sea periodista o fontanero”. Lo que ocurre es que “cuando llevas cubriendo una cartera muchos años, tienes un bagaje y un conocimiento que te da una visión fundamentada”.
PÉRDIDA DE TERRENO EN LOS MEDIOS
Si en algo coinciden con voz unánime estos expertos es en que el espacio destinado a la crítica teatral en los medios de comunicación generalistas ha menguado considerablemente con respecto a décadas pasadas. “La crítica ha ido evolucionando como el propio arte escénico en sí, perdiendo centralidad en la vida artística y cultural del país”, reflexiona Raquel Vidales. “La crítica teatral se lee muy poco. Ahora los medios, con toda la presión de audiencias, no apuestan mucho por ella porque a corto plazo no da rendimiento económico ni de prestigio. Realmente es un esfuerzo y un lujo que algunos medios todavía se pueden permitir”, indica la jefa de Cultura de El País.
Los digitales son sin duda los mejores termómetros para valorar esta situación. “Es una pena, un desastre. La crítica teatral se lee súper poco”, confirma Paula Corroto, quien, según los datos que maneja, coloca la lectura de críticas de teatro en último lugar, muy a distancia de las de películas, libros e, incluso, arte. Claro que, sabiendo que ahora podemos medir cada visita y cada click sobre un artículo concreto, surge la duda de cuántas personas leían a los críticos de la vieja escuela que sólo publicaban en papel: “No lo vamos a saber nunca y, esto es mera especulación, pero creo que hoy los leerían cuatro. Porque hablando de Eduardo Haro Tecglen (crítico teatral que publicaba una columna diaria en El País hasta su muerte en 2005) o de Marcos Ordóñez (crítico teatral de El País hasta 2021), si te sales del circuito teatral, no los conoce nadie”, aventura la periodista de El Confidencial. A estos críticos antes “los leía el mundo teatral y la gente que iba al teatro. Ahora intentamos que nos lea todo el mundo, desde alguien que no ha ido al teatro nunca jamás, y a lo mejor no va a ir nunca, hasta gente que va todas las semanas”.
Pedro Víllora, por su parte, es mucho más tajante asegurando que “la crítica teatral ahora mismo no existe”. Recuerda que “en la buena época del ABC podíamos tener crítica todos los días”, y en El País, “tres o cuatro veces a la semana”, de HaroTecglen. “Todo eso ha desaparecido” y “la presencia de las Artes Escénicas, tanto desde la información como desde la opinión, se ha reducido muchísimo”, corrobora el profesor de la RESAD. Y contabiliza: “Tan solo ahora El País, ABC y La Razón aún mantienen al menos una crítica a la semana, y en El Mundo está desapareciendo”. Víllora tiene también “la impresión, pero es solo una intuición, de que la crítica de los medios de Internet solamente la leen las personas de teatro. El exceso, y por tanto la falta de referentes, hace que no haya figuras que a un espectador potencial le interese conocer”.
Aquí Raúl Losánez se manifiesta más optimista. “No veo la cosa más trágica que antes. Cuando yo era joven no había tantos diarios, por lo tanto, no había tantos críticos. Ahora han proliferado los periódicos y ese abanico se ha abierto”.
¿ESTÁ LA CRÍTICA EN ESTADO CRÍTICO?
El dramaturgo Pedro Víllora, que escribió sobre teatro entre los 18 y los 40 años en medios generalistas, tiene claro un mapa de cómo ha sido el devenir de los acontecimientos para llegar a la situación actual. “La prensa pasó una crisis terrible en los años 2006-2008. Muchos medios nuevos desaparecieron; los vigentes hicieron jubilaciones anticipadas y resoluciones de contratos, y hubo una enorme cantidad de periodistas veteranos responsables que se fueron a la calle. Una de las primeras cosas que desaparecieron en los medios fueron los colaboradores culturales. Y ahí, varios críticos importantes de medios importantes. La crítica quedó en manos de redactores de plantilla o de becarios. Se redujo el número de páginas y aumentó la publicidad; por tanto, el espacio para la información y la crítica se quedó en la nada, y bastante hicieron con sobrevivir. Eso no se ha recuperado ni creo que se vaya a recuperar”.
Con respecto a la situación actual y de futuro, Raúl Losánez no se ve “más pesimista que antes”. Paula Corroto se reafirma en que “la crítica teatral se lee muy poco” y para conseguir captar lectores hay recurrir muchas veces a los grandes nombres. “Se nota muchísimo cuando hay un Javier Cámara, una Carmen Machi, una Ana Belén, o un actor o actriz que la gente conoce por una serie o una película”, añade.
Algo más confiada se muestra Raquel Vidales: “Mientras haya periódicos, creo que habrá crítica, más o menos. Tampoco hay que cerrarse. La crítica también evoluciona, hay nuevos formatos. No sé por dónde va a ir, pero irá evolucionando como todo”.